• Пожаловаться

Stephanie Laurens: Las Razones del Corazón

Здесь есть возможность читать онлайн «Stephanie Laurens: Las Razones del Corazón» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Исторические любовные романы / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Stephanie Laurens Las Razones del Corazón

Las Razones del Corazón: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Razones del Corazón»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Penelope Ashford se ha criado con todas las ventajas: riqueza, posición, y belleza. Sin embargo, dista mucho ser la típica señorita de sociedad: es enérgica, terca y directa hasta las últimas consecuencias; durante años se ha dedicado a dirigir una institución de asistencia para los huérfanos. Pero ahora sus pupilos están desapareciendo misteriosamente. Desesperada, recurre al único hombre que conoce y que podría ayudarla: Barnaby Adair. Apuesto descendiente de una noble familia, Adair se ha labrado un nombre dentro de la política y en los círculos judiciales. Sus poderes de seducción y observación combinados con pedigrí le han llevado a resolver diversos crímenes de gravedad dentro de la sociedad. Aunque la hace sentirse irritantemente incómoda, Penelope se presenta a altas horas de la noche ante la puerta de su residencia de soltero, decidida a reclutarle para su causa. Barnaby acepta su desafío, intrigado por su historia tanto como por la mujer, su audaz belleza e innegable intelecto forman un impresionante contraste con las demás señoritas de sociedad, por lo general insípidas. Reclutando la ayuda del inspector Basil Stokes, se infiltran en las calles de Londres. Pero mientras desentrañan el misterio, descubren el rastro de un criminal arraigado en la misma recientemente creada organización para proteger a los londinenses. Y dicho criminal está al tanto de ellos y de sus esfuerzos, y está preparado para amenazar todo lo que aprecian, incluido sus recientes conocimientos sobre las intrigas del corazón humano.

Stephanie Laurens: другие книги автора


Кто написал Las Razones del Corazón? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Las Razones del Corazón — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Razones del Corazón», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lo acribillaron a preguntas; no le sorprendió que la fiesta en sí misma, la finca y cómo se divertían «los encopetados» fueran el centro de su interés. El valor de las esmeraldas les resultaba incomprensible, pero la gente los fascinaba tanto como a él. Escuchar sus reacciones a la historia que contó le hizo reír por dentro.

En su despacho, Penelope se percató de que la atención de la señora Keggs se había apartado de ella para centrarse en un punto detrás de su hombro izquierdo.

– Creo que con esto debería bastar para las próximas semanas.

Dejó la pluma y cerró la tapa del tintero con un chasquido; el ruido hizo que la señora Keggs bajara de las nubes.

– Ah… gracias, señorita. -La señora Keggs cogió el pedido firmado que le tendía Penelope. -Lo llevaré enseguida a Connelly's para que lo sirvan esta misma tarde.

Penelope sonrió y asintió autorizándola a retirarse. La observó levantarse, hacer una reverencia y luego, tras echar un último vistazo por la ventana, salir presurosa.

Haciendo girar la silla, Penelope miró por la ventana… y vio a Adair cautivo de un grupo de niños.

Se dispuso a levantarse pero entonces reparó en que lo había interpretado mal: era él quien tenía cautivados a los niños, lo cual no era poca cosa, con algo que les contaba.

Estudió la escena sorprendida; a pesar de cuanto le habían referido acerca de él, no había contado con que Adair tuviera la necesaria facilidad o inclinación para relacionarse abiertamente con las clases bajas; desde luego no hasta el punto de encorvarse para entretener a un puñado de golfillos.

Sin embargo, su sonrisa parecía sincera.

Se libró de una parte más del recelo que había tenido al consultarle. Los demás miembros de la junta de administración estaban fuera de Londres; aunque los había informado de las tres primeras desapariciones aún no había dicho palabra acerca de la más reciente, como tampoco sobre su plan de recabar la ayuda de Barnaby Adair. En eso, había actuado por iniciativa propia. Si bien estaba convencida de que Portia y Anne apoyarían su decisión, no estaba tan segura a propósito de los otros tres. Adair se había forjado un nombre ayudando a la policía, en concreto en llevar ante la justicia a miembros de la buena sociedad, empeño que no había sido recibido con unánime aprobación entre los de su clase.

Apretando los labios, dio sendas palmadas a los brazos de la silla y se puso de pie.

– Me da igual -informó al despacho vacío. -Para traer a esos niños de vuelta habría recabado la ayuda del mismísimo demonio.

Las amenazas sociales no influían en ella.

Otra clase de amenazas…

Entrecerrando los ojos, estudió el elegante personaje rodeado por aquel grupo variopinto. Y a regañadientes admitió que en cierta medida representaba, en efecto, una amenaza para ella.

Para sus sentidos, para sus nervios de repente a flor de piel, para su inusitadamente díscola cabeza. Jamás hombre alguno le había hecho perder el norte.

Ningún hombre la había hecho preguntarse qué ocurriría si él…

Se puso otra vez de cara al escritorio y cerró la carpeta de pedidos.

Tras la entrevista de la noche anterior se había dicho a sí misma que lo peor ya había pasado, que cuando volviera a verlo, el impacto que había causado en sus sencidos habría decaído, desvaneciéndose. En cambio, al levantar la vista y verlo en el umbral, con su mirada azul fija en ella en actitud contemplativa, había perdido la facultad de pensar de manera racional.

Le había costado un verdadero esfuerzo mantener el semblante inexpresivo y fingir que tenía la cabeza en otra parte. Estaba claro que, si deseaba investigar con él, iba a necesitar el equivalente de una armadura. Pues de lo contrario…

No quería ni pensar en que él se diera cuenta de lo mucho que la afectaba, ni tampoco en aquella manera suya tan lenta, arrogante y viril de sonreír.

Apretó los labios y reiteró con firmeza:

– Pase lo que pase, me da igual.

Sacó el bolso y los guantes de debajo del escritorio y, levantando el mentón, se dirigió hacia la puerta.

Y hacia el hombre que había reclutado como adalid del orfanato.

CAPÍTULO 03

– A instancias del padre de Dick, la señora Keggs y yo fuimos a verle hace dos semanas.

Penelope miraba el paisaje urbano que desfilaba por la ventana del coche de punto. Habían hecho señas al carruaje desde la parada que había frente al Hospital Infantil; el conductor los había admitido encantado y enfilado hacia el este a buen paso.

Su avance se ralentizó en cuanto entraron en las estrechas y atestadas callejas de lo que los londinenses llamaban el East End. Un conglomerado de apretujadas casas destartaladas, edificios de pisos, talleres y almacenes en su día construidos alrededor de las antiguas aldeas extramuros de la vieja muralla de la ciudad; con los siglos, las toscas construcciones se habían fundido en un miserable, oscuro y a menudo frío y húmedo batiburrillo de viviendas desastradas.

Clerkenwell, el barrio al que se dirigían, no era tan malo, tan superpoblado y potencialmente peligroso como otras partes del East End.

– El padre de Dick, el señor Monger, tenía la tisis. -Penelope se balanceó cuando el coche giró en Farringdon Road. -Estaba claro que no iba a recuperarse. El médico del distrito, un tal señor Snipe, también estaba presente; fue él quien nos mandó aviso cuando el señor Monger falleció.

En el asiento de enfrente, Adair iba frunciendo el entrecejo a medida que se aventuraban por calles cada vez más humildes.

– ¿Recibieron el mensaje de Snipe ayer por la mañana?

– No. La noche anterior. Monger murió hacia las siete.

– Pero usted no estaba en el orfanato.

– No.

Adair la miró.

– Pero si hubiese estado…

Penelope se encogió de hombros y apartó la vista.

– Por las noches, nunca estoy.

Por supuesto, habida cuenta de las cuatro desapariciones, ya había dado instrucciones de que la noticia de la muerte de un tutor le fuera transmitida de inmediato allí donde se encontrara. La próxima vez que hubiera que recoger a un huérfano, tomaría el carruaje de su hermano, su cochero y un mozo de cuadra, y saldría disparada hacia el East End fuera la hora que fuese… pero no le pareció conveniente explicárselo a su acompañante.

Le constaba que Adair conocía a su hermano Luc, que además era su tutor; adivinaba lo que estaría pensando: que Luc sin duda no aprobaría que ella fuera a esos barrios poco menos que a solas. Y, desde luego, menos aún de noche.

En eso Adair acertaba de pleno; Luc no se figuraba lo que su puesto de «administradora» conllevaba. Y preferiría con mucho que siguiera sumido en la ignorancia.

Echó un vistazo por la ventanilla y la alivió ver que casi habían llegado a su destino; una distracción muy oportuna.

– En este caso, tres vecinos vieron y hablaron con el hombre que se llevó a Dick la mañana después de que Monger muriera. Su descripción del hombre en cuestión encaja con la que dieron los vecinos en los tres casos anteriores.

El carruaje aminoró la marcha casi hasta detenerse y luego giró con dificultad para entrar en una calle muy estrecha en la que a duras penas cabía.

– Ya hemos llegado -dijo Penelope, incorporándose en cuanto el carruaje paró; pero Adair se le adelantó, asiendo el pomo de la portezuela, lo cual la obligó a apoyarse de nuevo contra el respaldo para que él pudiera abrir y apearse.

Eso hizo él, y bloqueó la salida mientras echaba un vistazo en derredor.

Penelope se mordió la lengua y reprimió las ganas de asestarle un fuerte golpe entre los hombros. Unos hombros muy hermosos, cubiertos por un abrigo a la moda, pero que le entorpecían el paso. Tuvo que contentarse con fulminarlo con la mirada.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las Razones del Corazón»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Razones del Corazón» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Stephanie Laurens: Domada por Amor
Domada por Amor
Stephanie Laurens
Stephanie Laurens: La Prometida Perfecta
La Prometida Perfecta
Stephanie Laurens
Stephanie Laurens: La Dama Elegida
La Dama Elegida
Stephanie Laurens
LaVyrle Spencer: Y el Cielo los Bendijo
Y el Cielo los Bendijo
LaVyrle Spencer
Отзывы о книге «Las Razones del Corazón»

Обсуждение, отзывы о книге «Las Razones del Corazón» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.