– Sí, eso fue lo que sucedió. Estuve en Baltimore tres años atrás, pero creo que usted y James Wyndham estaban en Nueva York, comprando caballos.
James pensó que ella tenía una asombrosa memoria para el paradero de su hermano, mirándola fijamente. ¿Por qué?
– Permítame corregirlo. Mi padre y Genny, mi madrastra, dirigen la Naviera Carrick juntos ahora. Creo que Genny construyó el Audaz Aventura.
James arqueó una ceja ante eso.
– ¿De veras? Eso es muy admirable. Muy bien, entonces, señorita Carrick, ¿qué está haciendo aquí? Y con aquí me refiero a Lyon’s gate.
– Eso es fácil de responder. Pretendo comprar Lyon’s gate. Prácticamente se encuentran en mi propiedad. ¿Qué están haciendo ustedes dos aquí?
Jason recobró la atención instantáneamente. Se quedó horrorizado, incrédulo, mirando atentamente a esta absurda muchacha que tenía el cabello dorado de una princesa y de pronto se había convertido en el enemigo.
– ¿Qué quiere decir con que pretende comprar Lyon’s gate?
Ella echó un vistazo a James, que estaba parado con la espalda apoyada contra la puerta del establo, los brazos cruzados sobre el pecho.
– ¿Su hermano es duro de oído?
– No -dijo James. -Está simplemente estupefacto. Usted es una muchacha. Ni siquiera debería estar aquí sola, mucho menos vestida con ropas que muchos mozos de cuadra despreciarían.
– Eso no tiene nada que ver con nada, y lo sabe. A diferencia de mi madrastra y mi padre, no tengo interés en la construcción naval ni llevar barcos a través del Atlántico o por el Caribe. -Se volvió hacia Jason. -Si hubiese prestado alguna atención en absoluto a esa niñita flacucha, a mí, se hubiera dado cuenta de que yo era más loca por los caballos que usted, Jason Sherbrooke. Claro, aun cinco años atrás usted era un hombre crecido con cada mujer en Baltimore detrás suyo. ¿Qué era yo, aparte de una niña quinceañera flaca como una soga que no le prestaba absolutamente ninguna atención?
De pronto ella sonrió, mostrando unos encantadores dientes blancos y una sonrisa tan hermosa que debería haber hecho estallar el sol a través de las nubes arriba.
– Sí, era tímida, y más delgada que un cristal. Dígame, ¿logró Lucinda Frothingale, que nunca ha sido ninguna de esas cosas en toda su vida, meterlo en su cama? ¿Horace intentó morderlo?
– ¿Le molestaría decirme qué sabe de Lucinda Frothingale?
– Recibo cartas de mis hermanos y mis padres. De vez en cuando Genny me cuenta qué damas lograron engancharlo, aunque sea por un rato, ya que usted es inconstante. ¿Bien? ¿Logró Lucinda finalmente ponerle un gancho en la boca?
Ella le arrojó otra sonrisa insolente, y con esa sonrisa, de pronto él vio el rostro de su padre. Descartó sus palabras. Era difícil saber si ella tenía la asombrosa belleza masculina de Alec, pero pásenle un vestido por la cabeza, lávenle la cara, y apostaba a que sería despampanante, una dama que detendría a la población masculina de Londres en sus pasos colectivos.
Hallie dijo, con abundante decepción en su voz:
– Supongo que no hablará de Lucinda. No sería caballeroso, aunque…
– Será mejor que no complete ese pensamiento, señorita Carrick. Creo que puedo ver a su padre en usted ahora.
– Gloria a Dios -dijo ella y puso los ojos en blanco. -Pero usted también podría ser sincero, señor Sherbrooke. Mi padre es el hombre más hermoso que jamás haya nacido, en mi opinión más hermoso que ustedes dos. En cuanto a mí, me di por vencida años atrás.
James dijo, fascinado:
– ¿Se dio por vencida con qué?
– Con pensar que alguna vez tendría siquiera un poquito de la belleza que él tiene.
Jason dijo:
– Supongo que podría quitarse ese ridículo sombrero nuevamente, y entonces podríamos ver. -Ella no dijo una palabra, pero su caballo bufó. La realidad era, pensó Jason, que ella podría haber parecido una vieja bruja y no hubiese importado. Le dijo: -Yo compraré Lyon’s gate, señorita Carrick, no usted. Me parece que estaría mejor si comprara algo más cerca de su hogar. ¿Dónde está la hacienda de su padre?
– Carrick Grange está en Northumberland. No es particularmente un buen campo para caballos.
– Bien, entonces compre algo más cercano a Ravensworth. ¿Qué tal una propiedad en Norteamérica, cerca de Baltimore? Podría correr con Jessie Wyndham.
– No, Lyon’s gate es para mí. Acostúmbrese a la idea, señor Sherbrooke. Es mío.
James sintió a su hermano ponerse tenso a su lado, y como conocía a Jason tan bien como se conocía a sí mismo, y sabía que el derramamiento de sangre estaba cerca, dijo antes de que Jason pudiera saltarle encima:
– ¿Tiene hermanastros, señorita Carrick?
Ella asintió y bajó tanto su viejo sombrero sobre la cabeza que casi le cubría los ojos.
– Sí, tengo tres hermanastros y una hermanastra, la más pequeña. Somos una gran familia, como el estúpido aquí podría decirle si alguna vez usara su cerebro para algo más que meter mujeres en su cama y los caballos de carrera.
James pensó que Jason se veía listo para saltar, seguido por arrojarla a ella en el parterre muerto. Dijo en voz bastante alta:
– ¿Entonces hay hermanastros que continuarán la tradición Carrick de naviera?
– Usted es ciertamente entrometido, milord.
– Está intentando evitar que yo la quite del lomo de esa bestia y que la arroje en ese bebedero, señorita Carrick.
– Está vacía.
– Sí, lo sé.
– Sólo inténtelo, Jason Sherbrooke. Carlomagno aporrearía los cascos en su abdomen.
James se aclaró la garganta.
– Creo que iba a contarme acerca de sus hermanastros, señorita Carrick.
– Muy bien. Adelante, protéjalo. Probablemente lo necesite. Es un poco enclenque, ¿cierto? -Ambos hombres la miraron como si fuera imbécil, lo cual tal vez era en esta instancia en particular, y Hallie cedió. -Muy bien, mi padre y madre están construyendo muy pocos navíos a vela ahora. Son todos barcos de vapor, y esa es efectivamente una cosa muy diferente. ¿Puede imaginar que lleva sólo dos semanas viajar de Baltimore a Portsmouth en un buque a vapor? Era más cerca de seis semanas cuando yo era pequeña.
– El progreso está en todas partes -dijo James a su gemelo. -Hay luces de gas en casi todos los edificios públicos en Londres ahora.
– Londres está atrasado. Las luces de gas están simplemente en todas partes en Baltimore, me cuenta mi padre -dijo Hallie. Como lo único que obtuvo por ese comentario fue una ceja levantada de James, continuó. -Si debe saberlo, milord, tengo un hermanastro, Dev, de sólo trece años, pero sé que será un experto constructor de barcos para cuando tenga veinte. Mi hermanastro mayor, Carson, dirigirá la compañía algún día, y mi hermanastro menor, Eric, sólo tiene diez años, pero igualmente está loco por la navegación. Mi hermana, Louisa, quiere escribir novelas. Sin embargo, tiene sólo nueve años, un poco pronto para saber si sus historias mejorarán.
Jason dijo:
– Conozco a sus hermanastros. Sin amigos de los niños Wyndham. Cada vez que andaba cerca, Louisa me relataba una historia. Siempre me decía que quería ser la heroína de todas sus novelas, y que habría al menos cien, ya que planeaba escribir hasta que muriera sobre su pluma a final del siglo. Me tendrá realizando actos de proezas y rescatando damas de los villanos, empezando por ella, espera, cuando crezca.
Hallie puso los ojos en blanco.
– Louisa no conoce a ningún villano. El pensar que mi padre permitiría que un villano se acerque a ella es tan probable como pasar una semana en Inglaterra sin lluvia.
– Una novelista, me ha dado a entender Louisa, puede tejer villanos de hilo rojo si lo desea.
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