—Valentine —dijo Olhado cuando la vio.
—Tenemos que hablar.
Él la condujo al interior. Le presentó a su esposa, Jaqueline. Su piel era tan negra que casi parecía azul, los ojos risueños, una hermosa sonrisa en la que uno desearía zambullirse, tan placentera era. Trajo una limonada, helada y apetecible con el calor de la mañana, y luego se retiró discretamente.
—Puedes quedarte —dijo Valentine—. No es un asunto privado.
Pero ella prefirió irse. Afirmó que tenía trabajo que hacer. Y se marchó.
—Hace tiempo que quería verte —dijo Olhado.
—Estaba a tu alcance.
—Estabas ocupada.
—No tengo nada que hacer.
—Haces las cosas de Andrew.
—De todas formas, aquí estamos. Siento curiosidad hacia ti, 0l-hado. ¿O prefieres que te llame por tu nombre, Lauro?
—En Milagro tu nombre es el que te da la gente. Antes era Sule, de mi segundo nombre, Suleimáo.
—Salomón el Sabio.
—Pero después de perder los ojos, me convertí en Olhado, entonces y para siempre.
—«¿El observador?»
—Olhado puede significar eso, sí, el participio de olhar, pero en este caso significa «el de los ojos».
—Y ése es tu nombre.
—Mi esposa me llama Lauro. Y mis hijos me llaman padre.
—¿Y yo?
—Como quieras.
—Sule, entonces.
—Lauro, si lo prefieres. Sule me hace sentir como si tuviera seis años.
—Y te recuerda cuando podías ver.
Él se echó a reír.
—Oh, puedo ver ahora, muchas gracias. Veo muy bien.
—Eso dice Andrew. Y por eso he venido. Para averiguar lo que ves.
—¿Quieres que te reproduzca una escena? ¿Un recorte del pasado? Tengo todos mis recuerdos favoritos almacenados en el ordenador. Puedo conectar y repetir lo que quieras. Tengo, por ejemplo, la primera visita que Andrew hizo a mi familia. También tengo algunas peleas familiares de primera fila. ¿O prefieres acontecimientos públicos? ¿La toma de posesión de todos los alcaldes desde que tengo estos ojos? La gente me consulta acerca de este tipo de cosas: qué vestían, qué se dijo. A menudo tengo problemas para convencerlos de que mis ojos registran la visión, no el sonido, igual que sus ojos. Creen que debería ser un hológrafo y grabarlo todo para su diversión.
—No quiero ver lo que ves. Quiero saber lo que piensas.
—¿De veras?
—Sí, de veras.
—No tengo opiniones. Al menos no sobre nada que te interese. Me mantengo al margen de las disputas familiares. Lo he hecho siempre.
—También fuera de los asuntos de la familia. Eres el único hijo de Novinha que no se ha dedicado a la ciencia.
—La ciencia ha producido a los demás tanta felicidad, que es difícil imaginar por qué yo no me he dedicado a ella.
—No es tan difícil —dijo Valentine. Y entonces, porque sabía que la gente de aspecto frágil habla con más comodidad cuando se bromea con ellos, añadió un pequeño comentario mordaz—. Imagino que simplemente no tenías cerebro suficiente para mantener el nivel.
—Absolutamente cierto —convino Olhado—. Sólo tengo inteligencia para hacer ladrillos.
—¿De verdad? Pero si tú no haces ladrillos.
—Al contrario. Hago cientos de ladrillos al día. Y ahora que todo el mundo abre agujeros en sus casas para construir la nueva capilla, preveo un auge en el negocio en el futuro inmediato.
—Lauro, tú no haces ladrillos. Lo hacen los obreros de tu fábrica.
—¿Y yo, como capataz, no formo parte de eso?
—Los obreros hacen ladrillos. Tú haces a los obreros.
—Supongo. Normalmente hago obreros cansados.
—También haces otras cosas —apuntó Valentine—. Por ejemplo, niños.
—Sí —rió Olhado, y por primera vez en la conversación se relajó—. Hago eso. Por supuesto, tengo una compañera.
—Una mujer hermosa y simpática.
—Buscaba la perfección, y encontré algo mejor. —No era sólo un comentario al uso. Lo decía en serio. Y ahora la fragilidad había desaparecido, y el cansancio también—. Tú también tienes hijos. Un marido.
—Una buena familia. Tal vez casi tan buena como la tuya. La nuestra sólo carece de la madre perfecta, pero los hijos se recuperarán de eso.
—Por lo que Andrew dice de ti, eres el mejor ser humano que ha vivido jamás.
—Andrew es muy cariñoso. También pudo decir esas cosas porque yo no estaba aquí.
—Ahora lo estás —dijo Olhado—. ¿Por qué?
—Sucede que los mundos y las especies de raman están en un momento decisivo, y tal como se están desarrollando los acontecimientos, su futuro depende en gran parte de tu familia. No tengo tiempo de descubrir nada como entretenimiento, no tengo tiempo para comprender la dinámica de la familia; por qué Grego puede pasar de monstruo a héroe en una sola noche, cómo Miro puede ser a la vez suicida y ambicioso, por qué Quara está dispuesta a dejar morir a los pequeninos en favor de la descolada…
—Pregúntaselo a Andrew. Él los comprende a todos. Yo nunca lo conseguí.
—Andrew tiene su propio infierno ahora. Se siente responsable de todo. Ha hecho todo lo que ha podido, pero Quim ha muerto. Ahora tu madre y él sólo están de acuerdo en que de algún modo fue culpa de Andrew. La marcha de tu madre lo ha destrozado.
—Lo sé.
—Ni siquiera sé cómo consolarlo. O qué esperar, que vuelva a su vida o lo deje para siempre.
Olhado se encogió de hombros. Toda la fragilidad volvió.
—¿De verdad que no te importa? —le preguntó Valentine—. ¿0 has decidido que no te importa?
—Tal vez lo decidí hace mucho tiempo, y ahora no me importa realmente.
Parte de ser una buena entrevistadora consistía en saber cuándo guardar silencio. Valentine esperó.
Pero Olhado también sabía esperar. Valentine casi se rindió y estuvo a punto de decir algo. Incluso jugueteó con la idea de confesar su fracaso y marcharse.
Entonces él habló.
—Cuando sustituyeron mis ojos, también quitaron los lacrimales. Las lágrimas naturales interferirían con los lubricantes industriales que pusieron en mis ojos.
—¿Industriales?
—Mi chiste privado —explicó Olhado—. Suelo parecer muy desapasionado porque mis ojos nunca se inundan de lágrimas. Además, la gente no sabe interpretar mis expresiones. Es curioso, ¿sabes? Los globos oculares no tienen ninguna habilidad para cambiar de forma y mostrar expresión. Simplemente están ahí. Sí, tus ojos se mueven, miran fijamente o rehúyen, pero también mis ojos lo hacen. Se mueven con perfecta simetría. Apuntan en la dirección en que estoy mirando. Pero la gente no puede soportar mirarlos. Así que apartan la vista. No leen las expresiones de mi cara y por tanto piensan que no hay expresiones. Mis ojos todavía pican, enrojecen y se hinchan un poco en las ocasiones en que habría llorado, si aún tuviera lágrimas.
—En otras palabras —dijo Valentine—, sí te preocupas.
—Siempre me ha preocupado. En ocasiones he pensado que era el único en comprender, aunque la mitad de las veces no sabía qué era lo que comprendía. Me retiraba y contemplaba, y como no tenía ego personal en las peleas familiares, entendía la situación más claramente que ellos. Veía las líneas de poder: el dominio absoluto de madre a pesar de que Marcáo la golpeaba cuando estaba furioso o borracho. A Miro, pensando que se rebelaba contra Marcáo, cuando siempre era contra madre. La saña de Grego, su forma de enfrentarse al miedo. Quara, absolutamente a la contra por naturaleza, haciendo lo que a su entender la gente que le importaba no quería que hiciera. Ela, la noble mártir, ¿qué demonios sería, si no pudiera sufrir? El santo y digno Quim, que consideraba a Dios su padre, con la premisa de que el mejor padre es del tipo invisible que nunca alza la voz.
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