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Vernor Vinge: Al final del arco iris

Здесь есть возможность читать онлайн «Vernor Vinge: Al final del arco iris» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 2008, ISBN: 978-84-666-3776-3, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Vernor Vinge Al final del arco iris

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Robert Gu es un famoso poeta afectado de Alzheimer durante años y al que la medicina del futuro cercano logra recuperar y rejuvenecer. Así, debe enfrentarse a un mundo parecido pero insidiosamente distinto del que recordaba.

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Mitsuri y Braun estaban perplejos, sin decir nada, así que fue Alfred quien prosiguió con la conversación.

—Hablaremos entonces. Por favor, recuerde que por ahora sólo queremos un informe: saber a quiénes podríamos reclutar y cómo usarlos.

Conejo se tocó la nariz.

—Seré una tumba. Siempre sé mucho más de lo que dejo entrever. Pero, en serio, ustedes tres deberían mejorar su interpretación. El señor Tan-Alemán no es más que un estereotipo pasado de moda. Y usted, señora, la obra de arte impresionista no reveía nada y lo revela todo. ¿Quién podría tener un especial interés por los laboratorios biológicos de San Diego? ¿Quién? Y en cuanto a usted… —Conejo miró a Vaz—. Oculta usted un buen acento colombiano.

La criatura rio y saltó de la mesa.

—Hablaremos pronto.

Alfred se recostó y observó cómo la criatura gris esquivaba las piernas de los transeúntes. Debía de tener un permiso de carnaval, porque era evidente que los demás la veían. No se desvaneció en un puf. Conejo siguió siendo visible hasta veinte metros más allá por la calle Sardenya, donde dobló por un callejón y desapareció naturalmente.

Los tres agentes continuaron sentados, aparentemente compartiendo un silencio de compañerismo, Günberk inclinado sobre su vino virtual, Vaz bebiendo su Rioja de verdad y admirando los gigantes que preparaban para el desfile de la tarde. Los tres se camuflaban bien entre el caos turístico habitual de la zona de la Sagrada Familia… sólo que la mayoría de los turistas que pagaban por sentarse en un café de la calle Sardenya tenían más de un tercio de presencia física.

—Se ha ido de veras —dijo Günberk, innecesariamente; todos veían el análisis de señal de la UE. Pasaron unos segundos más. Las agencias de Inteligencia de Japón y la India también informaron: la identidad de Conejo seguía siendo desconocida.

—Bien, eso ya es algo —dijo Keiko—. Se ha ido limpiamente. Quizá sirve de disyuntor.

Günberk se encogió de hombros, cansado.

—Quizá. Vaya un tonto desagradable. Los aires de novedoso que se da tienen un siglo de antigüedad y se renuevan con cada cambio tecnológico. Apuesto a que tiene catorce años y ansia desesperadamente impresionar a alguien. —Miró a Vaz—. ¿Es lo mejor que has podido encontrar, Vaz?

—Su reputación es auténtica, Günberk. Ha llevado proyectos casi tan complejos como el que estamos considerando.

—Fueron proyectos de investigación. Quizá sea un buen… ¿cómo se dice? Un «tejedor de genios». Nosotros queremos algo más operativo.

—Bueno, ha pillado las pistas que le habíamos dejado. —El acento de Alfred y las pruebas de red que habían plantado sobre el origen de Keiko.

Ach ja —dijo Günberk. Una sonrisa le iluminó el rostro—. ¡Es un poco humillante que me acusen de sobreactuar cuando me limito a ser yo mismo! Sí, ahora el señor Conejo cree que somos traficantes de drogas de Suramérica.

La neblina de cristales cambiantes que era la imagen de Keiko pareció sonreír.

—En cierto modo, eso resulta más verosímil que lo que somos en realidad. —Los herederos de las guerras de la droga del pasado llevaban una década en declive; el «éxtasis y mejora» estaba tan extendido que la competencia había logrado lo que la ley no consiguió. Pero los señores de la droga seguían siendo más ricos de lo que algunos pequeños países podían soñar ser. Los que se refugiaban en estados fracasados tal vez estuviesen tan locos como para intentar llevar a cabo la operación que ellos tres habían dado a entender que tenían intención de acometer.

Günberk dijo:

—Conejo es manejable, cierto. ¿Competente en lo que necesitamos? Eso es mucho menos probable.

—¿Te nos estás echando atrás, Günberk? —Era la verdadera voz de Keiko. El tono era desenfadado, pero Alfred sabía que recelaba bastante.

—Tengo mis reservas —dijo Günberk. Se rebulló un momento—. Mirad, el terror de la sorpresa técnica es la mayor amenaza a la supervivencia de la especie humana. Las Grandes Potencias, nosotros, China y EE.UU., llevamos muchos años en paz más que nada porque tenemos en cuenta ese peligro y mantenemos a raya al resto del mundo. Y ahora descubrimos que los americanos…

Keiko le interrumpió:

—No sabemos si son los americanos, Günberk. Los laboratorios de San Diego investigan para todo el mundo.

—Así es. Y hace una semana tenía tus mismas dudas. Pero ahora… piensa: la prueba del arma fue una obra maestra del ocultamiento. Fuimos increíblemente afortunados al detectarla. Fue fruto de la paciencia, algo muy profesional, sólo al alcance de una Gran Potencia. Las Grandes Potencias poseen su propia inercia y su cautela burocrática. Las pruebas de campo deben realizarse necesariamente en el exterior, pero desarrollan sus armas en laboratorios controlados.

Keiko emitió un sonido de campanillas lejanas.

—Pero, ¿por qué una Gran Potencia iba a planear dispersar una epidemia? ¿Qué beneficio sacaría de ello?

Günberk asintió.

—Sí, semejante desastre tendría sentido para una secta, pero no para una superpotencia. Al principio, me parecía una pesadilla sin lógica. Pero mis analistas lo han repasado una y otra vez. Han llegado a la conclusión de que el «síndrome del guirlache» no fue un simple sustitutivo de otra enfermedad letal. Al contrario, era una característica esencial de la prueba. El enemigo apunta a algo mucho más importante que un ataque biológico repentino. El enemigo está cerca de tener una tecnología TQC efectiva.

Keiko guardó un silencio absoluto; incluso los cristales se aquietaron. TQC. En la jerga de la ciencia ficción del cambio de siglo: Tienes —Que-Creerme. Es decir, control mental. Formas débiles de TQC social habían impulsado toda la historia humana. La posibilidad de hallar una forma de persuasión irresistible era tema de estudio desde hacía más de un siglo y, desde hacía treinta años, una posibilidad tecnológica verosímil. Desde hacía diez, algunas versiones se habían demostrado eficaces en condiciones de laboratorio bien controladas.

Los cristales se movieron; Alfred sabía que Keiko le miraba.

—¿Puede ser cierto, Alfred?

—Sí, me temo que sí. Mi gente ha repasado el informe. La suerte de Günberk fue extraordinaria, ya que se trataba de una prueba simultánea de dos innovaciones radicales. La compulsión por el guirlache fue mucho más precisa de lo necesario para probar la activación remota de una enfermedad. Los causantes sabían bien lo que pretendían… tened en cuenta la tapadera del anuncio de guirlaches. Mis analistas creen que en apenas un año el enemigo será capaz de ejercer un control semántico de alto nivel.

Keiko suspiró.

—Maldita sea. Llevo toda la vida luchando contra sectas. Creía que las grandes naciones estaban más allá de las peores maldades… pero esto… esto demostraría que estoy equivocada.

Günberk asintió.

—Si tenemos razón sobre esos laboratorios y no logramos… lidiar adecuadamente con ellos, esto podría ser el fin de la historia. Podría ser el final de la lucha del bien contra el mal. —Se rebulló y volvió a centrarse en las cuestiones prácticas—. Sin embargo, nos vemos obligados a trabajar con esa maldita persona-conejo.

Alfred habló con tranquilidad.

—He examinado los logros de Conejo, Günberk. Creo que puede hacer lo que necesitamos. De una forma u otra. Nos conseguirá la información interna o creará el caos suficiente, que no podrán atribuirnos, de forma que cualquier mala intención quedará al descubierto. Si lo peor es cierto, tendremos pruebas. China e incluso los grupos inocentes de Estados Unidos podrán usarlas para acabar con el proyecto.

—Los ataques de supresión en el territorio de una Gran Potencia eran poco habituales, pero había precedentes.

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