Finalmente, Ficrfolia dice, a propósito de nada y sin mirar a Sadrac:
—No puedo entender cómo es que todavía está aquí.
—¿Cómo?
—En Ulan Bator. Esperando la guillotina. Yo en su lugar me escondería, Sadrac.
—Entonces, sabe…
—Lo sé, sí. Varias personas lo saben. ¿Qué piensa hacer?
—No sé. Seguramente me quede donde estoy para pensar un poco. Tengo que evaluar una serie de cosas.
—¿Evaluar? ¿Evaluar? ¡Era de suponer que usted diría algo así! —Ficifolia trata de no mostrarse agresivo, pero no puede controlar sus emociones. Levanta la voz y gesticula exaltado—. ¿Quiere que le diga una cosa? Usted nunca perteneció a esta ciudad, porque no reúne ¡os requisitos necesarios, no es lo suficientemente loco. Es tan sereno, tan racional, analiza demasiado las cosas, y ahora quiere detenerse a hacer evaluaciones cuando están a punto de eliminarlo. Dígame, ¿cómo aterrizó aquí? Éste es un lugar para dementes. Lo digo en serio, Sadrac. Es un manicomio dirigido por lunáticos, y el lunático que preside es el más loco de todos, y usted está fuera de lugar aquí. ¿Puede haber algo más loco que un mundo podrido gobernado por burócratas ahogados en Antídoto y dirigido por un líder mogol que piensa vivir para siempre? ¿Hay algo de cuerdo en eso? ¿Es, acaso, el resultado lógico de quinientos años de imperialismo occidental? ¿Y los ojos espías por todas partes? ¿Eh? ¿Los vectores de vigilancia que están grabando mis palabras en este mismo momento y transmitiéndolas a Dios sabe qué clase de máquina para que tal vez nadie las recopile ni las analice de aquí a tres mil años? ¿Y los policías robot? ¿Y los depósitos dé órganos? Cualquiera que tome este mundo en serio tiene que ser un loco, y eso es lo que somos, todos, absolutamente todos, Avogadro, Horthy, Lindman, Labile, yo, toda la pandilla. Menos usted, tan solemne, tan controlado, tan complaciente, cumpliendo con su trabajo, usted y Warhaftig, cosiéndole el nuevo hígado al Khan, nunca una sonrisa, ninguno de los dos le dice al otro "Esta forma de vida es una locura", no, ni siquiera perciben la locura porque son básicamente cuerdos. No, Warhaftig no, él es un robot o un lunático, pero usted, Sadrac, nunca se inmuta, está lleno de horribles aparatitos microscópicos y ni siquiera eso lo altera. ¿Nunca tiene anos de gritar y patalear? ¿Por qué tiene que aceptar todo, asta la idea de que Genghis Mao lo expulsará de su propio cuerpo? ¿Por qué… —Ficifolia se contiene de pronto. Le tiemblan los músculos faciales en una serie de tics convulsivos. Logra controlarse y recuperar la calma. Cambiando el tono de voz dice—: Realmente, Sadrac, tiene un problema muy grande. Tiene que huir mientras pueda hacerlo.
Sadrac menea la cabeza. —Esconderme iría contra mis principios.
—¿Y cuáles son sus principios? ¿Morirse?
—No, pero no me esconderé. No está de acuerdo con mi forma de ser. Mi gente pasó la vida escondiéndose. La época del subterráneo terminó para siempre.
—"Mi gente pasó la vida escondiéndose" —Ficifolia hace la mímica en tono agudo y grotesco—. ¡Dios! ¡Dios! Quizá lo subestimé. Quizás es tan loco como el resto de nosotros. Genghis Mao lo ha sentenciado a muerte, lo agregó a la lista negra, y para usted es más importante su orgullo racial que su vida. ¡Bravo, Sadrac! Muy noble de su parte. Muy estúpido.
—¿En dónde me voy a esconder? Los aparatos espías del Khan me encontrarían en cualquier parte. Aparatos que usted ayudó a inventar.
—Hay formas.
—¿Disfrazarme? ¿Pintarme la piel de blanco? ¿Usar una peluca rubia?
—Podría desaparecer como lo hizo Buckmaster.
Sadrac tose.
—No estoy para bromas pesadas, Frank.
—No me refiero a los depósitos de órganos. Estoy hablando de desaparecer. Nosotros lo hicimos desaparecer a Buckmaster y podríamos hacer lo mismo con usted.
—¿Buckmaster no está muerto?
—Vivito y coleando. Alteramos el sistema de la computadora maestra del registro de personal. Transpusimos seis dígitos binarios y los registros marcaron que Roger Buckmaster había sido enviado al depósito de órganos tal y tal día y que había sido debidamente descuartizado. Y si eso está registrado, es más real que la realidad. La realidad de las máquinas es una realidad más fidedigna que la realidad real. Si Buckmaster aparece en alguno de los rasares del Khan, la computadora rechazará la información, porque los registros indican que Buckmaster ha muerto, y, por consiguiente, es imposible encontrar a un muerto caminando.
—¿En dónde está?
—Eso no importa ahora. Lo importante es que nosotros lo salvamos y podemos salvarlo a usted.
—¿Nosotros? ¿Quiénes son nosotros?
—Eso tampoco importa.
—No sé si debo creer todo esto, Frank.
—No, no. No me crea. Son todas mentiras. La verdad es que soy espía del Khan, y le estoy haciendo hablar para que caiga en la trampa. ¡Por Dios, Sadrac, use la cabeza! ¿Qué cree? ¿Que quiero ocasionarle problemas? Usted ya tiene problemas. Me estoy jugando el pellejo para…
—Está bien. Déjeme pensar, Frank.
—Y bueno, piense.
—Ustedes arreglan todo y yo desparezco. Ahora bien, me transformo en una persona sin identidad y sin profesión. ¿Usted cree que podré practicar la medicina escondido en un sótano? Estudie para ser médico. Quizás, no para ser el médico de Genghis Mao, pero el médico de alguna otra persona… Frank. Si no me dedico a eso, no soy nadar sino un desperdicio de habilidad y talento. Yo mismo voy a sentir que no soy nadie. ¿(qué sentido tiene desaparecer para llevar una vida de ese tipo? ¿Y cuánto tiempo tendría que estar bajo tierra? Pasar el resto de mi vida encerrado en un sótano no es mucho mejor que dejar que Genghis Mao me use para Avatar. En realidad, no se que prefiero.
—Tendría que, estar escondido mientras Genghis Mao viva, pero después…
—¿Después? ¿Qué después? Genghis Mao puede llegar a vivir cien años más. Yo no.
—El tampoco —la voz de Ficifolia sugiere un tono de amenaza.
Sadrac está atónito. Ni siquiera sabe si creer una palabra de todo esto. ¿Buckmaster vivo? ¿Ficifolia subversivo? ¿Una conspiración para eliminar al Khan? Necesita calmar su intriga, saber las respuestas de las mil y una preguntas que se agolpan en su mente, pero, por el rabillo del ojo, alcanza a ver a dos individuos vestidos de gris y azul: son policías que están haciendo la ronda. Por lo tanto, no habrá respuestas ahora. Ficifolia también los ve y, asintiendo con la cabeza más disimuladamente que nunca, dice:
—Piénselo. Haga sus evaluaciones y después dígame qué piensa hacer.
—Está bien.
—¿Ha visto alguna vez el río tan crecido como hoy?
—Este invierno nevó más que lo acostumbrado —dice Sadrac, al tiempo que pasan los policías.
27 de mayo de 2012
Anoche tuve pesadillas. La boca llena de telarañas, los dedos transformados en raíces. Presagios de muerte. ¿Acaso se aproxima el fin de Genghis Mao? Horrible, horrible, horrible… despertarme y descubrir que ya no existo. Estrellarme contra el silencio. Me lastima. Despertarme y descubrir que ya no existo, que me he ido a otra parte, o que me he ido al inmenso vacío de las tinieblas. Cuanto más larga es nuestra vida, más nos aferramos a ella: vivir se transforma en un hábito que es difícil abandonar. ¡Qué vacío quedaría el mundo si yo lo dejara! Puf, adiós Genghis Mao. ¡Qué vacío! Los vientos se precipitarían desde los cuatro puntos para llenar mi espacio. Tornados. Huracanes.
Me encanta pensar y pensar en la muerte.
La muerte nos puede enseñar. La muerte nos puede decir muchas cosas de nuestra verdadera personalidad. Y pienso que hasta nos puede dar placer. La muerte es una experiencia que nos devuelve pureza e integridad. ¡Sí, el cuerpo, ya viejo y dañado por la vida, entrega el alma, de buena gana! Supongo que para algunos ha de ser el éxtasis más intenso que jamás hayan experimentado.
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