Tristezas de Bay City
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Muneco Kincaid estaba arrinconado en el asiento y la colilla roja del cigarrillo brillaba intermitentemente delante de su cara menuda y desdibujada. La casa de los Austrian estaba a oscuras salvo por la pequena luz situada sobre el reborde en el que se encontraba la puerta principal. Era una casa de estuco, con muro en el jardin delantero, puertas de hierro y el garaje adosado al muro. Una senda de cemento iba desde la puerta lateral del garaje hasta la de servicio de la casa. En el muro, junto a las puertas, estaba atornillada una placa de bronce y supe que decia: Leland M. Austrian, medico.
– Muy bien -dije-.?Que pasa con el caso Austrian?
– No pasa nada -respondio Kincaid lentamente-. Pero usted esta a punto de meterme en un lio. -?Por que lo dice?
– A traves del microfono alguien debio de oirle mencionar las senas de los Austrian. Por eso el jefe Anders entro a verlo.
– Puede que De Spain dedujera que soy detective, lo digo por mi aspecto. Tal vez se chivo.
– No, De Spain detesta al jefe. Joder, hasta hace una semana era teniente de detectives.
Anders no quiere que nos metamos con el caso Austrian. No nos permitiria escribir sobre el tema.
– Buena prensa teneis en Bay City.
– Tenemos buen clima… y la prensa no es mas que un hato de chivatos.
– De acuerdo -acepte-. Su cunado es detective de la brigada de homicidios de la oficina del sheriff. Salvo uno, todos los periodicos de Los Angeles estan a favor del sheriff. Es la ciudad en la que vive y, como tantos otros, tiene trapos sucios que podrian salir a la luz. Por eso esta asustado,?no?
Muneco Kincaid arrojo la colilla por la ventanilla. La vi trazar un delgado arco rojo y yacer rosada sobre la acera estrecha. Me eche hacia adelante y puse el motor en marcha.
– Le pido disculpas -anadi-. No volvere a molestarlo.
Me lie con las marchas y el coche se deslizo un par de metros hasta que Kincaid se estiro y puso el freno de mano.
– No soy un miedica -puntualizo secamente-.?Que quiere saber?
Apague el motor y me recoste en el asiento con las manos sobre el volante.
– En primer lugar,?por que le quitaron la licencia a Matson? Es mi cliente.
– Ah… Matson. Se dice que intento sacarle dinero al doctor Austrian. No solo le quitaron la licencia, tambien lo expulsaron de la ciudad. Una noche, un par de tios armados lo metieron en un coche, le dieron una paliza y le dijeron que se largase o se atuviera a las consecuencias.
Lo denuncio en la central y las risas se oyeron en varias manzanas. No creo que fueran polis. -?Conoce a alguien llamado Gran Menton?
Muneco Kincaid penso.
– No. El chofer del alcalde, un sujeto llamado Moss Lorenz, tiene una mandibula en la que se puede poner un piano, pero nunca oi que lo llamaran Gran Menton. En otros tiempos trabajo para Vance Conried.?Oyo hablar de Conried?
– De eso estoy al corriente. Si Conried queria deshacerse de alguien que lo molestaba, sobre todo de alguien que le habia creado problemas en Bay City, Lorenz seria el tipo ideal Chandler, Raymond Tristezas de Bay City – 15 – porque el alcalde tendria que encubrirlo… al menos hasta cierto punto. -?Deshacerse de quien? -pregunto Muneco Kincaid con tono subitamente ronco y tenso.
– A Matson no solo lo expulsaron de la ciudad -explique-. Lo siguieron hasta un bloque de apartamentos de Los Angeles y un individuo apodado Gran Menton le hizo el viaje. Sin duda Matson seguia trabajando en lo que estaba haciendo antes de que lo echaran. -?Caray! -susurro Muneco Kincaid-. No tenia idea.
– La policia de Los Angeles tampoco, al menos hasta que yo me fui.?Conocio personalmente a Matson?
– Muy poco. -?Diria que era un tipo honrado?
– Bueno, tan honrado como…, si, supongo que era buena persona. Caramba,?ha dicho que le hicieron el viaje? -?Diria que era tan honrado como suele serlo un detective privado? -insisti.
Rio a causa de la tension, el nerviosismo y la sorpresa, no por diversion.
Un coche viro al cabo de la calle, se detuvo junto al bordillo y los faros se apagaron. Nadie se apeo. -?Que me dice del doctor Austrian? -pregunte-.?Donde estaba cuando asesinaron a su esposa?
Muneco Kincaid pego un brinco.
– Caramba,?quien dice que la asesinaron?
– Creo que Matson intentaba decirlo, pero hacia mas esfuerzos por intentar que le pagaran por no decirlo que por expresarlo. Sea como fuere, eso le granjeo enemigos y al final se lo cargaron con un trozo de tubo de plomo. Segun mi corazonada, es obra de Conried porque no le gusta que alguien lo obligue a pagar, salvo si se trata de un trabajo limpio. Por otro lado, para el club de Conried es mejor que el doctor Austrian asesine a su esposa en lugar de que ella se suicide en virtud de que perdio hasta las bragas en las mesas de ruleta de Conried.
Puede que no sea lo mejor del mundo para el club, pero no es tan negativo. Por eso no entiendo que Conried liquidara a Matson por hablar de asesinato. Deduzco que tambien saco a colacion otro asunto. -?Tantas conjeturas le permiten llegar a alguna conclusion? -pregunto amablemente Muneco Kincaid.
– No. Es algo que hago por la noche, mientras me pongo crema en la cara. Hablemos del tio del laboratorio, el que tomo la muestra de sangre.?Quien es?
Kincaid encendio otro cigarrillo y miro hacia el coche que habia parado delante de la casa de la esquina. Ahora los faros estaban encendidos y avanzaba lentamente.
– Un tal Greb -dijo el joven-. Tiene un pequeno despacho en el Colegio de Medicos y Cirujanos y trabaja para ellos.
– No es oficial,?verdad?
– No, pero aqui no hay analistas de laboratorio. Ademas, los empresarios de las funerarias hacen turnos semanales para hacer de forenses. El jefe lo lleva como le da la gana. -?Y por que le interesa controlar esto?
– Puede que porque quiza recibe ordenes del alcalde, que a su vez recibe indirectas de los jugadores para los que trabaja Vance Conried o de este en persona. Quiza Conried no quiere que sus patrones se enteren de que estuvo involucrado en un caso de asesinato, lo que podria desprestigiar al club.
– Exacto -confirme-. Ese tio que esta calle abajo no sabe donde vive.
El coche seguia avanzando lentamente, pegado al bordillo. Pese a que los faros estaban apagados, no dejaba de moverse.
– Mientras sigo vivito y coleando mas vale que sepa que la enfermera de la consulta del doctor Austrian es la esposa de Matson -anadio Muneco Kincaid-. Es una pelirroja devoradora de hombres que, aunque no es bonita, tiene curvas muy peligrosas.
– Personalmente, las prefiero rellenitas -reconoci-. Bajese del coche, metase en el asiento Chandler, Raymond Tristezas de Bay City – 16 – trasero, tiendase en el suelo y hagalo deprisa.
– Pero si… -?Haga lo que le digo! -ordene-.?Muevase!
La portezuela de la derecha se abrio y el hombrecillo escapo como una bocanada de humo.
La portezuela se cerro. Oi que se abria la trasera, eche un vistazo hacia atras y vi una forma oscura agazapada en el suelo del coche. Me deslice hacia la derecha, abri la portezuela y sali a la acera estrecha que discurria por el borde del acantilado.
El otro coche estaba muy cerca. Los faros se encendieron y yo me agache. Las luces se movieron para iluminar mi coche, se enderezaron, el coche se detuvo enfrente y lentamente quedo a oscuras. Era un pequeno cupe negro. Durante un minuto no paso nada, luego se abrio la portezuela izquierda y se apeo un hombre fornido que echo a andar hacia mi lado de la calle empedrada. Saque el arma de la sobaquera, la encaje en el cinturon y me abroche el ultimo boton de la chaqueta. Rodee la parte trasera de mi coche para ir al encuentro del hombre fornido.
Freno en seco al verme. Las manos le colgaban vacias a los lados del cuerpo. Llevaba un cigarro en la boca.
– Policia -dijo concisamente. Levanto lentamente la mano derecha hacia la cadera-. Hace una noche bonita,?no le parece?
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