Bob Shaw - Los astronautas harapientos

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Los astronautas harapientos: краткое содержание, описание и аннотация

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Los mundos gemelos, Land y Overland, sólo estan separados por unos miles de kilómetros; y sus órbitas son tales que Overland siempre aparece situado en el mismo lugar en el cielo, llenando gran parte de él y visible en todos sus detalles, cuando se asoma sobre Land. Los humanos que habitan Land, al carecer de metales, sólo han podido desarrollar una tecnología de bajo nivel. Durante siglos, han vivido de forma bastante estable; pero en el momento en que comienza esta historia, su existencia está amenazada. Los pterthas, una especie de burbujas llenas de humo que flotan en el aire y que siempre han sido peligrosas, parecen haber declarado la guerra a la humanidad. Ni los filósofos, que tienen a su cargo la investigación científica además de ser los elaboradores de las teorías y sustentadores de las ideas, ni los militares dirigidos por el príncipe Leddravohr, ni el Industrial supremo, príncipe Chakkell, ni aun el mismo rey Prad, comprenden la magnitud del peligro y la acuciante necesidad de encontrar una solución. Sólo Glo, el gran Filósofo, viejo, decadente, borracho y menospreciado por todos, incluidos los de su clase, propone una solución audaz y aparentemente inaceptable.

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— ¿Qué esperabas? — Leddravohr señaló con el dedo índice hacia el suelo, indicando que quería que el gran Prelado fuese obligado a arrodillarse —. Ya conoces el castigo por alta traición. ¡Adelante!

Hippern, con el rostro impasible bajo su casco ornamentado, habló otra vez a los oficiales que estaban junto a él y, un segundo más tarde, un corpulento sargento primera corrió hacia los dos soldados que aguantaban a Balountar. El gran Prelado duplicó sus esfuerzos por liberarse, con su cuerpo vestido de negro sometido a contorsiones forzadas mientras los soldados lo obligaban a inclinarse. Alzó el rostro hacia su verdugo. Abrió la boca como si intentara articular una oración o un juramento, creando una diana que el sargento eligió inconscientemente en el momento de la ejecución. La espada penetró por la boca de Balountar y surgió por la base del cerebro, atravesando la espina dorsal, acabando con su vida en el acto. Los dos soldados soltaron el cuerpo y dieron un paso atrás, y se oyó un gemido entre la multitud Una piedra recorrió el aire en arco y cayó cerca de los pies de Leddravohr.

Durante un momento pareció que el príncipe iba a lanzarse contra la multitud y a atacarla sin ayuda, después se volvió hacia el sargento primera.

— Córtale la cabeza al cura Álzala en una pica para que sus seguidores puedan seguir venerándolo.

El sargento asintió y llevó a cabo su espeluznante misión con la destreza serena de un carnicero; y en un minuto, la cabeza de Balountar estuvo sobre el asta de la pica que fue clavada en un poste de la verja. Riachuelos de sangre se deslizaron rápidamente por el asta.

Se produjo un largo silencio, un silencio que penetraba en los oídos y pareció que se había llegado a un punto muerto. Después, poco a poco, se hizo claro para aquellos que observaban desde dentro de la base, que la situación no era en realidad estática; el semicírculo formado al otro lado de la verja se encogía con lentitud Los que estaban en los límites de la masa de seres humanos parecían inmóviles, pero sin embargo avanzaban, como filas de estatuas que fuesen empujadas por una presión inexorable desde atrás. La evidencia de que se estaba ejerciendo una fuerza tremenda se produjo cuando un poste de la cerca, a la derecha de la entrada, crujió y empezó a inclinarse hacia delante.

— Cierren la verja — gritó el coronel Hippern.

— ¡Déjenla! — Leddravohr se dirigió al coronel —. El ejército no huye de una chusma de civiles. Ordena a tus hombres que limpien toda la zona.

Hippern tragó saliva, evidenciando su inquietud, pero hizo frente a la mirada directa de Leddravohr.

— La situación es difícil príncipe. Éste es un regimiento local la mayoría reclutados en Ro-Atabri, y los hombres no aceptarán la idea de atacar a los suyos.

— ¿Le estoy oyendo bien, coronel? — Leddravohr apretó el puño sobre la espada y una luz blanca apareció en sus ojos —. ¿Desde cuándo son los simples soldados árbitros de los asuntos de Kolkorron?

La garganta de Hippern tragó de nuevo, pero su valor no le abandonó.

— Desde que tienen hambre, príncipe. Siempre ocurre lo mismo.

Inesperadamente Leddravohr sonrió.

— Ése es su juicio profesional, ¿verdad coronel? Ahora obsérveme atentamente. Voy a enseriarle algo que es esencial para mandar.

Se giró, dio varios pasos hacia la triple fila de soldados que aguardaban y alzó su espada.

— ¡Dispersen a la chusma! — gritó, deslizando su espada hacia delante para indicar la dirección del ataque contra la multitud que avanzaba. Los soldados rompieron filas inmediatamente y corrieron a enfrentarse con los primeros intrusos, y el relativo silencio que había dominado la escena desapareció en un súbito alboroto. La multitud retrocedió, pero en vez de huir en completo desorden, sus miembros se reunieron de nuevo. Habían retrocedido pero sólo a corta distancia, y fue entonces cuando un hecho significativo se hizo evidente: sólo un tercio de los soldados habían obedecido la orden de Leddravohr. Los otros apenas se habían movido y miraban descontentos a sus oficiales más jóvenes. Incluso los soldados que se habían enfrentado al tumulto parecían haberlo hecho por sumisión, sin convencimiento. Se dejaban vencer fácilmente, perdiendo sus armas con tal rapidez que pronto pasaron a disposición de la muchedumbre que se agitaba. Se oyeron gritos alentadores cuando una parte de la cubierta del camino fue arrancada y su estructura rota para proporcionar más armas…

El otro Leddravohr, frío, etéreo y ajeno a la situación, observaba con cierto interés, mientras el Leddravohr carnal, encerrado en el cuerpo, corría hacia un teniente de rostro inocente y le ordenaba que dirigiese a sus hombres contra la multitud Se vio cómo el teniente movía la cabeza, argumentando, y un segundo más tarde estaba muerto, casi decapitado de una sola estocada de la espada del príncipe. Leddravohr había perdido su humanidad, había dejado de sentir como un ser humano. Con la cabeza hacia delante y arrastrando los pies, se movía entre sus oficiales y hombres como un terrible demonio, prodigando destrucción.

¿Cuánto tiempo continuará esto? se preguntó el otro Leddravohr. ¿Existe límite en lo que puede soportar el hombre?

Su atención fue atraída de repente por un nuevo fenómeno. El cielo se estaba oscureciendo por el oeste mientras ascendían columnas de humo desde varios distritos de la ciudad. Sólo podía significar que las pantallas anti — ptertha estaban ardiendo, que algunos de sus habitantes, impulsados por la ira y la frustración, manifestaban su última protesta contra el orden presente.

El mensaje era claro, que todos se hundirían juntos. Los ricos y los pobres. El rey y el mendigo.

Al pensar en el rey, solo y vulnerable en el Palacio Principal, la compostura del otro Leddravohr se desintegró. Debía llevarse a cabo una tarea vital y urgente; él tenía responsabilidades que superaban ampliamente un conflicto entre unos cientos de ciudadanos y soldados.

Dio un paso hacia su otro yo complementario y se produjo un efecto, una ofuscación del tiempo y el espacio…

El príncipe Leddravohr Neldeever abrió los ojos en un torrente de intensa luz solar. El mango de su espada estaba húmedo en su mano, y, a su alrededor, los ruidos del tumulto y los colores de la matanza. Examinó la escena durante un momento, parpadeando mientras intentaba reorientarse en una realidad cambiante, después guardó su espada y corrió hacia su cuernoazul que le aguardaba.

Capítulo 18

Toller miró el cuerpo encapuchado de amarillo sin moverse durante unos diez minutos, tratando de comprender cómo soportar el dolor de la pérdida.

Ha sido Leddravohr, pensó. Éstos son los frutos que recojo por dejar vivir a ese monstruo. ¡Abandonó a mi hermano a los pterthas!

El sol del antedía todavía estaba bajo en el este, pero ante la ausencia total de movimiento de aire, la ladera rocosa de la montaña ya empezaba a proyectar calor. Toller estaba dividido entre el sentimiento y la prudencia; el deseo de correr hacia el cuerpo de su hermano y la necesidad de permanecer a una distancia segura. Su visión borrosa le mostró algo blanco que brillaba en el pecho hundido, aguantado por la cuerda de la cintura de la túnica gris y una mano delgada.

¿Papel? ¿Podría ser, el corazón de Toller se aceleró al pensarlo, una acusación contra Leddravohr?

Sacó su pequeño telescopio de la infancia y enfocó el rectángulo blanco. Sus lágrimas conspiraban con el brillo feroz de la imagen para dificultar la lectura de las palabras garabateadas, pero al fin recibió el último comunicado de Lain:

PTERTHAS AMIGOS DE BRAK. NOS MATAN POR NOSOTROS MATAMOS BRAK. BRAK. ALIMENTO PTERTH. EN PAGO P PROTEGE B. TRANSPARENTE, ROSA, PÚRPURA. P EVOLU TOXINS. DEBER VIVIR EN ARMONÍA CON B. MIRAR AL CIELO.

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