Stanislav Lem - El Invencible

Здесь есть возможность читать онлайн «Stanislav Lem - El Invencible» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Год выпуска: 1986, ISBN: 1986, Издательство: Minotauro, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Invencible: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Invencible»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Invencible,
El Cóndor.
El Cóndor,

El Invencible — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Invencible», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— ¿Cuáles serían esos métodos?

— No lo sé exactamente. Sólo puedo darle mi opinión: en el caso de Kertelen, la destrucción de casi toda la información contenida en el cerebro de un hombre. Un organismo incapacitado de este modo está condenado a perecer. El método es simple, rápido y económico. Mi conclusión es por desgracia pesimista. Y quizá llamarla pesimista sea poco decir. Nuestra situación es peor que la de ellos, por muchas razones. Ante todo, es más fácil destruir a una criatura viva que a un mecanismo o una instalación técnica.. En segundo lugar, estas micromáquinas han evolucionado combatiendo a la vez contra seres vivos y contra «hermanos' metálicos: los otros autómatas. Han librado, pues, un combate en dos frentes, luchando contra todos los mecanismos de adaptación de los sistemas vivos, y contra todas las manifestaciones de inteligencia mecánica. En el curso de esas luchas, a lo largo de millones de años, han perfeccionado sin duda un método universal de destrucción. Temo que para vencerlos tendríamos que aniquilarlos a todos, lo que es casi imposible.

— ¿Habla usted en serio?

— Sí. Si concentráramos todos nuestros recursos, correríamos el riesgo de destruir el planeta. Y esto no es nuestra misión. La situación es en verdad única en su género, pues intelectualmente nosotros somos superiores. Estos mecanismos no son seres racionales, pero se han adaptado perfectamente a las condiciones del planeta, destruyendo toda muestra de inteligencia, toda posible forma de vida. Son mecanismos inanimados, y lo que para ellos es inofensivo, puede ser mortal para nosotros. — Pero ¿cómo sabe que no son racionales?

— Podría tratar de esquivar esa pregunta, de decir que no lo sé, pero estoy convencido. ¿ Por qué no son racionales? Bueno, si lo fueran ya nos habrían exterminado hace tiempo. Si usted recuerda todos los incidentes con que hemos tropezado en Regis III, se dará cuenta de que actúan sin el menor plan estratégico. Atacan al azar, de vez en cuando.

— Sin embargo, la forma en que cortaron la comunicación entre Regnar y nosotros, y luego el ataque a los dos planeadores…

— Pero es que no han hecho otra cosa durante miles de años. Los autómatas superiores se comunicaban entre ellos por medio de ondas radiales. Imposibilitar este intercambio de informaciones, cortar las transmisiones ha de haber sido uno de los primeros problemas. La solución era obvia: ¿qué mecanismo de interrupción puede ser más perfecto que una nube metálica? ¿Y ahora? ¿Qué podemos hacer? Protegernos y proteger a nuestros autómatas, nuestras máquinas, que nos son imprescindibles; en cambio ellos tienen absoluta libertad de acción. Disponen aquí, en el planeta, de fuentes de energía prácticamente ilimitadas. Pueden reproducirse si nosotros los destruimos en parte; nuestras armas convencionales no pueden dañarlos. No nos queda otro recurso que atacarlos con el mortero antimateria. Pero no podremos aniquilarlos a todos. ¿Observó usted cómo reaccionan si son atacados? Se dispersan sencillamente. Además, los campos de fuerza reducen nuestra capacidad estratégica, mientras que ellos pueden ir en unidades más pequeñas de aquí para allá. Si logramos derrotarlos en un continente, se trasladarán a otro. De todos modos, no hemos venido aquí con el propósito de aniquilarlos. En mi opinión, tendríamos que irnos.

— ¿ Sí?

— Sí. Teniendo como adversarios a los productos de una evolución ajena a la vida y obviamente desprovistos de inteligencia, no podemos plantearnos el problema como venganza, o represalia por la suerte corrida por El Cóndor. Seria lo mismo que querer castigar al océano por haber devorado un navío.

— Los argumentos de. usted serian irrefutables, si las cosas fuesen realmente así — declaró Horpach incorporándose. Apoyó ambas manos en el mapa entrecruzado de líneas rojas y prosiguió —: Pero todo esto, en definitiva, es sólo una hipótesis. Y no podemos volver a la Tierra con una hipótesis. Necesitamos una certeza. No una venganza, sino una certeza. Un diagnóstico exacto. Hechos. Una vez que los hayamos encontrado, una vez que hayamos encerrado en los depósitos de El Invencible ejemplares de esta… esta fauna mecánica volante, si en verdad existe, entonces, evidentemente, ya no tendremos nada que hacer aquí. Y entonces será la base en la Tierra quien decida sobre nuestros próximos pasos. A propósito, nada asegura que esos «insectos» permanezcan en Regis. Bien puede ocurrir que se multipliquen y amenacen la navegación cósmica en esta región de la galaxia.

— Sí, pero no antes de centenares de miles o quizá millones de años. Me temo, comandante, que usted siga pensando que nos enfrentamos a un adversario dotado de razón. Lo que en otro tiempo fue mero instrumento de seres racionales pasó a ser parte de las fuerzas naturales del planeta. La vida ha subsistido en el océano porque la evolución mecánica no llegó al agua, y porque a los organismos acuáticos les estuvo vedada la tierra firme. Esto explicaría la escasa proporción de oxígeno atmosférico, que es un subproducto de la fotosíntesis de las algas y el plancton marino. Y también explicaría el aspecto de los continentes. Son desérticos, pues estos sistemas no construyen nada, no desarrollan ninguna civilización, no tienen nada fuera de ellos mismos, no crean ningún valor. Y también por eso deberíamos tratarlos como fuerzas naturales. Tampoco la naturaleza crea juicios ni valores. Estas estructuras son sencillamente lo que son, y no tienen otra función que esa: sobrevivir.

— ¿Cómo explica usted la destrucción de los planeadores? Estaban protegidos por un campo de fuerza. — Un campo de fuerza puede ser extinguido con otro campo de fuerza. Además, comandante, para aniquilar en una fracción de segundo la memoria de un hombre, habría que envolverle la cabeza con un campo magnético muy poderoso. Todos los medios de que disponemos a bordo no nos bastarían. Se necesitarían transformadores y electroimanes gigantescos…

— ¿Y usted supone que ellos tienen todo eso?

— ¡De ninguna manera! ¡Ellos no tienen nada! No son más que pequeños ladrillos que se combinan de acuerdo con las circunstancias. Reciben una señal: ¡Peligro! Algo ha aparecido, modificando el campo eléctrico, por ejemplo. Inmediatamente, el enjambre volador se instala en el «cerebro-nube» despertando la memoria colectiva: criaturas como esta ya han estado aquí, han actuado de tal y cual manera, y fueron luego destruidas. Y entonces repiten, simplemente, el mismo procedimiento.

— Está bien — dijo Horpach, quien desde hacía un rato ya no escuchaba las explicaciones del biólogo.

— Retrasaré. la partida. Convocaré a una conferencia; preferiría no hacerlo, pues sé que va a degenerar en una de esas habituales discusiones. Sin embargo, no veo otra salida. Dentro de media hora, en la biblioteca principal, doctor Lauda.

— Si logran convencerme de que estoy equivocado, entonces, astronauta, tendrá usted a bordo a un hombre feliz — dijo con voz pausada el biólogo y salió de la cabina tan tranquilamente como había entrado.

Horpach se acercó al intercomunicador de la pared de enfrente y llamó uno por uno a todos los científicos. La reunión mostró en seguida que la mayoría de los expertos compartían las suposiciones de Lauda, aunque nadie se había atrevido a formularlas en términos tan categóricos. Las discusiones giraron en torno de un solo problema: saber si la «nube» estaba o no dotada de razón. Los cibernetistas tendían en general a considerarla como un sistema pensante, capaz de planeamientos estratégicos. Lauda fue objeto de violentos ataques. Horpach se dio cuenta de que la virulencia de esos ataques se debía menos a la hipótesis del biólogo que al hecho de que en lugar de discutirla con sus colegas la hubiese presentado directamente al comandante. Aunque tenían excelentes relaciones con el resto de la tripulación, los científicos no dejaban de constituir un «estado dentro del estado», y respetaban un código tácito.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Invencible»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Invencible» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Invencible»

Обсуждение, отзывы о книге «El Invencible» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x