Espera un segundo, su cerebro gritó. Estamos en Inglaterra. Siempre llueve. En todas partes. Él la evaluó con una mirada sospechosa en su dirección.
Ella sonrió.
Él escogió sus palabras lenta y cuidadosamente.
– ¿Cuántas veces por semana puedo bañarme mientras resida aquí, Henry?
– Preferiblemente una vez a la semana. -
– Una vez a la semana no será adecuado, -él contestó con el tono de voz deliberadamente duro. La vio vacilar. Bien. -
– Entiendo. -Ella masticó su labio inferior por un momento-. Supongo que ésta es tú casa, así es que supongo que si quieres tomar un baño con mayor frecuencia, estás en tu derecho.
Él suprimió el deseo de decir "al bledo con mis derechos, me estas mintiendo".
Ella suspiró. Fue un suspiro grande, grande, grande y sentido. Como si sostuviera el peso de tres mundos sobre sus hombros.
– No debería querer quitarle el agua a los animales, -dijo ella-. Esta zona es muy caliente, y eso les hace daño, y…
– Lo, sé. Los animales necesitan permanecer fríos.
– Es su derecho. Una puerca murió el año pasado de agotamiento, por el calor. No me gustaría que eso ocurra de nuevo, así es que supongo que si quieres tomar un baño más seguido … -
Ella hizo una pausa, muy dramáticamente, y Dunford no quería saber que lo que iba a decir.
– …bien, supongo que podría recortar mis baños . -
Dunford recordó un olor muy bien definido cuando se encontraron.
– No, Henry, -dijo rápidamente-, ciertamente no deberías hacerlo. Una dama debería oler… Eso quiere decir… -
– Lo, sé. Eres todo un caballero hasta la punta de tus dedos. No quieres despojar a una dama. Pero te puedo reconfortar, yo no soy ninguna dama usual. -
– De eso no tengo dudas. Excepto que es lo mismo, no puedo…
– No, no, -dijo ella moviendo su mano-. No hay nada más que decir. No puedo tomar agua de los animales. Tomo mi posición aquí en Stannage Park muy seriamente, y no podría ser tan negligente en mis deberes. Me ocuparé de que tomes un baño todos los días, y yo…
Dunford se oyó sí mismo gemir.
– …Me bañaré cada quince días. No puede ser tan malo. -
– Para ti quizá, -él masculló.
– Es una cosa buena que me bañara ayer. -
– Henry, -comenzó él, preguntándose cómo abordar este asunto sin ser muy grosero-. En realidad no quiero despojarte de tus baños. -
– Oh, pero ésta es su casa. Si quieres puedes tomar un baño dos veces a la semana.
– Quiero tomar un baño todos los días, -gritó-, pero me contentaré con dos veces por semana, ya que tu haces lo mismo. Él dio por perdida toda esperanza de abordar el debate atentamente. Ésta era realmente la conversación más aterradora que alguna vez había tenido con una mujer.
No es que pudiera calificar a Henry como una mujer en cualquier sentido de la palabra, todas su acciones confirmaban lo contrario. Sin embargo ese hermoso cabello color café, por supuesto, no podría descartar fácilmente tampoco esos ojos grises…
Pero las damas no se involucraron en largos debates acerca de tomar un baño. Especialmente en el dormitorio de un caballero . Especialmente, especialmente, especialmente cuando el caballero en cuestión llevaba puesto nada menos que una bata . A Dunford le gustaba pensar acerca de sí mismo como un hombre compresivo y liberal, pero en realidad, no lo era demasiado.
Ella suspiró.
– Lo consideraré. Si te complace, podría averiguar como conseguir más agua. Si el suministro es más abundante, podría bañarse todos los días.
– Apreciaría eso. Muchísimo.
– De acuerdo. -Ella puso su mano en el pomo de la puerta-. Ahora que ya hemos decidido eso, te dejaré para que tus abluciones matutinas.
– O la falta de ellas -dijo él, incapaz de convocar entusiasmo hasta para sonreír irónicamente.
– No estamos en una situación tan mala. Ciertamente tenemos bastante agua para proveerte de una pequeña jarra cada mañana. Estarás sorprendido de cuánto puedes hacer con ella.
– Probablemente no estaría del todo sorprendido. -
– Oh, pero uno realmente puede lograr una correcta limpieza con solo un poquito de agua. Estaría encantada de darte instrucciones detalladas. -
Dunford empezó a tener ganas de reír. Se inclinó hacia adelante, sus brillantes ojos la miraban pícaramente.
– Eso podría resultar ser muy interesante. -
Henry inmediatamente se sonrojó.
– Las instrucciones escritas detalladas , es decir. Yo… yo, yo…
– Eso no será necesario, -Dunford tuvo piedad, al ver su sonrojo, que la hacia más bella y desvalida de lo que hubiera pensado. Tal vez era una mujer de después de todo.
– Bien, -dijo agradecida-. Aprecio eso. No sé por qué subí. Yo… yo, yo simplemente bajaré a desayunar. Deberías venir pronto. El desayuno es la comida más importante y completa del día, y necesitarás fuerzas… -
– Lo, sé. Me lo explicaste con gran detalle anoche. Debería comer bien por la mañana, porque son gachas de avena a mediodía. -
– Sí. Pienso que tenemos un poquito del faisán de ayer, así es que nuestra comida no será tan austera, pero… -
Él sostuvo en alto su mano, no queriendo oír cualquier cosa más acerca de las torturas que ella había planificado hacia él.
– No digas más, no me lo repitas, Henry. ¿Por qué no bajas a desayunar? Me uniré a ti en poco tiempo. Todavía me hace falta arreglarme, si fueras tan amable.
– Sí, por supuesto. -Ella salió corriendo del cuarto.
Henry salió corriendo y casi se choca con la pared, logró por muy poco frenar y tuvo que apoyarse contra la pared. Su cuerpo entero temblaba de regocijo, y apenas podría estar parada. Mientras pensaba en la expresión en su cara cuando le dijo que se podría bañar solo una vez a la semana. ¡Sin precio! Sólo sobrepasada por la expresión cuando le dijo que ella tomaría un baño cada quince días.
Librarse de Dunford no era tan fácil como pensaba, reflexionó Henry.
Pasar sin darse un baño no iba a ser entretenido, Henry siempre había sido muy limpia, le encantaba bañarse todos los días. Pero no era demasiado grande el sacrificio por seguir en Stannage Park, y además, pensaba que iba ser más duro para Dunford que para ella.
Se abrió paso hasta el comedor pequeño. El desayuno aún no se había servido sobre la mesa, así que fue a la cocina. La señora Simpson estaba enfrente de la estufa, friendo tocino en una sartén plana, revolviéndolos para no quemarlos.
– Hola, Simpy.
El ama de llaves se dio la vuelta.
– ¡Henry! ¿Qué haces aquí? Habría pensado que estarías ocupada con nuestro invitado.
Henry puso sus ojos en blanco.
– Él no es nuestro invitado, Simpy.
– Somos sus invitadas. O por lo menos yo . Tú posición está garantizada.
– Sé que esto ha sido difícil para ti.
Henry simplemente sonrió, era imprudente dejar a la Sra. Simpson saber lo que ella había estado haciendo esa mañana. Después de una larga pausa dijo:
– Huele bien el desayuno, Simpy.
El ama de llaves le lanzó una mirada extrañada.
– Es la misma comida de todos los días. -
– Quizá estoy más hambrienta de lo usual. Y tendré que comer hasta llenarme, porque el nuevo Lord Stannage es algo tacaño, nuestras comidas serán… austeras.
La Señora Simpson dio lentamente la vuelta.
– Henry, ¿qué diantre estás tratando de decirme? -
Henry se encogió de hombros impotentemente.
– Él quiere gachas de avena para el almuerzo. -
– ¡Gachas de avena! Henry, si esté es uno de tus locos planes… -
– Realmente, Simpy, ¿piensas que haría eso? Sabes cuánto detesto las gachas de avena, él las adora.
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