Stanislav Lem - El Invencible

Здесь есть возможность читать онлайн «Stanislav Lem - El Invencible» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Год выпуска: 1986, ISBN: 1986, Издательство: Minotauro, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Invencible: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Invencible»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Invencible,
El Cóndor.
El Cóndor,

El Invencible — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Invencible», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— No. No comprendo nada. ¿ Cómo, en blanco?

— Por lo general, la exploración de los lóbulos parietales no da resultados — prosiguió Nygren —. Hay ahí demasiados engramas. Demasiadas palabras inscriptas. Nadie puede leer cien libros al mismo tiempo. Un caos. Pero él — dijo mirando la forma alargada bajo la tela blanca —, no tenía nada en esa región. Ni una sola palabra, aparte de esas pocas sílabas.

— Sí. Pasé del centro sensorial de la palabra, a la cisura de Rolando — aclaró Sax —. Por eso se repetían las sílabas; los últimos fonemas que quedaron allí.

— ¿Y que pasó con los otros?

— No hay otros — Sax levantó bruscamente el pesado aparato, haciendo restallar el cuero de las manijas —. No hay nada más y punto. Y no me pregunte qué les ocurrió. Este hombre había perdido por completo la memoria auditiva.

— ¿Y la imagen?

— Eso es diferente. La imagen, la vio. Quizá no comprendió lo que veía, pero una máquina fotográfica tampoco comprende y sin embargo fija la imagen. Por lo demás, no sé si la habrá comprendido o no.

«¿Tiene la bondad de ayudarme con esto, Nygren? Los dos médicos abandonaron la cámara de hibernación, llevándose los aparatos. La puerta se cerró y Rohan quedó solo. Se sentía tan desesperado que se acercó a la mesa, levantó la mortaja, la retiró, desabrochó la camisa del muerto, que estaba descongelándose, y le examinó minuciosamente el pecho. Se estremeció al contacto de esa piel, que ya no era rígida sino flexible. A medida que los tejidos se descongelaban, se relajaban los músculos. La cabeza, hasta ese momento tensa, en una postura poco natural, descansaba ahora pasivamente, como si en verdad el hombre estuviese durmiendo.

Rohan buscó en aquel cuerpo vestigios de una epidemia misteriosa, de envenenamiento, de mordeduras, pero no encontró nada. Dos dedos de la mano izquierda se apartaron, dejando al descubierto una pequeña herida, de bordes ligeramente abiertos. La herida empezó a sangrar. Gotas rojas cayeron sobre la mesa tapizada de linóleo blanco. Aquello fue demasiado para Rohan. Sin siquiera volver a cubrir al muerto, salió corriendo de la cabina, y tropezando con las personas que se apretujaban en la puerta, se precipitó hacia la salida principal. Jarg consiguió detenerlo en la cámara de descompresión, le ayudó a ajustarse la máscara de oxígeno, y hasta le deslizó la boquilla entre los labios. — ¿Encontraron algo?

— No, Jarg. Absolutamente nada.

No supo quiénes bajaron con él en el ascensor. Afuera rugían los motores de las máquinas. El viento huracanado soplaba ahora con mayor violencia, levantando ráfagas de arena, que se estrellaban contra la superficie del casco, granulosa y desigual. Rohan había olvidado por completo ese extraño fenómeno.

Acercándose a la popa y estirando el brazo, palpó con las yemas de los dedos el casco metálico. El blindaje parecía de roca, una viejísima superficie rocosa desgastada por la intemperie, tachonada de nódulos y asperezas. Alcanzó a ver entre los vehículos la elevada silueta del ingeniero Ganong, pero ni se le ocurrió preguntarle qué pensaba acerca del fenómeno. El ingeniero no sabría más que él. Es decir, nada. Absolutamente nada.

Regresó junto con una docena de hombres, sentado en un rincón de la cabina del transporte principal. Oía las voces de los otros como si le llegasen desde muy lejos. Temer habló de envenenamiento, pero los demás protestaron.

— ¿Envenenamiento? ¿Con qué? Todos los filtros se encuentran en perfecto estado. Hay oxígeno en las tanques, reservas de agua, víveres…

— ¿Notaron el aspecto de ese hombre en la cabina de navegación? — preguntó Blank —. Yo lo conocía, pero si no hubiese visto el anillo de sello, no lo habría reconocido.

Nadie le respondió.

De regreso en la base, Rohan fue directamente a ver a Horpach. El astronauta estaba ya al tanto de lo ocurrido, gracias a la transmisión televisada y a los informes del grupo que había vuelto primero trayendo centenares de fotografías. Rohan experimentó un involuntario alivio: no tendría que relatar en detalle al comandante lo que había visto en El Cóndor.

El astronauta lo miró largamente y se levantó de la mesa sobre la que había extendido un mapa de la zona, cubierto ahora en parte por pruebas fotográficas. Estaban los dos solos, en la amplia cabina de navegación.

— Trate de serenarse, Rohan — le dijo —. Comprendo muy bien lo que siente, pero lo que ahora más necesitamos es serenidad, raciocinio y lucidez. Hay que aclarar este condenado enigma.

— Tenían todos los medios de protección: los ergorobots, los lasers, los morteros antimateria. El mortero principal está junto a El Cóndor. Tenían el mismo equipo que nosotros — dijo Rohan con voz opaca.

De improviso, se dejó caer en una silla.

— Perdón… — murmuró.

El comandante sacó del armario una botella de cognac. — Un antiguo remedio. Algunas veces es útil. Beba, Rohan. En otras épocas lo utilizaban en los campos de batalla… Rohan bebió en silencio el ardiente licor.

— He verificado los contadores de todos los campos de fuerza — dijo con tono de reproche —. Nunca fueron atacados. Ni siquiera dispararon una sola vez. Sencillamente… sencillamente…

— ¿Todos se volvieron locos de pronto? — sugirió, imperturbable, el comandante.

— Si al menos pudiésemos tener esa certeza. Pero ¿cómo es posible?

— ¿Vio usted el libro de bitácora? Gaarb se lo llevó. ¿Lo vio usted?

Luego de la fecha del aterrizaje hay sólo cuatro anotaciones. Se refieren a las ruinas que ustedes han explorado… y a las «moscas».

— No entiendo. ¿Qué moscas?

— No lo sé. El texto dice literalmente que… Tomó de la mesa un registro abierto.

— «Ni un solo rastro de vida en tierra firme. La composición de la atmósfera…» Aquí figuran los resultados de los análisis… Luego: «A las 18 y 40 la segunda patrulla motorizada regresaba de las ruinas. Tropezaron con una tormenta de arena local; descargas eléctricas atmosféricas. Contacto radial establecido, pese a los parásitos. La patrulla comunica el descubrimiento de una cantidad considerable de moscas pequeñas que cubren…»

El astronauta se interrumpió y volvió a poner el registró sobre la mesa.

— ¿ Qué más? ¿ Por qué no termina de leer?

— Porque no hay nada más. Aquí se interrumpe la última anotación. Mire.

El astronauta le tendió el registro abierto. Estaba cubierto de garabatos ilegibles. Rohan, los ojos fuera de las órbitas, miraba como hipnotizado la maraña indescifrable de líneas y trazos.

— Se diría que aquí hay una letra «b» — dijo en voz baja.

Y aquí una «G». Una «G» mayúscula. Parece la escritura de un niño pequeño… ¿Está usted de acuerdo?

Rohan callaba; aun tenía la copa vacía en la mano. Recordó ambiciones recientes: había pensado que un día comandaría El Invencible. Ahora, daba gracias al cielo por no tener que decidir el futuro de la expedición.

— Rohan. Hágame el favor de convocar a los jefes de los grupos de especialistas. ¡Rohan! ¡Reaccione de una vez!

— Perdón, comandante. ¿Una conferencia?

— Sí. Que se reúnan todos en la biblioteca.

Un cuarto de hora más tarde, todos se encontraban sentados en la amplia sala cuadrada, de paredes de color; los libros y los microfilms se guardaban detrás de las mamparas. Lo más impresionante era sin duda la increíble semejanza entre las instalaciones de El Cóndor y las de El Invencible, Rohan miraba a un lado y a otro, y veía una vez más las imágenes de pesadilla que se le habían grabado en la memoria.

Todos ocuparon los sitios de costumbre. El biólogo, el médico, el planetólogo, los ingenieros electricistas y de comunicaciones, los cibernetistas y los físicos estaban sentados en semicírculo. Estos veinte hombres eran el cerebro estratégico de la nave. El astronauta se encontraba de pie, debajo de una pantalla blanca desenrollada a medias.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Invencible»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Invencible» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Invencible»

Обсуждение, отзывы о книге «El Invencible» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x