Él no se movió. Su expresión no cambió mientras esperaba su respuesta.
Y lo odió con cada célula de su cuerpo. Tal vez aun más porque ella sola se había buscado esto.
Espantosamente horribles opciones. ¿Pasearse desnuda toda la noche? Dios, no. El exiguo vestido ya era suficientemente malo.
¿Irse? ¿Renunciar e irse a casa? Eso es lo que él quería. No .
¿Ser azotada? Papá nunca la había zurrado, pero esto no podría ser más doloroso que las magulladuras que él le había dejado, intentando fortalecerla . Se humedeció los labios, intentando hablar a pesar de su boca seca.
– Optaré por los azotes.
– Entonces tráeme una pala.
Forzando sus hombros hacia atrás, cruzó la enorme habitación, sintiendo sus ojos sobre ella.
La humillación competía con el desconcertante calor de estar desnuda delante de un hombre… de este hombre.
Se había estado preguntando acerca de la dominación instantánea. Bueno, ahora la conocía. Él la tenía a montones.
Llegó a la pared y se detuvo. Diversos “juguetes” colgaban entre las áreas para escenas. Barras de hierro para separar piernas, correas de cuero, puños, sogas. Y látigos, floggers y palas. Se acercó más a la selección de palas. Desde tamaños gigantes hasta pequeñas y rectangulares. Una tenía agujeros.
¿Cómo hacía alguien para escoger? Se frotó sus manos húmedas juntas. Cuando papá le enseñó karate, le había dicho que el golpe dolía más en una mujer porque la fuerza impactaba en un área más pequeña. Entonces, en este caso, más grande podría ser mejor para ella. Tomó la pala más grande.
Caminando de regreso a través del cuarto, sintió a sus pechos llenos rebotar y se dio cuenta de que sus pezones estaban claramente erectos… como si estuviera excitada. El aire acondicionado no estaba encendido aún, así que no podría decir que la temperatura del cuarto era la causante de su reacción. Sí, admítelo, Andrea… este intimidante y perverso Dom te excita .
La mirada de él la recorrió, demorándose en sus pechos, y un pliegue apareció en su mejilla. Sus pezones se apretaron hasta doler.
Cuando le entregó la pala de tamaño monstruoso, él realmente sonrió.
– Buena elección. -Señaló el respaldo de un sofá cercano, la diversión obvia en su voz-. Asume la posición. -Mordiéndose los labios, se dirigió hasta el sofá y se inclinó, apoyando el estómago sobre el alto respaldo.
– Más. Mantente en equilibrio sobre tus manos.
Maldito sea, ¿no era esto ya lo suficientemente horrible? Se retorció hasta que su montículo presionó en contra del cuero frío. Sus pies colgaban en el aire, y apoyó los antebrazos en contra de los cojines.
Pasó una caliente mano hacia abajo por su espalda.
– Tienes un hermoso cuerpo, Andrea. Como aprendiz, se esperará que lo desnudes cuando sea ordenado, rápidamente y sin desafíos. ¿Está claro?
– Sí, S-Señor*.
– ¿Señor*? -Se rió bajo y ahogadamente-. Bien, esa es una agradable alternativa para “Señor” Puedes usarla si lo deseas. -Acarició bajando por su trasero y sus muslos. Su toque podría realmente haberla confortado… si tuviera más ropa encima, y si no la estuviera amenazando con una pala.
– ¿Por qué estás siendo castigada?
Su primera respuesta incluía una ofensiva forma de dirigirse a él, y la refrenó. Mira, Maestro Cullen, puedo aprender .
– Porque fui grosera.
– Muy bien. -Le palmeó el trasero-. Cuenta para mí ahora. Dado que no aliento a las subs a mentir, no esperaré un agradecimiento a continuación-. Un segundo después, la pala volvió a golpear en contra de su trasero.
– Uno. -Picó pero no fue demasiado malo.
Paf.
– Dos.
Paf.
– Tres.
La picadura se volvió un fuerte ardor. Dios, dolía.
Paf.
– Cuatro.
Paf.
– Cinco. -Con el último golpe, su trasero se sintió como si hubiese vertido gasolina sobre él y le hubiese incendiado la piel. Sentía las lágrimas caer de sus ojos y pestañeó furiosamente, odiándolo con todo su corazón.
Madre de Dios *, ¿podría hacer esto en realidad? ¿Sería así ser una aprendiz?
Sus manos la agarraron por la cintura, y la ayudaron a ponerse de pie. Respirando con agitación, ella dejó caer la mirada para que él no viera su furia.
Él se rió.
– Eres una pequeña cosita testaruda, ¿verdad? -Antes de que pudiera alejarse, la empujó dentro de sus brazos.
– ¡Ey! -Intentó apartarlo a empujones.
Él chasqueó,
– Quédate quieta.
Se detuvo, permaneciendo rígida dentro de su abrazo.
Resoplando una risa, el Maestro Cullen apoyó la espalda en contra del sofá, empujándola hacia él. Ella se dio cuenta de que su nariz llegaba sólo a la parte superior de su hombro. Otra sorpresa.
– Relájate, pequeña sub, -murmuró-. Aquí hay otra lección que aparentemente nadie te enseñó… después de la disciplina, tienes que ser abrazada.
A pesar de su desnudez, él no intentó hacer nada más que sostenerla. Su cálida mano acariciando lentamente hacia arriba y hacia abajo de su espalda.
Cuando sus músculos se relajaron, ella comenzó a temblar. Indudablemente él podría sentirlo, pero no dijo nada. Sólo le presionó la cabeza en el hueco de su hombro. Un brazo la mantenía en su contra, lo suficientemente firme como para que no pudiera escaparse, pero no tanto como para inquietarla. El liso chaleco debajo de su mejilla se sentía suave pero no podía esconder los músculos duros como una piedra que había debajo. No se había puesto ninguna empalagosa loción para después de afeitarse, y su aroma a cuero, jabón, y a hombre olía de perlas.
Su pecho se elevaba y caía lentamente, y él parecía capaz de permanecer con ella dentro de sus brazos toda la noche.
Su furia se desvaneció junto con las sacudidas. Ella definitivamente le había faltado el respeto, después de todo. Conocía las reglas. Y no la había castigado cruelmente. Sólo cinco golpes, y con todos sus músculos, podría haberla lastimado realmente. No lo hizo. Suspiró y se apoyó completamente contra él, algo desconcertada ante la sensación poco familiar de alguien más grande y más fuerte ofreciéndole consuelo.
– Allá vamos, -él murmuró-. Mucho mejor.
Justo cuando estaba comenzando a disfrutar de ser abrazada, la puerta en el extremo del cuarto rechinó al abrirse y los ruidos de pasos retumbaron sobre el piso de madera.
– Vuelve a lo tuyo, -le dijo el Maestro Cullen y la soltó.
Dios, alguien había entrado. Sus manos subieron velozmente para cubrirse los pechos.
Con un estallido de risa, el Maestro Cullen le agarró los dedos, sus nudillos rozándole los pechos en el proceso.
– Aprendiz, este cuerpo es mío para desnudarlo o cubrirlo. -Sus duros labios se curvaron-. Pero puedes ponerte el vestido ahora si lo deseas.
Oh, sí, lo deseaba. Salió rápidamente hacia la barra, tomó de un tirón la prenda, y se volvió de espaldas a la puerta, lo que la dejó de frente al Maestro Cullen, pero al menos él ya había visto todo.
Su destello de sonrisa la sorprendió, pero entonces lo arruinó diciendo,
– Esa modestia es algo en lo que trabajaremos también.
Oh, mierda *. Entró apresuradamente en el vestido. Bajando la mirada, se dio cuenta de que el ruedo apenas le tapaba el trasero y el busto le levantaba los pechos a un nivel impúdico. Más bien sexy. Pero el resto… Dos franjas acordonadas del ancho de una mano bajaban por el vestido con sólo una demasiado pequeña franja de vinilo en el medio cubriéndole la entrepierna. Con suerte. Si no se moviera demasiado.
Habiendo tomado asiento sobre un taburete de la barra, el Maestro Cullen tomó su mano y la empujó entre sus piernas extendidas.
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