A base de chooch.
No me perdí nada, de todas formas. Heada subió a mi habitación a media fiesta para ponerme al corriente.
—La opa es definitiva —dijo—. El jefe de Mayer ha sido trasladado a Desarrollo, lo que significa que va a la calle. Warner ha presentado un recurso sobre Fred Astaire, El juicio se celebra mañana.
Alis debería de haber pegado su cara sobre la de Ginger cuando surgió la ocasión. Ahora nunca tendría una oportunidad de bailar con él.
—Vincent está en la fiesta. Tiene un nuevo morfo de deterioro.
—¡Cuánto siento perdérmelo! —dije.
—¿Qué estás haciendo aquí arriba, de todas formas? —preguntó, husmeando—. Tú nunca te pierdes las fiestas. Todo el mundo está ahí abajo. Mayer, Alis… —Hizo una pausa y me miró a la cara.
—Mayer, ¿eh? Tengo que hablar con él de un aumento. ¿Sabes quién bebe en las películas? Todo el mundo. —Di un trago de escocés para ilustrarlo—. Incluso Gary Cooper.
—¿Es bueno que hagas eso? —dijo Heada.
—¿Bromeas? Es barato, es legal, y sé lo que es. —Y además me impedía destellar.
—¿Es seguro? —Heada, que no se lo pensaba dos veces al esnifar cualquier polvo blanco que encontrara en el suelo, miraba la botella con suspicacia.
—Claro que es seguro. Y recomendado por W. C. Fields, John Barrymore, Bette Davis y E.T. Y los principales estudios. Está en todas las películas de la lista de Mayer. Margarita Gautier, El halcón maltés, Gunga Din. Incluso Cantando bajo la lluvia. Sirven champán en la fiesta después del estreno.
Donde Donald O'Connor decía: «Hay que pasar una película en una fiesta. Es la ley de Hollywood.»
Apuré la botella.
—¡Y también en Oklahoma! El pobre Judd está muerto. Muerto borracho.
—Mayer le estaba tirando los tejos a Alis en la fiesta —soltó ella, sin dejar de mirarme.
Sí, bueno, eso era inevitable.
—Alis le estaba diciendo cuánto deseaba bailar en el cine.
Eso también era inevitable.
—Espero que sean muy felices —dije—. ¿O la está reservando para dársela a Gary Cooper?
—No encuentra ningún profesor de baile.
—Bueno, me encantaría quedarme a charlar, pero tengo que volver a la Oficina Hays.
Recuperé de nuevo Casablanca y empecé a borrar botellas de licor.
—Creo que deberías ayudarla —añadió Heada.
—Lo siento. «No me juego el cuello por nadie.»
—Eso es una cita de una película, ¿verdad?
—Bingo —contesté.
Borré la botella de cristal de la que Humphrey Bogart se estaba sirviendo una copa.
—Creo que deberías buscarle un profesor de baile. Tú conoces a mucha de gente en el negocio.
—No hay gente en el negocio. Todo son GO, todo son unos y ceros y digiactores y programas de montaje. Los estudios ya ni siquiera contratan cuerpos presentes. Las únicas personas que hay en este negocio están muertas, junto con la vivacción. Junto con el musical. Kaput. Sanseacabó. «El final de Rico.»
—Eso también es una cita de una película, ¿verdad?
—Sí —admití—, y el cine también está muerto, por si no lo notas en el morfo de deterioro de Vincent.
—Podrías conseguirle un trabajo como cara.
—¿Un trabajo como el tuyo?
—Bueno, entonces un empleo como hackólita, como foley, o ayudante de localización o algo. Sabe muchísimo de cine.
—No quiere ser una hack —dije yo—, y aunque quisiera, las únicas películas que conoce son musicales. Un ayudante de localización tiene que saberlo todo: tomas, pruebas, números de fotogramas. Sería un trabajo perfecto para ti, Heada. Ahora tengo que volver a interpretar a Lee Remick.
Heada me miró como si quisiera preguntar si eso era también una película.
— La batalla de las colinas del whisky —dije—. La líder de la templanza, en lucha contra el demonio del alcohol. —Volqué la botella, tratando de hacer salir las últimas gotas—. ¿Tienes chooch?
Ella pareció incómoda.
—No.
—Bueno, ¿qué tienes? Además de klieg. No necesito más dosis de realidad.
—No tengo nada —dijo, y se sonrojó—. Estoy tratando de reducir el ritmo.
—¿Tú? ¿Qué ha pasado? ¿Te ha afectado el morfo de deterioro de Vincent?
—No —contestó, a la defensiva—. La otra noche, cuando estaba hasta las cejas de klieg, oí que Alis comentaba su vocación de bailarina. De repente me di cuenta de que yo no quería nada, excepto chooch y hacer ñaca.
—Así que decidiste ir por el buen camino, y ahora Alis y tú vais abriros paso al estrellato bailando claqué. Ya puedo ver vuestros nombres iluminados: ¡Ruby Keeler y Una Merkel en Vampiresas del 2018!
—No —replicó ella—, pero decidí que me gustaría ser como ella, que me gustaría querer algo.
—¿Aunque ese algo sea imposible?
No pude distinguir su expresión.
—Sí.
—Bueno, renunciar al chooch no es la forma de hacerlo. Si quieres averiguar qué deseas, lo mejor es ver un montón de películas.
Ella volvió a ponerse a la defensiva.
—¿Cómo crees que se le ocurrió a Alis esto de bailar? Pues viendo películas. No sólo quiere bailar en las películas, quiere ser Ruby Keeler en La calle 42… la pizpireta chica del coro con un corazón de oro. Las probabilidades están en su contra, y lo único que tiene es determinación y un par de zapatos de claque, pero no te preocupes. Sólo tiene que seguir zapateando y esperando, y lo conseguirá. Y encima salvará el espectáculo y se quedará con Dick Powell. Todo está en el guión. No creas que se le ocurrió a Alis.
—¿Ocurrírsele el qué?
—Su papel —expliqué—. Eso es lo que hacen las películas. No nos entretienen, no nos envían el mensaje: «Nos preocupamos.» Nos dan líneas para que las digamos, nos asignan papeles: John Wayne, Theda Bara, Shirley Temple, elige el que quieras.
Señalé la pantalla, donde el comandante nazi pedía una botella de Veuve Cliquot '26 que no se iba a tomar.
—¿Qué tal Claude Rains vendido a los nazis? No, perdona, Mayer ya tiene ese papel. Pero no te preocupes, hay papeles de sobra para repartir, y todo el mundo tiene uno, lo sepa o no, incluso las caras. Piensan que están interpretando a Marilyn, pero se equivocan. Hacen de Greta Garbo como Sadie Thompson. ¿Por qué crees que los ejecos siguen haciendo todos esos remakes? ¿Por qué siguen contratando a Humphrey Bogart y Bette Davis? Porque todos los buenos papeles han sido repartidos ya, y todo lo que nosotros hacemos son audiciones para el remake.
Me miró con tanta intensidad que me pregunté si había mentido en lo de dejar las SA y estaba haciéndose klieg.
—Alis tenía razón —dijo—. Amas el cine.
—¿Qué?
—No me había dado cuenta, a pesar del tiempo que hace que te conozco; ella tiene razón. Te sabes todas las frases y todos los actores, y siempre los estás citando. Alis dice que actúas como si no te importara, pero en el fondo los amas de verdad, o no te los sabrías de memoria.
—«Ricky, creo que debajo de ese caparazón de cinismo eres un sentimental» —dije, con mi mejor tono de Claude Rains—. Ruby Keeler hace de Ingrid Bergman en Recuerda. ¿Alguna otra observación psicológica por parte de la doctora Bergman?
—Dijo que por eso te hacías tantas SA, porque amas el cine y no puedes soportar que masacren las películas.
—Error. No lo sabes todo, Heada. Es porque empujé a Gregory Peck contra una verja de estacas cuando éramos niños.
—¿Ves? —respondió ella, maravillada—. Incluso cuando lo niegas, lo haces.
—Bueno, esto ha sido divertido, pero tengo que seguir masacrando —dije—, y tú tienes que volver a decidir si quieres hacer de Sadie Thompson o de Una Merkel. —Me volví hacia la pantalla. Peter Lorre agarraba a Humphey Bogart por las solapas, suplicándole que lo salvara.
Читать дальше