Plenamente consciente de la calidez de su dedo aún sobre los labios, se sintió como si se estuviera ahogando en el aire derretido.
Él hizo una pausa y luego la instruyó:
– Di: “Sí, señor”.
Oh.
– Sí, señor. -Ella había usado la frase antes, bromeando con los médicos del hospital, sarcásticamente con idiotas, pero ahora reverberaba a través de ella como el sonido de un bombo.
– Muy bien.
Una mujer vestida sólo con un corsé, medias de red y zapatos de tacón alto de repente se dejó caer de rodillas junto a la mesa.
– Maestro Simon. ¿Puedo servirle de alguna manera?
Él dio la vuelta.
Liberada de su mirada, Rona trató de retirarse, pero su mano, dura y despiadada la apretó. La sensación de ser controlada inundó sus sentidos.
Su corazón estaba acelerado como si hubiera recibido una inyección de adrenalina, pero con su atención desviada, se las arregló para tomar una estabilizadora respiración. Soy una mujer madura, una administradora, inteligente y profesional. ¿Por qué me siento como un ratón acorralado? Y esto la encendió como si alguien hubiera abierto un grifo de hormonas.
Ella miró a la mujer de rodillas e hizo una mueca. No sólo estaba dispuesta a darle al Maestro Simon cualquier cosa que él quisiera, sino que también era rubia, esbelta, hermosa. Y joven.
Rona no era nada de eso. Escapa. Definitivamente momento de escapar .
– Gracias, no, -le dijo Simon a la sub de rodillas, sacudiéndola de manera cortés pero firme. Otra joven. Él sofocó un suspiro. Las entusiastas jóvenes parecían demasiado subdesarrolladas. Él prefería mujeres , sin embargo, las interesantes subs mayores por lo general estaban comprometidas, o tenían problemas emocionales. No había conocido a una sumisa bien equilibrada en mucho tiempo.
Estoy solo . Divorciado desde hacía varios años, su hijo en la universidad, su casa vacía, recientemente había tomado consciencia de lo mucho que le gustaría tener a alguien para abrazar en la noche, con quien hablar por las tardecitas, para compartir todo, desde un nuevo postre a los logros y fracasos del día. Podía encontrar un cuerpo dispuesto demasiado fácilmente, pero no un corazón abierto, una mente interesante, y un espíritu independiente.
Pero esta… Simon volvió su atención a la sumisa que se había atrevido a ayudarlo sin pedir permiso. No era una jovencita, probablemente atravesando la treintena. Su rostro tenía líneas que decían que había conocido la tristeza. Que había reído. Sus pechos, empujando alto y tensos, tenían las estrías plateadas que demostraban que algún bebé había sido sostenido contra su corazón y alimentado. Por la forma en que enérgicamente había alejado sus manos del gemelo, ella estaba acostumbrada a estar a cargo. Por la derretida mirada en sus ojos cuando él la había tocado, ella era sumisa.
Muy atractiva . Y extrañamente familiar. ¿Había visitado el club antes?
Pero ella seguía tratando de irse. ¿Por qué? Por supuesto, un Dom podría poner nerviosa a una sub inexperta, pero ella definitivamente había mostrado su interés antes… antes de la interrupción. Sus ojos se estrecharon. La sub arrodillada había sido joven y bonita. ¿Ésta segura mujer estaba insegura de su aspecto?
Ella tiró de su brazo otra vez y realmente le frunció el ceño.
– No creo que hayamos terminado nuestra conversación, -dijo Simon.
Su mirada se levantó. En la barra oscura, sus ojos parecían azules o verdes. Su cabello, un color entreverado entre rubio y castaño, estaba recogido en un feo moño victoriano. Esa sería la primera cosa que él arreglaría.
Le tendió su mano libre. -Mi nombre es Simon.
Tan cautelosa como un gato arriba de un árbol, ella se las arregló para decir cortésmente: -Es un placer conocerte, Simon.
Esa amable, baja voz se profundizaría después de que se corriera un par de veces. Sus dedos se cerraron sobre los de ella, y mantuvo su otra mano envuelta alrededor de su brazo. Ahora la tenía seguramente atrapada, y el conocimiento apareció en sus ojos. Su respiración se aceleró, chasqueó la lengua sobre sus labios, y se tambaleó, casi imperceptiblemente, hacia él. Sí, la sensación de estar controlada la excitaba.
Ahora, ¿no luciría encantadora con cuerdas?
– ¿Y tú eres…? -Él preguntó.
– Rona.
– ¿Escocesa? Sí, te sienta bien. -Miró hacia abajo a sus ojos, disfrutando del ligero temblor de sus dedos sobre los suyos. -¿Es esta tu primera vez en un club de BDSM, Rona?
– Sí.
– ¿Y cuánto tiempo llevas aquí?
– Ni siquiera una hora.
Ni siquiera . La expresión implícita lo desequilibró. Y él definitivamente la había empujado, seguía empujando, eso no era apropiado u honorable para hacerle a una dulce novata. Cuando abrió sus manos y la soltó, el sentimiento de pérdida lo sorprendió. Quiero quedarme con ella .
Pero las elecciones, siempre le pertenecían a la parte sumisa… a menos que y hasta que ella le cediera libremente esas opciones a él.
– ¿Quieres un guía, o prefieres explorar por tu cuenta?
Ella dudó.
– Um. Bueno…
Ella no quería un guía. A pesar de su obvia atracción hacia él, ella prefería observar el lugar por su cuenta. Él casi se rió de su propio disgusto. ¿Estaba demasiado acostumbrado a la adulación, no? Esta mujer podría temblar, pero no se arrojaría a los pies de nadie, y eso sólo aumentaba su interés.
– Está bien. -Corrió un dedo por su mejilla, marcándola como suya con una indefinible forma de dominación. -Te veré más tarde, entonces.
Cuando el Maestro Simon se alejó con un paso fácil y seguro, Rona se quedó mirándolo. Él sólo la había tocado con un dedo, y su pulso se había incrementado a taquicardia grave.
Ella había leído libros sobre BDSM, pero ninguno había captado realmente el poder que una posición dominante podía ejercer. Ese caminar, esa conversación intimidatoria, había manejado con destreza sus ojos y su… su presencia entera… tan hábilmente como había utilizado ese flogger. El Señor la ayude.
Después de tomar una respiración, sacudió la cabeza, le dijo a su cuerpo que dejara de reaccionar, y se dirigió a la barra. Una botella de agua surgió de pronto.
La diversión y el agua helada funcionaron, y en unos pocos minutos, su auto-control regresó. Apoyando su espalda en la barra, miró a su alrededor.
Mucha gente, pero ningún Maestro Simon a la vista. La decepción la embargó, más fría que el agua helada. Y qué estupidez estar decepcionada después de haberlo rechazado. Pero había hecho lo correcto. Él era simplemente demasiado, demasiado… su botella se detuvo a medio camino de su boca… y ella se había acobardado totalmente, ¿no?
Y aquí ella había tomado todas esas resoluciones para deshacerse de su imagen de Señorita Decoro, dejando ir su pensamiento Soy-una-madre-y-una-esposa-y-no-una-mujer-sensual, sin embargo, cuando un hombre impresionante mostraba su interés, se había escapado literalmente.
Por supuesto, su plan para una vida emocionante, no había incluido salir con un tipo que disfrutaba manipulando látigos, pero aún así…
Lo haría mejor la próxima vez. Por el momento, necesitaba explorar el lugar. Aparte de las demostraciones sobre los escenarios, no había visto ninguna de las "escenas" que había leído. Pero la gente seguía desapareciendo bajando las escaleras cerca de la parte de adelante, así que tal vez las cosas divertidas sucedieran en el nivel inferior. Cogió la botella y se encaminó más allá de un grupo de personas, entre ellas una mujer de pelo negro que llevaba un corsé rosa y blanco. Rona notó las rayas de color rosa brillante en el cabello de la mujer y sonrió, recordando a la recepcionista. Emparejar el color del cabello con la ropa… no era exactamente correcto para esta época.
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