Vernor Vinge - Al final del arco iris

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Al final del arco iris: краткое содержание, описание и аннотация

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Robert Gu es un famoso poeta afectado de Alzheimer durante años y al que la medicina del futuro cercano logra recuperar y rejuvenecer. Así, debe enfrentarse a un mundo parecido pero insidiosamente distinto del que recordaba.

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El chico se alegró.

—Pero quizás eche una miradita, ¿no?

A decir verdad era un acto muy importante para Fairmont, pero no por buenas razones. La prensa popular había acumulado un montón de elucubraciones sobre los acontecimientos de la UCSD, y las mentiras de los Amigos de la Intimidad rodeaban y hundían esas elucubraciones en interminables conspiraciones. Los rumores contaminaban todo ya todos los relacionados con esa noche. Robert había consultado los archivos públicos… primero para intentar descubrir qué le había pasado a él esa noche, en el sótano de la UCSD, y luego para ver qué pensaba la gente que había sucedido. Robert y el conciliábulo formaban parte de la mayoría de las teorías, a menudo como los héroes picarescos que Bob le había comentado. Pero había otras teorías. Robert nunca había oído hablar de Timothy Huynh; sin embargo, algunos periodistas afirmaban que Huynh y Robert habían planeado todo lo sucedido en el disturbio y en el subsuelo.

Robert se había convertido en un experto en el arte de bloquear el correo de periodistas, pero la fama iba menguando; los índices tenían una vida media de unos cinco días. Fuera como fuese, pasaba mucho tiempo en Fairmont, y el instituto prohibía los visibles más molestos.

Esa noche, durante las presentaciones, la prohibición estaba vigente. Las gradas estaban atestadas de visitantes con entrada: familias de los estudiantes y sus invitados, incluidas presencias virtuales. La mayoría de la gente no sentía interés por Robert Gu. Pero, si uno consultaba las estadísticas de red, había muchísima gente observando de modo invisible.

El programa formativo no era la joya de Fairmont. La mayoría de los chicos no dominaban las aplicaciones más modernas y avanzadas (y la mayoría de los estudiantes recauchutados eran todavía menos competentes). Por otra parte, Chumlig había afirmado en un momento de debilidad que los padres preferían las demostraciones formativas, sobre todo porque para ellos tenían más sentido que las cosas que hacían los otros chicos.

Los equipos eran de dos o tres, pero se les permitía emplear soluciones tomadas de todo el mundo. La noche de las presentaciones no empezaba hasta después de la puesta de sol, por lo que combinar las superposiciones con la realidad era relativamente fácil. Chumlig no habría ofrecido semejante muleta a los estudiantes normales. Las presentaciones normales duraban dos días… y no empezarían hasta una semana después de que los alumnos de ciclo formativo lo hubiesen hecho lo mejor posible. Era un intervalo de cortesía, una semana para que los alumnos del ciclo formativo disfrutaran de sus logros.

Esa noche el público estaba sentado en el lado oeste del campo de fútbol y quedaba el opuesto libre para las grandiosas imágenes que pudiesen crearse.

Robert estaba sentado con Juan Orozco en la línea de banda con los demás alumnos. Todos conocían el orden de ejecución… eh, de representación. Sus vistas privadas incluían pequeñas indicaciones superpuestas al campo que indicaban el tiempo restante para la presentación en curso y la que venía a continuación. El orden de representación no se había escogido democráticamente. Louise Chumlig y los otros profesores tenían ideas propias, y ellos mandaban. Robert sonrió para sí. En aquel caso su viejo conocimiento de la gente no le había abandonado. Incluso sin conocer los detalles de cada proyecto sabía quién tenía uno bueno y quién no. Sabía quién temía más presentarse ante el público y en persona… Y también lo sabía Chumlig. El orden estaba orquestado para llevar a cada chico hasta su límite.

Asombrosamente, ese orden también dio como resultado un espectáculo bastante bueno.

Empezaron los Radner. Para esos dos, el lado este del campus no era suficiente. Presentaron una especie de demencial puente colgante, parecido al del ferrocarril de Firth of Forth, pero a mayor escala, que clavaba soportes de acero a ambos lado de las gradas y luego se iba elevando cada vez más al noreste hasta perderse en el crepúsculo. Pasaron los segundos y la construcción reapareció por el suroeste : su obra maestra del siglo XIX había descrito una órbita virtual alrededor de la Tierra. El punto culminante fue el paso atronador de enormes trenes a vapor atravesando el cielo. Las gradas se estremecieron con la potencia aparente de las locomotoras.

—¡Eh! —dijo Juan, y le dio un codazo a Robert—. Eso es nuevo. Deben de haber descifrado algunos de los protocolos de mantenimiento del edificio. —Si hasta entonces los Radner no habían sido blanco de la fábrica de rumores sobre el Disturbio de la Biblioteca, lo serían. Robert supuso que los gemelos estarían encantados.

La mayoría de las presentaciones eran representaciones artísticas y visuales. Pero también había alumnos que habían construido cacharros. Doris Schley y Mahmoud K won habían construido un vehículo de efecto suelo que podía subir los escalones de las gradas. Lo hicieron caer en la más alta, hubo una explosión de sonido y llegó abajo sin romperse nada. Juan se puso de pie para girarse y mirar con sus propios ojos. Vitoreó a Schley y Kwon antes de sentarse.

—Vaya, un paracaídas de efecto suelo. Pero apuesto a que la señora Chumlig no le da más de un notable. —Imitó a Louise Chumlig—: Lo que habéis hecho apenas supera lo que se puede comprar por ahí. —Pero sonreía. Lo dos sabían que notable era más de lo que la mayoría de las demostraciones iban a conseguir.

Incluso hubo chicos que se atrevieron con algo más avanzado, en proyectos que se parecían más a lo que Miri decía que hacían sus amigos. Hubo dos presentaciones de nuevos materiales: una cinta elástica extrema y una especie de filtro de agua. El elástico no era muy espectacular… hasta que uno se daba cuenta de que no contenía ni una sola imagen sintética. La demostración fue obra de dos chicos que Robert apenas conocía. Se mantenían a cuatro metros de distancia, pasándose un muñeco grande. El maniquí estaba suspendido por una fibra de su material mágico. La fibra no era simplemente un material fuerte. Los chicos podían cambiar sus características físicas apretando de formas diferentes los extremos. En ocasiones se comportaba como un resorte gigantesco que devolvía el muñeco al centro. En otras ocasiones se extendía como caramelo y el muñeco trazaba grandes arcos. La demostración obtuvo una ovación cerrada.

Por su parte, la presentación del filtro de agua consistió en una imagen amplificada de una manguera de jardín echando agua al filtro. Encima, las alumnas hacían flotar un enorme gráfico que mostraba cómo su filtro programable podía buscar impurezas especificadas por el usuario. No había efectos sonoros y los gráficos eran lentos y toscos. Robert miró al cielo y luego a las chicas.

—Van a sacar sobresaliente, ¿no?

Juan se rebullía apoyado en los codos. Sonreía, pero con envidia.

—Sí. Es de las cosas que le gustan a Chumlig. —Luego su honradez le obligó a añadir—: Lisa y Sandi jamás se molestan en pulir sus gráficos, pero he oído que tienen un comprador para el filtro de agua. Apuesto a que serán las únicas alumnas de formación que ganarán dinero con esta demostración.

—Nos toca, chico —dijo Robert.

La única indicación de que Juan le había entendido era que tenía la vista clavada en el reloj privado.

Xiu —› Juan: ‹ms› Estarás perfecto, Juan.‹/ms›

Juan —› Xiu: ‹ms› ¿Miri está viéndolo?‹/ms›

Juan y Robert eran los últimos, la única parte del plan que Chumlig no había podido controlar. No se debía a ninguna argucia de Juan y Robert. Había sido una consecuencia del hecho de que en su presentación participaban grupos exteriores que tenían sus propios problemas de horario.

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