Cherise Sinclair - Simon dice - Mía

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Simon dice: Mía: краткое содержание, описание и аннотация

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Rona McGregor es mayor, inteligente, independiente… y una dulce sumisa.
Recién divorciada, quiere liberarse, decide que es hora de explorar las fantasías que ha alimentado a través de un matrimonio largo y tedioso con un hombre cuya idea de sexo escandaloso era dejar las luces encendidas. En la parte superior de su lista de fantasías está conocer Dark Haven, el club de BDSM[1], pero ella no está preparada para el poderoso efecto de un Dom[2].
Cuando el Maestro Simon, uno de los más populares en Dark Haven, toma el control y le presenta los juguetes y las sensaciones que nunca ha sentido antes, se da cuenta de que él puede cumplir cada fantasía en su lista por sí mismo.
Después de una noche de placer intenso, y a pesar de su atracción obvia, se niega a verlo de nuevo. Él tiene una manera de cambiar su forma de pensar. No es la primera Sub[3] que ha tomado en un viaje de exploración, pero está empezando a pensar que podría ser la última.
Pero ella se comprometió a no quedar atrapada en una relación de nuevo.

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– Buena chica, -dijo, su voz tan suave como una caricia. Después de que ella deslizara su brazo afuera de su camisa, le tendió la mano, la palma hacia arriba.

Ella no pudo moverse por un segundo. ¿Quería que él le encadenara la muñeca otra vez?

Su estómago se agitó en un terremoto interno. Y luego puso su mano en la suya.

La aprobación calentó sus ojos.

– De esto se trata la sumisión, Rona, -le dijo al tiempo que abrochaba su puño a la cadena sobre su cabeza. -Puedo doblegarte con bastante facilidad, pero eso es abuso. En dominación, el único poder que ejerzo es el que tú me das libremente.

Después de repetir el proceso con el otro brazo, tiró de la camisa sobre su cabeza, dejándola desnuda de cintura para arriba.

Cuando la frescura rozó sobre sus pechos, ella miró a su alrededor. Oh Señor, dos Doms y sus subs se habían detenido a observar. Un rubor caliente subió por su cara. ¿Qué estaba haciendo aquí, dejándose desnudar?

– Mírame, mascota.

Su mirada volvió a él, y él se la sostuvo hasta que todo lo demás se esfumó, excepto sus ojos oscuros. La estudió por un largo rato hasta que sus músculos se agarrotaron por la expectativa. Luego ahuecó un pecho con cada mano.

Oh Crom . El placer se precipitó a través de ella como un maremoto. Sus pezones que ya habían estado duros, ahora se apretaron hasta el dolor.

– Tienes unos pechos adorables, Rona. -Hizo una pausa y entonces frunció el ceño. -La respuesta correcta a un elogio es “gracias, señor”.

– Gracias, señor -susurró. Sus suaves pellizcos en ambos pezones la hacían querer alejarse por la vergüenza y sin embargo empujar hacia adelante por más. Y ella había creído estar húmeda antes, ahora estaba empapada.

Como si hubiera escuchado su pensamiento, él puso la bota entre sus pies descalzos y le empujó las piernas abriéndolas.

– ¿Tus bragas son tradicionales?

Cuando pasó un dedo sobre su piel descubierta, justo por encima del elástico de la cintura, los músculos de su estómago se estremecieron.

– ¿Tradicionales?

– ¿Sin entrepierna? -Puso la mano entre sus piernas, justo encima de su coño expuesto.

Se quedó sin aliento.

Su sonrisa blanca brilló en su rostro bronceado.

– Me encanta la precisión histórica. -Pasó un dedo relajadamente a través de sus pliegues húmedos, de ida y vuelta, sin tocar nunca el lugar que latía enloquecidamente. Mientras su cabeza le daba vueltas, comenzó a arrastrar sus rodillas juntándolas y obtuvo otra de esas miradas que había empezado a reconocer.

– No te muevas, mascota, o voy a restringir tus piernas también.

Ella se congeló.

Sus muslos temblaban incontrolablemente mientras sus dedos la exploraban aún más íntimamente, rastreando sobre su clítoris, alrededor de su entrada. Cuando empujó un dedo suavemente hacia adentro, se levantó en puntas de pie, ahogando el gemido en su garganta.

– Muy hermosa, -murmuró, y oyó la aprobación en su profunda voz a través del silbido de su pulso en sus oídos. Su dedo fue más profundo dentro de ella, y la otra mano le tocó el pecho, tirando suavemente del pezón.

Oh Crom . Una pura y enloquecida necesidad barrió sobre ella como una avalancha. Cuando el pulgar presionó sobre el clítoris, todo retrocedió, salvo la sensación de sus manos sobre ella. Sus ojos se cerraron mientras su interior se contenía.

– No, todavía no, cariño, -dijo. Su toque se detuvo. -Te quiero sobre el borde cuando te muestre el dolor.

Sus ojos se abrieron ampliamente. ¿Dolor?

El flogger que sacó de su bolso no parecía el mismo que había utilizado antes, pero igual… el mango cubierto de cuero, múltiples contundentes tiras de gamuza.

– ¿Vas a azotarme? -Su voz temblaba.

Los ojos oscuros brillaban con diversión.

– Oh, creo que sí. -Pasó el flogger por encima de sus piernas, su estómago, y burló las suaves tiras colgantes sobre sus pechos hasta que los picos dolieron. El olor del cuero llenaba el aire mientras él lo rozaba ligeramente arriba de sus brazos y debajo de su espalda, continuando hasta que su piel se puso tan sensible que cada pequeña caricia enviaba una pulsación excitante a través de ella. El flogger le rozó el culo, y luego las tiras se voltearon a través de su trasero en el primer golpe.

Ella saltó. Pero no dolió, ni siquiera picó. En cambio los extremos se clavaron en su piel como diminutos martillos. Más toques parpadeantes se deslizaron por sus piernas y hacia el frente. Como pestañas golpeando lentamente hacia arriba de sus muslos, su corazón comenzó a latir con fuerza. Ella juntó las piernas.

– Quédate en esta posición, o encadenaré tus tobillos, mascota. -Ningún enojo, sólo una declaración.

Movió las piernas hacia afuera. Un poco. Captó la expresión de sus ojos y las abrió completamente, dejando su coño peligrosamente vulnerable a esas tiras. Un estremecimiento pasó por ella. ¿Por qué no usaba esa palabra de seguridad que él le había dado?

Pero su intensa mirada la mantuvo en su lugar. Y también lo hizo la forma en que ella se sentía… increíblemente excitada… cada nervio vivo y cantando con entusiasmo.

Se metió el mango del flogger en su cintura y se acercó.

– Estás siendo una buena chica.

Sus manos ahuecaron sus pechos, sus pulgares rodearon los pezones hasta que el flujo de electricidad fluyó directamente a su clítoris. Su expuesto clítoris. La posición abierta de sus piernas sólo rogaba por su toque. Sus caderas se inclinaron hacia adelante, y se mordió el labio, avergonzada. Ella no era así, nunca había rogado por nada. Nunca. Y sin embargo… Por favor, tócame .

Él movió una mano a su coño, deslizándola a través de su humedad. Cuando su dedo rastrilló sobre su clítoris, ella jadeó por la pura necesidad. Pero el dedo se alejó, reunió la humedad, y luego trazó círculos sobre su clítoris. Vueltas y vueltas.

La presión se acumuló en su interior, y todo se apretó, rogando sólo por un poquito más. Ella gimió.

– Adorable, -murmuró y se alejó. Antes de que ella pudiera gemir una protesta, el flogger la azotó otra vez, arriba y abajo de sus piernas, adelante y atrás, y luego sobre su trasero, y una picadura se unió a las entorpecidas sensaciones. No lastimando, no realmente. Sobre sus hombros ligeramente y sus caderas, los impactos eran en círculos, y cada vez, las tiras aterrizaban un poco más fuerte.

Todavía no dolía, exactamente, pero hubiese preferido tener las manos de él sobre ella.

Sus ojos se estrecharon. -Ahí está esa mente tuya, distrayéndote. Definitivamente necesitas un poco más.

Ella contuvo la respiración, esperando que él la tocara. Asombrándose de cómo sus inhibiciones habían desaparecido.

Sonriendo ligeramente, él puso el flogger al lado de su bolso y sacó un collar de cuero, tan ancho como su mano.

¿Un collar? ¿Qué tipo de "más" era esto?

Él lo ubicó alrededor de su cuello, ajustando su barbilla para que descanse en una pequeña muesca, y lo abrochó. Luego se puso de pie delante de ella, acariciando su mejilla. Esperando.

No lo había fijado demasiado ajustado, y sin embargo, cuando ella trató de moverse, se dio cuenta de que le levantaba la barbilla y le impedía mirar alrededor o hacia abajo. Un destello de pánico pasó por ella y murió ante la persistente mirada de sus ojos.

– No te abandonaré, cariño. Si cualquier cosa te molesta demasiado, utiliza tu palabra de seguridad. ¿Entendido?

Ella trató de asentir con la cabeza y no pudo.

Sus ojos se estrecharon.

– Di: “Sí, señor”.

– Sí, señor.

– Bien. Ahora sólo quédate quieta mientras me divierto.

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