Mercedes Abad - Tres cuentos eróticos

Здесь есть возможность читать онлайн «Mercedes Abad - Tres cuentos eróticos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Эротические любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tres cuentos eróticos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tres cuentos eróticos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuentos eróticos es tu libro de bolsillo Cosmo con tres relatos inéditos de la escritora Mercedes Abad. Tres historias de alto voltaje, atrevidas y llenas de ingenio, que contribuirán a que te resulten más divertidas las horas. Te sugerimos que disfrutes de estos relatos en la más estricta intimidad o con una compañía muy bien elegida. ahora, pasa la página y diviértete…

Tres cuentos eróticos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tres cuentos eróticos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Es probable, tal y como lo dijo la prensa, que Raymond tuviera más amantes que Casanova, Kennedy y Sinatra juntos. Pero es de justicia señalar que jamás ha pisado la tierra un hombre más generoso, exquisito y considerado. Cada vez que estoy en un bar, por ejemplo, y veo a una mujer compuesta de forma que no es difícil deducir que está esperando a un amante y lanzando nerviosas ojeadas a su reloj y a la puerta, recuerdo lo mucho que Raymond detestaba hacerse esperar o que lo hicieran esperar. No era ni mucho menos la clase de tipo vanidoso que se siente importante al pensar en la espera que impone a otros. Una vez me contó que, siendo apenas un adolescente, una gitana le hizo subir una tarde a un carromato para leerle las líneas de la mano. El chico que minutos después bajó del carromato sin el duro que su madre le había dado para comprar chocolatinas y que la gitana le exigió como pago por sus servicios, no era, según me dijo Raymond, el mismo que había subido a él: la gitana le había vaticinado una vida breve si bien, al ver la alarma que se asomaba a los ojos del niño, matizó que, pese a la brevedad, esa vida había de ser extraordinariamente intensa en sucesos y encuentros. Y esa tarde sin chocolatinas forjó al adulto que, desde ese preciso instante, emprendió una particular cruzada contra el tiempo. Pero, aunque se había propuesto hacer las cosas deprisa, también quería (y eso es algo que los periodistas hacen mal en olvidar) hacerlas muy bien, con todos sus sentidos puestos en ellas, para gozar de cada instante con la mayor intensidad y delectación posible.

Cuando yo fui su amante (aunque creo que siempre fue así), Raymond Star era un hombre muy ocupado. Estaba embarcado en otras dos aventuras amorosas (nunca vivía simultáneamente más de tres o cuatro, pues decía que si uno pretende oler más de tres o cuatro perfumes al mismo tiempo los sentidos acaban por embotarse) y, amén de sus ocupaciones sentimentales, tenía que dirigir sus florecientes negocios, que constantemente lo llevaban de un punto a otro del planeta, de forma que, muy a pesar suyo, a veces le era del todo imposible acudir a sus citas a la hora fijada. Con todo, era un tipo tan considerado y admirable que había pergeñado un ingenioso sistema para hacerse perdonar la espera. Llevaba yo apenas dos meses de regocijantes amoríos con Raymond cuando, una noche, a la hora exacta en que habíamos acordado encontrarnos en mi casa, sonó el timbre de la puerta. Esperé unos segundos para no traicionar mi impaciencia y, cuando abrí la puerta, un enorme ramo de flores ocultaba el rostro de un hombre que resultó no ser Raymond. Tampoco era, a decir verdad, un recadero cuya función se limitara a retirarse una vez entregadas las flores. Para mi absoluta perplejidad, el tipo me contó con pasmosa calma que acudía a mí en calidad de telonero de Raymond Star.

– ¿Cómo dice? -pregunté reprimiendo un arrebato de ira y deseando ardientemente haber entendido mal.

– Raymond vendrá, de eso no hay la menor duda. Lamentablemente, no podrá hacerlo hasta dentro de un par o tres de horas, porque su vuelo desde Sidney se ha retrasado, así que me envía a mí como telonero, ya sabe, esa palabra que se aplica al grupo que toca antes que la estrella en los conciertos, como una especie de aperitivo mientras el público espera.

– ¿Cómo se atreve? -troné yo, tratándolo de usted para marcar distancias y expresándome en un tono de voz que sonara tan disuasivo y terminante como el que habría empleado una walkiria.

– No siempre soy mal recibido.

Señalé hacia la puerta para dar a entender con inapelable claridad que ahí acababa mi trato con aquel tipo (y con el monstruo de desvergüenza y cinismo que me lo había enviado). Pero el tipo era obstinado.

– Escucha, escúchame tres minutos y luego, si sigues queriendo que me largue, me iré. Pero ¿sabes lo que ocurrirá si me marcho? En primer lugar, la cena que has preparado para Raymond, y que me imagino que te ha llevado horas preparar…

– La he encargado en una charcutería -mentí.

– No importa; supongo que es un manjar delicioso. Y yo tengo bastante hambre.

Por primera vez me fijé en aquel tipo. Tenía unos hermosos ojos, grandes y tristes, de un color verde acuoso, sombreados por unas espesas pestañas negras. Era alto y de complexión recia, pese a lo cual desprendía un aire de delicadeza, vulnerabilidad y misterio. Sentí cierta curiosidad por saber qué clase de tipo podía prestarse a ser el "telonero" de otro hombre. Y, aun cuando mi curiosidad se me antojó impertinente e irritante, decidí concederle el tiempo que me pedía. Al fin y al cabo, tres minutos, habida cuenta de que la esperanza de vida en el mundo occidental ronda los setenta años, no suponen una gran pérdida.

– En segundo lugar, si me marcho, te pasarás dos o tres horas sin hacer nada más que esperar a Raymond, con lo que, cuando él llegue, estarás de un humor de perros y, por mucho que te esfuerces, acabarás arruinando vuestra cita. Ya sabes: es una puñetera ley a la que el comportamiento humano casi nunca escapa: empezarás por tratarlo con frialdad, para demostrarle que no es tan importante en tu vida, luego te crisparás por cualquier detalle estúpido y acabaréis discutiendo y peleándoos. En cambio, si yo me quedo, bueno, soy bastante malo haciendo publicidad de mí mismo… Sólo te pido que me concedas el beneficio de la duda. Tal vez mi música no sea tan buena como la de Raymond, al fin y al cabo es la suya la que deseas, y no tengo la menor intención de competir con él, pero… Te diré que estoy incluso de acuerdo contigo en que todo esto es un disparate, pero también creo que a veces no viene mal un poco de locura…

– Espero que te guste el roastbeef poco hecho -dije a modo de veredicto. Todavía no estaba segura de querer "oír la música" de aquel tipo, pero me había gustado lo suficiente como para compartir con él una cena.

A lo largo de la velada, me enteré de que Tom era el hermano menor de Raymond.

Cuando ya habíamos dado cuenta de una botella de vino e íbamos por la segunda, me contó que había nacido con una anomalía física que había hecho de él un ser taciturno, esquivo y solitario que de pequeño solo aceptaba de buen grado la compañía de Raymond, a quien idolatraba. De hecho, prosiguió, si no hubiera sido por Raymond, jamás se habría atrevido a relacionarse sexualmente con una mujer. Advertí que vacilaba antes de contarme que la primera vez que se metió en la cama con una chica fue su hermano quien lo obligó a hacerlo. Pese a que Raymond estaba locamente enamorado de ella (en realidad era su primer amor), le rogó a la chica que, antes de acostarse con él, lo hiciera con Tom. Así era Raymond, siguió contándome Tom: un tipo sentimental que sencillamente no podía ser feliz si no contribuía en alguna medida a que los demás lo fueran.

– ¿Estás seguro -lo interrumpí secamente- de que su caritativa actitud no obedece al propósito de humillarte, de dejar bien claro que es él quien gusta y conquista a las mujeres?

Pero mi pregunta no obtendría respuesta hasta mucho más tarde, porque el timbre de la puerta sonó en ese preciso instante. Era Raymond, por supuesto, y Tom se despidió de nosotros.

Las siguientes veces en que Raymond me mandó teloneros, me descubrí algo decepcionada por el hecho de que no fueran el misterioso Tom Star. Pero siempre se trataba de tipos que merecían la pena, hombres atractivos en un sentido u otro (por mucho que me esforcé, jamás detecté en ellos anomalías físicas) pero que tenían o habían tenido problemas en sus contenciosos afectivos con las mujeres. Algunos eran demasiado tímidos e inseguros como para dominar el lenguaje de la caza, otros acababan de pasar por alguna experiencia amarga que había socavado su confianza en sí mismos. Una no podía sino llegar a la conclusión de que Raymond seleccionaba cuidadosamente a sus teloneros. Hubo ocasiones en las que incluso llegué a lamentar que el titular de la plaza apareciera. Empecé a pensar que Tom tenía razón. Tal vez no era exactamente felicidad lo que Raymond se proponía repartir, pero conseguía despertar en mí un apetito por otros hombres, otros mundos. Y esos hombres eran por lo general tipos cuyo atractivo no se desvelaba a la primera ojeada; había que detenerse en ellos y tomarse el trabajo de "leerlos" con atención.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tres cuentos eróticos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tres cuentos eróticos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Tres cuentos eróticos»

Обсуждение, отзывы о книге «Tres cuentos eróticos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x