Cherise Sinclair - Simon dice - Mía

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Simon dice: Mía: краткое содержание, описание и аннотация

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Rona McGregor es mayor, inteligente, independiente… y una dulce sumisa.
Recién divorciada, quiere liberarse, decide que es hora de explorar las fantasías que ha alimentado a través de un matrimonio largo y tedioso con un hombre cuya idea de sexo escandaloso era dejar las luces encendidas. En la parte superior de su lista de fantasías está conocer Dark Haven, el club de BDSM[1], pero ella no está preparada para el poderoso efecto de un Dom[2].
Cuando el Maestro Simon, uno de los más populares en Dark Haven, toma el control y le presenta los juguetes y las sensaciones que nunca ha sentido antes, se da cuenta de que él puede cumplir cada fantasía en su lista por sí mismo.
Después de una noche de placer intenso, y a pesar de su atracción obvia, se niega a verlo de nuevo. Él tiene una manera de cambiar su forma de pensar. No es la primera Sub[3] que ha tomado en un viaje de exploración, pero está empezando a pensar que podría ser la última.
Pero ella se comprometió a no quedar atrapada en una relación de nuevo.

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En la parte inferior de la escalera, se detuvo, sintiendo como si hubiera descendido literalmente al infierno. Mierda, algunas de estas personas necesitan un examen psicológico. Como la rubia dejando que un tipo le clave agujas en sus pechos. Con el más puro reflejo, Rona cruzó los brazos sobre su pecho cuando el hombre empujó otra aguja, justo a través del pezón de la mujer.

Ahora esto estaba simplemente mal . Tal vez debería ir al coche y traer su botiquín de primeros auxilios.

En cambio, se adentró más en la habitación. La industrial música gótica del piso de arriba se mezclaba con los sonidos de la carne golpeada, gemidos, gritos fuertes, el chasquido de un látigo, un gemido largo y tembloroso. Una serie de crujidos sonó demasiado cerca, y ella saltó, miró a su alrededor, y luego soltó una carcajada. Había apretado su botella de agua con tanta fuerza que el plástico se había arrugado. Ruidosamente.

Puso los ojos en blanco. Con suerte nadie le gritaría ¡boo! , o ella se iría directo a un paro cardíaco.

En la segunda parte del lugar, se dio cuenta que los tipos la observaban. Bien. Movió las caderas e hizo que su larga falda se bambolee. Soy sexy . Entonces una mujer joven pasó por delante vestida con sólo una tanga, toda piel firme y pechos altos. Correcto. Soy tan sexy como la ropa que estoy usando. Ella podría haber perdido algo de peso y eso mejoraba un poco las cosas, pero las cosas seguían siendo así pasando los treinta años.

Una hora o así más tarde ya conocía un infierno de mucho más sobre lo que la gente pervertida hacía para divertirse. Observar la demostración de azotaina de Simon no la había preparado para bastones o látigos negros, a pesar que nadie en el lugar estuvo acorde a su habilidad, por no hablar de cera caliente, agujas, mordazas y máscaras. Mientras un dominante aplicaba una línea de pequeñas ventosas hacia arriba de la espalda de una mujer, Rona se preguntó si las copas de cristal tocarían más puntos… íntimos.

Mentalmente lo agregó a la lista de cosas para intentar – algún día – y sólo el pensamiento envió una bala de excitación directamente a su clítoris.

Como si no estuviera lo suficientemente excitada ya. Unos pasos más allá, miró por una gran ventana dentro de una muy auténtica ambientación de mazmorra medieval. Una mujer de cabello negro estaba esposada a la pared de piedra, y un hombre en jeans abofeteaba a la pobre mujer entre las piernas, haciéndola ponerse sobre las puntas de sus dedos del pie. Un minuto más tarde, él cayó de rodillas, agarró sus nalgas, y puso la boca sobre su coño.

Rona tragó saliva y se abanicó la sobrecalentada cara mientras se alejaba. Sorprendente y erótico como el infierno.

Para el momento en que había recorrido la sala, las ballenas del corsé se sentían como dedos huesudos clavándose en sus costillas, y su ropa como si pesara unos veinte kilos.

Encontrando un sillón vacío, se desplomó sobre él. Uy . Las adecuadas señoras victorianas no se derrumbaban como rocas, sino que, sin duda, se hundían con gracia hasta un asiento y, por supuesto, se sentaban erguidas en lugar de inclinarse hacia atrás.

Ella habría sido una pésima dama victoriana.

Probablemente sería una pésima persona aficionada al BDSM también. De hecho, ni siquiera le gustaría practicarlo, a pesar de que observar cosas como la forma en que ese cinturón había golpeado el redondo trasero de la mujer la puso realmente… caliente.

Tal vez, mientras estuviera aquí, podría intentar un poquito, sólo un bocado, no una comida completa.

Pedirle a alguien que le ate las manos o algo así. Un escalofrío recorrió su interior ante la idea de en realidad actuar algunas de sus fantasías.

Con la boca repentinamente seca, se bebió lo último de su agua tibia. En primer lugar tendría que encontrar a un Dom. Podría observar alguna demostración. Pero las muestras – escenas – aquí parecían más personales. Más íntimas. Si Simon quisiera zurrarla, ella preferiría hacerlo aquí que en el piso de arriba.

Se ahogó con el agua. ¿Qué diablos había traído a Simon a su mente?

Bueno, ella sabía la respuesta a eso. Cualquier mujer lo desearía, con esa devastadora combinación de modales amables e implacable autoridad. Y sin pensar en su voz tan suave y profunda… como el chocolate negro Dove. La piel de gallina se erizó hacia arriba de sus brazos, y suspiró.

Desesperada, ella sólo estaba desesperada. Y el Maestro Simon estaba fuera de su liga.

Necesitaba a alguien menos intimidante.

Miró a su alrededor. Hmmm. No ese viejo de allá ni aquel gordo. Estudió en la otra dirección y vio a un rubio alto, tal vez en sus treinta años.

Más bien guapo. Estaba de pie con las manos detrás de su espalda, mirando una escena cercana.

Cuando miró a su alrededor, su mirada se reunió con la de Rona. Ella le sonrió. Tú. Sí, tú. Ven aquí, cariño.

Él parpadeó y se dirigió hacia ella.

– Hola. ¿Eres nueva aquí?

– Así es.

CAPÍTULO 02

Ahí estás . Simon se detuvo al ver a la mujer que había estado buscando.

Alguien más había capturado a su presa primero y asegurado sus brazos a las cadenas que colgaban de las bajas vigas suspendidas. El Dom, uno de los más jóvenes, le había quitado el vestido y enaguas, dejándola en un corsé, camisa sin mangas y bragas.

Qué hermosa imagen. Bonitas curvas suaves y piel pálida, ojos grandes y una barbilla obstinada.

Sin embargo, para alguien tan completamente restringido, la sumisa había tomado el control de la escena.

– Lamentable, -dijo Xavier, uniéndose a él. El propietario de Dark Haven llevaba una levita como la de Simon sobre un chaleco de cachemira plateado y azul. Muy apuesto, especialmente con su pelo negro trenzado casi hasta el culo.

Simon levantó una ceja a su amigo.

– ¿Conoces a la sub?

– No. Ella no ha estado aquí antes.

¿Entonces por qué le era tan familiar? Simon miró por un momento e hizo una mueca cuando Rona se rió del Dom. Es cierto que tenía una risa adorable, baja, pero el Dom había perdido totalmente el control de la escena. Por la infeliz expresión del joven, él no sabía cómo recuperarlo, si alguna vez lo había tenido. El término " sumiso " no significa necesariamente “pan comido”.

– Le dije a David que se enrede con una sub fácil, -dijo Xavier.

– ¿Es amigo tuyo?

– Tomó una de mis clases para dominantes. No es malo, sólo inexperto.

Xavier se dirigió hacia la escena, pero una camarera lo detuvo, parloteándole acerca de un problema. Él levantó una mano para detenerla, luego se volvió hacia Simon.

– Hazme un favor y rescata a David, ¿quieres? Me reuniré contigo en breve.

Simon escuchó a Rona ordenarle al Dom que busque algo en su bolsa y sonrió.

– Ella es una mandona.

Las cejas negras de Xavier se levantaron.

– Te gusta, ¿verdad? Tal vez no te deba un favor después de todo.

– No, mi amigo, yo te deberé uno. Sin embargo, dado que es nueva en el estilo de vida y en la comunidad, te agradecería una referencia. -Simon le dio una palmada en el hombro y se movió hacia donde él pudiera ser visto pero sin interferir si David optaba por ignorarlo. No es que hubiera alguna escena dinámica que destruir aquí.

David parecía confundido cuando vio a Simon, pero se acercó. La frustración había tensado sus músculos y mandíbula.

– Eres Simon, ¿no?

– Xavier me ha enviado en caso de que no quieras seguir. Conocí a la sub antes, y no me importaría trabajar con ella.

– Infierno, sí. Disfrútala. -El Dom frunció el ceño. -Xavier me advirtió acerca de no ir más allá de mi capacidad. Ahora entiendo lo que quería decir.

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