Alexander Beliaev - Ictiandro
Здесь есть возможность читать онлайн «Alexander Beliaev - Ictiandro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Moscú, Год выпуска: 1989, Издательство: “Raduga”, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Ictiandro
- Автор:
- Издательство:“Raduga”
- Жанр:
- Год:1989
- Город:Moscú
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Ictiandro: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ictiandro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Ictiandro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ictiandro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
— Pero…
— Nada de peros. Lléveme pronto a ver a Ictiandro.
Ictiandro se extrañó al ver entrar a Salvador en la celda. Nunca había visto a su padre tan triste y cariñoso.
— Ictiandro, hijo mío — pronunció Salvador —. Tendremos que separamos antes de lo que yo me suponía, y, posiblemente, para largo. Tu suerte me traía preocupado. Sobre ti se ciernen millares de peligros… Si te quedaras aquí podrías perecer, o, en el mejor de los casos, ser cautivo de Zurita o de cualquier otro malvado por el estilo.
— ¿Padre, y tú?
— El tribunal me condenará a dos, o más, años de prisión. Mientras yo permanezca recluido tú debes estar en un lugar seguro, lo más lejos posible. Ese lugar existe, pero dista mucho de aquí. Está al occidente de América del Sur, en el océano Pacífico Austral, y es una isla que forma parte del archipiélago Tuamotú. No te va a ser fácil llegar, pero todos los peligros que puedas encontrar en el camino no tendrán ni punto de comparación con los que te esperan aquí, en casa, en el golfo de La Plata. Te va a ser más fácil llegar y localizar esas islas que eludir aquí redes y trampas del pérfido enemigo.
«¿Qué derrotero trazarte? Para alcanzar ese lugar deberás rodear el subcontinente por el Norte o por el Sur. Ambas vías tienen sus ventajas y sus inconvenientes. El rumbo norte es algo más largo. Además, esta opción te haría pasar del Atlántico al Pacífico por el canal de Panamá, lo que no deja de entrañar cierto riesgo: te podrían capturar, sobre todo en las esclusas; o, al mínimo descuido, te podría aplastar un barco. El canal no es muy ancho ni muy profundo: en su parte más ancha tiene noventa y un metros y su profundidad es de doce metros y medio. Los transatlánticos de gran calado pueden tocar fondo con la quilla.
«Sin embargo, tendrás la ventaja de que toda la ruta pasa por aguas tibias. Además, del canal de Panamá arrancan hacia occidente tres importantes vías marítimas: dos, hacia Nueva Zelanda, y una, hacia las islas Fiji y más allá. Eligiendo la vía del medio y siguiendo a los barcos — incluso, de ser posible, enganchándote a alguno —, llegarías casi al lugar de destino. Por lo menos, las dos vías que van hacia Nueva Zelanda tocan la zona del archipiélago Tuamotú. Y sólo tendrías que desplazarte un poquito más al Norte.
«La vía que pasa por el extremo Sur es más corta, pero tendrás que nadar en aguas frías, próximas a la frontera de los hielos flotantes; sobre todo si doblas por el cabo de Hornos en la Tierra del Fuego, extremo sur de la América meridional. El estrecho de Magallanes es excepcionalmente impetuoso. Para ti no es, naturalmente, tan peligroso como para los vapores, pero no deja de serlo. Para los veleros era un verdadero cementerio. Por la parte oriental es ancho, y por la occidental, estrecho. Además, está sembrado de arrecifes e islotes. Fuertes vientos occidentales impulsan el agua hacia oriente, es decir, contra la dirección que tú llevarás. Esas vorágines son peligrosas hasta para ti sumergido.
«Por eso te recomiendo que dobles el cabo de Hornos, aunque se alargue la ruta, y no vayas por el estrecho de Magallanes. El agua del océano va enfriando paulatinamente, por eso espero que tú también irás habituándote gradualmente y seguirás sano. Las reservas de víveres y de agua no pueden ser para ti objeto de preocupación. Los alimentos los tendrás siempre a mano y, en lo que al agua se refiere, estás acostumbrado desde la infancia a tomar agua de mar sin daño alguno para la salud.
«Desde el cabo de Hornos te va a ser más difícil que desde el canal de Panamá hallar el rumbo hacia Tuamotú, pues por esas latitudes no hay vías marítimas tan animadas. Te indicaré exactamente la longitud y la latitud; y tú te orientarás por los instrumentos que he encargado especialmente para ti. Me temo que esos instrumentos entorpezcan tus movimientos…
— Llevaré conmigo a Leading. El portará la carga. ¿Acaso podré separarme de mi amigo? Me estará extrañando tanto…
— No sé quien será el más añorado — dijo con maliciosa sonrisa Salvador —. Bueno, que sea Leading. Perfecto. Hasta el archipiélago Tuamotú llegarás sin problemas. Después tendrás que localizar una solitaria isla de coral. El distintivo principal será un mástil en el que, a modo de veleta, habrá un pez. Es fácil de recordar, ¿verdad? Tal vez tardes en encontrar la isla un mes, dos, o tres. Eso ya no será tan importante: el agua allí es tibia y abundan las ostras.
Salvador le había enseñado a escuchar con paciencia, sin interrumpir, pero cuando el doctor llegó a ese lugar en sus explicaciones, el joven no pudo contenerse:
— ¿Y con quién me encontraré en la solitaria isla de la veleta?
— Con amigos. Con fieles amigos, con el desvelo y el cariño de ellos — respondió Salvador —. Allí vive mi viejo amigo, el científico francés Armand Villebois, célebre oceanógrafo. Lo conocí e hicimos amistad cuando estuve en Europa hace muchos años. Armand Villebois es un hombre extraordinario, pero ahora no tengo tiempo para hablarte de él. Espero lo conozcas personalmente, así como la historia que lo llevó a tan solitaria isla del Pacífico. Pero él no ésta solo. Lo acompañan su esposa — una mujer muy simpática y bondadosa —, el hijo y la hija. Esta última nació en la isla y tendrá ya unos diecisiete años, el hijo cuenta veinticinco.
«Ellos te conocen por mis cartas y estoy seguro de que te acogerán como a un integrante más de la familia… — Salvador se cortó —. Claro, ahora vas a tener que pasar la mayor parte del tiempo en el agua. Pero para las entrevistas amistosas y las tertulias podrás salir a la orilla varias horas al día. Probablemente mejore tu salud y entonces, como antes, pasarás tanto tiempo al aire como en el agua.
«Armand Villebois será tu segundo padre. Y tú podrás ayudarle en su labor científica. Tus conocimientos sobre el océano y su población bastarían para una decena de profesores — Salvador volvió a sonreír —. Hasta donde llega la ingenuidad de los expertos, no se les ha ocurrido otra cosa en el proceso que formularte preguntas triviales — qué día es hoy, qué mes, qué fecha —, que tú no has podido responder simplemente por carecer de interés para ti. Si te hubieran preguntado sobre las corrientes submarinas, las temperaturas del agua y la salinidad de ésta en el golfo de La Plata y sus alrededores, con tus respuestas se habría podido escribir una monografía. Y conocerás muchísimo más — para transmitir esos conocimientos a los hombres — cuando quien oriente tus excursiones submarinas sea el experto y brillante científico Armand Villebois. Ambos — y estoy seguro de esto — crearán con mancomunados esfuerzos una obra en oceanografía de tal magnitud que marcará época en el desarrollo de esa ciencia y se hará mundialmente famosa. Y tu nombre irá junto al de Armand Villebois, te lo aseguro, él mismo insistirá en ello. Tú servirás a la ciencia y, por tanto, a toda la humanidad.
«Si te quedaras aquí te obligarían a servir a los sórdidos intereses de gente ignorante y egoísta. Te aseguro que en las limpias y transparentes aguas del atolón y en la familia de Armand Villebois hallarás el puerto del sosiego y serás feliz.
«Un consejo más. Tan pronto te encuentras en el océano — lo que podría suceder esta misma noche —, te vas sin pérdida de tiempo a casa y entras por el túnel submarino (en casa sólo está nuestro fiel Jim), recoges los instrumentos de navegación, el cuchillo y demás, buscas a Leading y partes antes de que el sol aparezca sobre el océano.
«¡Adiós, Ictiandro! ¡No, hasta la vista!
Por primera vez en la vida Salvador estrechó en un fuerte abrazo y besó a Ictiandro. Luego con la sonrisa en los labios le dio al joven unas palmadas en el hombro y dijo:
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Ictiandro»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ictiandro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Ictiandro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.