Terry Goodkind - La Sangre de la Virtud. El Caminante de los Sueños

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— No me digas que tienes problemas con un Caminante de los Sueños, Ulicia. Bueno, yo duermo tan plácidamente como un bebé.

Por lo general Richard se daba cuenta de cuándo alguien tocaba su han; lo sentía o lo leía en sus ojos. El aire que rodeaba a aquellas mujeres casi crepitaba. Tras aquellos cinco pares de ojos había suficiente poder reprimido como para fundir una montaña. Pero, por lo visto, no bastaba. Un Caminante de los Sueños debía de ser un temible rival.

— De acuerdo, Ulicia, vayamos al grano. Yo quiero a Kahlan y vosotras queréis algo. ¿El qué?

Ulicia se toqueteó el aro del labio al tiempo que desviaba la vista.

— Debemos llegar a un acuerdo antes de que nos durmamos. Acabo de comunicar a mis hermanas lo que se me ha ocurrido. No hemos podido dar con Nicci para incluirla. Si nos quedamos dormidas antes de resolver esto y alguna de nosotras sueña con esta conversación…

— ¿Resolver? Yo quiero a Kahlan. ¿Qué queréis vosotras?

Ulicia carraspeó antes de responder:

— Queremos jurarte lealtad.

Richard se quedó de piedra. No daba crédito a lo que acababa de oír.

— Pero sois Hermanas de las Tinieblas. Me conocéis, y deseáis mi muerte. ¿Cómo podéis romper vuestro juramento al Custodio?

Ulicia clavó en él su acerada mirada.

— Yo no he dicho que queramos hacer eso. He dicho que queremos jurarte lealtad en esto, en el mundo de los vivos. En la situación en la que nos encontramos, yo no veo que sea incompatible.

— ¿Que no es incompatible? ¡Estás loca!

— ¿Acaso quieres morir? —le preguntó Ulicia con una inquietante mirada—. ¿Quieres que Kahlan muera?

Richard hizo un esfuerzo por serenarse.

— No.

— En ese caso calla y escucha. Nosotras tenemos algo que tú quieres; y tú tienes algo que nosotras queremos. No obstante, tanto tú como nosotras exigimos condiciones. Por ejemplo, tú quieres recuperar a Kahlan sana y salva. ¿Me equivoco?

La mirada de Richard fue digna de una Hermana de las Tinieblas.

— En absoluto. Pero ¿qué te hace creer que haré un pacto contigo? Intentaste matar a la prelada Annalina.

— No sólo lo intenté sino que lo conseguí.

Richard cerró los ojos y soltó un angustiado gruñido.

— Acabas de admitir que asesinaste a la Prelada. ¿Cómo esperas que confíe en ti para…?

— Se me está acabando la paciencia, jovencito, y a tu prometida no le queda mucho tiempo. Si no te la llevas antes de que llegue Jagang, no volverás a verla nunca más, te lo aseguro. No tienes tiempo para buscarla.

Richard tragó saliva.

— De acuerdo. Habla.

— Tú cerraste de nuevo la puerta que había abierto el Custodio en este mundo y frustraste nuestros planes. Al hacerlo, disminuiste el poder del Custodio en el mundo de los vivos y restableciste el equilibrio entre él y el Creador. Jagang ha aprovechado ese equilibrio para tratar de adueñarse del mundo.

»También se ha adueñado de nosotras. Puede hacer con nosotras lo que desee. Somos sus prisioneras estemos donde estemos. Ya nos ha demostrado lo desagradable que puede ser cuando quiere. Sólo existe un modo de escapar de él.

— Te refieres al vínculo.

— Exacto. Ahora, mientras hagamos lo que Jagang nos ordena, no se enfada con nosotras y no nos castiga. Por… desagradable que sea, seguimos vivas. Nosotras deseamos vivir.

»Si te juramos lealtad, podremos romper el lazo con el que Jagang nos mantiene prisioneras y escapar.

— Quieres decir que queréis matarlo.

Ulicia negó con la cabeza.

— No queremos volver a ver su cara nunca más. Nos da igual lo que haga, sólo deseamos vernos libres de él.

»Te seré sincera. Cuando seamos libres continuaremos trabajando para conseguir que nuestro amo, el Custodio, prevalezca. Si tenemos éxito, nos recompensará. No sé si es posible, pero ése es un riesgo que tendrás que correr.

— ¿Cómo que «tendré» que correr? Si os vinculáis a mí, tendréis que luchar por mis objetivos, que son combatir al Custodio y a la Orden Imperial.

Ulicia esbozó una aviesa sonrisa.

— No, jovencito, no. Lo he pensado muy despacio. Ésta es mi oferta: nosotras te juramos lealtad, tú nos preguntas dónde está Kahlan y nosotras te lo decimos. A cambio, no podrás pedirnos nada más y nos permitirás marcharnos al instante. Tú no nos verás más y nosotras no te veremos más.

— Pero si lucháis para liberar al Custodio, eso va contra mí y rompe el vínculo. ¡No funcionará!

— Lo estás viendo a través de tus ojos. Si tu vínculo proporciona protección es porque la persona que lo invoca está convencida de que con sus actos no está rompiendo la lealtad que te debe.

»Tú deseas conquistar el mundo. Crees que es por el bien de la gente de todo el mundo. ¿Acaso todos aquellos que has tratado de ganarte han creído en ti y te han apoyado? ¿O acaso algunos han considerado un abuso tus benevolentes ofertas y han huido porque te temen?

Richard recordó a las familias que habían abandonado Aydindril.

— Supongo que entiendo lo que quieres decir, pero…

— Nosotras no vemos la lealtad a través de tu filtro moral, sino en función de nuestros propios principios. Para nosotras, Hermanas de las Tinieblas, mientras no hagamos nada directamente en tu contra no estaremos violando el juramento de lealtad. Si no vamos en tu contra, te estamos ayudando.

— Tú deseas liberar al Custodio. Eso va en mi contra directamente.

— Es cuestión del cristal con que se mire, Richard. Nosotras anhelamos poder, como tú, da igual las moralinas en las que pretendes envolver tu ambición.

»Nuestros esfuerzos no van dirigidos contra ti. Si resulta que tenemos éxito y el Custodio prevalece, todos se someterán, incluido Jagang, por lo que no importa si casualmente perdemos la protección del vínculo. Tal vez a ti te parezca inmoral, pero a nosotras no, y por ello el vínculo funcionará para nosotras.

»Y quién sabe. Es posible que, por algún milagro, ganes la guerra contra la Orden y mates a Jagang. En ese caso ya no necesitaremos el vínculo. Tendremos paciencia suficiente para ver en qué acaba todo. Eso sí, te aconsejo que no cometas la estupidez de regresar a Aydindril. Jagang la está recuperando, y no hay nada que tú puedas hacer para impedirlo.

Richard seguía receloso.

— Pero… si accedo os dejaría libres para seguir trabajando para la causa del mal.

— El mal según lo que tú entiendes. La verdad es que nos darás la oportunidad de intentarlo, pero eso no significa que lo consigamos. No obstante, eso os daría a ti y a Kahlan la oportunidad de tratar de detener a la Orden Imperial y tratar asimismo de frustrar nuestros planes de nuevo. Ya lo conseguiste en el pasado.

»Es decir, ambos conseguiremos algo muy importante: nosotras, la libertad; y tú, Kahlan. Creo que es un trato justo.

Richard consideró en silencio aquella demencial oferta. Estaba tan desesperado que no descartaba aceptarla.

— Suponiendo que me juráis lealtad, me decís dónde está Kahlan y luego huís, ¿qué prueba tendré de que realmente me habéis dicho la verdad sobre su paradero?

Ulicia ladeó la cabeza con una astuta sonrisa.

— Es muy sencillo. Nosotras juramos y tú preguntas. Si mentimos a una pregunta directa tuya, el vínculo se romperá y volveremos a caer en las garras de Jagang.

»Por esa razón la condición es que solamente podrás hacernos una pregunta: dónde está Kahlan. Si preguntas más o nos traicionas, te mataremos. No estaremos peor de lo que estamos ahora. Tú mueres, y Jagang consigue a Kahlan para hacer con ella lo que le plazca. Y te advierto que tiene gustos perversos. Pregúntale si no a Merissa —añadió, mirando a la joven Hermana situada a su lado.

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