Tristezas de Bay City
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Seguia inclinado y con las grandes piernas separadas cuando me presente por detras. Es posible que a ultimo momento me oyese, pero daba igual. Yo habia pasado el arma a mi mano izquierda y con la derecha esgrimia una pequena porra de bolsillo. Le di un porrazo en la cabeza, justo detras de la oreja derecha, y lo golpee como si me encantara.
Pat Reel cayo sobre el cadaver espatarrado que arrastraba y su cabeza quedo entre las piernas del difunto. El sombrero rodo suavemente hacia un lado. No se movio. Le pase por encima en direccion a la puerta y sali.
Chandler, Raymond Tristezas de Bay City – 12 -
EL CABALLERO DE LA PRENSA
En Western Avenue di con una cabina y telefonee a la oficina del sheriff. Violets M’Gee seguia alli y estaba a punto de irse a su casa. -?Como se llama tu cunado, el que trabaja para el periodicucho de Bay City? -pregunte.
– Kincaid. Lo llaman Muneco Kincaid. Es un buen muchacho. -?Donde puede estar a esta hora?
– Suele estar en el ayuntamiento. Creo que hace la ronda de la policia.?Para que lo quieres?
– He visto a Matson -respondi-.?Sabes donde se hospeda?
– No. Solo me telefoneo.?Que tal te ha caido?
– Hare lo que pueda por el.?Estaras esta noche en tu casa?
– No veo por que no.?Por que me lo preguntas?
No respondi. Subi al coche y puse rumbo a Bay City. Llegue alrededor de las nueve. El departamento de policia ocupaba seis estancias del ayuntamiento, que pertenecia a una zona de mala muerte. Pase delante de un corro de lameculos y franquee una puerta abierta en direccion al sitio donde habia luz y un mostrador. En el angulo vi un tablero de intercambio de articulos entre periodicos y detras a un individuo de uniforme.
Apoye un brazo en el mostrador y un tio vestido de paisano, sin chaqueta y con una sobaquera que tenia el tamano de una pata de palo aparto un ojo del periodico, me pregunto que queria y acerto en la escupidera sin girar la cabeza mas de tres centimetros.
– Busco a Muneco Kincaid.
– Ha salido a cenar. Yo lo reemplazo -respondio con voz firme y ecuanime.
– Gracias.?Hay aqui sala de prensa?
– Si. Tambien tenemos lavabo,?quiere verlo?
– Vayamos despacio -propuse-. No pretendo pasarme de listo en su ciudad. Volvio a darle a la escupidera.
– La sala de prensa esta pasillo abajo, pero no hay nadie. Muneco no tardara mucho, a menos que se haya ahogado en una gaseosa.
Un joven de huesos pequenos, rostro delicado, piel sonrosada y expresion de inocencia entro en la sala, con un bocadillo de hamburguesa a medio comer en la mano izquierda. Su sombrero, igual al de un periodista de pelicula, estaba encajado en la coronilla de su cabeza pequena y rubia. Llevaba desabrochado el boton del cuello de la camisa y la corbata girada hacia un lado. Las puntas le colgaban sobre la chaqueta. La unica pega era que le faltaba estar borracho para representar a un periodista cinematografico. Pregunto con desenfado:
– Chicos,?hay alguna novedad? El fornido hombre de paisano, de pelo negro, volvio a darle a su escupidera personal y replico:
– Me han dicho que el alcalde se cambio los calzoncillos, pero no es mas que un rumor -el joven menudo sonrio mecanicamente y se dio la vuelta. El poli anadio-: Muneco, este tio quiere verte.
Kincaid trago un bocado de hamburguesa y me miro ilusionado.
– Soy amigo de Violets -dije-.?Donde podemos hablar?
– Vayamos a la sala de prensa.
El poli de pelo negro me observo mientras saliamos. Puso cara de que tenia ganas de incordiar y de que yo era un buen candidato.
Caminamos por el pasillo hacia el fondo y entramos en una habitacion que contenia una mesa larga, vacia y muy aranada, tres o cuatro sillas de madera y un monton de periodicos en Chandler, Raymond Tristezas de Bay City – 13 – el suelo. En un extremo de la mesa habia dos telefonos y en el centro exacto de cada pared una foto cochambrosa y enmarcada de Washington, Lincoln, Horace Greeley y la cuarta no la reconoci. Kincaid cerro la puerta, se sento en una punta de la mesa, apoyo una pierna sobre el tablero y acabo el bocadillo.
– Soy John Dalmas, detective privado de Los Angeles -le explique-.?Que tal si damos un paseo hasta el setecientos treinta y seis de Altair Street y me dice lo que sabe del caso Austrian? Quiza sea mejor que telefonee a M’Gee y le pida que nos presente -le entregue mi tarjeta.
El joven sonrosado quito rapidamente la pierna de la mesa, se guardo la tarjeta en el bolsillo sin mirarla y me hablo al oido:
– Calle.
Se acerco despacio a la foto enmarcada de Horace Greeley, la aparto de la pared y apreto un cuadrado de pintura. Este cedio…, pues era tela pintada. Kincaid me miro y enarco las cejas, Asenti con la cabeza. Dejo la foto en su sitio y regreso a mi lado.
– Hay un microfono -dijo en voz baja-. No se quien escucha ni cuando, ni siquiera si el maldito aparato funciona o no.
– A Horace Greeley le habria encantado -opine.
– Seguro. Esta noche todo esta muy tranquilo. Supongo que puedo salir. De todos modos Al de Spain me cubrira. -Hablo con tono normal. -?El poli de pelo negro?
– El mismo. -?Por que esta tan enfadado?
– Porque lo han degradado a policia de patrulla interino. Esta noche ni siquiera trabaja. Se limita a estar aqui y es tan violento que haria falta todo el departamento de policia para echarlo.
Mire hacia el microfono y frunci el ceno.
– No se preocupe -dijo Kincaid-. Tengo que darles algo para que piensen.
Se acerco a un sucio lavabo del rincon, se lavo las manos con jabon y se las seco con el panuelo. Estaba guardandolo cuando se abrio la puerta. Un hombre pequeno, maduro y canoso se detuvo en el umbral y nos miro inexpresivamente.
– Buenas noches, jefe,?que puedo hacer por usted? -pregunto Muneco Kincaid.
El jefe me observo en silencio y sin entusiasmo. Tenia los ojos color verde mar, la boca apretada y firme, nariz de huron y un malsano color de piel. No tenia pinta de policia. Asintio ligeramente con la cabeza y pregunto: -?Quien es su amigo?
– Es amigo de mi cunado.. Es detective privado en Los Angeles. Veamos… -desesperado, Kincaid busco mi tarjeta, que habia guardado en el bolsillo. Ni siquiera se acordaba de mi nombre. -?Como ha dicho? -pregunto el jefe bruscamente-.?Es detective privado??Que asunto lo trae por aqui?
– Yo no he dicho que este aqui por un asunto concreto -dije.
– Me alegro -replico-. Me alegro mucho. Buenas noches.
Abrio la puerta, salio deprisa y dio un portazo.
– Es el jefe Anders, un tio maravilloso -afirmo Kincaid a gritos-. No se puede pedir nada mejor.
El joven me miro con cara de conejo asustado.
– En Bay City nunca han tenido nada mejor -respondi con el mismo vigor.
Por mi cabeza se cruzo la idea de que Kincaid se iba a desmayar, pero no paso nada.
Salimos por la puerta principal del ayuntamiento, subimos a mi coche y nos fuimos.
Estacione en Altair Street, frente a la residencia del doctor Leland Austrian. No habia viento y bajo la luna se percibia una ligera bruma. Un ligero y agradable olor a agua salobre y a algas subia por el acantilado desde la playa. Pequenas luces de posicion iluminaban el Chandler, Raymond Tristezas de Bay City – 14 – puerto deportivo y las lineas tremulas de los tres muelles. Mar adentro, un gran barco pesquero tenia luces colgadas de los mastiles y de los topes de los palos las hileras luminosas bajaban hasta la proa y la popa. Probablemente en cubierta se dedicaban a otras cosas que no eran la pesca.
En esa manzana, Altair Street era un callejon sin salida, quedaba interrumpida por una elevada y decorativa verja de hierro que rodeaba una enorme mansion. Las casas solo se alzaban en la acera que daba a tierra, en solares de veinticinco o treinta metros, bastante distanciados entre si. Del lado del mar habia una acera estrecha y un muro bajo, mas alla del cual el acantilado caia casi a pico.
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