– Habrá ocasiones en las que te tropezarás con un demonio y no dispondrás de armas de combate -estaba diciéndole Jace mientras paseaban por debajo de una hilera de árboles cargados de hojas cuyos colores pasaban por toda la gama de verdes hasta alcanzar un resplandeciente tono dorado-. Si eso te sucede, que no cunda el pánico. Tienes que recordar que el arma eres tú. En teoría, cuando hayas terminado tu formación, deberías ser capaz de abrir un boquete en una pared de una patada y de noquear a un alce con un simple puñetazo.
– Jamás le daría un puñetazo a un alce -dijo Clary-. Están en peligro de extinción.
Jace esbozó una leve sonrisa y se volvió para mirarla. Habían llegado al claro de la arboleda, una pequeña área despejada rodeada de árboles. En los troncos de los árboles había runas talladas, lo que lo señalaba como lugar de los cazadores de sombras.
– Existe un antiguo estilo de lucha que se conoce como Muay Thai -dijo Jace-. ¿Has oído hablar de él?
Clary negó con la cabeza. El sol brillaba con fuerza y casi tenía calor con el pantalón de chándal y la sudadera. Jace se quitó la chaqueta y se volvió hacia ella, flexionando sus esbeltas manos de pianista. Con la luz otoñal, sus ojos adquirían un color oro intenso. Marcas de velocidad, agilidad y fuerza se emparraban por sus brazos, desde las muñecas hasta sus prominentes bíceps, para desaparecer bajo las mangas de la camiseta. Clary se preguntó por qué se habría tomado la molestia de marcarse de aquella manera, como si ella fuera un enemigo al que tener en cuenta.
– He oído el rumor de que el nuevo instructor que llegará la semana que viene es maestro de Muay Thai -dijo él-. Y de sambo, lethwei, tomoi, krav maga, jujitsu y otra cosa cuyo nombre francamente no recuerdo pero que va de matar a la gente con palos pequeños o algo por el estilo. Lo que quiero decir es que él o ella no estará acostumbrado a trabajar con alguien de tu edad y con tan poca experiencia, de modo que pienso que si te enseño algunos puntos básicos, se mostrará más generoso contigo. -Le puso las manos en las caderas-. Y ahora, ponte de cara a mí.
Clary hizo lo que le pedía. Situados el uno frente al otro, la cabeza de ella le llegaba a la barbilla de él. Dejó descansar las manos en los bíceps de Jace.
– El Muay Thai se conoce como «el arte de los ocho miembros». Y ello es debido a que como elementos de ataque no sólo utilizas los puños y los pies, sino también las rodillas y los codos. Primero se trata de inmovilizar a tu oponente y después, de golpearlo con todos y cada uno de tus elementos de ataque hasta tumbarlo.
– ¿Y eso funciona con los demonios? -preguntó Clary, levantando las cejas.
– Con los menores sí. -Jace se acercó a ella-. Y muy bien. Extiende ahora el brazo y agárrame por la nuca.
Hacer lo que acababa de ordenarle era imposible si no se ponía de puntillas. No por primera vez, Clary maldijo para sus adentros el hecho de ser tan bajita.
– Ahora levanta la otra mano y repite el movimiento, de tal modo que tus manos se entrelacen por detrás de mi cuello.
Lo hizo. La nuca de Jace estaba caliente por efecto del sol y su suave cabello le hacía cosquillas en los dedos. Con el cuerpo del uno pegado al otro, Clary sentía el anillo que llevaba colgado de una cadena al cuello presionando entre ellos como un guijarro prisionero entre dos manos.
– En un combate de verdad, tendrías que moverte mucho más rápido -dijo Jace. A menos que fuesen imaginaciones de Clary, diría que su voz había sonado algo insegura-. Tenerme cogido así te sirve para hacer palanca. Ahora utilizarás esa palanca para tirar hacia adelante y darles inercia a los golpes que des hacia arriba con la rodilla…
– Caramba, caramba -dijo una voz fría y con un tono que daba a entender que se lo estaba pasando en grande-. ¿Sólo seis semanas y ya andáis peleándoos? Con qué rapidez se esfuma el amor entre los mortales.
Clary soltó a Jace y dio media vuelta, aunque ya sabía quién era. La reina de la corte seelie apareció bajo la sombra de dos árboles. De no haber sabido Clary que estaba allí, se preguntó si la habría detectado, aun incluso con la Visión. La reina iba vestida con un traje largo, verde como la hierba, y su cabello, que le caía por encima de los hombros, era del color de una hoja seca. Era tan bella y tan temible como una estación moribunda. Clary nunca había confiado en ella.
– ¿Qué hacéis aquí? -Fue Jace quien habló, entrecerrando los ojos-. Este lugar pertenece a los cazadores de sombras.
– Y yo tengo noticias de interés para los cazadores de sombras. -Cuando la reina dio un elegante paso al frente, los rayos de sol se filtraron entre los árboles e iluminaron la diadema de frutos del bosque dorados que llevaba en la cabeza. Clary se preguntaba a veces si la reina planificaba con tiempo sus dramáticas apariciones y, en caso de hacerlo, cómo lo haría-. Se ha producido otra muerte.
– ¿Qué tipo de muerte?
– Otro de los vuestros. Un nefilim muerto. -La verdad fue que la reina lo anunció con cierto deleite-. Han encontrado el cuerpo bajo el Oak Bridge al amanecer. Como sabéis, el parque es dominio mío. Un asesinato humano no es de mi incumbencia, pero no parece una muerte de origen mundano. Han llevado el cadáver a la corte para que lo examinen mis forenses. Y han dictaminado que el mortal fallecido es uno de los vuestros.
Clary miró en seguida a Jace, recordando la noticia sobre la muerte de otro cazador de sombras que habían recibido hacía tan sólo dos días. Adivinó que Jace estaba pensando lo mismo que ella; se había quedado pálido.
– ¿Dónde está el cuerpo? -preguntó.
– ¿Te preocupa mi hospitalidad? Está esperando en mi corte, y os garantizo que le proporcionaremos todo el respeto que le ofreceríamos a un cazador de sombras vivo. Ahora que uno de los míos tiene un lugar en el Consejo al lado de los vuestros, no podéis dudar ya de nuestra buena fe.
– Como siempre, la buena fe y milady van de la mano. -El sarcasmo de la voz de Jace era evidente, pero la reina se limitó a sonreír. Le gustaba Jace, Clary siempre lo había pensado, de ese modo con el que a las hadas les gustaban las cosas bonitas por el simple hecho de ser bonitas. Por otro lado, ella sabía que no era del agrado de la reina, y el sentimiento era mutuo-. ¿Y por qué nos dais el mensaje a nosotros y no a Maryse? La costumbre obliga a…
– Oh, las costumbres. -La reina renegó de las costumbres con un gesto-. Vosotros estabais aquí. Me ha parecido más oportuno.
Jace volvió a mirarla entrecerrando los ojos y abrió su teléfono móvil. Con un gesto le indicó a Clary que se quedara donde estaba y se alejó un poco de allí. Clary le oyó que decía «¿Maryse?» cuando le respondieron al teléfono, pero luego su voz quedó amortiguada por los gritos de los terrenos de juego colindantes.
Con una sensación de pavor frío, volvió a mirar a la reina. No había visto a la Dama de la corte de seelie desde su última noche en Idris, y en aquella ocasión no podía decirse que Clary se hubiese mostrado precisamente educada con ella. Dudaba que la reina hubiese olvidado aquello o la hubiese perdonado por ello. «¿De verdad rechazarías un favor de la reina de la corte de seelie?»
– Me han dicho que Meliorn ha conseguido un escaño en el Consejo -dijo Clary-. Debéis de estar satisfecha.
– Lo estoy. -La reina la miró, divertida-. Me siento cumplidamente encantada.
– Entonces -dijo Clary-, ¿nada de rencores?
La sonrisa de la reina se volvió gélida en las comisuras de su boca, como la escarcha que cubría la orilla del estanque.
– Supongo que te refieres a mi oferta, que tan groseramente rechazaste -dijo-. Como bien sabes, mi objetivo se cumplió de todos modos; la que salió perdiendo, y me imagino que la mayoría estaría de acuerdo conmigo, fuiste tú.
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