Alastair Reynolds
El arca de la redención
La nave muerta poseía una obscena belleza.
Skade la rodeó con una pseudoórbita helicoidal mientras los propulsores de su corbeta dibujaban un efímero tatuaje de llamaradas correctivas. El fondo de estrellas giraba detrás de la nave, y el sol del sistema quedaba eclipsado y volvía a asomar con cada revolución de la hélice. Skade había prestado atención al sol durante un tiempo excesivo y sintió una amenazadora presión en la garganta, comienzo de la cinetosis.
No era lo que necesitaba.
Irritada, visualizó su propio cerebro en tres dimensiones, con una compleja transparencia. Como si pelara una fruta, fue apartando las capas de neocórtex y córtex, echó a un lado los trozos de su propia mente que no le interesaban en aquel momento. El telar plateado de su red de implantes, topológicamente idéntico a su esquema sináptico natural, bullía de tráfico neuronal, paquetes de información que corrían raudos de neurona en neurona a un kilómetro por segundo, diez veces más rápidos que las torpes señales nerviosas biológicas. Realmente no podía percibir cómo se movían esas señales, puesto que eso hubiese requerido un ritmo de consciencia acelerado, lo que a su vez hubiese exigido un tráfico neuronal aún más rápido, pero aun así la abstracción le reveló qué partes de su cerebro mejorado estaban más activas.
Se concentró en una región específica de funciones cerebrales llamada el área postrema, una antigua maraña de circuitería neuronal que se encargaba de los conflictos entre la vista y el equilibrio. Su oído interno solo notaba la firme presión creada por la aceleración de la lanzadera, pero sus ojos veían una imagen que cambiaba cíclicamente, cuando el paisaje se retorcía por detrás de la nave. Esa antigua zona de su cerebro solo lograba reconciliar aquel conflicto suponiendo que Skade estaba sufriendo una alucinación y, en consecuencia, enviaba señales a otra región cerebral que había evolucionado para proteger el cuerpo de la ingesta de venenos.
Skade sabía que no tenía sentido culpar a su cerebro por hacerle sentir náuseas. La relación entre alucinación y veneno había funcionado muy bien durante millones de años, y había permitido a sus ancestros experimentar con una dieta más amplia de lo que hubiese sido posible en caso contrario. Pero carecía de sentido allí, en la fría y peligrosa frontera de otro sistema solar. Pensaba que lo lógico hubiese sido borrar tales rasgos y recablear diestramente la topología básica, pero eso era mucho más fácil de decir que de hacer. El cerebro era holográfico y confuso, lo mismo que un programa de ordenador demasiado complicado y sin posibilidad de simplificación. Así, Skade sabía que el «apagar» la parte de su cerebro que hacía que se sintiera mareada, afectaría casi con total seguridad a otras regiones de actividad cerebral que compartían parte de la misma circuitería neuronal. Pero podría soportarlo, ya había hecho cosas similares un millar de veces y rara vez había experimentado ningún efecto colateral cognitivo.
Hecho. La región culpable parpadeó en rosa y se cayó de la red. Las náuseas desaparecieron y Skade se sintió mucho mejor.
Pero la furia por el descuido que había cometido no remitió. Cuando era agente de campo y realizaba frecuentes incursiones en territorio enemigo, no habría dejado nunca para el último momento un ajuste neuronal tan simple. Se había vuelto descuidada y eso era imperdonable. En especial ahora que la nave había regresado, un suceso que podía revelarse tan esencial para el Nido Madre como cualquiera de las recientes campañas bélicas. Ya se sentía más perspicaz. La vieja Skade seguía allí, solo necesitaba que la afilaran y le quitaran el polvo de vez en cuando.
[Skade, tendrás cuidado, ¿verdad? Está claro que a esa nave le ha pasado algo muy peculiar].
La voz que oyó era serena y femenina, y estaba confinada por completo en su propio cráneo. Le respondió sin separar los labios:
Lo sé.
[¿Ya la has identificado? ¿Sabes cuál de las dos es, o era?].
Es la de Galiana.
Tras completar la vuelta alrededor de la nave, en su córtex visual tomó forma una imagen tridimensional de la misma, rodeada por un telar de cambiantes notas eidéticas según se extraía más información del casco.
[¿La de Galiana? ¿Nuestra Galiana? ¿Estás segura?].
Sí. Existían pequeñas diferencias de diseño entre las tres naves que partieron juntas, y aunque esta casi podría ser cualquiera de las dos que aún no han regresado, encaja con la suya.
La presencia tardó unos instantes en responder, como hacía en ocasiones.
[Esa era también nuestra conclusión. Pero está claro que le ha sucedido algo a esa nave desde que abandonó el Nido Madre, ¿no te parece?].
Un montón de cosas, si quieres mi opinión.
[Empecemos por la parte delantera y vayamos hacia atrás. Hay evidencias de daños, daños considerables: desgarros y boquetes, secciones enteras del casco que parecen haber sido arrancadas y desechadas como tejido enfermo. ¿Crees que se trata de la plaga?].
Skade sacudió la cabeza, recordando su reciente viaje a Ciudad Abismo.
He visto muy de cerca los efectos de la plaga de fusión. No parece que se trate de lo mismo en absoluto.
[Estamos de acuerdo, esto es algo distinto. Aun así, deberíamos aplicar las medidas preventivas de una cuarentena completa; puede que se trate de todos modos de un agente infeccioso. Concentra tu atención en la parte posterior, si no te importa].
La voz, que nunca se parecía a las otras que oía de los demás combinados, adoptó un irritante tono de docente, como si ya conociera las respuestas a las preguntas que planteaba.
[¿Qué deduces de las estructuras regulares incrustadas en el casco, Skade?].
Aquí y allá, de forma aleatoria, aparecían cúmulos de cubos negros, de diverso tamaño y orientación. Parecían haberse incrustado en el casco como si este estuviera hecho de arcilla húmeda, y así sus caras quedaban medio ocultas por los restos de material del armazón. De esas acumulaciones brotaban colas curvadas formadas por cubos más pequeños, que se arqueaban como elegantes arcos fractales.
Yo diría que esos eran los que trataban de unirse a alguna otra cosa. Está claro que no fueron lo bastante rápidos como para llegar todos.
[Coincidimos con esa opinión. Sean lo que sean, sin duda hay que tratarlos con el máximo cuidado, aunque es muy posible que ya estén inactivos. Quizá Galiana fue capaz de impedir que siguieran esparciéndose. Su nave ha podido llegar hasta aquí, aunque sea con el piloto automático. ¿Estás segura de que no hay nadie vivo a bordo, Skade?].
No, y no lo estaré hasta que abramos la nave en canal. Pero no parece prometedor: no hay movimiento en el interior ni puntos calientes detectables. El casco está demasiado frío como para que sigan operativos los procesos de soporte vital, a no ser que lleven a bordo un motor crioaritmético.
Skade dudó. Ejecutó algunas simulaciones más en su cabeza como procesos secundarios.
[¿Skade…?].
Podríamos tener un pequeño número de supervivientes, lo admito, pero no es posible que el grueso de la tripulación sea otra cosa que cadáveres congelados. Quizá podamos recuperar algunos recuerdos, pero incluso eso es probablemente demasiado optimista.
[En realidad solo nos interesa un cadáver, Skade].
Ni siquiera sabemos si Galiana está a bordo. E incluso si lo está…, incluso si dirigimos todos nuestros esfuerzos a devolverla a la vida… puede que no lo logremos.
[Lo comprendemos. Son tiempos difíciles, al fin y al cabo. Y aunque sería maravilloso conseguirlo, fracasar sería peor que no haberlo intentado en ningún momento. Al menos, para el Nido Madre].
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