– Al igual que cualquier otra cosa, se necesita práctica. ¿Ella tiene algún límite rígido o peticiones?
– Nada de sangre. Nada anal. Quería jugar el resto de acuerdo al momento y eligió “Houston” como palabra de seguridad.
– ¿Cómo “Houston, tenemos un problema”? [5]
David sonrió.
– Síp.
Ella definitivamente tenía sentido del humor . Simon asintió con la cabeza su reconocimiento y volvió su atención a Rona, su expectativa en aumento. Había deseado a esta mujer desde el momento en que ella lo tocó. Era totalmente ilógico, pero en la vida, como en las artes marciales, había aprendido que sus instintos rara vez se equivocaban.
Escuchó a David tomar su bolsa de juguetes y marcharse, pero no prestó atención al enfoque de la sub sobre él. La había atrapado tan hábilmente como a cualquiera de los animales que había cazado en su juventud.
Ella había estado divirtiéndose, girando y balanceándose en las cadenas como una niña, y reprimió su sonrisa.
Mirando hacia arriba, vio a su Dom marcharse.
– ¡Hey! David, ¿a dónde vas? ¡Hey!
Simon dio un paso hacia delante. Lentamente.
Ella lo vio. Sus ojos se abrieron.
Perfecto.
Oh dulce cielos… El Maestro Simon . Cuando Rona lo miró fijamente, la risa se apagó en su interior, y su corazón comenzó con el molesto ritmo acelerado otra vez.
Su negra mirada vagó sobre ella, acariciándola con calor. Su vestido yacía a un lado, pero ella no se había sentido especialmente expuesta… hasta ahora.
Después de dejar su gran bolsa de cuero, el Maestro Simon se quitó la chaqueta y la tiró sobre una silla, quedándose con la camisa blanca y el chaleco. Sus movimientos sin prisas, se quitó los gemelos. Cuando los dejó caer en la mesa con un tintineo metálico, la respiración de Rona se dificultó.
Él giró, subiéndose las mangas y exponiendo sus musculosos antebrazos.
Oh, Crom. Espera , intentó decir, pero nada salía de su congelada garganta.
Lo intentó de nuevo.
– Espera. Tú no eres… yo no… ¿Dónde David… el otro tipo… se fue?
Sus ojos oscuros se clavaron sobre ella mientras se movía hacia delante.
– El otro tipo es un Dom, pero tal vez tú te confundiste y pensaste que él era un sumiso. -El nivel de su tono le enviaba congelados escalofríos por la espalda. -No creo que vayas a cometer ese error conmigo.
– No pienso que…
– Muy bien. -Él cortó directamente su oración. La sensación de su callosa mano ahuecando su barbilla la silenció por completo. -Pensar es mi trabajo, no el tuyo. Tu palabra de seguridad es "Houston". Úsala si algo, mental o físicamente, se vuelve demasiado para ti.
Ella consideró gritarla y respiró.
Su mandíbula apretada le quitó esa idea instantáneamente.
– No juegues conmigo, mascota, -le dijo en voz baja.
Ella sacudió la cabeza. Yo no. No, nunca.
– Me gusta esa inocente mirada sumisa. -Su mirada pasó por encima de ella. -De hecho, me gusta verte en las cadenas.
Sus palabras la hicieron consciente de sus limitaciones, y un temblor de miedo se unió al calor en su vientre.
Él ahuecó su mejilla, su gran mano desconcertantemente suave. -No, no te asustes. Sólo vamos a hablar. Primero quiero que conozcas a alguien.
El Maestro Simon miró a un hombre de pie a un lado y le indicó que se acerque. También con un formal traje victoriano, el otro hombre tenía un color ligeramente más oscuro que el de Simon.
Y a medida que la atención de ellos se centraba en ella, se sentía como un ratón atrapado en un festival de felino.
– Um. ¿Hola?
Los labios del Maestro Simon se arquearon.
– Rona, este es el Maestro Xavier, el dueño de Dark Haven. Los sumisos aquí lo llaman "mi señor".
Su reacción inicial… tienes que estar bromeando … murió ante la falta de expresión en los oscuros y tranquilos ojos de Xavier.
– Es un placer conocerte, Rona, -dijo el maestro Xavier, su voz tranquila, pero fácilmente de escuchar sobre los innumerables ruidos.
– Encantada de conocerte. - Me encanta conocer gente estando parada con mi ropa interior.
– Ya que estamos inmersos en el siglo XIX, esta noche, quiero presentarte formalmente al Maestro Simon. -Parpadeó una sonrisa en los labios de Xavier. -Él es muy conocido en la comunidad BDSM, tiene una reputación impecable como Dom. Y yo lo considero mi amigo.
La deliberada añadidura de la última parte le decía que Xavier no ofrecía su amistad a la ligera.
– Um. -Ella miró hacia arriba a Simon. Una arruga apareció en su mejilla como si encontrara a su desconcierto divertido. Patearlo podría ser satisfactorio… si él no fuera el dueño de un flogger. -Gracias, Xa-uh, mi señor. Agradezco la información.
Xavier asintió y se alejó. Ninguna conversación frívola para él.
Y la dejó con el Maestro Simon. La sensación de hundimiento en su estómago no había mejorado.
– ¿Disfrutaste tu recorrido, muchacha? -Le preguntó cortésmente.
Muchacha . Su abuelo de Glasgow la había llamado así, pero viniendo de este hombre completamente seguro, la hizo sentir divertida… joven e insegura. Y linda.
– Sí. Es un lugar interesante. -¿Él quería tener una conversación normal con ella estando aquí en las cadenas?
– ¿Has probado antes el BDSM? ¿En casa, tal vez?
Pensándolo bien… volvamos a la normalidad . Sus manos se apoderaron de las cadenas.
– No. Nunca.
Acarició con un dedo a través de la nuca de su cuello, justo debajo de su moño. -Entonces te daré tu primera lección.
– Pero… ¿por qué? ¿Por qué yo? -Cada mujer que pasaba caminando cerca de este hombre dirigía miradas anhelantes a su manera. Yo no soy joven. Ni delgada. Ni hermosa.
– Tú, muchacha, tienes un problema de auto-imagen.
Bueno, eso podría ser un poco cierto, pero también había un espejo. No era que ella fuese fea, era que la competencia era demasiado hermosa. Y joven.
– Simon, yo…
Sus ojos se entrecerraron, y su interior se derritió como un helado en un día de sol.
– No creo que quiera que me llames Simon. No en el club o cuando estés restringida… o en mi cama.
La oleada de excitación ante la idea de estar en su cama, fue todo el camino hasta la punta de sus pies. Y él lo había hecho deliberadamente, ¿no? Ella contuvo el aliento.
Mantén la cabeza en el juego .
– ¿Qué te gustaría?
– Puedes llamarme “Señor” o “Maestro Simon” -Él pasó los dedos por su mejilla. -Creo que a ti te permitiría simplemente “Maestro”.
¿Maestro? No, eso sonaba muy exagerado. Ella sacudió la cabeza.
– Oh, creo que lo harás -murmuró. -Ahora hablemos de lo que veo cuando te miro.
Oh, eso no.
– En primer lugar, no tienes… veinte o incluso treinta años. -Casi distraídamente, le quitó una de las horquillas que sostenía el moño en su lugar, ignorando su ceño fruncido, y quitó otra.
– Pero me gusta una mujer con alguna experiencia de vida, una que no esté a merced de sus emociones, y para quien una fecha olvidada o un argumento no constituya el fin del mundo.
Recordando la última crisis de su hijo Eric, cuando su nueva novia lo había dejado plantado, Rona se echó a reír.
– Ahora. Eso es hermoso, -dijo Simon. De alguna manera el calor en sus ojos se deslizó directamente dentro de su cuerpo. Él pasó una mano por la parte superior de su brazo y lo apretó suavemente. -Creo que los músculos de una mujer son hermosos, pero me gusta la suavidad en mi cama. Y debajo de mí.
Todo lo que decía enviaba una necesidad más urgente encrespándose a través de su cuerpo, y ella bajó la mirada.
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