Alastair Reynolds - El arca de la redención

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El arca de la redención: краткое содержание, описание и аннотация

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Estamos a comienzos del siglo XXVII. Hace cincuenta años, el hombre puso en marcha un antiguo sistema alienígena que detectaba el nacimiento de formas de vida inteligentes. Los inhibidores llevan mucho tiempo esperando, pero ahora se preparan para volver…
Mientras tanto, una fuerza desconocida ha sembrado el terror en el Sanctasanctórum de los combinados. A medida que la naturaleza de la nueva amenaza se vuelve más clara, Clavain, uno de sus guerreros, empieza a plantearse que es hora de volver al combate. En Resurgam se ha descubierto un cargamento de armas devastadoras que podrían ser utilizadas para el bien de la Humanidad, pero alguien ya ha logrado hacerse con su control…

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Ninguno de los bandos había podido reclamar la victoria para sí. Se había destruido una nave combinada y se habían provocado daños en las otras dos, pero Clavain lo consideró un fracaso casi tan grande como si no hubieran infligido daño alguno. Dos enemigos eran casi tan peligrosos como tres.

Y, sin embargo, el resultado podría haber sido mucho peor. La Nostalgia por el Infinito había sufrido algunos daños, pero no suficientes para evitar que llegara a otro sistema solar. Ninguno de los ocupantes había sufrido heridas y no se había eliminado ninguno de los sistemas críticos.

—Pero aún no podemos respirar tranquilos —le dijo Felka.

Clavain le dio la espalda a la imagen de Skade.

—¿No?

—¿Las dos naves que sobrevivieron? Están dando la vuelta. Lentas, pero seguras, están volviendo: hacen un barrido para perseguirnos.

Clavain dejó escapar una carcajada.

—Pero les llevará años luz realizar ese giro.

—No se lo llevaría si tuvieran tecnología de supresión de la inercia. Pero la maquinaria debió de dañarse durante el enfrentamiento. Lo que no significa que no puedan volver a repararla, no obstante. —La mujer miró a Skade, pero la imagen no reaccionó. Era como si se hubiera convertido en una estatua colocada al borde del agua, un elemento decorativo un poco macabro del claro.

—Si pueden, lo harán —dijo Clavain.

Felka estuvo de acuerdo.

—El Triunvirato ha hecho simulaciones. Según ciertos supuestos, siempre podemos dejar atrás las naves perseguidoras, al menos en nuestro marco de referencia, durante el tiempo que desees especificar. Lo único que tenemos que hacer es ir acercándonos poco a poco a la velocidad de la luz. Pero, a mi modo de ver, la solución no es esa.

—Al mío tampoco.

—Además, resulta que no es práctica. Necesitamos parar para hacer reparaciones, y más pronto que tarde. Por eso te hemos despertado, Clavain.

Clavain volvió a los tocones de los árboles. Se sentó en el suyo con cierto esfuerzo y un crujido de las articulaciones de la rodilla.

—Si hay que tomar una decisión, debe de haber algunas alternativas sobre la mesa. ¿Es ese el caso?

—Sí.

El anciano esperó con paciencia mientras escuchaba el siseo uniforme y tranquilizador de la cascada.

—¿Y bien?

Felka habló con un tono bajo y reverente.

—Estamos muy lejos, Clavain. Hemos dejado el sistema de Resurgam atrás, a nueve años luz, y no hay otra colonia habitada en quince años luz en ninguna dirección. Pero hay un sistema solar justo delante de nosotros. Dos estrellas frías. Es un binario amplio, pero una de las estrellas ha formado planetas en unas órbitas estables. Son planetas maduros, de al menos tres mil millones de años. Hay un mundo en la zona habitable que tiene un par de lunas pequeñas. Hay indicaciones de que tiene una atmósfera de oxígeno y montones de agua. Incluso hay bandas clorofílicas en la atmósfera.

Clavain preguntó:

—¿Terraformación humana?

—No. No hay señal de que ninguna presencia humana se haya establecido alrededor de estas estrellas. Lo que deja solo una posibilidad, creo.

—Los malabaristas de formas.

Era evidente que Felka se alegraba de que no tuviera que decirse con todas las letras.

—Siempre supimos que nos tropezaríamos con más mundos malabaristas, a medida que nos adentráramos en la galaxia. No debería sorprendernos encontrar ahora uno.

—¿Ahí delante, sin más?

—No es justo delante, pero se acerca bastante. Podemos frenar un poco y alcanzarlo. Si se parece en algo a los otros mundos malabaristas, quizá incluso haya tierra firme; suficiente para acoger unos cuantos colonos.

—¿Cuántos son unos cuantos?

Felka sonrió.

—No lo sabremos hasta que lleguemos allí, ¿no te parece?

Clavain tomó una decisión (en realidad era poco más que una bendición de la alternativa obvia) y luego volvió a dormirse. Había pocos médicos entre su tripulación, y casi ninguno de ellos había recibido una preparación formal más allá de unas cuantas descargas apresuradas de memoria. Pero Clavain se fió de ellos cuando dijeron que no se podía esperar que sobreviviese a más de uno o dos ciclos más de congelación y descongelación.

—Pero soy un anciano —les dijo él—. Si mantengo el calor, es probable que tampoco sobreviva así.

—Tendrá que decidirlo usted —le dijeron sin mucho ánimo de ayudar.

Se estaba haciendo viejo, eso era todo. Sus genes estaban anticuados y aunque se había sometido a varios programas de rejuvenecimiento después de dejar Marte, lo único que habían hecho había sido reajustar un reloj que luego se había puesto a correr otra vez. En el Nido Madre podrían haberle proporcionado otro medio siglo de juventud virtual si lo hubiera deseado…, pero él nunca había aceptado ese último rejuvenecimiento. Nunca había recuperado la voluntad de hacerlo después del extraño regreso de Galiana, y de su medio muerte más extraña todavía.

Ni siquiera sabía si se arrepentía ahora de ello. Si hubieran sido capaces de llegar cojeando a algún mundo colonial bien equipado, un sitio en el que no hubiera causado estragos todavía la plaga de fusión, quizá hubiera habido esperanza para él. ¿Pero habría importado mucho? Galiana se había ido, eso no había cambiado y él seguía siendo un viejo por dentro, seguía viendo el mundo a través de unos ojos que estaban amarillos y cansados tras cuatrocientos años de guerra. Había hecho lo que había podido y la carga emocional había tenido un coste terrible. No creía tener la energía para hacerlo una vez más. Ya era suficiente con saber que no había fracasado del todo esta vez.

Así que se sometió a la arqueta de sueño frigorífico por última vez.

Justo antes de sumirse en el sueño, autorizó una transmisión de haz estrecho destinada al moribundo sistema de Resurgam. El mensaje era un pad de un solo uso codificado para la Luz del Zodíaco . Si la otra nave no había quedado destruida por completo, había una posibilidad de que interceptara y decodificara la señal. Jamás la verían las otras naves combinadas, e incluso si las fuerzas de Skade habían conseguido de algún modo sembrar de receptores el espacio de Resurgam, no podrían descifrar la codificación.

El mensaje era muy sencillo. Les decía a Remontoire, Khouri, Thorn y los demás que los habían acompañado que iban a frenar y detenerse en el sistema de los malabaristas de formas; esperarían allí durante veinte años. Era tiempo suficiente para permitir que la Luz del Zodíaco se reuniera con ellos; también era tiempo suficiente para establecer una colonia autosuficiente de unas cuantas decenas de miles de personas, un seguro contra cualquier catástrofe futura que pudiera acaecerle a la nave.

Tras saber esto, tras tener la sensación de que de manera pequeña, pero significativa, había puesto sus asuntos en orden, Clavain se quedó dormido.

Se despertó y se encontró con que la Nostalgia por el Infinito se había hecho cambios sin consultar con nadie. Y nadie sabía por qué.

Los cambios no eran en absoluto aparentes desde dentro; fue solo desde fuera, vistos desde una lanzadera de inspección, cuando se pusieron de manifiesto. Las alteraciones habían ocurrido durante la fase de reducción, a medida que la gran nave deceleraba para meterse en el nuevo sistema. Con la reducidísima velocidad del desgaste de la tierra, la parte posterior del casco cónico de la nave, en circunstancias normales un cono invertido por derecho propio pero más pequeño, se había aplanado, como la base de un trozo de queso. No había sido posible ejercer ningún control sobre esta transformación y, de hecho, buena parte de ella ya había tenido lugar antes de que nadie la notara. Había bodegas de la gran nave que solo las visitaban los seres humanos una o dos veces por siglo, y buena parte de la zona posterior del casco caía en esa categoría. La maquinaria que acechaba allí había sido desmantelada en secreto y trasladada a una parte superior del casco, a otros espacios que tampoco se utilizaban. Ilia Volyova quizá lo hubiera notado antes que cualquiera, no había muchas cosas que se le escaparan a Ilia Volyova, pero ahora se había ido y la nave tenía inquilinos nuevos que no estaban tan dedicados ni familiarizados todavía con su territorio.

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