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Bob Shaw: Los astronautas harapientos

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Bob Shaw Los astronautas harapientos

Los astronautas harapientos: краткое содержание, описание и аннотация

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Los mundos gemelos, Land y Overland, sólo estan separados por unos miles de kilómetros; y sus órbitas son tales que Overland siempre aparece situado en el mismo lugar en el cielo, llenando gran parte de él y visible en todos sus detalles, cuando se asoma sobre Land. Los humanos que habitan Land, al carecer de metales, sólo han podido desarrollar una tecnología de bajo nivel. Durante siglos, han vivido de forma bastante estable; pero en el momento en que comienza esta historia, su existencia está amenazada. Los pterthas, una especie de burbujas llenas de humo que flotan en el aire y que siempre han sido peligrosas, parecen haber declarado la guerra a la humanidad. Ni los filósofos, que tienen a su cargo la investigación científica además de ser los elaboradores de las teorías y sustentadores de las ideas, ni los militares dirigidos por el príncipe Leddravohr, ni el Industrial supremo, príncipe Chakkell, ni aun el mismo rey Prad, comprenden la magnitud del peligro y la acuciante necesidad de encontrar una solución. Sólo Glo, el gran Filósofo, viejo, decadente, borracho y menospreciado por todos, incluidos los de su clase, propone una solución audaz y aparentemente inaceptable.

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En Land, donde no había estaciones, los primeros agricultores tuvieron que separar el desorden natural de las plantas comestibles en grupos sincrónicos que madurasen en épocas previstas. Seis cosechas al año era la norma en la mayor parte del mundo. Después, sólo fue cuestión de plantar y recolectar seis franjas continuas para mantener el abastecimiento de cereales, sin problemas de almacenaje durante largo tiempo. En épocas recientes, los países avanzados habían descubierto que era más eficaz dedicar todas las granjas a ciclos de cosechas simples, trabajando con combinaciones de seis granjas o múltiplos de éstas según el mismo principio.

Cuando era niño, Lain Maraquine se divertía especulando sobre la vida en planetas distantes, imaginando que existían seres inteligentes en otras partes del universo, pero no tardó en descubrir que las matemáticas le ofrecían un campo más amplio para sus elucubraciones. Ahora sólo deseaba que el gran Glo se marchara pronto y le dejase seguir con su trabajo o pasase directamente a explicarle la razón de su visita. Volviendo su atención al discurso de Glo, se dio cuenta de que divagaba nuevamente sobre los experimentos de fotografía y las dificultades para producir emulsiones con células vegetales de alta sensibilidad, que retendrían una imagen durante más de unos cuantos días.

— ¿Por qué es tan importante para usted? — preguntó Lain —. Cualquiera de su observatorio podría dibujarlo mucho mejor a mano.

— La astronomía es sólo una pequeña parte, muchacho; la intención es lograr reproducciones… hummm… absolutamente precisas de edificios, paisajes, personas.

— Sí, pero ya tenemos dibujantes y artistas que pueden hacer eso.

Glo asintió sonriendo, mostrando los restos de su dentadura, y habló con una fluidez poco usual en él.

— Los artistas sólo pintan lo que ellos o sus jefes creen que es importante. Gran parte se pierde. El tiempo se nos escapa entre los dedos. Queremos que cada hombre sea su propio artista; después descubriremos nuestra historia.

— ¿Cree que será posible?

— Seguro. Preveo el día en que todo el mundo llevará material sensible a la luz y se podrá reproducir cualquier cosa en el tiempo de un parpadeo.

— Todavía puede usted volar más allá que cualquiera de nosotros — dijo Lain impresionado, sintiendo momentáneamente que estaba ante el gran Glo de otros tiempos —. Y más alto, puesto que su vista llega más lejos.

Glo pareció agradecido.

— Eso no importa; dame más… hummm… vino. — Observó el vaso atentamente mientras se llenaba, después se acomodó de nuevo en la silla —. No puedes imaginarte lo que ha ocurrido.

— Ha dejado embarazada a alguna joven inocente.

— Prueba otra vez.

— Alguna joven inocente le ha dejado embarazado a usted.

— Va en serio, Lain. — Glo hizo un movimiento con la mano, insinuando que tal frivolidad estaba fuera de lugar —. El rey y el príncipe Chakkell han comprendido de repente que nos estamos quedando sin brakkas.

Lain se inmovilizó a punto de llevarse el vaso a los labios.

— No puedo creerlo; es tal como usted predijo. ¿Cuántos informes y estudios les hemos enviado en los últimos diez años?

— He perdido la cuenta, pero parece que al final han hecho efecto. El rey ha convocado una reunión del Consejo… hummm… Supremo.

— Nunca pensé que lo haría — dijo Lain —. ¿Viene de palacio?

— Ah… no. Hace días que sé lo de la reunión, pero no pude comunicarte la noticia, porque el rey me envió a Sorka para otro… hummm… asunto. He vuelto justo este antedía.

— Yo también podría tomarme unas vacaciones extra.

— No fueron vacaciones, muchacho. — Glo negó con su gran cabeza, mostrando un aire solemne —. Estuve con Tunsfo. Tuve que ver cómo uno de sus cirujanos realizaba una autopsia a un soldado. No me importa admitir que no tengo estómago para ese tipo de cosas.

— Por favor, ni lo mencione — dijo Lain, sintiendo una suave presión hacia arriba en el diafragma, al pensar en un cuchillo atravesando la pálida piel para alterar las frías entrañas que se escondían bajo ésta —. ¿Para qué quería el rey que fuese allí?

Glo se dio un cachete en su mejilla.

— El gran Filósofo, ése soy yo. Mis palabras aún tienen bastante peso para el rey. Aparentemente, nuestros soldados y aeronautas están empezando a… hummm… desmoralizarse por los rumores de que es peligroso acercarse a las víctimas de los pterthas.

— ¿Peligroso? ¿En qué sentido?

— Lo que ocurre es que varios soldados del frente contrajeron la pterthacosis por tocar a los heridos.

— Pero eso es absurdo — dijo Lain, tomando el primer sorbo de su vino —. ¿Qué encontró Tunsfo?

— Pterthacosis, no había ninguna duda, el bazo como un balón de fútbol. Nuestra conclusión oficial fue que el soldado se encontró con una burbuja al caer la noche e inhaló el polvo sin saberlo; o que estaba mintiendo. Eso sucede, ¿sabes? Algunos hombres no pueden enfrentarse a ello. Llegan incluso a convencerse a sí mismos de que están perfectamente.

— Lo entiendo. — Lain alzó sus hombros como si hubiese sentido frío —. La tentación debe ser ésa. Después de todo, la más leve corriente de aire puede marcar la diferencia. Entre la vida y la muerte.

— Preferiría que hablásemos sobre nuestras propias preocupaciones. — Glo se levantó y empezó a pasear por la habitación —. Esta reunión es muy importante para nosotros, muchacho. Una oportunidad para que la orden filosofal gane el reconocimiento que se merece, para recuperar su antigua posición. Ahora quiero que prepares los gráficos personalmente. Hazlos grandes y con colores y… hummm… claros; mostrando cuánto pikon y halvell puede esperarse que manufacture Kolkorron en los próximos cincuenta años. Puede hacerse con incrementos de cinco años; eso lo dejo a tu criterio. También necesitamos mostrar cómo, a causa del descenso de cristales naturales, nuestras reservas de plantaciones de brakkas se incrementarán hasta que…

— Señor, no corra tanto — protestó Lain, consternado al ver cómo la retórica visionaria de Glo le hacía flotar sobre la realidad de la situación —. Odio parecer pesimista, pero no hay ninguna garantía de que produzcamos cristales utilizables en los próximos cincuenta años. Nuestro mejor pikon hasta la fecha tiene sólo una pureza de un tercio, y el halvell no es mucho mejor.

Glo rió nervioso.

— Eso es sólo porque no hemos tenido el respaldo total del rey. Con los recursos adecuados podemos solucionar los problemas de pureza en pocos años. ¡Estoy seguro! Porque el rey me ha permitido incluso usar sus mensajeros para hacer que vuelvan Sisstt y Duthoon. Ellos pueden informar en la reunión sobre sus progresos hasta la fecha. Hechos dificultosos; eso es lo que impresiona al rey. Sentido práctico. Te lo digo, muchacho, los tiempos están cambiando. Me siento mal.

Glo se dejó caer en su silla con un golpe que hizo tambalearse los objetos de cerámica que decoraban la pared más cercana.

Lain sabía que debía acercarse para ofrecerle ayuda, pero sintió un rechazo. Le pareció que Glo iba a vomitar en cualquier momento y la idea de estar cerca de él cuando ocurriese le desagradaba demasiado. Y lo que le pareció peor, las sinuosas venas de la sien de Glo parecían estar a punto de estallar. ¿Qué se podría hacer si se transformaban en un surtidor? Lain trató de imaginarse cómo se las arreglaría si la sangre de otra persona llegase a tocarle y nuevamente sintió una náusea.

— ¿Voy a buscar algo? — dijo Lain ansiosamente —. ¿Un poco de agua?

— Más vino — pidió secamente, extendiendo el vaso.

— ¿Cree que le conviene?

— No seas tan mojigato, muchacho; es el mejor tónico que existe. Si bebieses más vino engordarías un poco. — Glo contempló el vaso mientras le servía el vino, comprobando que estuviese lleno hasta arriba, y el color empezó a volver a su rostro —. Bueno, ¿de qué hablaba?

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