Él bufó.
– Y si ellos no pueden conseguir que obedezcas, probablemente los desarmas, Rambolita.
– Yo sólo… - sólo quiero conocer al hombre correcto, uno que pueda provocarme ese profundo estremecimiento por dentro. ¿Cómo puedo enamorarme alguna vez de alguien que no me haga sentir eso? - Yo… bueno, no importa, ¿verdad? He probado de todo… clubes y grupos, y no he encontrado a nadie. Ni por asomo.
– Oh, no te des por vencida todavía. -Antonio encendió un cigarrillo y miró el extremo encendido durante un segundo-. En esa lista de clubes que hiciste, eliminaste a uno. El club privado que está en las afueras de la ciudad.
– Shadowlands, ¿dónde la cuota de socio requeriría el sueldo de un año entero y a mi niño primogénito? No puedo hacer eso. -La momentánea esperanza murió.
– Quizás yo pueda.
– Tierra a Antonio… Poseo un negocio de limpieza, no una compañía que figure en Fortune 500 [2] .
– No estoy senil. -Él inhaló de su cigarrillo antes de explicar-. Un amigo de allí me debe un favor.
– ¿De verdad? -Un club privado. Gente más experimentada, más protección. Miró a Antonio atentamente.
Él le devolvió la mirada, levantando las cejas.
Dios, ella odiaba necesitar que otros tuvieran que ayudarla, incluso Antonio.
– ¿Él pasaría por alto una cuota de socio?
Antonio tiró el cigarrillo sobre el terreno y lo pisó.
– No exactamente. El tipo está a cargo de los aprendices, y ellos no pagan cuotas. Intentaré hacer que te tome como una. -La miró con el ceño fruncido-. Pero ser una aprendiz podría ser un infierno más intenso que lo que quieres. -Eso significaba que ella realmente estaría bajo órdenes y no tendría capacidad para escoger y elegir.
Se le secó la boca, pero su barbilla se levantó.
– Hazlo.
En medio de la barra, Cullen levantó la vista ante el sonido de la puerta principal del club abriéndose. Justo a tiempo . Dos puntos para ella, pensó de mala gana.
La irritación quemó en sus intestinos cuando Antonio llamó para cobrarse su favor de esta manera. Es cierto, el reportero le había provisto suficiente información para acorralar el pirómano que Cullen había estado investigando, y había puesto al bastardo tras las rejas, pero no le gustaba que su trabajo como Investigador de Incendios Provocados tocara a Shadowlands.
Ni que alguien jodiera su programa de entrenamiento. Normalmente él y Z escogían a las aprendices entre las integrantes que hacía mucho tiempo que estaban en el club, sumisas que querían sumergirse más profundamente dentro del estilo de vida, así como también conocer a Doms sin compromisos. Las novatas no eran escogidas.
Z no se había mostrado complacido. Un eufemismo . Él había estado jodidamente cabreado.
Eso dejaba a Cullen con el culo al aire ahora. Así que esta amiga de Antonio era mejor que fuera la mejor aprendiz que él haya visto alguna vez -y se adapte bien dentro de Shadowlands- o sería mejor que se echara atrás rápidamente. Sé lo que yo escogería . De hecho, él simplemente podría ayudarla un poco. Con un pequeño trabajo de su parte, ella podría decidir que el club no era para ella.
La mujer entró en el salón principal del club y se detuvo, probablemente para permitirles a sus ojos acostumbrarse a la tenue luz, similar a la de las velas, emitida por los apliques de hierro. Luego de un segundo, caminó hacia adelante. Alta y musculosa. Le recordó a una sub masoquista con la que se había enfiestado; el recuerdo no era uno agradable. Apoyó un brazo sobre la superficie de la barra y la observó acercarse. Ceñidos pantalones de látex… que quedaban muy hermosos sobre esas largas piernas. Cabello castaño claro que se encrespaba furiosamente encima de su cabeza en un estilo no-te-metas-conmigo. Maquillaje sutil. Sólo un pequeño crucifijo como único accesorio. Las botas de tacones de aguja altas hasta las pantorrillas gritaban “Domme”, al igual que la chaqueta de motorista de mangas largas. Postura arrogante, barbilla levantada.
¿Qué mierda de clase de sub Antonio lo había inducido a tomar? Sólo a primera vista, sintió ganas de sacarla a patadas.
– Hola. -Su voz suave y baja con un dejo de acento español fue agradable para sus oídos-. Soy Andrea Eriksson.
Examinándola, no dijo una palabra, simplemente la miró fijamente a la cara. La mayoría de las subs bajarían la vista, pero no ésta. En lugar de eso sus labios se apretaron ligeramente, y su barbilla se elevó otro poquito.
– Puedes llamarme Maestro Cullen o Señor. Estoy a cargo de los aprendices en Shadowlands. -Señaló un taburete de la barra-. Siéntate.
Una vacilación. ¿Una sub a la que no le gustaba obedecer órdenes? Ella se deslizó encima del taburete y apoyó los antebrazos en el mostrador. Otra postura agresiva.
¿Domme o sub? Bastante fácil de averiguar. Tomándose su tiempo, abandonó la barra para pararse delante de ella… para cernirse sobre ella. El destello en sus ojos le dijo que deseaba levantarse para ponerlos en un nivel más equitativo.
Colocó un dedo debajo de su barbilla y le inclinó el rostro hacia arriba.
Sus músculos se apretaron, e intentó apartarse.
– Quédate quieta.
Ante su dura orden, ella se congeló, y entonces él lo vio… sus ojos se dilataron y un rubor le tiñó las mejillas.
El placer lo invadió. Nada atraía más a un Dom que esa instintiva rendición de un cuerpo debajo de sus manos.
– Así que hay una sumisa sepultada allí dentro después de todo, -murmuró-. La agarró del pelo y la sujetó en el lugar mientras pasaba un dedo por un marcado pómulo, a través de un aterciopelado labio, y bajando a su vulnerable garganta… y sintió el convincente estremecimiento que la recorrió.
Muy agradable. Movió los dedos bajando la cremallera de su chaqueta de motorista. ¿Ahora qué podría estar escondiendo debajo?
Ella no se movió. Los grandes ojos castaño-dorado contenían inquietud, y sus manos se apretaron con fuerza de los papeles que sujetaba. Ella lo estaba intentando. Se requería coraje para enfrentar a un club extraño y a un Dom desconocido al mismo tiempo.
Sintió una punzada de compasión, así que ahora una parte de él quería sacar su culo a patadas por la puerta, y la otra parte quería abrazarla y reconfortarla. Maldita sea. Pero ninguna de las dos conseguiría lo que quería.
Con un suspiro, le soltó el pelo y dio un paso atrás.
– Dame tus papeles. -Cuando extendió los papeles, sus ligeramente bronceadas mejillas se ruborizaron ante la forma en que los había arrugado.
Él los alisó y comenzó con la ficha médica… libre de enfermedades, saludable, control de natalidad. Ningún problema allí. Dio vuelta a la siguiente página. Había completado y firmado el formulario básico de las reglas para los miembros de Shadowlands. También las reglas para los aprendices. El año pasado, una novata había firmado los papeles sin leer, cuando había quebrantado una regla, el castigo resultante la había conmocionado ridículamente.
– ¿Los leíste?
Asintió con la cabeza.
– En este club, una sumisa responde con, “Sí, Señor o Señora”.
– Sí, Señor.
Mejor. Asintió con la cabeza en aprobación. A pesar de que ella no exhibiera ninguna avidez para complacer como una sub estándar, las diminutas líneas al lado de sus ojos se atenuaron ligeramente. Su buena opinión le importaba, aunque se rehusara a demostrarlo. ¿Y por qué no?
La estudió durante un momento. Postura rígida, barbilla levantada, manos apretadas juntas. Pero la había sentido derretirse bajo su toque. ¿No era ella un intrigante acertijo? A pesar de sentirse molesto, no podía dejar de pensar que sería justo el tipo de desafío que a él le gustaría.
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