David Brin - Navegante Solar

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En la repisa de la chimenea estaba grabado un antiguo lema:

«El pueblo, unido, jamás será vencido.»

Fagin trinó una cálida bienvenida. Jacob hizo una reverencia y ejecutó un saludo largo y formal, sólo por complacer al kantén. Fagin le había visitado con regularidad en el hospital. Al principio resultó difícil: los dos estaban convencidos de hallarse en deuda con el otro. Por fin, acordaron no estar de acuerdo.

Cuando el equipo de rescate del TAASF abordó la Nave Solar mientras volaba en su órbita hiperbólica asistida por láser, se sorprendieron por el estado congelado de la tripulación humana. No supieron qué hacer con el cuerpo aplastado del pring, en la zona invertida. Pero lo que más les sorprendió fue Fagin, colgando boca abajo por aquellas agudas zarpas de sus raíces mientras el láser todavía expulsaba su potencia. El frío no había estropeado una cuarta parte de sus células, como había sucedido con los humanos, y parecía haber salido ileso de la cabalgada a través de la fotosfera.

A su pesar, Fagin del Instituto del Progreso, el perpetuo observador y manipulador, se había convertido en un personaje singular. Probablemente era el único sofonte vivo que podía describir cómo era volar, colgando boca abajo, a través del denso fuego opaco de la fotosfera. Ahora tenía una historia propia que contar.

Debió de ser doloroso para el kantén. Nadie creyó una palabra de su relato hasta que se estudiaron las cintas de Helene.

Jacob saludó a Pierre LaRoque. El hombre había recuperado gran parte de su color desde su último encuentro, por no mencionar su apetito. Había devorado los entremeses de Christien. Todavía confinado en su silla, sonrió y asintió silenciosamente a Jacob y Helene. Jacob sospechó que la boca de LaRoque estaba demasiado llena para hablar.

El último invitado era un hombre alto de rostro afilado, pelo rubio y ojos celestes. Se levantó del sofá y extendió la mano.

—Han Nielsen, a su servicio, señor Demwa. Sólo en base a los noticiarios me siento orgulloso de conocerle. Naturalmente, Registros Secretos sabe todo lo que sabe el gobierno, así que estoy impresionado por partida doble. Asumo sin embargo que nos ha llamado para tratar de un asunto que no debe conocer el gobierno.

Jacob y Helene se sentaron frente a él, de espaldas al ventanal que asomaba al océano.

—Así es, señor Nielsen. De hecho, hay un par de cuestiones. Nos gustaría pedir un sello y la adjudicación del Consejo Terrágeno.

Nielsen frunció el ceño.

—Sin duda se dará cuenta de que el Consejo apenas es un recién nacido en este punto. ¡Los delegados de las colonias ni siquiera han llegado! A los bu... servidores civiles de la Confederación —(¿había estado a punto de pronunciar la palabra obscena «burócrata»?)—, ni siquiera les gusta la idea de tener un Registro Secreto supralegal para hacer hincapié en la honestidad por encima de la ley secular. El Terrágeno es aún menos popular.

—¿Aunque se haya demostrado que es la única forma de tratar con la crisis a la que nos hemos enfrentado desde el Contacto? —preguntó Helene.

—Incluso así. Los federales han reconocido el hecho de que con el tiempo hará falta una jurisdicción para tratar asuntos interestelares e interespecies, pero no les gusta y van muy despacio.

—Pero ése es el tema —dijo Jacob—. La crisis era ya mala antes de la debacle de Mercurio, tanto que obligó a la creación del Consejo. Pero todavía era manejable. El Proyecto Navegante Solar probablemente ha cambiado eso.

Nielsen parecía sombrío.

—Lo sé.

—¿De veras? —Jacob apoyó las manos en sus rodillas y se inclinó hacia adelante—. Ha visto el informe de Fagin sobre la probable reacción de los pila a los pecadillos descubiertos de Bubbacub en Mercurio. ¡Y ese informe fue escrito antes de que todo el asunto relativo a Culla saliera a la luz!

—Y la Confederación lo sabe todo. —Nielsen hizo una mueca—. Las acciones de Culla, su extraña apología, toda la cápsula.

—Bueno —suspiró Jacob—, después de todo, son el gobierno. Ellos hacen la política exterior. Además, Helene no tenía forma de saber que sobreviviríamos. Lo grabó todo.

—Nunca se me ocurrió —dijo Helene—, hasta que Fagin explicó que sería mejor si los federales no descubrían nunca la verdad, o que el Consejo Terrágeno estaría más capacitado para encargarse de este lío.

—Mejor equipado tal vez, ¿pero qué espera que hagamos nosotros, o el Consejo? Pasarán años antes de que consiga aceptación y legitimidad. ¿Por qué arriesgarse interviniendo en esta situación?

Por un momento, nadie dijo nada. Entonces Nielsen se encogió de hombros.

Sacó de su maletín un pequeño cubo de grabación, que activó y colocó en el centro de la habitación, en el suelo.

—Esta conversación queda sellada por el Registro de Secretos. ¿Por qué no empieza, doctora deSilva?

Helene fue marcando los puntos con los dedos.

—Uno, sabemos que Bubbacub cometió un crimen a los ojos del Instituto de la Biblioteca y de su propia raza al falsificar el informe de la Biblioteca, y al perpetrar un engaño en Navegante Solar, a saber: dijo que había entablado comunicación con los solarianos y que había usado su «reliquia lethani» para protegernos de su ira.

»Creemos conocer los motivos de Bubbacub para hacer lo que hizo. Estaba avergonzado por el fracaso de la Biblioteca para dar referencias de los Espectros Solares. También quería demostrar la inferioridad de la «raza expósita», restregándoselo por las narices.

»Según la Tradición Galáctica, esta situación se resolvería si los pila y la Biblioteca sobornan a la Tierra para que mantenga la boca cerrada. La Confederación podría escoger su recompensa con pocas limitaciones, aunque la raza humana tendría que soportar en el futuro la enemistad de los pila porque su orgullo ha sido herido.

»Podrían aumentar sus esfuerzos para retirar el estatus de sofontes-provisionales a nuestros pupilos, los chimpancés y delfines. Se ha hablado de colocar a la humanidad bajo una especie de estatus de pupilo «adoptivo», para «guiarnos a través de esta difícil transición». ¿He resumido bien la situación hasta ahora?

Jacob asintió.

—Sí. Pero te has olvidado de mi estupidez. ¡En Mercurio acusé a Bubbacub públicamente! Esa pequeña demora de dos años que firmamos nunca fue tomada en serio, y los federales han esperado demasiado para hacer un secuestro de emergencia en este caso. Probablemente la mitad de la galaxia conoce ya la historia.

»Eso significa que hemos perdido la pequeña balanza que podríamos haber tenido con los pila. No escatimarán esfuerzos para que nos «adopten», y usarán «reparaciones» por el crimen de Bubbacub como una excusa para obligarnos a aceptar todo tipo de ayudas que no queremos.

Hizo un gesto a Helene para que continuara.

—Punto número dos: ahora sabemos que quien estaba detras de este fiasco era Culla. Al parecer, Culla nunca pretendió que la humanidad descubriera el pecadillo de Bubbacub. Tenía su propio plan en marcha.

»Al entablar amistad con Jeffrey, consiguió que el chimpancé intentará «liberarle», enfureciendo así a Bubbacub. La muerte de Jeffrey dejó al Navegante Solar en un estado de confusión tal que Bubbacub se sintió animado a pensar que cualquier cosa que hiciera sería creída. Es probable que el aparente deterioro mental de Dwayne Kepler fuera parte de esta campaña, inducida por la técnica de «mirada psicótica» de Culla.

»Lo más importante de su plan fue la falsificación de los Espectros antropomórficos. Esa parte fue ejecutada magníficamente. Engañó a todo el mundo. Con talentos como ésos, no es extraño que los pring piensen que pueden conseguir su independencia de los pila. Son una de las razas más engañosas y potentes que he conocido.

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