—Como quieras.
Con un desdeñoso encogimiento de hombros, la joven giró sobre sus talones, haciendo revolotear el vestido de crêpe georgette de color crudo alrededor de sus piernas perfectas, y se fue como había venido, pero Lisa ya se había levantado con un movimiento automático. Ella también se había quedado pálida. Había reconocido a la intrusa, y la mirada que dirigió a Aldo estaba teñida de sorpresa y de incomprensión.
—¿He visto bien? ¿Es... lady Ferráis?
¡Dios, qué difícil fue responder! Pero había que hacerlo...
—Sí..., pero ahora lleva otro apellido...
—No me dirá que se llama... Morosini... ¿La hija de...? ¡Es abominable!
Lisa trató de salir corriendo hacia el vestíbulo, pero Aldo la retuvo por la fuerza.
—¡Un momento, por favor! ¡Sólo un momento!... Déjeme por lo menos que le explique...
—¡Suélteme! ¡No hay nada que explicar! Tengo que irme... ¡No me quedaré aquí ni un segundo más!
Su voz entrecortada, nerviosa, traducía su conmoción. Celina intentó acudir en ayuda de Aldo:
—¡Concédale un momento, señorita Lisa! No ha sido culpa suya...
—¡Deje de mimarlo, Celina! Este imbécil redomado es bastante mayorcito para saber lo que hace... y después de todo siempre he sabido que estaba enamorado de esa mujer.
—No, no... Usted no puede entenderlo...
—¡Ya basta, Celina! La quiero mucho, pero no me pida tanto. Adiós.
Se inclinó para besar a su vieja amiga y después se volvió hacia Aldo, que era demasiado consciente de lo irreparable para seguir intentando reaccionar.
—Casi se me olvida la verdadera razón de mi visita. ¡Tome! —dijo, arrojando sobre la mesa un estuche de piel negra—. Le he traído esto. Encontramos el cuerpo de Elsa.
Al caer entre los papeles, el estuche se abrió, dejando a la vista el águila que no esperaban volver a ver. La potente lámpara de lapidario encendida sobre la mesa hizo centellear los diamantes, mientras que todos los matices del espectro solar parecían brotar de las profundidades misteriosas del ópalo.
Cuando Aldo volvió la cabeza, la señorita Kledermann ya no estaba. Ni siquiera intentó ir en su busca. ¿Para qué? Paralizado ante la piedra que no se atrevía a tocar, oyó crecer y decrecer el ruido de la barca que se llevaba a Lisa. Lejos, muy lejos de él. Seguramente demasiado lejos para que fuera posible reunirse algún día con ella.
Saint-Mandé, diciembre de 1995
Fin
Notas:
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19/05/2011
[1] Véase La Rosa de York.
[2] Desde la guerra de 1939-1945, el Aguilucho reposa en los Inválidos. Su cuerpo fue repatriado a París por Hitler con la intención de ganarse las simpatías de los franceses.
[3] Unos años más tarde se convertirá en el Arlberg-Orient Express, una segunda línea del más famoso de los trenes.
[4] Véase La Estrella Azul.
[5] Mezcla de agua con gas y vino muy apreciada en Austria
[6] Apfelgrüne significa «manzana verde».
[7] Especie de gnocchi de la región de Salzburgo.
[8] Queso blanco con hierbas aromáticas, pimentón, pasta de anchoas, comino y alcaparras.
[9] Traje campesino convertido en traje nacional.
[10] Actualmente la embajada de Francia en Roma.
[11] Lohengrin, hijo de Parsifal y caballero del Graal, acude en ayuda de Elsa de Brabante, víctima de graves acusaciones por parte de sus vasallos. Se casa con ella después de hacerle jurar que nunca le preguntará su nombre, pero Elsa no cumple su promesa y Lohengrin se marcha en la barca tirada por un cisne con la que había llegado.
[12] El puente para vehículos no fue construido hasta 1933.
[13] Véase La Rosa de York.
[14] Ídem.
[15] Contraído por la fuerza.