Ana Matute - Olvidado Rey Gudú

Здесь есть возможность читать онлайн «Ana Matute - Olvidado Rey Gudú» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Olvidado Rey Gudú: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Olvidado Rey Gudú»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Olvidado rey Gudú narra el nacimiento y expansión del Reino de Olar, en una historia donde se habla de la pérdida de la inocencia, la atracción y el miedo hacia lo desconocido, el placer de la conquista, el amor, el dolor, la memoria, y sobre todo, el olvido.
El universo fantástico de Matute nos introduce en una historia larguísima sobre traiciones, hijos ilegítimos, desamores y pasiones desconocidas. Un rey incapaz de amar es el centro de esta saga dramática, con pocas concesiones a la ternura o la esperanza. He ahí la mayor baza de la novela, la forma en que retrata la educación y la falta de afecto hacia los hijos. Un relato cruel con parricidios, asesinatos y huidas, todo entremezclado en una narración densa a la vez que fácil de seguir, hasta el obligado e inexorable final.

Olvidado Rey Gudú — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Olvidado Rey Gudú», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En cuanto a los soldados, si bien les amonestaron alguna que otra vez por desobedecer sus órdenes, se mostraban, de forma harto insólita, muy benignos con ellos. Y especialmente el Capitán que les mandaba -llamado Randal- hacía lo que suele llamarse la vista gorda. Y aún más: escuchaba arrobado y maravillado los claros y restallantes razonamientos de la misteriosa Princesa.

Sin embargo, así iba transcurriendo el tiempo, sin que se vislumbrara fruto alguno. Y ya discutían el Trasgo y el Hechicero la defectuosa contextura de su plan -que demasiado se prolongaba en su primera fase-, cuando, cierta mañana, les sobresaltaron galopes de caballos aproximándose a la cabaña. El Hechicero asomó la cabeza, y con ánimo suspenso contempló cómo Randal y sus hombres venían hacia ellos. Compuso su mejor semblante, y con toda amabilidad salió a recibirles. Hizo una graciosa reverencia y dijo:

– ¿Qué os trae, valiente soldado, a nuestra humilde morada? Con gusto os ofreceré un vaso de buen vino, si ello os place. Ya que sólo así podré agradecer que tan amistoso y benigno os hayáis mostrado con mi desgraciada y extraordinaria Señora.

Si bien eran muy frugales sus comidas, la provisión de vino -que el Trasgo transportaba por cualquier túnel subterráneo y guardaba bajo el suelo de la cabaña- les permitía aquel desprendimiento.

– Mucho me agradaría, buen anciano -dijo Randal, desmontando, al tiempo que mostraba un pergamino cuidadosamente enrollado y sellado-. Pero nos está prohibido beber vino, excepto en las ocasiones en que el Rey lo manda para conmemorar sucesos extraordinarios, y ordena que de la fuente pública de nuestra Plaza mane vino blanco y vino rosado durante tres días. Aunque esto sólo ocurre cuando se trata de festejar alguna victoria sobre nuestros enemigos, o durante los bautizos o las bodas de alcurnia. Pero, ¡atiende!, es una carta del propio Rey lo que traigo aquí. Y tengo orden de que una vez la hayáis leído, os conduzca a su presencia.

– ¿Es acaso una orden de arresto? -se lamentó el Hechicero-. ¡Ay de mí! Os juro que no hemos hecho nada malo; y mi pobre Señora bien merece (después del sufrimiento que lleva consigo) un poco de paz: ninguna otra cosa pide en este mundo.

– No es eso, precisamente -dijo Randal, rascándose el cogote (lo que indicaba ciertas dudas al respecto, aunque no se atrevía a manifestarlas)-. Más bien, creo yo, se trata de una gentil invitación.

Pero calló añadir: «y si esta invitación es rechazada por vosotros, tened por seguro que vuestras cabezas rodarán como manzanas maduras». Y mucho se notaba, aun en rostro tan severo y atezado, la pena que tal idea le causaba.

El Hechicero abrió el pergamino y lo leyó atentamente. Volodioso ordenaba que tanto la Princesa como él fueran sus huéspedes, pues habiendo llegado a sus oídos las maravillas que adornaban a la misteriosa Doncella, y enterado de la alta alcurnia de ésta y de sus muchas vicisitudes y aflicción por culpa de desgracias y pobreza presentes, brindábale cobijo en su propio palacio, ya que, suponía, las refinadas costumbres de tal Señora así lo exigían. No obstante, había en toda aquella misiva un tono tan conminatorio e inapelable, que no escapó a la sagacidad del Hechicero. Y ello le llenó de temor -nunca fue hombre arrojado-. Y se dijo que la tozudez de Ardid y las imprudentes ideas del Trasgo del Sur les habían conducido a una situación peligrosa. Pero como, en todo caso, la cosa ya no tenía remedio, entró resignadamente en la cabaña para avisar a la niña de que el temido y deseado momento había llegado después de todo. Aunque, a su juicio, fuese un disparate descomunal, capaz de cocerse sólo en los calenturientos meollos de una niña y un borracho.

Apenas entró en la cabaña vio a Ardid y al Trasgo cuchicheando. Y cuando iba a advertirles del acontecimiento, Ardid puso un dedo en sus labios, dándole a entender que ambos habían oído y presenciado -probablemente ocultos en los túneles subterráneos, a los que era la niña tan aficionada- todo lo acaecido fuera de la cabaña.

Ardid vistió sus ropas de viña septembrina, y se cubrió con el velo. Calzóse los zapatos y, reprimiendo un gesto de profundo desagrado, dijo a su Maestro:

– Decid al Capitán que estoy dispuesta a obedecer al Rey, y que me siento muy halagada por su gentileza.

– Recuerda todo lo planeado y estudiado, sin olvidar detalle, niña -susurró el anciano, procurando que el temblor de sus labios y los malos augurios que revoloteaban sobre su blanca cabeza no resultaran demasiado evidentes.

6

Las noticias que sobre Ardid habían llegado a la Corte de Olar eran tan fascinantes que todos ardían en deseos de conocerla. En verdad era una Corte muy tosca y sumida en austeridades militares, donde, especialmente las damas, tenían pocas ocasiones de lucir atuendos y aderezos. Para aquel acontecimiento dispusieron una suerte de recepción, en la cual todos tendrían ocasión de lucir sus mejores trajes -muy recientemente adquiridos en la fastuosa y sureña isla de la Reina Leonia- y de divertirse un poco con algo más que las decapitaciones, cacerías o comilonas de soldados beodos con las que acababa casi todo banquete. Sin embargo, al principio sufrieron una gran decepción.

Estaban ya todos reunidos, aguardando la llegada de la desconocida Doncella, cuando apareció únicamente un anciano de porte severo y larga túnica, que, inclinándose ante Volodioso, manifestó:

– Señor, ya que vos lo deseáis, mi Señora la Princesa acepta vuestra noble hospitalidad. Pero no por mucho tiempo, pues hemos de continuar viaje hasta dar con el Gran Señor Predestinado (como su estrella indica).

– ¿Qué dice? -inquirió Volodioso, inclinándose hacia Tuso. Este, con gesto de prevención, como de costumbre, hallábase dos pasos a su espalda. Pero antes de oír la respuesta de su Consejero, la impaciencia hizo levantarse al Rey, y aflojando las cintas de su manto real (que le impedían moverse cómodamente), dijo:

– Buen viejo, habla más claro; no entiendo una palabra de lo que dices.

– Digo, Señor -repitió el Hechicero, con la segunda de sus mejores reverencias-, que mi Señora la Princesa tuvo en la cuna -al igual que muchas princesas, como sin duda sabéis- un Hada Madrina, con quien su buen padre el Rey estaba muy bien relacionado. Y así, tal Señora, llamada Hada Feliciante, diole como don su prodigiosa sabiduría. Pero, como todo don, éste hallábase sujeto a una condición (bien sabéis que tales señoras suelen amargar sus regalos con estos detalles). Éste consiste, en el presente caso, en que sólo podría poner toda su ciencia al servicio de un gran Señor que la tomara por esposa. Como os habrán referido, muchas desgracias han sobrevenido a nuestro difunto Rey y a mi Señora (su augusta hija). Guerra y ruina, el país pasto de piratas, andamos por el mundo en pos de ese Predestinado, a quien deba ella prodigar su ciencia, y él, matrimonio y honores. Por tanto, no debéis detener nuestro camino: pues así incurriríamos todos en el enojo de la noble Hada Feliciante. Y, conocedores de vuestra grandeza y generosidad, a ella nos confiamos humildemente, noble Rey Volodioso.

Volodioso parecía confuso. Meditó por un instante, y al fin dijo:

– Bueno, si así lo deseáis, no os retendré demasiado. Pero antes deseo ver a vuestra Señora, y escuchar sus raros parloteos.

– Ah, noble Rey -dijo el Hechicero. Y aunque sus piernas temblaban de insuperable miedo, aún exprimió la fuerza necesaria para una tercera y solemne reverencia-, con gusto os complacería, pero habéis de saber que sólo a una pregunta por persona le está permitido contestar; y que si bien podrá presentarse ante vos, no le está permitido mostrar su rostro a nadie antes que al que será su Señor y esposo, y aun así después del matrimonio; y no puede romper este mandato, pues mucha desgracia acarrearía a quienes sin haber cumplido tal requisito posaran los ojos en ella.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Olvidado Rey Gudú»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Olvidado Rey Gudú» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Eva-Anastasia Kedrovskaya
Ana Matute - Primera memoria
Ana Matute
Ana Matute - Aranmanoth
Ana Matute
Ana Matute - La torre vigía
Ana Matute
Isabel Gómez-Acebo Duque de Estrada - El santo olvidado
Isabel Gómez-Acebo Duque de Estrada
Francisco Vera Puig - El nazi olvidado
Francisco Vera Puig
José Laguna Matute - Cuidadanía
José Laguna Matute
Luis Calderón Cubillos - Un pueblo olvidado, pero feliz
Luis Calderón Cubillos
Отзывы о книге «Olvidado Rey Gudú»

Обсуждение, отзывы о книге «Olvidado Rey Gudú» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x