Carl Sagan - Contacto

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Contacto: краткое содержание, описание и аннотация

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La novela trata sobre lo que podría ser el contacto con una cultura extraterrestre inteligente, sobre cómo se vería afectada la especie humana al conocer que no estamos solos en el universo, lo que sería un gran cambio en la historia de la humanidad. La protagonista, Eleanor
Arrowayw, dirige el proyecto Argus del SETI, dedicado a captar emisiones de radio provenientes del espacio.
Un día, sus radiotelescopios captan una señal compuesta por una serie de números primos, lo que se considera evidencia de una inteligencia extraterrestre. La señal, además, contiene instrucciones para construir una compleja máquina. Una vez construida, cinco tripulantes, incluida la propia Ellie, son transportados a través de varios agujeros de gusano (ellos creen que es por medio de agujeros negros) a un punto en el centro de la Vía Láctea, específicamente en la constelación de Lyra y en Vega donde se reúnen con extraterrestres que adoptan la forma de un ser querido para cada uno de ellos.
Al volver a la Tierra, descubren que su viaje apenas ha durado veinte minutos de tiempo real, y que no quedan pruebas grabadas, por lo que son acusados de fraude y sometidos a frecuentes interrogatorios.
En una especie de epílogo, Ellie actuando según una sugerencia de los emisores de la señal, trabaja en un programa para encontrar patrones ocultos en los decimales del número pi. Finalmente encuentra oculto en la representacion en base 11 un patrón especial en el que los números dejan de variar de forma aleatoria y comienzan a aparecer unos y ceros en una secuencia. La única forma de ocultar semejante mensaje en pi es que el propio creador del universo lo hubiera hecho. Por lo que Ellie empieza una nueva búsqueda análoga al SETI en el aparente ruido de los números irracionales. Esta parte de la trama fue completamente omitida en el film realizado sobre la novela.

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LA EXPLORACIÓN SISTEMÁTICA DEL CIELO REALIZADA POR ARGOS DETECTÓ ANÓMALA FUENTE DE RADIOONDAS INTERMITENTES ASCENSO 18h 34m, DECLINACIÓN + 38 GRADOS 41 MINUTOS, FRECUENCIA 9,24176684 GIGAHERTZ, PASO DE BANDA APROXIMADAMENTE 430 HERTZ. AMPLITUDES BIMODALES APROXIMADAMENTE 174 Y 179 JANKYS. INDICIOS DE QUE LAS AMPLITUDES CODIFICAN SECUENCIA DE NÚMEROS PRIMOS. URGENTE NECESIDAD DE AMPLIA EXPLORACIÓN DE LONGITUD. TENGA A BIEN LLAMAR CON CARGO REVERTIDO PARA MAYOR INFORMACIÓN SOBRE FORMA DE COORDINAR OBSERVACIONES.

E. ARROWAY, DIRECTORA PROYECTO ARGOS, SOCORRO, NUEVO MÉXICO, U.S.A.

Capítulo cinco — Algoritmo de descifrado

Oh, habla otra vez ángel resplandeciente…

WILLIAM SHAKESPEARE Romeo y Julieta

Las dependencias para alojar a científicos visitantes estaban completas — más aún, atiborradas —, ocupadas por selectas luminarias de la comunidad de SETI. Cuando empezaron a llegar las delegaciones oficiales de Washington, se encontraron con que no había aposentos para ellos en Argos, y hubo que acomodarlos en moteles de las proximidades de Socorro. La única excepción fue Kenneth der Heer, asesor presidencial sobre temas científicos, que había llegado el día anterior en respuesta a un llamado urgente de Eleanor Arroway. Durante los días siguientes fueron llegando funcionarios de la Fundación Nacional para la Ciencia, de la NASA, del Departamento de Defensa, del Comité de Asesores Presidenciales sobre temas de ciencia, del Consejo Nacional de Seguridad. Hubo también varios empleados del gobierno cuyas funciones precisas no quedaron muy en claro.

La noche anterior, algunos se instalaron al pie del telescopio 101 y se les señaló por primera vez la ubicación de Vega. Servicialmente, su luz blancoazulada titiló con nitidez.

— Yo ya la había visto antes, pero nunca supe cómo se llamaba — comentó uno de ellos. Vega parecía más brillante que las demás estrellas del firmamento, pero sin ninguna otra característica especial. Era simplemente, una de las tantas que podían advertirse a simple vista.

Los científicos asistían a un seminario de investigación acerca de la naturaleza y el origen del significado de los impulsos de radio. A la oficina de relaciones públicas del proyecto — más grande que la de cualquier observatorio, debido al manifiesto interés que despertaba la búsqueda de inteligencia extraterrestre — se le asignó la misión de ilustrar a los funcionarios de menor jerarquía. A cada persona que llegaba había que suministrarle información personal. Ellie, que tenía la obligación de instruir al personal superior, de supervisar la investigación y responder los escépticos interrogantes que planteaban algunos colegas, se sentía exhausta. Desde que se produjo el descubrimiento, no había podido darse el lujo de dormir una noche entera.

Al principio procuraron mantener oculto el hallazgo. Al fin y al cabo, no estaban del todo seguros de que se tratara de un mensaje extraterrestre. Un anuncio prematuro o equivocado podía significar un desastre para las relaciones públicas, pero peor aún, obstaculizaría el análisis de datos. Si intervenía el periodismo, la ciencia seguramente habría de sufrir las consecuencias. Tanto Washington como Argos deseaban guardar el secreto, pero los científicos se lo habían contado a sus familias, el telegrama de la Unión Astronómica Internacional se había enviado a todo el mundo, y los sistemas — aún rudimentarios — de análisis de datos astronómicos de Europa, Norteamérica y Japón ya se habían enterado del descubrimiento.

Si bien existían planes de contingencia que establecían la forma de dar publicidad a cualquier información, las circunstancias los tomaron desprevenidos. Redactaron una declaración lo más inocua posible que, como era de prever, produjo un gran revuelo.

Se le pidió paciencia a la prensa, pero sabían que el periodismo les daría apenas un mínimo respiro antes de arremeter con bríos. Trataron de impedir que los reporteros se presentaran en la planta, aduciendo que las señales que recibían en realidad no traían información, que sólo se trataba de una tediosa repetición de números primos. La prensa estaba impaciente ante la falta de noticias concretas. «No se pueden llenar muchas columnas hablando sobre las características de los números primos», le explicó a Ellie un periodista por teléfono.

Cámaras de televisión comenzaron a hacer pasadas rasantes en helicóptero sobre el escenario, generando en ocasiones una potente interferencia que los telescopios captaban con toda facilidad. Algunos periodistas acechaban a los funcionarios de Washington cuando éstos regresaban de noche a sus moteles. Varios de los más audaces intentaron entrar subrepticiamente en las instalaciones — en moto, triciclo de playa y, en una ocasión, a caballo —, y Ellie se vio en la necesidad de averiguar precios para levantar un cerco de protección.

Apenas llegó Der Heer, se le presentó la primera versión de lo que luego se convertiría en la versión corriente de Ellie: la sorprendente intensidad de la señal, su ubicación en el cielo coincide con la de Vega, la naturaleza de los impulsos.

— El hecho de que yo sea asesor presidencial sobre temas científicos no quiere decir nada — dijo él —, puesto que mi campo es la biología. Por eso le pido que me explique todo muy despacio. Entiendo que, si la fuente emisora de radioondas se halla a veintiséis años luz, el mensaje debió haber sido enviado hace veintiséis años. Digamos que en la década de 1960, unos hombrecitos de aspecto extraño y orejas puntiagudas quisieron hacernos saber el gusto que sentían por los números primos. Sin embargo, los números primos no son difíciles, o sea que ellos no estarían haciendo alarde de nada. Esto más bien se parece a un curso de recuperación sobre matemática. Quizá deberíamos sentirnos ofendidos.

— No — sostuvo ella, con una sonrisa —. Píenselo de este modo. Todo esto no es más que una señal de anuncio para atraer nuestra atención. Constantemente recibimos impulsos insólitos provenientes de cuasar, pulsar y galaxias. Sin embargo los números primos son muy específicos, muy artificiales. Por ejemplo, ningún número par es también primo. Nos cuesta creer que alguna galaxia en explosión o plasma radiante pueda emitir un conjunto de señales matemáticas como éstas. Los números primos tienen como objeto despertar nuestra curiosidad.

— Pero, ¿para qué? — preguntó él, desconcertado.

— No lo sé, pero en estas cuestiones es preciso armarse de paciencia. A lo mejor, dentro de un tiempo dejan de enviarnos números primos para reemplazarlos por otra cosa, algo más significativo, el mensaje verdadero. No nos queda más remedio que seguir escuchando.

Ésa era la parte más difícil de explicar al periodismo: que las señales no contenían en esencia sentido alguno. Eran sólo los primeros centenares de números primos, en orden, para comenzar otra vez desde el principio. 1, 2, 3, 5, 7, 11, 13, 17,19, 23, 29, 31…

El nueve no era número primo — sostenía Ellie —, porque era divisible por 3 (además de por 9 y 1, desde luego). El diez tampoco lo era porque era divisible por 5 y por 2 (además de por 10 y por 1). El once sí era número primo porque sólo era divisible por 1 y por sí mismo. Sin embargo, ¿por qué optaban por transmitir dichos números? Pensó en un idiot savant, una de esas personas que quizá son deficientes en destrezas comunes, verbales o sociales, pero también son capaces de realizar complicadísimas operaciones matemáticas mentalmente, tales como por ejemplo, calcular al momento en qué día de la semana va a caer el 1 de junio del año 11.977. No lo hacen para nada sino sólo porque les gusta, porque son capaces de hacerlo.

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