– Vuelve.
– Peso demasiado para ti.
– No. Quiero sentirte. Quiero… – tragó saliva – quiero complacerte.
La cara de él se puso más tensa.
– No, Caroline.
– Pero…
– No llegaré más lejos contigo – dijo con voz firme – no debería haber hecho lo que hice, pero me condenaría si tomo tu virginidad.
– Pero yo quiero dártela – susurró ella.
Él se volvió hacia ella con una ferocidad repentina.
– No – bramó – la guardarás para tu esposo, eres demasiado buena para desperdiciarla con otro.
– Yo… – se interrumpió para no mortificarse diciendo que había esperado que él fuera ese esposo.
Pero, obviamente él pudo leer sus pensamientos, para alejarse de ella diciendo:
– Yo no me casaré contigo.
No puedo casarme contigo.
Ella hizo un ovillo con su ropa, suplicando a Dios para no empezar a llorar.
– Nunca te dije que tuvieras que hacerlo.
Él se giró.
– ¿Tú me comprendes?
– En inglés, soy totalmente capaz – contrajo su voz – conozco todas las palabras importantes ¿recuerdas?
Él contempló su rostro, que no estaba tan serio como ella habría esperado
– ¡Cielos! Nunca tuve intención de hacerte daño.
– Es un poco tarde para eso.
– Tú no lo entiendes. No me puedo casar. Mi corazón pertenece a otra.
– Tu corazón pertenece a una mujer fallecida – escupió – y de inmediato se llevó la mano a su boca, horrorizada por su tono venenoso – perdóname.
Él se encogió de hombros con fatalidad al tiempo que le tendía una de sus zapatillas.
– No hay nada que perdonar. Me aproveché de ti, por ello te pido perdón. Solo me alegra haber tenido la suficiente sangre fría para parar cuando lo hice.
– Oh, Blake – dijo ella tristemente – con el tiempo, tendrás que dejar de hacerte daño. Marabelle se ha ido, tú todavía estás aquí, y hay gente que te ama.
Fue lo más cercano a una declaración que ella quería hacer. Contuvo la respiración esperando su respuesta, pero él solo le pasó la otra zapatilla.
– Gracias – murmuró ella – ahora iré dentro.
– Si – pero cuando ella se levantó él le dijo – ¿piensas dormir en el cuarto de baño?
– En realidad, no he pensado en ello.
– Te dejaría mi cama pero no confío en que Penélope no vaya a comprobar como estoy en mitad de la noche. A veces olvida que su hermano pequeño ha crecido.
– Debe ser estupendo tener una hermana.
Él desvió la mirada.
– Coge la almohada y los cobertores de mi cama. Estoy seguro de que puedes acomodarlos para que te resulten confortables.
Ella hizo un gesto afirmativo y comenzó a alejarse.
– ¿Caroline?
Ella giró vertiginosamente, con la esperanza resplandeciendo en sus ojos.
– Cierra la puerta cuando entres.
es-cu-lent (adjetivo). Conveniente como comida. Comestible.
A menudo, he escuchado que incluso la comida mas repugnante parece más buena y apetecible (esculent) cuando se tiene hambre, pero no estoy de acuerdo. Las gachas son gachas, por mucho que el estómago cruja.
Del diccionario personal de Caroline Trent.
Caroline se despertó a la mañana siguiente con un golpe en la puerta del cuarto de baño. Por orden de Blake, había cerrado la puerta con llave la noche anterior; no porque ella creyera que él intentaría forzarla por la noche, sino porque si no lo hacía, él pasaría a revisar la puerta para ver si ella había seguido sus indicaciones, y evidentemente no quería darle la satisfacción de regañarla.
Había dormido con la camisa, y se envolvió en el cobertor antes de abrir la puerta sólo un poco y asomarse fuera. Uno de los ojos grises de Blake la estaba mirando.
– ¿Puedo entrar?
– Eso depende.
– ¿De qué?
– ¿Has traído el desayuno?
– Señora, no tengo acceso a una comida decente desde hace casi veinticuatro horas. Estaba esperando por si Perriwick te había traído algo de comer.
Ella abrió la puerta.
– No es justo que los sirvientes castiguen a tu hermana, ella debe estar hambrienta.
– Imagino que ella comerá estupendamente bien a la hora del té. Estás invitada a visitarla, ¿recuerdas?
– Oh, sí. ¿Cómo haremos eso?
Él se apoyó contra un lavamanos de mármol.
– Penélope ya me ha encargado que envíe para recogerte mi mejor carruaje.
– Creí que sólo tenías un carruaje.
– Ya. Eso no viene al caso. Voy a enviarte un carruaje a tu… ah… casa para recogerte.
Caroline puso los ojos en blanco.
– Me gustaría ver el enredo, un carruaje llegando al cuarto de baño. Dime, ¿pasará de camino por tu habitación ó por la escalera de los sirvientes?
Él le lanzó una mirada que decía que eso no era divertido.
– Tengo que traerte a tiempo para una visita a las cuatro en punto.
– ¿Qué se supone que debo hacer hasta entonces?
– ¿Asearte?
– Eso no tiene gracia, Blake.
Hubo un momento de silencio, y luego él dijo tranquilamente.
– Siento lo que sucedió anoche.
– No pidas disculpas.
– Pero yo debo hacerlo, me aproveché de ti, me aproveché de una situación que no podía llegar a ninguna parte.
Caroline hizo rechinar sus dientes; su experiencia de la noche anterior había sido lo más cercano que había sentido de ser amada en años. Que él le dijera que sentía lo sucedido, era insoportable.
– Si te vuelves a disculpar, gritaré.
– Caroline, no seas…
– ¡Te lo digo en serio!
Él afirmó con la cabeza.
– Muy bien, te dejaré sola, entonces.
– Ah, sí – dijo con un movimiento ondulante de su brazo – Mi fascinante vida. Hay tanto que hacer aquí. En realidad, no sé por donde empezar, creo que podría lavar mis manos, y después las puntas de mis pies, y si realmente me empeño, podría intentarlo con mi espalda.
Él frunció el ceño.
– ¿Te gustaría que te trajera un libro?
El comportamiento de ella cambió al instante.
– Oh, ¿me harías el favor? No sé dónde dejé ese montón que pensaba subirme ayer.
– Los encontraré.
– Gracias. ¿Cuándo debería… ah… aguardar tu carruaje?
– Supongo que debo pedir el carruaje un poco antes de las tres y media, así que ¿porque no estás lista a esa hora exacta para que yo te haga aparecer en los establos?
– Puedo aparecer en los establos por mi cuenta. Mejor, tú asegurate de que Penélope está ocupada en otra parte de la casa.
Él hizo un gesto afirmativo.
– Estate segura que le diré al mozo de cuadras que te espere a esa hora.
– Entonces ¿todo el mundo es consciente de nuestra farsa?
– Creo que sería posible dejarlo en los tres sirvientes de la casa, pero ahora parece como si el personal del establo tuviera que saberlo también – dio un paso para alejarse, luego se giró y le dijo – recuerda, sé puntual.
Ella echó una ojeada a su alrededor con una expresión indecisa.
– Se supone que no tengo ningún reloj aquí.
Él se buscó con la mano su reloj de bolsillo.
– Usa éste, aunque tendrás que darle cuerda dentro de unas horas.
– ¿Traerás esos libros?
Él afirmó con un gesto.
– Que no se diga que no soy el más amable de los anfitriones.
– ¿Incluso aunque confines a un invitado ocasional a tu cuarto de baño?
– Incluso entonces.
Exactamente a las cuatro en punto de esa tarde, Caroline llamaba a la puerta principal de Seacrest Manor; su excursión hasta ese lugar había sido bastante extravagante, por decirlo así. Se había escabullido del cuarto de baño, bajado por las escaleras del servicio, lanzándose a la carrera hasta el otro lado del césped exactamente a las tres en punto, saltando dentro del carruaje para a continuación pasear sin rumbo fijo hasta que el mozo de cuadras la trajo de vuelta a la casa a las cuatro en punto.
Читать дальше