A Odeen le asustaba realmente, y lo confesó tras cierta vacilación. Siempre era más fácil confesar los propios defectos a los Seres Duros que a los compañeros-Racionales; y mucho más fácil que confesarlos a Tritt, era inconcebible confesarlos a Tritt… Eran los días anteriores a Dua.
— Entonces, ¿por qué preguntas?
Odeen titubeó de nuevo. Después dijo con lentitud
— Me asustan las cavernas deshabitadas porque cuando era joven me dijeron que estaban llenas de las cosas más monstruosas. Pero no sé nada directamente; sólo lo que me contaron otros jóvenes, que tampoco sabían nada seguro. Quiero saber la verdad acerca de ellas y he llegado al punto de sentir más curiosidad que miedo.
Losten pareció satisfecho.
—¡Muy bien! La curiosidad es útil, y el miedo. inútil. Tu desarrollo interior es excelente, Odeen, y recuerda que, en las cosas importantes, sólo cuenta este desarrollo interior. La ayuda que te prestamos es marginal. Puesto que quieres saberlo, es fácil decirte que las cavernas deshabitadas están vacías. No contienen más que reliquias insignificantes del pasado.
—¿Quién las dejó allí, señor-Duro?
Odeen siempre se veía impelido a usar el título honorífico cuando se hallaba ante la neta superioridad intelectual del otro.
— Los que ocuparon las cavernas en tiempos pasados. Hace ya miles de ciclos, los Seres Duros se contaban por millares y los Seres Blandos, por millones. Ahora somos muchos menos de los que éramos entonces, Odeen. Ahora no llegamos a trescientos Seres Duros y a diez mil Seres Blandos.
—¿Por qué? —inquirió Odeen, asombrado. (Sólo quedaban trescientos Seres Duros. Esto equivalía a admitir abiertamente que los Seres Duros desaparecían, pero no era el momento de pensar en aquello.)
— Porque la energía va en disminución. El sol se está enfriando. Con cada ciclo se hace más difícil engendrar y vivir.
(¿Aquello no significaba que los Seres Duros también nacían? ¿Y que también se sustentaban del sol y no de las rocas? Odeen registró el nuevo dato y lo archivó para otra ocasión.)
—¿Y esta situación continuará?
— El sol se irá extinguiendo, Odeen, y un día ya no proporcionará alimento.
—¿Significa esto que todos nosotros, los Seres Duros y los Blandos, desapareceremos?
—¿Qué otra cosa puede significar?
— No podemos desaparecer todos. Si necesitamos energía, y el sol se extingue, tenemos que encontrar otras fuentes. Otras estrellas.
— Pero, Odeen, todas las estrellas se están extinguiendo. El universo va hacia su fin.
— Si las estrellas se extinguen, ¿no hay alimento en alguna otra parte? ¿Ninguna otra fuente de energía?
— No, todas las fuentes de energía del universo se están extinguiendo.
Odeen reflexionó sobre ello con rebeldía, y entonces añadió:
— Hay otros universos. No podemos darnos por vencidos porque nuestro universo claudica.
Estaba palpitando mientras hablaba. Se había expansionado con descortesía imperdonable, hinchándose translúcidamente hasta adquirir un tamaño mayor que el del Ser Duro.
Pero Losten sólo expresaba una extrema satisfacción. Dijo:
— Maravilloso, querido — izquierdo. Tengo que decírselo a los demás.
Odeen volvió a su tamaño normal, embargado por una mezcla de turbación y de orgullo al oírse llamar «querido — izquierdo», una frase que nadie le había dirigido, a excepción de Tritt, naturalmente.
Fue poco después de esta conversación cuando el propio Losten les llevó a Dua. Odeen se había preguntado vagamente si existiría alguna relación, pero sus dudas se disiparon pronto. Tritt repetía tan a menudo que la llegada de Dua se debía a sus propias instancias a Losten, que Odeen dejó de pensar en el asunto. Era demasiado confuso.
Pero ahora volvía a visitar a Losten. Había pasado mucho tiempo desde aquellos primeros días en que aprendió que el universo se encaminaba hacia su perdición y que los Seres Duros habían decidido trabajar con resolución por la propia supervivencia.
El mismo había dedicado su atención a muchas materias, y Losten confesó que en física ya no podía enseñar nada a Odeen que pudiera ser asimilado con provecho por un Ser Blando. Y como había otros jóvenes Racionales a quienes guiar, él y Losten dejaron de verse con la frecuencia habitual.
Odeen encontró a Losten con dos jóvenes Racionales en la Cámara de Radiación. Losten le vio enseguida a través del cristal y salió, después de lo cual, con sumo cuidado, cerró la puerta tras de sí.
— Querido-izquierdo — le saludó, alargando sus miembros en un gesto de amistad (y Odeen, como tantas otras veces en el pasado, experimentó el perverso deseo de tocarle, pero se abstuvo)—, ¿cómo estás?
— No quería interrumpir, señor Losten.
—¿Interrumpir? Esos dos se arreglarán perfectamente solos durante un rato. Hasta es probable que celebren mi ausencia, porque yo les canso con excesiva verborrea.
— Imposible — protestó Odeen—. Tú siempre has fascinado y estoy seguro de que tienes la misma influencia sobre ellos.
— De cualquier modo, es agradable oírtelo decir. Te veo a menudo en la biblioteca y sé por los demás que haces grandes progresos en tus estudios especializados, los cuales me privan de mi mejor estudiante. ¿Cómo está Tritt? ¿Sigue siendo tan tenaz en sus deberes paternales?
— Cada día más. El es la fuerza del tríade.
—¿Y Dua?
—¿Dua? Ha venido… Ya sabes que es muy excéntrica.
Losten asintió.
— Sí, ya lo sé.
Tenía la expresión que Odeen había llegado a asociar con la melancolía.
Odeen aguardó un momento, y entonces decidió abordar el asunto de manera directa. Dijo:
— Señor Losten, la razón de que nos la trajeran a Tritt y a mí, ¿fue precisamente su excentricidad?
Losten repuso
—¿Te sorprendería si fuera así? Tú mismo eres muy diferente, Odeen, y me has dicho en varias ocasiones que Tritt también lo es.
— Sí, lo es — afirmó Odeen, con convicción.
— Entonces, ¿no es lógico que tu tríade incluya a una Emocional diferente?
— Hay muchas maneras de ser diferente — explicó Odeen, pensativo—. A veces, las extrañas actitudes de Dua disgustan a Tritt y me preocupan. ¿Puedo hacerte una consulta?
— Siempre.
— No le gusta mucho… fusionarse.
Losten escuchó con expresión grave y sin ninguna turbación aparente.
Odeen siguió:
— Mejor dicho, le gusta la fusión mientras dura, pero no siempre es fácil convencerla para que acceda a fusionarse.
Losten preguntó:
—¿Qué opina Tritt de la fusión? Me refiero a lo que no sea el placer inmediato del acto. ¿Qué significa para él aparte del placer?
— Los niños, naturalmente — repuso Odeen—. A mí me gustan y a Dua también, pero Tritt es el Paternal. ¿Lo comprendes?
(De improviso, Odeen pensó que tal vez Losten no podía comprender todas las sutilezas del tríade.)
— Trato de comprenderlo — repuso Losten—. Así, pues Tritt obtiene algo, además de la fusión. ¿Y qué hay de ti mismo? ¿Qué sacas de ella, aparte del placer?
Odeen lo pensó.
— Creo que ya lo sabes. Una especie de estimulación mental.
— Sí, lo sé, pero quería estar seguro de que lo sabías tú, de que no lo habías olvidado. Me has dicho a menudo que cuando sales de un período de fusión, y su peculiar falta de la noción del tiempo (te confieso que he pasado intervalos muy largos sin verte), sientes de pronto que comprendes muchas cosas que antes te parecían confusas.
— Sí, como si mi mente permaneciese activa durante ese período — corroboró Odeen—. Como si ese tiempo, de cuya duración y existencia yo permanecía inconsciente, fuese necesario para mí; porque en su transcurso podía pensar más profunda e intensamente, sin la distracción de las partes menos intelectuales de la vida.
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