David Brin - Navegante Solar
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— ¡Ya era hora de que convocaras una imagen mía haciendo algo más que caerme! ¿Crees que es gracioso hacer eso una y otra vez? ¿Por qué no me has convocado haciendo algo de los buenos tiempos?
¡Advirtió de repente que era cierto! Durante dos años sólo había recordado a Tania en su último instante, sin pensar en el tiempo que habían pasado juntos.
—Bueno, admito que te ha hecho bien —asintió—. Por fin pareces libre de esa maldita arrogancia. Pero piensa en mí de vez en cuando, por el amor de Dios. ¡Odio que me ignoren!
—Sí, Tania. Te recordaré. Lo prometo.
— ¡Y presta atención a la estrella! ¡Deja de pensar que te lo imaginas todo!
La imagen empezó a desvanecerse.
—Tienes razón, Jake, querido. Ella me gusta. Que tengas un buen...
Jacob abrió los ojos. La fotosfera latía encima. El punto le miraba. Las células granuladas bombeaban lentamente como corazones divertidos.
¿Has hecho tú eso?, preguntó, en silencio.
La respuesta atravesó su cuerpo y salió por el otro lado. Neutrinos para curar la neurosis. Un tratamiento muy original.
Desde abajo llegó un sonido corto. Antes de que se diera cuenta, Jacob ya se había movido, deslizándose hacia el sonido, a la derecha, en silencio y sin desperdiciar un solo movimiento. Se asomó para contemplar la cabeza de Culla ta-Pring ab-Pil-ab-Kisa-ab-Soro-ab-Hul-ab-Puber.
El alienígena se encontraba a la izquierda de Jacob, con la mano aún en la placa de acceso al ordenador, abierta. Aunque el humo lo reducía casi a la nada, todavía hubo resplandor cuando el rayo láser-P alcanzó el punto.
A la izquierda se produjo un rumor. A la derecha, el sonido de pies, corriendo, LaRoque rodeando la cúpula.
Unas cuantas ramas de punta plateada asomaron en la curva de la cúpula. Culla se agachó, y uno de los brillantes receptores de luz de Fagin se convirtió en humo. El kantén dejó escapar un agudo quejido y se retiró. Culla giró rápidamente.
Jacob sacó el espray de espuma-piel del bolsillo. Apuntó y apretó la boquilla. Un pequeño chorro de líquido brotó en arco hacia los ojos de Culla. Justo antes de que golpeara, Fierre LaRoque apareció, corriendo, con la cabeza gacha, mientras cargaba contra Culla a través del humo.
Culla dio un salto hacia atrás. El chorro pasó ante sus ojos. En ese momento una chispa brillante destelló en su cuerpo.
Con un zumbido, todo el chorro ardió en llamas. Culla tropezó y cayó hacia atrás, con las manos delante de la cara. LaRoque se abrió paso entre las ascuas y chocó contra el abdomen del pring.
Culla estuvo a punto de desplomarse en medio del denso humo. Su respiración silbó mientras agarraba a LaRoque por el cuello, primero para no perder el equilibrio y luego para aplastarle la laringe. LaRoque se debatió salvajemente, pero había perdido su impulso. Fue como intentar escapar de un par de boas constrictoras. Su cara se puso roja y empezó a jadear. Jacob se preparó para saltar. El humo era tan denso que apenas podía contener la tos. Desesperado, reprimió el impulso. Si Culla le veía antes de que pudiera saltar, no se molestaría en matar a LaRoque con sus manos. Acabaría con ambos de una mirada.
Sus músculos se comprimieron como duros muelles y se lanzó desde la cúpula.
El vuelo estuvo lleno de tensión. Su propia versión subjetiva de la tempo-compresión hizo que el tránsito pareciera lento y placentero. Era un truco de los viejos tiempos, y ahora lo usó de nuevo, automáticamente.
Cuando había cubierto un tercio de la distancia, vio que la cabeza de Culla empezaba a volverse. Resultaba difícil decir exactamente qué le estaba haciendo en este momento a LaRoque. Una densa columna de humo lo oscurecía todo, salvo los brillantes ojos rojos de Culla y dos destellos de blanco bajo ellos. Los ojos se acercaron. Era una carrera para ver quién llegaba primero a un punto determinado del espacio, justo por encima y a la derecha de la cabeza del alienígena. Jacob se preguntó en qué ángulos podría disparar Culla un rayo estrecho.
El suspense le estaba matando. Era casi satírico. Jacob decidió acelerar las cosas y ver qué sucedía.
Hubo un destello, luego un castañeteo de dientes, un golpe aturdidor cuando su hombro chocó contra el lado de la cabeza de Culla. Se encogió y logró agarrar con fuerza la parte delantera de la túnica del alienígena mientras la inercia los derribaba sobre la cubierta.
Humano y alienígena lucharon por recobrar la respiración entre ataques de tos mientras rodaban en un amasijo de brazos y piernas. De algún modo, Jacob logró colocarse detrás de su oponente y se agarró con fuerza al delgado cuello mientras Culla se debatía, intentando volver la cabeza para alcanzarle con las mandíbulas o quemarle con sus ojos láser.
Las poderosas manos tentaculares tantearon su espalda, buscando un asidero. Jacob hizo a un lado la cabeza y se esforzó por rodear a Culla con las piernas en una presa de tijera. Después de rodar por casi la mitad de la cubierta, lo consiguió, y fue recompensado por un dolor lacerante en el muslo derecho.
—Más —tosió—. Dispara, Culla ¡Úsalo!
Dos rayos más alcanzaron sus piernas, enviando pequeños tsunamis de agonía hasta su cerebro. Apartó el dolor y aguantó, rezando para que Culla enviara más.
Pero Culla dejó de malgastar sus disparos y empezó a rodar con más rapidez, ahogando a Jacob cada vez que golpeaba la cubierta. Los dos tosían. Cada vez que respiraba en medio del denso humo, Culla parecía media docena de pelotas sacudidas dentro de una botella.
¡No había forma de ahogar al diablo! Cuando no se agarraba por su vida, Jacob intentaba agarrar la garganta de Culla para estrangularle. ¡Pero no parecía haber ningún punto vulnerable! Era injusto. Jacob quiso maldecir su mala suerte, pero no podía malgastar el aliento. Sus pulmones apenas podían aguantar más que para toser un poco cada vez que el pring rodaba y se colocaba encima.
Su visión quedó empañada por las lágrimas, y los ojos le escocieron. ¡De repente advirtió que había perdido las gafas! O bien Culla las había quemado en el primer instante en que se lanzó contra él, o se las había arrancado durante la lucha.
¿Dónde demonios está LaRoque?
Sus brazos se estremecieron por el esfuerzo y sintió dolor en el abdomen y la ingle por los golpes constantes mientras recorrían la cubierta. La tos de Culla parecía más patética y forzada, y la suya adquirió un tinte ominoso. Pudo sentir los primeros pasos de la asfixia y el temor de que la pelea no terminara nunca. Entonces llegaron junto a una de las humeantes antorchas de espuma-piel.
La tea ardió con una súbita liberación de calor mientras él gritaba. El dolor fue demasiado repentino e inesperado para poder ignorarlo. Su tensa tenaza alrededor del cuello de Culla se aflojó durante un instante de agonía y el alienígena se liberó. Culla echó a rodar mientras Jacob intentaba agarrarle de nuevo.
Falló. Culla se alejó y luego se volvió rápidamente hacia él. Jacob cerró los ojos y se cubrió el rostro con la mano izquierda, esperando una descarga láser.
Intentó ponerse en pie, pero le pasaba algo en los pulmones. No funcionaban bien. Su respiración era entrecortada y sintió que todo se balanceaba mientras trataba de ponerse de rodillas. Su espalda parecía una hamburguesa chamuscada.
No muy lejos, a unos dos metros como mucho, se produjo un sonoro chasquido. Luego otro. Y otro, más cercano.
Jacob dejó caer el brazo. Ya no tenía fuerzas para mantenerlo en alto. No tenía sentido mantener los ojos cerrados. Los abrió para ver a Culla, arrodillado a un metro de distancia. Sólo los ojos rojos y los brillantes dientes blancos destacaban a través del denso humo.
—Cu... Culla... —jadeó. Sibilantes, sus palabras parecieron engranajes descompuestos—. Ríndete ahora, es tu última oportunidad. Te... te lo advierto...
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