Orson Card - Ender el Xenócida

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Ender el Xenócida: краткое содержание, описание и аннотация

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Lusitania es único en la galaxia. Un planeta donde coexisten tres especies inteligentes: los cerdis, que evolucionaron en el mismo planeta; los humanos que llegaron como colonizadores; y la reina colmena y sus insectores, llevados por el joven Ender unos años atrás. El planeta ha sido condenado por el Consejo Estelar a causa de la descolada, el virus letal para los humanos e imprescindible para la biología de los cerdis. Jane, la inteligencia artificial aliada de Ender y nacida del nexo de ansibles que comunican la galaxia, ha salvado Lusitania interfiriendo con la Flota Estelar y creando un insondable misterio a escala galáctica. En el planeta Sendero, con una cultura derivada de la antigua China, la niña Qing-jao tiene el encargo de descubrir la causa de la desaparición de la flota estelar. Su prodigiosa inteligencia le ha de permitir lograrlo, y ello pone en peligro la existencia de Jane y la supervivencia de las tres especies inteligentes conocidas. La intervención de Ender se hace de nuevo imprescindible.
Nominado a los Premios Hugo y Locus, 1992.

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—No lo sé —dijo Ela—. Eso es menos problemático que cómo conseguir que llegue a cada célula de un organismo individual con rapidez suficiente para que la descolada no pueda adaptarse o escapar. Tendré que crear una especie de virus transportador, y probablemente tendré que modelarlo a partir de la propia descolada. La descolada es el único parásito que conozco que invade un anfitrión tan rápida y concienzudamente como necesito para el virus transportador. Irónico: aprenderé a sustituir la descolada copiando las técnicas del propio virus.

—No es irónico —dijo Ender—. Es la manera en que funciona el mundo. Alguien me dijo que el único maestro válido es tu propio enemigo.

—Entonces, Quara y Grego deben de estar proporcionándose doctorados mutuamente.

—Su enfrentamiento es sano. Nos obliga a sopesar cada aspecto de lo que estamos haciendo.

—Dejará de ser sano si uno de ellos decide llevar el asunto fuera de la familia.

—Esta familia no cuenta sus cosas a los extraños —aseguró Ender—. Yo debería saberlo mejor que nadie.

—Al contrario, Ender. Tú más que nadie deberías saber lo ansiosos que estamos por hablar a un extraño, cuando pensamos que nuestra necesidad es lo bastante imperiosa para justificarlo.

Ender tuvo que admitir que tenía razón. Cuando llegó a Lusitania, le resultó difícil que Quara, Grego, Miro, Quim y Olhado confiaran en él lo suficiente para hablarle. Pero Ela le había hablado desde el principio, al igual que los otros hijos de Novinha. Al final, también lo hizo la propia Novinha. La familia era intensamente leal, pero también testaruda y porfiada, y no había ninguno que no confiara en su propio juicio por encima del de los demás. Grego o Quara, cualquiera de los dos, podría decidir que confiárselo a otra persona sería lo mejor para Lusitania, la humanidad o la ciencia, y la norma del secreto se acabaría, al igual que la norma de la no interferencia con los cerdis se quebró antes de que Ender llegara al planeta.

«Qué bien —pensó Ender—. Una posible fuente de desastre más que está completamente fuera de mi control.»

Al salir del laboratorio, Ender deseó, como había hecho muchas veces antes, que Valentine estuviera allí. Ella era la experta en sortear dilemas éticos. Llegaría pronto, pero ¿a tiempo? Ender comprendía y en principio estaba de acuerdo con los puntos de vista presentados por Quara y Grego. Lo que más dolía era la necesidad de mantener el secreto, de forma que no podía hablar con los pequeninos, ni siquiera con Humano, sobre una decisión que los afectaría a ellos tanto como a cualquier colono de la Tierra. Sin embargo, Novinha tenía razón. Descubrir ahora el asunto, antes de que supieran lo que podía hacerse, provocaría confusión en el mejor de los casos, anarquía y derramamiento de sangre en el peor. Los pequeninos se mostraban ahora pacíficos, pero la historia de la especie estaba manchada de guerra.

Cuando Ender salió de la verja, de regreso a los campos experimentales, vio a Quara delante del padre-árbol Humano, con los palos en la mano, enfrascada en una conversación. No había golpeado el tronco, de lo contrario Ender la habría oído, así que debía de querer intimidad. Eso estaba bien. Ender daría un rodeo, para no acercarse demasiado y escucharla por casualidad.

Pero cuando ella vio que Ender la observaba, terminó de inmediato la conversación con Humano y se dirigió rápidamente al sendero que conducía a la verja. Por supuesto, esto la llevó justo a Ender.

—¿Revelando secretos? —le preguntó él.

No había pretendido que fuera una pulla. Sólo cuando las palabras surgieron de su boca y Quara adoptó una expresión furtiva comprendió cuál era el secreto que Quara podía haber estado diciendo. Y sus palabras confirmaron la sospecha.

—La idea de justicia de mi madre no es siempre la mía. Ni la tuya, por cierto.

Ender sabía que ella podía hacer esto, pero no se le había ocurrido que fuera a hacerlo tan rápidamente después de su promesa.

—Pero ¿es siempre la justicia la consideración más importante? —preguntó.

—Para mí lo es —replicó Quara.

Intentó darse la vuelta y atravesar la verja, pero Ender la cogió por el brazo.

—Suéltame.

—Decírselo a Humano es una cosa. Es muy sabio. Pero no se lo reveles a nadie más. Algunos de los pequeninos, algunos de los machos, pueden ser muy agresivos si piensan que tienen razón.

—No son sólo machos —protestó Quara—. Se llaman a sí mismos maridos. Tal vez nosotros deberíamos llamarlos «hombres». —Sonrió a Ender triunfal—. No eres ni la mitad de liberal de lo que te gusta creer.

Entonces se abrió paso y atravesó la verja para volver a Milagro. Ender se acercó a Humano y permaneció de pie junto a él.

—¿Qué te ha dicho, Humano? ¿Te ha dicho que moriré antes de dejar que nadie aniquile a la descolada, si eso os dañara a ti y a tu pueblo?

Naturalmente, Humano no le ofreció una respuesta inmediata, pues Ender no tenía intención de empezar a golpear el tronco con los palos usados para producir la Lengua de los Padres. Si lo hacía, los varones pequeninos lo oirían y acudirían corriendo. No había ninguna conversación privada entre pequeninos y padres-árbol. Si un padre-árbol quería intimidad, siempre podía hablar silenciosamente con los otros padres-árbol: se comunicaban entre sí de mente a mente, como la reina colmena hablaba a los insectores que le servían de ojos y oídos, manos y pies. «Ojalá pudiera formar parte de esa cadena de comunicación —pensó Ender—. Habla instantánea hecha de pensamiento puro, proyectada a cualquier lugar del universo.»

Sin embargo, tenía que decir algo para ayudar a contrarrestar lo que Quara hubiera revelado.

—Humano, estamos haciendo todo lo posible por salvar a hombres y pequeninos por igual. Incluso intentaremos salvar al virus de la descolada, si podemos. Ela y Novinha son muy eficientes en su trabajo. Igual que Grego y Quara. Pero por ahora, por favor, confía en nosotros y no le digas nada a nadie. Por favor. Si humanos y pequeninos llegan a comprender el peligro al que nos enfrentamos antes de que estemos preparados para dar los pasos para contenerlo, los resultados serían violentos y terribles.

No había nada más que decir. Ender volvió a los terrenos experimentales. Antes del anochecer, completó con Plantador las mediciones y luego quemó y arrasó el campo entero. Ninguna molécula grande sobreviviría dentro de la barrera disruptora. Habían hecho todo lo posible por asegurarse de que todo lo que la descolada pudiera haber aprendido de este campo fuera olvidado.

Lo que nunca podrían hacer era deshacerse de los virus que llevaban dentro de sus propias células, humanas y pequeninas por igual. ¿Y si Quara tenía razón? ¿Y si la descolada dentro de la barrera, antes de morir, conseguía «transmitir» a los virus que Plantador y Ender llevaban en su interior lo que había aprendido de este nuevo cultivo de patata? ¿Sobre las defensas que Ela y Novinha intentaban insertar? ¿Sobre las formas que este virus había encontrado para derrotar sus tácticas?

Si la descolada era en efecto inteligente, con un lenguaje para extender información y pautas de conducta de un individuo a muchos otros, entonces ¿cómo podía Ender, cómo podía ninguno de ellos, esperar alzarse con la victoria al final? A la larga, podría resultar que la descolada fuera la especie más adaptable, la más capaz de someter mundos y eliminar rivales, más fuerte que humanos, cerdis, insectores o cualquier criatura viva en los mundos colonizados. Ése fue el pensamiento que Ender se llevó consigo a la cama esa noche, el pensamiento que lo preocupó incluso mientras hacía el amor con Novinha, de forma que ella sintió la necesidad de consolarlo como si fuera Ender, y no ella, el que estaba lastrado con las preocupaciones de un mundo. Él intentó disculparse, pero pronto comprendió la futilidad de hacerlo. ¿Por qué añadir preocupaciones a Novinha confesándole las suyas propias?

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