Seguramente, habría sido más directo, haber salido a través de la habitación de Blake y bajar la escalera principal, pero después de pasar todo el día sin compañía salvo por un lavabo y una tina, a Caroline no le importó disfrutar un poco de excitación y paisaje.
Perriwick salió a responder a la puerta tan rápido como nunca lo había hecho, guiñándole un ojo y diciendo
– Es un placer verla de nuevo, señorita Trent.
– Señorita Dent – siseó ella.
– Cierto – dijo, saludándola.
– ¡Perriwick! Alguien podría estar mirando.
Él miró furtivamente alrededor .
– ¡Cierto!
Caroline gimió. Perriwick le había cogido el gusto al engaño. El mayordomo aclaró su garganta y dijo en voz muy alta
– Permítame mostrarle el salón, señorita Dent.
– Gracias… er… ¿Cuál dijo que era su nombre?
Él le sonrió enormemente con aprobación.
– Es Perri stick, señorita Dent.
Esta vez Caroline no pudo evitarlo, le dio un manotazo en el hombro
– Esto no es un juego – susurró.
– Por supuesto que no – abrió la puerta del salón, el mismo donde él le había ofrecido un banquete mientras su tobillo se estaba arreglando
– Le diré a la señorita Fairwich que está usted aquí.
Ella movió su cabeza negativamente ante su entusiasmo y fue andando hasta la ventana; parecía como si fuese a llover más tarde esa noche, lo que era mejor para Caroline, que se vería probablemente encerrada en el cuarto de baño de Blake toda la noche.
– ¡Señorita Dent, Caroline! Qué agradable verla de nuevo.
Caroline se volvió para ver a la hermana de Blake entrando silenciosamente en la sala.
– Señorita Fairwich, ha sido demasiado amable invitándome.
– Tonterías, y creo que ayer insistí en que me llamara Penélope.
– Muy bien… Penélope – dijo Caroline, y le indicó con la mano a su alrededor – es una sala preciosa.
– Si, ¿verdad que tiene un aspecto impresionante? Siempre siento envidia de Blake, por vivir aquí en el mar; y ahora creo que debo sentir envidia por usted, también – dijo sonriendo – ¿le apetece un poco de té?
Si la comida había sido enviada a la habitación que en otro tiempo fuera de Caroline, de algún modo, Blake se las había apañado para interceptarla, y el estómago de ella había estado vociferando todo el día.
– Si – dijo ella – me encantaría un poco de té.
– Excelente, pediría unas galletas también, pero – Penélope se inclinó como si fuera a contarle un secreto – la cocinera de Blake es realmente terrible. Creo que deberíamos tomar únicamente el té, para tomar precauciones.
Mientras Caroline estaba ocupada intentando pensar una forma correcta para decirle a la condesa que moriría de hambre si no dejaba a la señora Mickle que le enviara algunas galletas, Blake pasó a la habitación.
– Ah, señorita Dent – dijo – bienvenida, confío en que su paseo en coche hasta aquí, fuera cómodo.
– Ciertamente lo fue, señor Ravenscroft, su carruaje es excepcionalmente cómodo.
Él le hizo un gesto afirmativo distraídamente y recorrió la habitación con la mirada.
– Vaya, Blake – dijo Penélope – ¿estás buscando algo?
– Me estaba preguntado si quizá la señora Mickle ha enviado un poco de té, y…
Añadió enérgicamente – galletas.
– Justamente ahora llamaba para pedir un poco, aunque no es seguro lo de las galletas. Después de la comida de la última noche…
– La señora Mickle hace unas galletas excelentes – dijo Blake – le haré que envíe doble cantidad.
Caroline suspiró aliviada.
– Supongo – admitió Penélope – que después de todo, he tenido un maravilloso desayuno esta mañana.
– ¿Has desayunado? – dijeron Blake y Caroline al unísono.
Si Penélope creía que era extraño que su invitada cuestionara sobre sus hábitos de comida, ella no lo dijo, ó quizás fue que no lo oyó. Encogió los hombros y dijo:
– Sí, fue de lo más curioso en realidad, me encontré una bandeja cerca de mi habitación esta mañana.
– ¿De verdad? – dijo Caroline, intentando que sonara como si preguntara solo por educación, habría apostado su vida a que esa comida era para ella.
– Bueno, para ser sincera, no estaba exactamente junto a mi habitación. En realidad, estaba más cerca de la tuya, Blake, excepto que yo creí que tu ya estabas levantado; creí que los sirvientes no habrían querido llegar tan cerca de mi habitación por miedo a despertarme.
Blake le lanzó tal mirada de descrédito a Penélope, que ésta se vio forzada a colocar sus manos en una postura más cómoda y decir.
– Yo no sabía que otra cosa pensar.
– Creo que quizás mi desayuno estaba en esa bandeja también – dijo.
– Oh, si, eso tendría sentido. Sólo pensé que había mucha comida ahí, pero estaba tan hambrienta después de la cena de anoche, que sinceramente no me paré a pensar.
– No pasa nada – dijo Blake. En ese momento su estómago lo dejó por mentiroso al gruñir tan fuerte. Él se sobresaltó – Iré a ver ese té. Y… ah… las galletas adicionales.
Caroline tosió.
Blake se detuvo en ese punto y dio la vuelta.
– Señorita Dent, ¿también tiene usted hambre?
Ella sonrió lindamente.
– Estoy famélica. Tuvimos un contratiempo en la cocina de nuestra casa y no he tomado nada en todo el día.
– ¡Oh, querida! – exclamó Penélope, abrazando con sus manos las de Caroline
– Que horror, Blake, ¿por qué no ves si tu cocinera puede preparar algo más sustancial que galletas? Si crees que ella puede, claro.
Caroline creyó que debería decir algo educado como “No deberían preocuparse”, pero temía que Penélope se lo tomara en serio.
– Oh, y Blake – pidió a gritos Penélope.
Él se paró en la puerta y se dio la vuelta muy lentamente, claramente irritado por volver a detenerse.
– Sopa no.
Ni siquiera se dignó a responder.
– Mi hermano es un poco gruñón – dijo Penélope una vez que él desapareció de su vista.
– Los hermanos lo son – convino Caroline.
– Oh, entonces ¿usted tiene un hermano?
– No – dijo ella tristemente – pero conozco gente que los tiene.
– En realidad, Blake no es mala persona – continuó Penélope, indicándole a Caroline que se sentara mientras ella lo hacía – incluso debo admitir que es diabólicamente apuesto.
Los labios de Caroline se abrieron con sorpresa ¿Estaba Penélope intentando hacer de casamentera? Oh, Dios, que gran ironía.
– ¿Usted que cree?
Caroline parpadeó y se sentó.
– ¿Perdón?
– ¿Cree que Blake es apuesto?
– Bueno, sí, por supuesto. Cualquiera lo diría.
Penélope frunció el ceño, no muy satisfecha con su respuesta.
Caroline se ahorró el tener que decir nada más debido a un pequeño alboroto en el vestíbulo.
Ella y Penélope levantaron la vista al ver a la señora Mickle en la puerta, acompañada por un ceñudo Blake.
– ¿Está satisfecha ahora? – refunfuñó él.
La señora Mickle miró directamente a Caroline antes de decir
– Sólo quería estar segura.
Penélope se giró hacia Caroline y susurró
– ¿Ve a lo que me refería?
Blake volvió a entrar en el salón y se sentó, diciendo
– Por mí no interrumpan su conversación.
– Tonterías – dijo Penélope – es sólo que… hmmm.
– ¿Porqué no me gusta como suena eso? – murmuró Blake.
Penélope se levantó de un salto.
– Sencillamente, tengo algo que debo mostrar a Caroline. Blake, ¿le harás compañía mientras yo voy a traerlo de mi habitación?
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