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C. Cherryh: La estación Downbelow

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C. Cherryh La estación Downbelow

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Cuando se desencadenó la crisis del sistema, ellos eran ya solamente el resto de una Flota, y luchaban contra un poder que llegaba a todas partes, que poseía una inextinguible cantera de vidas, de suministros, de mundos. Después de tan larga lucha, eran lo último que quedaba del poder de la Compañía Tierra. La capitana Mallory había sido testigo de cómo se llegaba a aquella situación. Había volado para mantener juntas a la Tierra y a la Unión, el pasado de la humanidad y su futuro. Y era una gran ironía que la Unión se hubiese convertido en el soporte de la postura pro-espacio en aquella guerra, y que la Compañía luchara en contra. Era una ironía que ellos, los que creyeron en el Más Allá, terminaran oponiéndose a aquello en que se había convertido, exponiéndose a morir por la Compañía que les había abandonado. Hubo un tiempo en que los sueños de las viejas naves de exploración la indujeron a meterse en aquello, un sueño largamente contrastado con las realidades de la Compañía. Y llegó un momento en que tuvo que admitir que era imposible ganar. La Flota se enfrentó sola a la situación, sin mercantes ni estaciones de soporte, sola, como había estado desde hacía mucho tiempo.

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Todo ello desembocó súbitamente en una organización entre los rebeldes del más recóndito Más Allá. Empezó como una coalición de Fargone y sus minas, pasó a Cyteen, hizo recuento de fuerzas en Paradise y Wyatt y fue en busca de otras estrellas y de las naves mercantes que las abastecían. Corrieron rumores… Se habló de grandes aumentos de población que habían tenido lugar durante años sin que se informara de ello, utilizando la tecnología utilizada en otro tiempo por la Compañía cuando había necesidad de hombres, de vidas humanas para llenar la vasta y oscura nada, para trabajar y construir. Cyteen lo había hecho. Esta organización, esta Unión, como se llamaba a sí misma, creció y se multiplicó geométricamente, utilizando instalaciones que ya estaban en funcionamiento y laboratorios de gestación. La Unión se expandió. En una veintena de años había aumentado enormemente el territorio y densidad de población, y ofrecía una ideología única y rígida de crecimiento y colonización, una dirección centrada en lo que había sido una rebelión espontánea. Silenció a los disidentes, movilizó, organizó y atosigó a. la Compañía.

Finalmente, espoleada por la opinión pública, que exigía resultados con respecto a la situación en deterioro, la Compañía Tierra en la estación Sol dejó de pagar impuestos y dedicó los fondos a construir una gran flota, formada exclusivamente por naves diseñadas para el salto interestelar, máquinas de destrucción que tenían nombres como Europe y América.

También la Unión construyó naves de guerra especializadas, cambiando de estilo con el cambio de tecnología. Capitanes rebeldes que habían luchado durante largos años por sus propias razones, fueron acusados de incompetencia a la menor ocasión. Las naves se pusieron en manos de comandantes que tenían la ideología correcta y se mostraban implacables.

Los éxitos de la Compañía se hicieron más difíciles. La gran flota tenía un inmenso territorio que cubrir, y el enemigo la superaba en número. En estas condiciones, no llevó la guerra a su fin ni en uno ni en cinco años. Y la Tierra se sentía cada vez más vejada por lo que había llegado a ser un conflicto inglorio y exasperante. «Basta de enviar naves», se gritaba ahora en las corporaciones financieras. «Que vuelvan nuestras naves y que esos bastardos se mueran de hambre.»

Naturalmente, la que pasó hambre fue la flota de la Compañía, y no la Unión, pero la Tierra parecía incapaz de comprender que ya no se trataba de unas frágiles colonias rebeladas, sino de una potencia en formación, bien aprovisionada y armada. Las mismas políticas miopes, la misma competencia entre los aislacionistas y la Compañía que habían alienado a las colonias en un primer momento, se intensificaron más y más a medida que el comercio disminuía. No perdieron la guerra en el Más Allá, sino en las cámaras del senado y las salas de juntas en la Tierra y la estación Sol. Las actividades mineras dentro del propio sistema de la Tierra eran provechosas, pero no las misiones exploratorias en todas direcciones.

No importaba que hubieran dado el salto y que ahora las estrellas estuvieran cerca. Sus mentes se dirigían a los viejos problemas, a sus propios problemas y políticas. La Tierra prohibió la emigración al ver que se marchaban sus mejores cerebros. Se hundió en el caos económico, y la sangría de los recursos naturales terrestres que nutrían a las estaciones fue un fácil foco de descontento. Empezó a pedirse el fin de la guerra, la paz se convirtió de repente en la buena política. La flota de la Compañía, privada de fondos en una guerra con un frente demasiado amplio, obtenía suministros dónde y cómo podía.

Al final quedaban quince cargueros de la otrora orgullosa flota de cincuenta, reparados en las estaciones todavía abiertas a ellos. La llamaban la Flota de Mazian, siguiendo la tradición del Más Allá, donde al principio las naves eran tan escasas que los enemigos se conocían entre sí por su nombre y su reputación… un reconocimiento que ahora era más difícil, pero aún así se conocían algunos nombres. Conrad Mazian, de Europe, era un nombre que la Unión conocía para su pesar. Otros nombres bien notorios eran los de Tom Edger, de Australia, Mika Kreshov, de Atlantic y Signy Mallory, de Norway… y los de los restantes capitanes de la Compañía, y hasta los de las naves auxiliares. Todavía servían a la Tierra y a la Compañía, pero cada vez con menos amor a ambas. Ninguno de su generación había nacido en la Tierra. Recibían pocos repuestos, y ninguno de la Tierra ni de las estaciones de su territorio, pues las estaciones tenían un cuidado obsesivo por su neutralidad en la guerra. Los mercaderes eran su fuente de personal especializado y de tropas, la mayoría de ellos a su pesar.

El Más Allá había empezado con las estrellas más próximas a la Tierra, y ahora se iniciaba en Pell, pues las estaciones más antiguas se cerraron a causa del declive comercial con la Tierra y el fin del estilo mercantil anterior a la tecnología del salto. Las Estrellas Posteriores habían sido casi olvidadas y no las visitaban.

Había otros mundos más allá de Pell y Cyteen, y ahora la Unión los poseía a todos, mundos reales de las estrellas más lejanas a las que podía llegarse mediante el salto, en los que la Unión usaba los laboratorios de gestación para expandir las poblaciones, dotándolas de obreros y soldados. La Unión quería todo el Más Allá para dirigir el futuro curso del hombre. Y la Unión poseyó, en efecto, el Más Allá… excepto el delgado arco de estaciones que la flota de Mazian conservaba aún para la Tierra y la Compañía sin que se lo agradecieran, pero sin que vieran otra alternativa a su defensa. A sus espaldas sólo estaba Pell… y las estaciones de las Estrellas Posteriores. Más remota todavía, aislada, estaba la Tierra, encerrada en la contemplación de sí misma y en sus complejas y fragmentadas políticas.

Ya no había un comercio importante con la estación Sol. En aquella absurda guerra los comerciantes libres trabajaban tanto para la Unión como para las estrellas de la Compañía, cruzaban las líneas de batalla a su antojo, aunque la Unión procuraba impedir aquel tráfico mediante sutiles hostigamientos, tratando de cortar los suministros a la Compañía.

La Unión se expandió y la flota de la Compañía se sostuvo aunque carecía de un mundo propio. Pell la alimentaba y la Tierra la ignoraba. En la Unión las estaciones no se construían ya según la antigua escala. Ahora eran bases inmensas para la exploración de mundos, con sondas que buscaban más estrellas. Vivían en ellas generaciones que jamás habían visto la Tierra, humanos para quienes Europe y Atlantic eran criaturas de metal y terror, generaciones cuyo modo de vida se cifraba en las estrellas, el infinito, el crecimiento ilimitado y para las que el tiempo parecía eterno. La tierra no las comprendía.

Pero tampoco las comprendían las estaciones que permanecieron con la Compañía o los mercaderes libres que proseguían en sus naves aquel extraño comercio entre mundos enemigos.

II

Aproximación a Pell: 5/2/52

El convoy encendió las luces de aproximación. Primero, el transporte Norway, y, luego, los diez cargueros seguidos de las cuatro naves de reconocimiento que había soltado el Norway, y conforme se acercaban a la estrella Pell, fueron desplegándose en formación defensiva.

Era un buen refugio; un lugar seguro al que nunca había llegado la guerra, aunque no estuviese lejos. Los mundos del Más Allá eran los preponderantes. Algo de lo que empezaban a tomar conciencia a ambos lados del frente.

En el puente de la nave ECS 5, el transporte Norway, había gran actividad, con los cuatro paneles de mando auxiliares controlando las naves de reconocimiento, la gran sala del mando operativo, la de comunicaciones, y la de control de la propia nave. La Norway estaba en constante conexión con los diez cargueros y los partes que iban de uno a otro lado eran siempre escuetos, ceñidos exclusivamente a las operaciones de las naves. La Norway tenía demasiado trabajo para ocuparse de las miserias humanas.

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