—¿Viste todo esto de niño?
—Soy hábil viendo cosas. Los observadores distanciados y pasivos siempre vemos mejor. ¿No crees?
Valentine se echó a reír.
—Sí, es verdad. ¿Piensas que tenemos el mismo papel, entonces? ¿Tú y yo, ambos historiadores?
—Hasta que llegó tu hermano. Desde el momento en que entró por la puerta, quedó claro que lo veía y lo comprendía todo, igual que lo veía yo. Fue gracioso. Porque, por supuesto, en realidad yo nunca había creído en mis propias conclusiones acerca de la familia. Nunca confié en mis propias interpretaciones. Obviamente, nadie veía las cosas igual que yo, así que debía de estar equivocado. Incluso pensé que veía las cosas de forma tan peculiar por culpa de mis ojos. Que si tuviera ojos de verdad, vería las cosas como las veía Miro. O madre.
—Así que Andrew confirmó tus juicios.
—Más que eso. Actuó sobre ellos. Hizo algo al respecto.
—¿Sí?
—Vino como portavoz de los muertos. Pero desde el momento en que entró por la puerta, tomó… tomó…
—¿El mando?
—Tomó la responsabilidad. Para cambiar. Vio todo el mal que yo veía, pero empezó a sanarlo lo mejor que pudo. Vi cómo se comportó con Grego, firme pero amable. Con Quara, respondiendo a lo que realmente deseaba en vez de a lo que afirmaba querer. Con Quim, respetando la distancia que quería mantener. Con Miro, con Ela, con madre, con todo el mundo.
—¿Contigo?
—Haciéndome partícipe de su vida. Conectando conmigo. Viéndome enchufarme a mi ojo y aún así hablándome como si fuera una persona. ¿Sabes lo que eso significó para mí?
—Lo supongo.
—No en lo referente a mí solo. Yo era un niñito ansioso, lo que admito: cualquiera habría podido engañarme, no cabe duda. Es lo que hizo con todos nosotros. Nos trató a todos de forma diferente, y sin embargo continuó siendo él mismo. Tienes que considerar los hombres que había en mi vida. Marcáo, a quien creíamos nuestro padre…, yo no tenía ni idea de quién era. Todo lo que veía era el licor al que apestaba cuando venía borracho, y la sed cuando estaba sobrio. Sed de alcohol pero también sed de respeto, que nunca consiguió. Y entonces se murió. Las cosas mejoraron de inmediato. Seguían sin ir bien, pero mejoraron. Pensé que el mejor padre era el que no estaba presente. Sólo que eso no era cierto. Porque mi padre auténtico, Libo, el gran científico, el mártir, el héroe investigador, el amor de la vida de mi madre…, había engendrado todos aquellos hijos maravillosos, podía ver a la familia atormentada, pero no tomó cartas en el asunto.
—Andrew dijo que tu madre no se lo permitió.
—Eso es…, y siempre hay que hacer lo que dice mi madre, ¿verdad?
—Novinha es una mujer impresionante.
—Piensa que es la única persona en el mundo que ha sufrido —dijo Olhado—. Lo digo sin rencor. Simplemente he observado que está tan llena de dolor, que es incapaz de aceptar en serio el dolor de los demás.
—Intenta decir algo rencoroso la próxima vez. Quizá sea más agradable.
Olhado pareció sorprendido.
—Oh, ¿me estás juzgando? ¿Se trata de maternidad solidaria o algo parecido? ¿Hay que castigar a los hijos que hablan mal de sus madres? Pero te aseguro, Valentine, que lo he dicho en serio. Sin rencor. Sin ojeriza. Conozco a mi madre, eso es todo. Me has pedido que te contara lo que veía…, eso es lo que veo. Eso es lo que vio Andrew también. Todo es dolor. Se siente atraído por él. El dolor lo absorbe como un imán. Y madre tenía tanto dolor que casi lo secó. Excepto que tal vez no se pueda secar a Andrew. Tal vez el pozo de la compasión en su interior no tiene fondo.
Aquel apasionado discurso acerca de Andrew sorprendió a Valentine. También la complació.
—Dices que Quim se volvió hacia Dios en busca del padre invisible perfecto. ¿A quién te volviste tú? Creo que no a alguien invisible.
—No, no a alguien invisible.
Valentine estudió su cara en silencio.
—Lo veo todo en bajorrelieve —dijo Olhado—. Mi percepción de producción es muy escasa. Si pusiéramos una lente en cada ojo en vez de ambas en uno, la binocularidad mejoraría mucho. Pero quería tener el enchufe para el enlace con el ordenador. Quería grabar las imágenes, para poder compartirlas. Por eso veo en bajorrelieve. Como si la realidad fuera un recortable de cartón levemente redondeado, moviéndose contra un fondo plano pintado. En cierto sentido, eso hace que todo el mundo parezca más cercano. Se deslizan unos sobre otros como hojas de papel, frotándose al pasar.
Ella escuchó, pero no dijo nada más durante un rato.
—No a alguien invisible —repitió él, recordando—. Es verdad. Vi lo que hizo Andrew en nuestra familia. Vi que entró y escuchó y contempló y comprendió quiénes éramos, cada individuo de nosotros. Intentó descubrir nuestra necesidad y cubrirla. Aceptó responsabilidad por otras personas y no pareció importarle cuánto le costaría. Y al final, aunque nunca logró normalizar a la familia Ribeira, nos dio paz, orgullo e identidad. Estabilidad. Se casó con madre y fue amable con ella. Nos amó a todos. Siempre estuvo presente cuando lo necesitamos, y no pareció dolerse cuando no lo quisimos. Se mostró firme con nosotros en lo referente a mostrar una conducta civilizada, pero nunca se permitió caprichos a expensas nuestras. Y yo pensé: esto es mucho más importante que la ciencia. O que la política. O que cualquier profesión concreta o logro o meta que puedas conseguir. Pensé: si pudiera crear una buena familia, si lograra aprender a ser para otros niños, para sus vidas enteras, lo que fue Andrew, que llegó tan tarde a la nuestra, entonces eso sería más importante a la larga, sería un logro mejor que nada que pudiera hacer con mi mente o mis manos.
—Así que eres un padre atento —concluyó Valentine.
—Que trabaja en una fábrica de ladrillos para alimentar y vestir a la familia. No un fabricante de ladrillos que tiene también niños. Lini piensa lo mismo.
—¿Lini?
—Jaqueline. Mi esposa. Siguió su propio camino hasta el mismo sitio. Cumplimos con nuestro deber para ganarnos un puesto en la comunidad, pero vivimos para las horas que pasamos en casa. Para el otro, para los niños. Es algo que nunca me otorgará una cita en los libros de historia.
—Te sorprenderías —dijo Valentine.
—Es una vida demasiado aburrida para leer acerca de ella. Pero no para vivirla.
—Entonces el secreto que proteges de tus atormentados hermanos es… la felicidad.
—Paz. Belleza. Amor. Todas las grandes abstracciones. Tal vez veo en bajorrelieve, pero las veo muy cerca.
—Y lo aprendiste de Andrew. ¿Lo sabe él?
—Creo que sí. ¿Quieres saber mi secreto mejor guardado? Cuando estamos solos, únicamente él y yo, o los dos con Lini, cuando estamos solos, lo llamó papá y él me llama hijo.
Valentine no hizo ningún esfuerzo por contener sus lágrimas, como si se derramaran la mitad por él y la mitad por ella.
—Entonces Ender tiene hijos, después de todo —suspiró.
—Aprendí de él a ser padre, y soy muy competente en eso.
Valentine se inclinó hacia delante. Había llegado la hora de hablar de otros asuntos.
—Eso significa que tú, más que ninguno de los demás, perderás algo verdaderamente hermoso si fracasamos en nuestras empresas.
—Lo sé —dijo Olhado—. A la larga, creo que mi elección fue egoísta. Soy feliz, pero no puedo hacer nada para ayudar a salvar a Lusitania.
—Te equivocas. Pero todavía lo ignoras.
—¿Qué puedo hacer?
—Hablemos un poco más, y veamos si podemos averiguarlo. Y si te parece bien, Lauro, tu Jaqueline puede dejar de llorar a escondidas en la cocina, y venir a reunirse con nosotros.
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