La mención de Clary pareció hacer que Jace se pusiera en tensión, lo que a su vez disparó los nervios de Luke; de todos modos, Jace jamás diría que Clary estaba bien si no lo estaba.
—Entonces ¿qué sucede?
Jace miró más allá de él, hacia las puertas del Salón.
—¿Qué tal va ahí dentro? ¿Algún progreso?
—En realidad, no —admitió Luke—. A pesar de lo poco que desean rendirse a Valentine, les gusta aún menos la idea de que haya subterráneos en el Consejo. Y sin la promesa de escaños en el Consejo, mi gente no peleará.
Los ojos de Jace centellearon.
—La Clave no aceptará esa propuesta.
—No tiene por qué encantarles. Sólo ha de gustarles más que la idea del suicidio.
—Intentarán ganar tiempo —le informó Jace—. Si yo fuera tú, les daría un plazo límite. La Clave funciona mejor de esta manera.
Luke no pudo evitar sonreír.
—Todos los subterráneos a los que puedo convocar se acercarán a la Puerta Norte al ponerse el sol. Si la Clave ha aceptado pelear junto a ellos, entrarán en la ciudad. Si no, darán media vuelta. No he podido posponerlo más; apenas nos da tiempo suficiente para llegar a Brocelind a medianoche.
Jace silbó.
—Resulta teatral. ¿Esperas que la visión de todos esos subterráneos inspire a la Clave, o que les asuste?
—Probablemente un poco de ambas cosas. Muchos de los miembros de la Clave están asociados a Institutos, como tú; están mucho más acostumbrados a ver subterráneos. Son los nativos de Idris los que me preocupan. La visión de subterráneos ante sus puertas puede provocarles pánico. Por otra parte, no puede perjudicarles que les recuerdes lo vulnerables que son.
Como si aquello hubiese sido una señal, la mirada de Jace se alzó rápidamente hacia las ruinas del Gard, una cicatriz negra en la ladera de la colina sobre la ciudad.
—No estoy seguro de que nadie necesite más recordatorios de eso. —Volvió la mirada hacia Luke, con sus limpios ojos muy serios—. Quiero decirte algo, y no quiero que salga de aquí.
Luke no pudo ocultar la sorpresa.
—¿Por qué decírmelo a mí? ¿Por qué no a los Lightwood?
—Porque eres tú quién está al mando aquí, en realidad. Lo sabes.
Luke vaciló. Algo en el rostro pálido y cansado de Jace provocaba la empatía con su propio cansancio… empatía y un deseo de demostrarle a aquel muchacho, que había sido traicionado y utilizado de un modo tan perverso por los adultos a lo largo de su vida, que no todos los adultos eran así, que había algunos en los que podía confiar.
—De acuerdo.
—Y —dijo Jace—porque confío en que tú sabrás cómo explicárselo a Clary.
—¿Explicarle a Clary qué?
—Por qué tengo que hacerlo. —Los ojos de Jace estaban muy abiertos bajo la luz del sol que salía; le hacía parecer años más joven—. Voy a salir tras Sebastian, Luke. Sé cómo encontrarle, y voy a seguirle hasta que me conduzca a Valentine.
Luke soltó una exclamación de sorpresa.
—¿Sabes cómo encontrarle?
—Magnus me enseñó cómo usar un hechizo de localización mientras me alojaba con él en Brooklyn. Intentábamos usar el anillo de mi padre para encontrarle. No funcionó, pero…
—Tú no eres un brujo. No deberías poder realidad un hechizo de localización.
—Se trata de runas. Como el modo en que la Inquisidora me vigiló cuando fui a ver a Valentine al barco. Tan sólo necesitaba algo de Sebastian.
—Pero ya nos ocupamos de eso con los Penhallow. No dejó nada tras él. La habitación estaba totalmente vacía y ordenada, probablemente justo por ese motivo.
—Encontré algo —dijo Jace—. Un hilo empapado en su sangre. No es mucho, pero es suficiente. Lo probé, y funcionó.
—No puedes salir corriendo tras Valentine tú solo, Jace. No te dejaré.
—No puedes detenerme. A menos que quieras pelear conmigo aquí mismo en la escalinata. Y no vencerás, tampoco. Lo sabes tan bien como yo. —Había una nota curiosa en la voz de Jace, una mezcla de certeza y odio hacia sí mismo.
—Mira, por muy decidido que estés a hacer el papel de héroe solitario…
—No soy un héroe —respondió Jace, y la voz sonó clara y sin inflexión, como si expusiera el más simple de los hechos.
—Piensa en los Lightwood, incluso aunque resultes ileso. Piensa en Clary…
—¿Crees que no he pensado en Clary? ¿Crees que no he pensado en mi familia? ¿Por qué crees que lo hago?
—¿Crees que no recuerdo lo que se siente cuando se tienen diecisiete años? —respondió Luke—. Pensar que tienes el poder de salvar el mundo… y no sólo el poder sino la responsabilidad…
—Mírame —dijo Jace—. Mírame y dime si soy un chico de diecisiete años corriente.
Luke suspiró.
—No hay nada de corriente en ti.
—Ahora dime que es imposible. Dime que lo que sugiero no puede hacerse. —Como Luke no dijo nada, Jace prosiguió—: Mira, tu plan es estupendo tal y como está. Trae a los subterráneos, combatid contra Valentine hasta las puertas mismas de Alacante. Es mejor que simplemente tumbarse y permitirle que pase sobre nosotros. Pero lo esperará. No le cogeréis por sorpresa. Yo… yo podría cogerle por sorpresa. Puede que no sepa que siguen a Sebastian. Es una posibilidad al menos, y tenemos que aprovechar todas las posibilidades que podamos conseguir.
—Tal vez tengas razón —indicó Luke—. Pero eso supone esperar demasiado de una sola persona. Incluso tratándose de ti.
—Pero ¿no te das cuenta…? Sólo puedo ser yo —dijo Jace a la vez que la desesperación se deslizaba a su voz—. Incluso aunque Valentine perciba que le estoy siguiendo, podría dejarme llegar lo bastante cerca…
—¿Lo bastante cerca para qué?
—Para matarle —dijo Jace—. ¿Qué otra cosa?
Luke contempló al muchacho. Deseó de algún modo poder conectar y ver a Jocelyn en su hijo, del modo en que la veía en Clary, pero Jace era únicamente, y siempre, él mismo… contenido, solitario y aparte.
—¿Serías capaz de hacerlo? —preguntó—. ¿Podrías matar a tu propio padre?
—Sí —respondió él, con una voz tan distante como un eco—. ¿Es ahora cuando me dices que no puedo matarle porque él es, al fin y al cabo, mi padre, y el parricidio es un crimen imperdonable?
—No; ahora viene cuando te digo que tienes que estar seguro de ser capaz de hacerlo —dijo Luke, y comprendió, ante su propia sorpresa, que alguna parte de él había aceptado ya que Jace iba a hacer exactamente lo que decía, y que él se lo permitiría—. No puedes hacer todo esto, cortar tus lazos aquí e ir tras Valentine por tu cuenta, para fracasar sin más en el último obstáculo.
—¡Ah! —replicó Jace—. Sí, soy capaz de hacerlo. —Apartó la mirada de Luke, dirigiéndola escalera abajo en dirección a la plaza, que hasta la mañana del día anterior había estado llena de cadáveres—. Mi padre me hizo lo que soy. Y le odio por eso. Puedo matarle. Él se aseguró de eso.
Luke sacudió la cabeza.
—Cualquiera que fuese la educación que recibiste, Jace, te opusiste a ella. No te corrompió…
—No —dijo Jace—. No fue necesario. —Echó una ojeada al cuelo, cubierto de listas azules y grises; los pájaros habían iniciado sus cánticos matinales en los árboles que bordeaban la plaza—. Será mejor que me vaya.
—¿Quieres que les diga algo a los Lightwood?
—No. No les digas nada. Si descubren que lo sabías y me dejaste marchar, te culparán de ello. He dejado notas —añadió—. Se lo imaginarán.
—Entonces por qué…
—¿Por qué te lo cuento? Porque quiero que tú lo sepas. Quiero que lo tengas en mente mientras preparas tus planes para la batalla. Que estoy ahí fuera, buscando a Valentine. Si le encuentro, te lo haré saber. —Le dedicó una fugaz sonrisa—. Piensa en mí como tu plan de refuerzo.
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