Juliette Benzoni - El Rey De Les Halles

Здесь есть возможность читать онлайн «Juliette Benzoni - El Rey De Les Halles» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Год выпуска: 2007, ISBN: 2007, Издательство: Ediciones B, Жанр: Исторические любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Rey De Les Halles: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Rey De Les Halles»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una niña de cuatro años vaga por el bosque de Anet. Su nombre es SyIvie de rey de Valaines y su familia acaba de ser asesinada, tal vez por orden del cardenal Richelieu para recuperar eiertas cartas comprometedoras.Un muchacho de diez años la recoge y la pone a salvo. Se Ilama François de Borbón Vendôme, príncipe de Martigues.Criada entre los Vendóme, Sylvie se convertirá en doncella de honor de la reina Ana de Austria y será amiga de Mdemoiselle de Hautefort, eon quien campartirá el peligroso secreto del nacimiento del Futuro rey. Ella misma, a los quince años, habrá de enfrentarse a los temibles poderes Luis XIII, del cardenal Richelieu y del misteriosó asesino de su madre.Obligada a casarse con el abúlico y complaciente La Ferriére, y tras un encuentro terrible con el hombre al que llaman el «verdugo del cardenal, logra escapar y como en otro tiempo, encuentra a François en su camino.Pero en adelante será preciso volver a ocultarse, ya que los enemigos de la joven no descansan. François, por su parte, piensa únicamente en el odio que le inspira Mazaríno, un odio que hará de él uno de los jefes de la resistencia, conocida por el pueblo entusiasta como el rey de Les Halles ».Juliette Benzoni es una de las escritoras más populares de Francia y autora de una cincuentena de libros. Se han vendido alrededor de cincuenta millones de ejemplares de ellos, traducidos a casi todos los idiomas.

El Rey De Les Halles — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Rey De Les Halles», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

François no iba a ver a ninguna de las dos. Amaba demasiado a la reina para entregar su corazón a otra mujer. Por el momento recorría, seguido por Ganseville, la Rue Saint-Honoré; luego tomó la de la Ferronnerie y la des Lombards, la una a continuación de la otra, y finalmente la Rue Saint-Antoine en dirección a la Bastilla, atravesando de ese modo París en toda su longitud y pasando de largo la Rue Saint-Thomas du Louvre, donde se alzaba el hôtel de Montbazon. Pero bastante antes de llegar a la vieja fortaleza, dobló a la izquierda por una calle bastante estrecha, desmontó ante un pequeño edificio de bella apariencia y, sin esperar a que se encargara de ello su escudero, fue él mismo a tirar de la campanilla del portal.

— Anunciad al señor caballero de Raguenel que el duque de Beaufort desea hablar con él. Por más que la hora sea impropia, tengo que decirle algo de la mayor urgencia -dijo al portero, que salió asustado a la carrera, dejando a los dos hombres entrar por su cuenta en el patio.

— Tenía entendido que pensabais esperar un poco antes de verle -observó el escudero.

— No tengo tiempo. Me marcho a Flandes por la mañana…

— Nos marchamos a Flandes -corrigió Ganseville-. ¡Vaya, es una buena noticia!

— No; lo he dicho bien: me marcho. Tú te reunirás conmigo más tarde. Tengo una misión para ti…

— ¿Adonde he de ir? -preguntó Pierre, decepcionado.

— Al lugar del que venimos… pero no irás solo: acompañarás a una joven a la que ya conoces y de la que cuidarás con tus cinco sentidos. Habría querido hacerlo yo mismo, pero el rey y su ministro han dispuesto otra cosa.

— ¿Me mandáis otra vez a Bretaña?

— Exactamente. Y llevarás contigo a Jeannette. Yo creía que estaría con mi madre, pero al parecer ha venido a hacer compañía al señor de Raguenel desde que salió de la Bastilla…

Se interrumpió. Perceval acudía, y François se sorprendió al ver el cambio producido en tan poco tiempo: su atuendo, siempre tan cuidado a pesar de su gusto por la sencillez, era el mismo, pero bajo la espesa cabellera rubia que la cercanía de la cuarentena empezaba a platear en las sienes, el rostro había perdido su expresión despreocupada, y los ojos su viveza. El dolor había marcado con su garra cada uno de sus rasgos, y François se reprochó no haber acudido antes a visitar a aquel antiguo escudero de su madre y amigo de su infancia. Sus ojos grises estaban abiertos de par en par y le interrogaron tanto como la voz:

— ¿Vos aquí, monseñor…? ¿Venís a darme la noticia que más temo?

Beaufort le tomó las manos, siempre tan firmes, y notó que temblaban.

— ¡Entremos! -dijo con dulzura-. Lo que he de deciros no está hecho para el viento de la noche.

2 El puerto del Socorro Al día siguiente domingo a las cinco de la mañana - фото 3

2. El puerto del Socorro

Al día siguiente, domingo, a las cinco de la mañana, una modesta pareja de jóvenes burgueses ocupaba su plaza en la diligencia de Rennes, que en sólo una semana iba a conducirles hasta su destino. En el esposo, vestido de un paño gris con cuello vuelto de holanda blanca, calzado con pesados zapatos de hebilla y tocado con un redondo sombrero negro, nadie habría reconocido a Pierre de Ganseville, el elegante escudero del duque de Beaufort. No se sentía muy cómodo: echaba de menos su espada, pero había sido necesario guardarla en el cofre que habían colocado en la parte trasera del coche.

Esa clase de detalles no preocupaban a su compañera: apenas existía diferencia entre la forma de vestir de una burguesa y la de una camarera al servicio de la corte. La cofia almidonada y el vestido gris con cuello y mangas adornados de encaje eran su atuendo habitual, y lo completaba con una amplia capa negra con capuchón que la envolvía por completo. Jeannette se sentía menos triste: el día era bueno, y el viaje -aunque no conociera el lugar al que se dirigían- le gustaba, sobre todo porque no tendría que soportar mucho tiempo el traqueteo de aquel carruaje público y, por tanto, incómodo y maloliente: en Vitré lo dejarían con cualquier pretexto, así como el disfraz de Ganseville, y alquilarían caballos de posta que, por Châteaubriant, les llevarían hasta Piriac, donde embarcarían. Lo importante era salir de París burlando la vigilancia que esperaba Beaufort por parte del teniente civil. Laffemas no debía de ignorar a esas alturas lo que había ocurrido en La Ferrière, y Raguenel le había dicho que algunas personas de aspecto sospechoso rondaban su casa desde que había regresado a ella. De modo que, la víspera de la partida, François se había llevado a Jeannette al hôtel de Vendôme, donde se encontraba su lugar natural, porque vivía en ella desde que Sylvie había sido adoptada por la duquesa.

Al pensar en su amo, Ganseville se sentía melancólico, ya que mientras él iba entre sacudidas por caminos mal pavimentados con gruesos adoquines y llenos de baches, Beaufort, escoltado por Brillet y dos lacayos, galopaba por la ruta de Flandes con la perspectiva de la fiebre de las batallas, el tronar de los cañones, el crepitar de las descargas de fusilería, el redoble de los tambores, la gloria tal vez… ¡La vida, en una palabra! Su único consuelo era que aquel viaje anodino representaba una misión de extrema confianza relacionada con el secreto que tenía el honor de compartir con el amo al que quería.

El viaje transcurrió con toda normalidad, en compañía de personas que no incitaban a la conversación: un sacerdote que rezaba todo el rato, una viuda que lloraba todo el rato también, y una pareja de ancianos que, cuando no cuchicheaban entre risitas, dormían concienzudamente. A pesar de ello, al llegar a Vitré, Ganseville tenía hormigueo en las piernas y Jeannette se moría de impaciencia. Pero en aquella antigua villa, que conservaba su imponente aspecto feudal, les bastó una corta estancia en el hôtel Du Plessis, cuyos dueños eran viejos amigos de los Vendôme, para que Pierre recuperase su aspecto habitual. Entonces fue Jeannette quien perdió el suyo y se convirtió en un esbelto jinete -su joven ama había hecho que la enseñaran a montar para que pudiera seguirla en sus galopadas a través de los bosques, en Anet o Chenonceau-. Se montó en la silla con un aplomo que complació a su compañero, un poco inquieto al principio sobre el ritmo que iba a imponerle la presencia de una mujer.

— ¿Vais a decirme de una vez adónde vamos? -preguntó la muchacha cuando hicieron la primera parada en Bain-. Durante todo el viaje no habéis despegado los labios. ¡Bonito marido el mío, han debido de pensar las personas que nos acompañaban!

— ¿Habrías preferido que te hiciera la corte? -bromeó Ganseville, y rió.

— ¡Oh, no! No lo toméis a mal, pero ya estoy prometida con un hombre al que no sé qué puede haberle ocurrido -repuso con tristeza-. Desapareció con nuestra señorita, y ni siquiera sabemos si siguen con vida…

— Yo soy como santo Tomás, ¡si no lo veo no lo creo! En cuanto a nuestro destino, es un pequeño puerto de pesca que se llama Piriac.

— ¿Y qué vamos a hacer allí?

— Embarcar para Belle-Isle. Espero que no te marees… Me horrorizan las personas que vomitan.

— ¿Y qué haremos en Belle-Isle?

— Iremos a saludar al señor duque de Retz y a la señora duquesa. Y ahora, no más preguntas. Ya te he dicho bastante.

— Sigo sin enterarme, y me gustaría saber a qué viene tanto misterio…

— Querida mía, cometiste una enorme tontería al instalarte en casa del señor de Raguenel en lugar de quedarte prudentemente con nosotros. Deberías haber sabido que su casa estaría vigilada. A mí me encargaron la misión de hacerte salir de París sin despertar las sospechas de los espías del teniente civil, y eso he hecho…

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Rey De Les Halles»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Rey De Les Halles» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Rey De Les Halles»

Обсуждение, отзывы о книге «El Rey De Les Halles» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x