¿Qué significaba eso? Sus manos se curvaron en puños mientras él se arrodillaba. Con la barbilla levantada por el collar, no podía verlo. Hijo de puta . Sin embargo, la excitación en su cuerpo subió otro escalón mientras esperaba por su toque. Tenía que esperar, no podía hacer nada más.
Escuchó un murmullo, sintió las manos sobre su coño, y maldita sea, se sentía tan bien, sus manos inflexibles haciendo cualquier cosa que él quisiera. Abrochó algún tipo de arnés alrededor de sus muslos y su cintura. Bueno, eso no era tan malo, pero entonces algo empujó hacia arriba dentro de ella. Algo frío. Duro. No sus dedos.
– ¿Qué estás haciendo? -Su voz temblaba.
– Cualquier cosa que quiera, cariño. -Roció un líquido por su coño, húmedo y frío, y ella saltó. Sintió un pinchazo sobre su clítoris, que no manifestó. No era doloroso, pero… sí desconcertante. Unos pocos sonidos de broches y luego tiró ligeramente del arnés. -Estoy ajustando todo para que se mantenga en su lugar.
¿Qué tenía que mantenerse en su lugar? Ella palpitaba por la presión de lo que fuera que estaba en su interior y por lo que fuera que estaba sobre su clítoris. ¿Qué estaba haciendo?
Cuando se levantó, tenía un micrófono en su cuello y una caja… ¿una caja de control? … sujetada en la cintura.
Antes de que ella descubriera lo que significaba esa combinación, él pasó sus manos firmes sobre ella, acariciando su piel, ahuecando sus pechos, haciendo que el calor creciera en ella nuevamente. Sus labios se ubicaron sobre los suyos, y tomó un largo beso. Dios, él sabía besar. Su cuerpo se relajó… y se calentó.
Él se retiró, sonriéndole a los ojos, y luego movió un interruptor en la caja.
Algo comenzó a golpear sensaciones sobre su clítoris y dentro de ella. Como diminutos martillos. Ella se sacudió, los ojos muy abiertos.
– ¿Qué es eso?
– Te lo mostraré en un segundo. Tu único trabajo es hacerme saber si algo llega a ser incómodo. -Puso un dedo en su barbilla y le dirigió una mirada sin concesiones. -De lo contrario, no quiero oírte hablar. ¿Soy claro mascota?
Ella se puso rígida aún derretida por dentro ante su voz baja y resonante y la autoritaria mirada en sus ojos.
– Sí, señor.
A medida que los golpecitos aumentaban… de alguna manera diferente a un vibrador, más adentro que afuera… su clítoris se apretaba hasta que lo sentía como si fuera a estallar. Todo allí abajo se enroscaba, dolorido por más, y no era suficiente. Ella sofocó un gemido. Y se dio cuenta que él se había alejado unos pasos para estudiar sus reacciones.
Él asintió con la cabeza.
– Perfecto. -Y entonces su flogger le golpeó los muslos. La sensación agregada conmocionó a través de ella y zumbó directamente a su clítoris. Sus piernas se tensaron, y ella se sacudió. Él no se detuvo. Las tiras de cuero golpearon ligeramente arriba de su espalda, y cada golpe hacía que la ardiente necesidad en su coño empeorara, demasiado.
Ella cerró los ojos, inundada por las sensaciones.
Él atacó su trasero, la parte de atrás de sus muslos.
– Rona.
Con su palabra, el cosquilleo en su clítoris aumentó en fuerza y velocidad, y ella gimió incontrolablemente.
Un segundo después el golpeteo disminuyó. El flogger no lo hizo.
– Rona. Mírame.
Una vez más, las vibraciones se intensificaron durante unos segundos. Ni de cerca lo suficiente.
Y el flogger nunca se detuvo, tejiendo un hechizo sensorial a su alrededor. Arriba de sus piernas, casi tocando su coño.
Oh Dios, sólo un poquito más . Tenía las manos cerradas en puños, y su cuello arqueado.
– Mí-ra-me.
Una vez más, los golpecitos se fortalecieron, acelerándose, y la ardiente ola de excitación en su interior y a través de su clítoris casi la hacen llegar, pero entonces las vibraciones disminuyeron. Se obligó a abrir los ojos.
Su sonrisa brilló en aquel rostro cincelado.
– Esa es una chica.
Su espalda se arqueó cuando el salto de las sensaciones sopló a través de ella otra vez. A medida que disminuían, ella se quedó mirando el micrófono abrochado en su camisa. Oh, Crom . Él podía cambiar la intensidad de las vibraciones con su voz… con el control de sonido.
El flogger la golpeó más duro, cada golpe un dolor intermitente que picaba y enviaba más urgencia a través de ella hasta que cada nervio parecía tragado por la necesidad.
Pero ella no podía, no podía llegar. Ella gimió.
– Oh, por favor…
Él se rió entre dientes, y sólo esa pequeña cantidad de sonido disparó a través de ella como si hubiera pinchado su clítoris.
Sus manos se apretaron cuando sobrevoló por el borde, el dolor y el placer enrollándose juntos tan afianzadamente, que ella simplemente podría morir.
– Muy bien, cariño, -murmuró.
Oh, Dios, la tocó con sus palabras. El sudor corría por su espalda mientras se tensaba hacia el clímax que no podía alcanzar.
Y luego dijo en voz alta, oh muy alta:
– Déjanos oír tus gritos, mascota. -Las vibraciones se volvieron exquisitamente poderosas por dentro y a través de su clítoris, y su flogger azotó a través de sus pechos.
Ella explotó, ola tras ola de ardiente placer fluyendo a través de cada nervio de su cuerpo, temblando como si fuera una muñeca de trapo. Sus piernas simplemente colapsaron.
– Muy bien, -dijo, y el sonido dio inicio a más vibraciones. Cuando los intensos espasmos impactaron a través de ella, no podía moverse, no podía hacer otra cosa que sentir la repercusión de cada onda. Cuando finalmente se detuvieron, colgaba floja de las cadenas, su mente abrumada. Satisfecha. Aturdida.
Apenas lo registró a él quitándole todo, desabrochando el arnés de sus muslos, luego su collar. Demasiado pesada para mantenerse erguida, su cabeza estaba apoyada sobre el brazo encadenado.
– Sostente otro minuto, muchacha. -Él desencadenó sus muñecas y la agarró por la cintura cuando ella se hubiera ido directamente al suelo. Un segundo más tarde su cerebro penetró en el remolino de montaña rusa. Ella parpadeó con asombro… ¿él me está acarreando? … Y vio las venas de su cuello y su dura mandíbula. Fuertes brazos la sostenían contra su pecho sólido, y el olor de su colonia sutilmente almizclada la rodeaba.
El desconcertante sentido de fragilidad se mezcló con la maravillosa sensación de ser apreciada.
¿Ahora ella no era lo mejor que había abrazado en mucho tiempo? La forma en que su cuerpo se ajustaba en contra del suyo le hizo preguntarse a Simon si las personalidades de ellos no se corresponderían igual de bien.
Lógico o no, todo dentro de él le decía que sí.
Tomó asiento en una silla de cuero cercana y la instaló cómodamente en su regazo.
Su culo suave presionaba contra su polla dolorosamente rígida, y ella obviamente lo notó.
– ¿Y tú? -Murmuró. -¿Puedo…?
– No, cariño. -Le besó la parte superior de la cabeza, la calidez se filtró dentro de él, tanto por su cuerpo como por el conocimiento de que ella quería devolver, tanto como recibir. -Esta noche fue para tu placer.
Y para el de él, en cierto modo. Había disfrutado introduciéndola al BDSM más que nada de lo que había hecho en mucho tiempo. Él sonrió, recordando cómo la cautela en sus ojos había guerreado con la excitación de su cuerpo. Cuando había puesto su mano en la suya, la confianza que le había dado le había apretado el corazón.
Se frotó la barbilla en su pelo sedoso, satisfecho con su fragancia a vainilla y cítricos que creaba la sensación de un jardín en el páramo del club. Su mejilla descansaba sobre su pecho, y ella se agarró de la abertura frontal de su camisa pasada de moda como si temiera que la dejara. No era una casualidad.
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