– Ataré los cordones por ti.
Con una inquietante habilidad, apretó los lazos a cada lado hasta que el vestido se ajustó más ceñidamente que incluso su piel. Al terminar, la giró hacia un lado y hacia el otro como a una muñeca para admirar su trabajo. Aparentemente se veía bien, pues sonrió abiertamente. Cuando las líneas al lado de sus ojos se estrecharon y su mejilla se arrugó, su cuerpo entero se sintió como si se hubiera puesto de puntillas, a pesar de que no se había movido en absoluto.
Dio un paso atrás y se concentró en recobrar su aliento. Madre de Dios*, el hombre tenía un infame efecto sobre ella.
Sus ojos se entrecerraron, pero quien fuera que se había acercado a la barra, rompió la atención del Maestro Cullen sobre ella.
El hombre se veía lo suficientemente inofensivo vestido con una camisa negra de seda con las mangas enrolladas hacia arriba y holgados pantalones negros de diseño, pero ella no había sobrevivido a los barrios bajos sin la habilidad de ser capaz de reconocer a un hombre que podría ser letal.
Se retiró hacia atrás un poquito y miró a los dos hombres. El Maestro Cullen se veía igual de letal, de hecho, pero el bueno probablemente la mataría silenciosamente, mientras que el entrenador probablemente disfrutaría haciendo mucho bullicio.
– Maestro Cullen, -dijo el hombre mientras sus oscuros ojos grises evaluaban a Andrea-. ¿Ésta es nuestra nueva aprendiz?
– Es Andrea, -dijo el Maestro Cullen-. Andrea, el Maestro Z es el dueño del club. -El hombre tenía cabello negro con destellos plateados en las sienes, por lo que quizás fuera algunos años mayor que Cullen. Una débil sonrisa tocó sus labios cuando le extendió la mano.
Ella la estrechó.
En lugar de sacudir su mano, él curvó los calientes dedos alrededor de los suyos fríos. La apreció un minuto sin hablar, entonces miró a Cullen.
– Un interesante desafío para ti, te diré. -Los ojos grises cambiaron nuevamente en dirección a ella, el impacto como un puñetazo en su pecho-. Andrea, hablaré contigo mañana si regresas. -Su labios se retorcieron-. Buena suerte.
¿Buena suerte?
Cullen relajó sus hombros. Casi medianoche. Al menos los viernes eran menos ajetreados que los sábados, probablemente porque Z hacía poco tiempo que había añadido el BDSM a las noches de los viernes en Shadowlands.
El cansancio le pasaba factura y enlentecía sus movimientos, poniéndolo irritable. Y distraído.
A esa nueva aprendiz le estaba pasando algo, más de lo que podía verse en la superficie, y él no había ido detrás de eso.
Una parte suya todavía quería que ella se fuera, pero había aceptado todo lo que él había hecho y había trabajado duro esta noche sin quejarse. Y bien, tenía el deber de Dom para con ella.
La multitud alrededor del bar había disminuido, dejando sólo a tres Maestros de Shadowlands discutiendo diversas escenas y a otros pocos relajándose después de sus juegos. Vistiendo un traje negro de motorista, Cat apareció, seguida por su curvilínea sub. Cullen deslizó una Guinness [6] hacia la Domme junto con una botella de agua mineral para su sub, quién tenía su cabello rojo enredado por el sudor.
Cat hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza y esperó a que su sub bebiera antes de sorber su propia cerveza.
Cullen miró alrededor y comprobó que todo el mundo estuviera atendido. Bastante bueno. Necesitaba tomarse algún tiempo para sus otros deberes ahora. Listando los límites de Andrea en su memoria, consideró sus opciones. Un par de los más leves podrían funcionar.
Después de colocar el resto de la orden de Andrea sobre la superficie de la barra, interrumpió a los Maestros.
– Raoul, tu turno en el bar. Tengo una nueva aprendiz para acosar.
El moreno Dom sonrió.
– ¿La amazona? Es una belleza.
– Lo es, ¿verdad? -Cullen miró a través del cuarto donde Andrea estaba sirviendo la primera mitad de su orden de bebidas a un grupo de jóvenes Doms y a sus subs. Luego de finalizar sus juegos, ellos se estaban relajando para disfrutar de su segunda bebida de la noche… y de la vista.
Definitivamente valía la pena disfrutarla, pensó Cullen. El vestido que había escogido se ajustaba a su maravilloso cuerpo como una segunda piel. Por supuesto, si su cerebro funcionara del mismo modo que el de sus hermanas, ella probablemente se consideraría excedida de peso y odiaría cada uno de sus meneos. Pero ocurría que un suave culo meneándose lo excitaba, y esos exuberantes pechos se veían simplemente del tamaño correcto para llenar sus grandes manos.
Ella era definitivamente una mujer grande, otro punto a su favor. Con ella, no tendría que doblarse como una rosquilla para encontrar sus labios. Sonrió. Al abrazarla, su polla se presionaría en contra de la parte más mullida de su estómago. Agradable.
Pero sus planes personales no incluían quedar involucrado. Ni era apropiado para un entrenador.
Las aprendices venían aquí a experimentar los diversos aspectos del BDSM y la sumisión, pero también para conocer a potenciales Doms. No les haría ningún favor permitiéndoles apegarse a él. Así que a pesar de la cierta intimidad que venía junto con ser su Maestro, él establecía firmes límites en cuánto hasta adónde llegar.
Observó cuando uno de los Doms pasó una mano bajando por el muslo de Andrea. Ella se puso rígida, frunció el ceño, y entonces forzó a sus labios a esbozar una sonrisa. Cullen sonrió. Eso parecía un buen lugar por donde empezar.
Debajo de la barra, sacó un par de cadenas, una corta y otra más larga.
Cuando llegó hasta los Doms, asintió con la cabeza y volvió su atención sobre Andrea.
Ella le sonrió, entonces pareció indecisa.
– ¿Maestro Cullen? Yo… -Obviamente contuvo el resto: “ ¿hice algo malo? ”
Quitándole la bandeja, la colocó sobre la mesita de café y respondió a lo que ella no había preguntado.
– Te he estado observando esta noche, Andrea. Estás haciendo un trabajo maravilloso. -Sus ojos se iluminaron. Él restregó los nudillos sobre su suave mejilla. La necesidad de una sub por agradar; ¿Cómo podría resistirse un Dom?-. Ahora voy a hacer tu trabajo más difícil y a darles a los miembros del club un poco de diversión.
– Oh, Dios, -dijo ella por lo bajo, probablemente no dándose cuenta de que él tenía una excelente audición. Se frotó las manos en contra de sus muslos, y se alejó un poco.
Él se rió. Una sub debería verse ligeramente cautelosa en un club BDSM.
– Levanta las manos. -Después de envolver la cadena larga cómodamente alrededor de su cintura, enganchó la más corta entre la cadena-cinturón y los puños para asegurarse que no pudiera levantar las manos más allá de su cintura. Definitivamente no a sus pechos.
Dio un paso atrás y la dejó experimentar sus movimientos con las restricciones. Intentó recoger un vaso y se dio cuenta de que tenía que inclinarse para conseguirlo. Consiguió un agradable vistazo de sus curvilíneas nalgas.
Cuando ella se volvió, lo hizo sonriendo, obviamente complacida de poder sortear los límites y todavía servir las bebidas.
¿No se ponía nerviosa fácilmente, verdad? Todavía. Dando un paso más cerca, Cullen usó un dedo para deslizar las delgadas correas del vestido afuera de sus hombros.
Aunque el vestido todavía le cubría los pechos por el momento, ella obviamente se dio cuenta de que el ceñido material no permanecería arriba por mucho tiempo. Intentó levantar las manos y descubrió que las cadenas le evitaban detener lo inevitable. Su sonrisa se desvaneció, y las chispas iluminaban sus ojos ámbar cuando lo miró.
– No me gusta esa expresión, -le dijo él suavemente. Ella tragó. Cuando su ceño desapareció, ella se vio atractivamente vulnerable. Cullen le ahuecó la mejilla y sintió los diminutos temblores debajo de sus dedos-. Bonita pequeña sub, -murmuró.
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