Vladimir Obruchev - Plutonia

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Sólo una expedición especial enviada en busca de uno de esos orificios podía confirmar o rebatir mis opiniones. Naturalmente, había que buscar esos orificios en las regiones todavía inexploradas de los dos polos. Para comenzar he elegido la región ártica, como más accesible a una expedición rusa.

Si han logrado ustedes encontrar el orificio, procuren penetrar en él. Es posible que hayan descendido ya a él inadvertidamente, creyendo descender a una profunda depresión continental. En tal caso, y si les quedan fuerzas y medios de transporte suficientes, procuren introducirse más profundamente y explorar hasta donde sea posible esta cavidad interna, aunque sin arriesgar sus vidas en vano.

En caso de que, por una razón cualquiera, el propósito sea irrealizable, regresen ustedes, ya que el solo hecho de haber descubierto un orificio que lleve a la cavidad interna de la Tierra constituye un enorme descubrimiento y su estudio podría confiarse a otra expedición organizada sobre la base de la experiencia adquirida. No dudo de que, llegados al umbral de grandes y maravillosos descubrimientos, experimentarán como verdaderos hombres de ciencia el imperioso deseo de continuar adelante. Pero les ruego desentrañar minuciosamente la situación, pesar el pro y el contra y tomar la determinación más sensata para no correr el riesgo de echar a perder los resultados ya adquiridos.

Quizá pudiesen ustedes dividirse en dos grupos, uno de los cuales penetraría en la cavidad mientras el otro se quedaba a la entrada para acudir en auxilio del primero en caso de necesidad o llevar a la ciencia la noticia del maravilloso descubrimiento.

Siento infinitamente que el destino me haya privado de los medios de compartir los trabajos, las privaciones y los descubrimientos de ustedes y tenerme que limitar a esta carta. Si no les ha explicado nada, desentiéndanse de ella. En cualquier caso les deseo con el alma entera toda clase de éxitos.

N. Trujánov.

Estrella Polar,

14 de junio de 1914

Capítulo XV

EL PAÍS DE LA LUZ ETERNA

Los miembros de la expedición habían escuchado con un interés y un asombro crecientes la lectura de la carta de Trujánov. Cuando Kashtánov terminó reinaron unos instantes de silencio.

Todos reflexionaban en lo que acababan de escuchar, procurando ver en ello la explicación de los hechos y los fenómenos extraños observados en los últimos días.

— Ahora empiezo a ver las cosas claras — dijo Borovói con un suspiro de alivio-. Comprendo este sol en el cenit, el calor, el mamut, el rinoceronte, estas brumas eternas y las jugarretas de la brújula. Lo único que no logro explicarme todavía bien son las fantasías del barómetro:

— Es cierto. Casi todo se comprende ahora — confirmó Kashtánov-. Pienso que la bajada al orificio del globo terrestre comenzó al pasar el puerto de la cordillera Russki. La barrera de hielo constituye sin duda el borde extremo, pasado el cual nos hemos encontrado ya dentro de la depresión y nos hemos dirigido entonces hacia el Sur como nos lo indicaba la brújula, aunque sin cambiar de dirección. Luego hemos trepado a una meseta de hielos, hemos descendido la vertiente opuesta, llegando a la tundra junto a la extremidad de los hielos que forman las nieves invernales empujadas por el viento hasta la cavidad. El mamut, el rinoceronte y el toro prehistórico han sobrevivido aquí gracias a la temperatura moderada propicia para ellos y a la ausencia del hombre, su exterminador…

— Es cierto — aprobó Gromeko-. No hemos hecho más que descender a esta cavidad y hemos matado ya a tres de sus habitantes.

— Ese sol que vamos en el cenit debe ser el verdadero núcleo del globo terrestre, todavía en estado de incandescencia, que proporciona luz y calor a la superficie interior de la corteza, compacta y enteramente endurecida, de la que hasta hoy sólo conocíamos la superficie exterior. Ahora, gracias a la expedición Trujánov, podemos conocer, aunque sólo sea parcialmente, esta superficie interior que nos prepara sin duda muchos descubrimientos interesantes e inesperados, puesto que desde los primeros pasos hemos encontrado ya representantes de la flora y la fauna desaparecidos hace ya tiempo de la superficie exterior.

— Tendríamos que bautizar este país recién descubierto si no queremos estar siempre repitiendo «superficie interior». Porque esto no es ya la Tierra de Nansen — declaró Makshéiev.

— Claro, es demasiado vasto y está separado de la Tierra de Nansen por la barrera de hielos. Qué nombre le daríamos? — preguntó Gromeko.

— En este país siempre es de día. El astro disimulado en el centro de nuestro planeta parece corresponder a la idea que los pueblos antiguos tenían del dios del fuego escondido bajo tierra. Yo llamaría al astro Plutón* y, a la región, Plutonia — propuso Káshtánov.

También se inventaron otros nombres pero, después de una breve discusión, todos coincidieron en que Plutonia era el más adecuado.

— Ahora, una cuestión importante: ¿Nos conformamos con haber penetrado en la cavidad y haber explorado un trozo de Plutonia? ¿Volvemos al Estrella Polar para comunicar a Trujánov la brillante confirmación de sus hipótesis? ¿O bien intentamos adentrarnos más en el país de la luz eterna?

Le contestaron varias exclamaciones:

— ¡Claro que vamos a continuar avanzando! ¡Hay que continuar avanzando mientras tengamos fuerzas y medios para ello? ¡Nos queda mucho tiempo todavía!

— También yo opino lo mismo — declaró Kashtánov-. Ahora bien, ¿cómo organizamos la exploración ulterior de Plutonia?

— Yo pienso — dijo Borovói— que cuanto más nos alejemos de las nieves y los hielos, que son resultado de la penetración del frío y de las precipitaciones de la parte exterior de la tierra, más subirá la temperatura. Los trineos, los esquís y los perros nos serán una carga inútil y debemos dejarlos aquí.

— A los perros no se los puede dejar solos. O sea, debemos seguir él consejo de Trujánov y separarnos. Dos de nosotros quedarán aquí porque para uno sería demasiado duro permanecer mucho tiempo en una soledad absoluta. Los dos que se queden con los perros, los trineos, los esquís y el material superfluo esperarán llevando a cabo observaciones en la tundra y al borde de los hielos. Si los demás no regresan para una fecha determinada, se volverán en un trineo llevando al Estrella Polar el informe de nuestros descubrimientos y servirán de guías a una nueva expedición enviada en busca del grupo desaparecido y encargada de proseguir la exploración de Plutonia.

— ¿Y cómo se las arreglan los «desaparecidos» para cruzar los hielos si llegan sólo un poco más tarde de la fecha fijada? — preguntó Makshéiev.

— Se les dejan dos trineos, esquís y un depósito de víveres aquí para el caso a que usted alude. Habrán de pasarse sin perros y tirar ellos mismos de los trineos, cosa no muy difícil, ya que los depósitos de víveres escalonados en el camino permiten reducir al mínimo la carga de los trineos.

Todos convinieron en que aquel plan era el más acertado, pero nadie quería quedarse en la tundra, en el umbral, como quien dice, de un país misterioso. Había que decidir quiénes eran, de los miembros de la expedición, los más necesarios para el viajé al interior. Ante todo, el zoólogo, el botánico y el geólogo, para quienes había poco que hacer en la tundra. De manera que Kashtánov, Pápochkin y Gromeko debían partir. Por otra parte, Igolkin, el único miembro de la expedición que formaba parte de ella sin fines científicos y cuyo cometido principal era cuidar de los perros, debía, naturalmente, quedarse en la tundra. Así pues, la elección quedaba sólo entre Borovói y Makshéiev.

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