Orson Card - Ender el Xenócida

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Ender el Xenócida: краткое содержание, описание и аннотация

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Lusitania es único en la galaxia. Un planeta donde coexisten tres especies inteligentes: los cerdis, que evolucionaron en el mismo planeta; los humanos que llegaron como colonizadores; y la reina colmena y sus insectores, llevados por el joven Ender unos años atrás. El planeta ha sido condenado por el Consejo Estelar a causa de la descolada, el virus letal para los humanos e imprescindible para la biología de los cerdis. Jane, la inteligencia artificial aliada de Ender y nacida del nexo de ansibles que comunican la galaxia, ha salvado Lusitania interfiriendo con la Flota Estelar y creando un insondable misterio a escala galáctica. En el planeta Sendero, con una cultura derivada de la antigua China, la niña Qing-jao tiene el encargo de descubrir la causa de la desaparición de la flota estelar. Su prodigiosa inteligencia le ha de permitir lograrlo, y ello pone en peligro la existencia de Jane y la supervivencia de las tres especies inteligentes conocidas. La intervención de Ender se hace de nuevo imprescindible.
Nominado a los Premios Hugo y Locus, 1992.

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Retiró las manos. Abrió los ojos. Al otro lado de la habitación estaba el terminal del Maestro Han. Allí, aquel mismo día, había visto las caras de Elanora Ribeira von Hesse y Andrew Wiggin. Y la cara de Jane.

Recordó que Wiggin le había dicho cómo serían los dioses. Los dioses de verdad desearían enseñar a ser como ellos. ¿Por qué había dicho eso? ¿Cómo podía saber lo que sería un dios?

«Alguien que quiere enseñarte a saber todo lo que sabe y a hacer todo lo que hace…»; lo que estaba describiendo en realidad era a los padres, no a los dioses. Sólo que había muchos padres que no hacían eso. Muchos padres que intentaban reprimir a sus hijos, controlarlos, convertirlos en sus esclavos. En el lugar donde había crecido, Wang-mu había visto multitud de casos.

Entonces, lo que Wiggin describió no eran los padres, después de todo. Describía a padres buenos. No le había explicado lo que eran los dioses, sino lo que era la bondad. Querer que otras personas crecieran. Querer que otras personas tuvieran todas las cosas buenas de que uno disfruta. Y evitarles los pesares si era posible. Eso era bondad.

¿Qué eran los dioses, entonces? Querrían que todo el mundo supiera y tuviera y fuera todas las cosas buenas. Enseñarían y compartirían y formarían, pero nunca obligarían.

«Como mis padres —pensó Wang-mu—. Torpes y estúpidos a veces, como toda la gente, pero bondadosos. Me cuidaron. Incluso las veces que me obligaron a hacer cosas difíciles porque sabían que me convenía. Incluso las veces que se equivocaron fueron buenos. Puedo juzgarlos por sus propósitos después de todo. Todo el mundo considera buenos sus propósitos, pero los de mis padres lo fueron realmente, porque pretendían que todos sus actos hacia mí me ayudaran a ser más sabia, más fuerte y mejor. Incluso cuando me obligaron a hacer cosas penosas porque sabían que debía aprender de ellas. Incluso cuando me causaron dolor.»

Eso era. Eso era lo que serían los dioses, si existían. Querrían que todo el mundo tuviera todo lo que era bueno en la vida, igual que padres bondadosos. Pero contrariamente a ellos o a las otras personas, los dioses sabrían lo que era bueno y tendrían el poder para hacer que sucedieran las cosas buenas, incluso cuando nadie más comprendiera que eran buenos. Como dijo Wiggin, los dioses de verdad serían más fuertes y más listos que nadie. Tendrían toda la inteligencia y el poder que era posible tener.

Pero un ser semejante…, ¿quién era alguien como Wang-mu para juzgar a un dios? No podría comprender sus propósitos aunque se los dijeran, ¿cómo podía saber entonces que eran buenos? Y la otra aproximación, confiar en ellos y creer de forma absoluta…, ¿no era lo que hacía Qing-jao?

No. Si hubiera dioses, nunca actuarían como Qing-jao pensaba que lo hacían, esclavizando a la gente, atormentándolos y humillándolos.

A menos que el tormento y la humillación les convinieran. «¡No!» Casi gritó en voz alta, y una vez más se cubrió la cara con las manos, esta vez para guardar silencio.

«Sólo puedo juzgar por lo que yo entiendo. Si por lo que puedo ver los dioses en los que cree Qing-jao sólo son malignos, entonces sí, tal vez estoy equivocada, tal vez no puedo comprender el gran propósito que buscan al convertir a los agraciados en esclavos indefensos, o al destruir una especie entera. Pero en mi corazón no tengo más elección que rechazar a esos dioses, porque no detecto nada bueno en lo que hacen. Tal vez soy tan tonta y tan estúpida que siempre seré enemiga de los dioses, trabajando contra sus altos, e incomprensibles propósitos. Pero tengo que vivir mi vida según lo que yo entiendo, y lo que entiendo es que no hay dioses como los que nos enseñan los agraciados. Actúan para hacer a otras personas más pequeñas y crecer ellos mismos. Ésos no serían dioses, si existieran. Serían enemigos. Demonios.»

Lo mismo sucede con los seres, quienesquiera que fuesen, que crearon el virus de la descolada. Sí, tendrían que ser muy poderosos para crear una herramienta como ésa. Pero también tendrían que ser despiadados; egoístas, arrogantes, para pensar que toda la vida del universo era suya para manipularla a su antojo. Enviar la descolada al universo, sin preocuparse por los seres que matara o las hermosas criaturas que destruyera…, ésos tampoco serían dioses.

Y Jane… Jane podría ser un dios. Jane poseía grandes cantidades de información y gran sabiduría, y actuaba por el bien de los demás, aunque eso le costara la vida. Incluso ahora, después de que su vida estuviera condenada. También Andrew Wiggin podría ser un dios, tan sabio y amable como parecía, y no actuaba por su propio beneficio sino por el de los pequeninos. Y Valentine, que se llamaba a sí misma Demóstenes, ya que había trabajado para ayudar a otras personas a encontrar la verdad y tomar sus propias decisiones sabias. Y el Maestro Han, que intentaba hacer siempre lo más justo, aunque le costara su hija. Tal vez incluso Ela, la científico, aunque no sabía todo lo que debería saber…, pues no se avergonzaba de aprender la verdad de una criada.

Por supuesto, no eran el tipo de dioses que vivían en el Oeste Infinito, en el Palacio de la Real Madre. Tampoco eran dioses a sus propios ojos: se reirían de ella por pensarlo siquiera. Pero comparados con ella, desde luego eran dioses. Eran mucho más sabios que Wang-mu, y mucho más poderosos, y por lo que podía colegir de sus propósitos, intentaban ayudar a otras personas para que fueran lo más sabias y poderosas posible. Incluso más sabios y más poderosos que ellos mismos. Por eso, aunque Wang-mu tal vez se equivocara, aunque no pudiera entender nada de nada, sabía sin embargo que su decisión de trabajar con esta gente era la adecuada.

Sólo podría hacer el bien mientras comprendiera lo que era la bondad. Y esta gente parecía estar haciendo el bien, mientras que el Congreso parecía hacer el mal. Así, aunque a la larga pudiera destruirla (pues el Maestro Han era ahora un enemigo del Congreso, y podía ser arrestado y ejecutado, y Wang-mu con él), lo haría de todas formas. Nunca vería a dioses de verdad, pero podía al menos trabajar para ayudar a esta gente que estaba tan cerca de los dioses como podría estarlo una persona real.

«Y si a los dioses no les complace, pueden envenenarme en mi sueño o prenderme fuego cuando pasee por el jardín mañana o hacer que mis brazos, mis piernas y mi cabeza se me caigan del cuerpo como migajas de un pastel rancio. Si no son capaces de detener a una estúpida criada como yo, es que entonces no valen gran cosa.»

VIDA Y MUERTE

‹Ender va a venir a vernos›

‹Viene y me habla constantemente›

‹Nosorros podemos hablar directamente con su mente. Pero insiste en venir. No siente que está hablando con nosotros a menos que nos vea. Cuando conversamos a distancia, le resulta más difícil distinguir entre sus propios pensamientos y los que ponemos en su mente. Por eso viene.›

‹¿Y no os gusta?›

‹Quiere que le demos respuestas y nosotros no conocemos ninguna.›

‹Sabéis todo lo que saben los humanos. Salisteis al espacio, ¿no? Ni siquiera necesitáis sus ansibles para hablar de un mundo a otro.›

‹Estos humanos están tan ansiosos de respuestas… Tienen tantas preguntas…›

‹También nosotros tenemos preguntas.›

‹Ellos quieren saber por qué, por qué, por qué. O cómo. Todo está ligado en un bonito fardo compacto como una crisálida. Nosotros sólo hacemos eso cuando nos metamorfoseamos en reino.›

‹Les gusta entenderlo todo. Pero ya sabes que lo mismo nos sucede a nosotros.›

‹Sí, os gusta considerar que sois igual que los humanos, ¿verdad? Pero no sois como Ender. Ni como los humanos. Él tieneque conocer la causa de todo, tiene que hacer uno historia acerca de todo y nosotros no conocemos ninguna historio. Conocemos recuerdos. Sabemos cosas que ocurren. Pero no sabemos por qué pasan, no de la forma que él quiere.›

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