En los días de un solo cuerpo, la noche del sábado era lo importan-te. Ahora, sitios como el Arco Iris están funcionando a todas horas, incluso un martes por la tarde, cada vez que pueden llegar ídems frescos, cocidos para duro placer en los hornos de sus propietarios, decorados con todo tipo de cosas, desde espirales de Paisley a pinceladas moiré que convierten la piel en un arte borroso. Algunos vienen moldeados como chillonas caricaturas sexuales o con accesorios para deportes de riesgo, como talones de cuchilla o mandíbulas que gotean ácido.
—¿Le apetece un chequeo de cabeza? —La camarera roja de la barra me ofrece una placa brillante. Junto a los percheros hay varios cubículos refrigerados. Una placa para almacenamiento craneal puede asegurar que los recuerdos violentos serán recuperados más tarde.
—No, gracias —le digo. Y, sí, admito que solía frecuentar garitos como éste. Eh, ¿quién deja atrás la adolescencia hoy en día sin saborear profundidades de hedonismo que avergonzarían a Nerón? ¿Por qué no, si lo único que conservas son recuerdos? E incluso eso es opcional. Nada de lo que le suceda a tu ídem puede dañar al tú real, ¿no?
Es decir, si ignoras ciertos rumores…
Para muchos, la dosis intensa es adictiva: cargar experiencias demasiado fuertes para el mero protoplasma. Sobre todo los parados, que gastan su salario púrpura en combatir el aburrimiento de la vida moderna.
—Por favor, espere aquí, idMorris. Ahora vengo por usted.
Miro a mi guía, otra idmujer de color rojo. Su mensaje llega a través del alboroto con notable claridad. Absorbedores de interferencia sónica, imbuidos en las paredes, forman un canal para que sus palabras lleguen a mis oídos. Una tecnomaravilla que puedes dar por hecha si eres la dueña del lugar.
¿Perdone? ¿Dónde debo esperar?
El golem rojo de Reina frene señala de nuevo, más allá de la pista de baile, detrás del Pozo de Rencor. Esta vez veo una mesa vacía con una parpadeante luz de RESERVADO.
¿Tardará esto mucho? No tengo todo el día.
Esa expresión tiene especial sentido para una criatura como yo, autosentenciado al olvido por el bien de mi hacedor Pero mi guía única-mente se encoge de hombros, y luego se interna entre la multitud para informar a sus hermanas de que el espía contratado ha llegado ya.
¿Por qué debería pasarme mis últimas dieciocho horas trabajando para gente que no me gusta, haciendo un trabajo que no comprendo? ¡Por qué no escapar! La calle está sólo a unos metros de distancia.
Pero si escapara, ¿adónde podría ir? RealAlbert me obligaría a pasar el resto de mi vida en un tribunal-rápido, enfrentándome al pleito por ruptura de contrato de la maestra. De cualquier manera, probablemente me están vigilando ahora mismo, por medio de un rayo localizador.
Puedo ver más copias de la misma mujer de color pardo sirviendo bebidas, barriendo y cepillando trozos de clientes rotos. Algunas de las rojas me miran. Sabrán si intento escapan.
Me encamino hacia la mesa, abriéndome paso entre un torbellino de ruido. Música viva que agarra tu cuerpo como una amante tenaz, lastrando cada movimiento. No me gusta esta «música», pero a los chillones bailarines sí, y- se arrojan unos contra otros en frenéticas colisiones que pocos podrían remedar en carne. Trozos de barro vuelan, como escapados de la rueda de un alfarero.
Los marchosos tienen un dicho: si tu ídem vuelve a casa de una pieza, no te lo pasaste bien.
Los reservados se alinean en las paredes. Otra gente se encuentra en mesas descubiertas que proyectan chillonas holoimágenes: abstracciones giratorias, vertigoefigies o strippers contoneantes. Algunas atraen tu mirada contra tu voluntad.
Sorteando la multitud, atravieso un margen mínimo donde los absorbedores sónicos se solapan convirtiéndolo todo en un susurro, como si estuviera dentro de un ataúd acolchado. Fragmentos dispersos de conversaciones convergen procedentes de todo el club.
—… y allí está ese repta-trepa, subiéndome por la pierna. ¡Miro y veo que lleva la cara de Josie, sonriendo desde la punta! Así que tengo posiblemente unos tres segundos para decidir si lo ha enviado como regalito envenenado o como disculpa. ¿Captas el pixerama?
—… el comité finalmente aceptó mi tesis, sólo que cargaron una tasa de perversión, por «temas sádicos». Qué cara. ¡Apuesto a que ninguno de esos capullos ha leído jamás los evangelios de deSade!
…uh… prueba esto… ¿no crees que están aguando el benceno?
Otro paso, y dejo atrás el tranquilo margen mínimo para entrar bruscamente en un rugido doblemente reforzado. Llegan gritos desde el Pozo de Rencor, donde algunos bravucones se abalanzan unos contra otros mientras otros clientes se ofrecen como premio para los ganadores. El último vencedor se alza sobre su víctima humeante, cruzando ambas muñecas con armas alzadas que giran como guadañas giratorias, lanzando porquería cargada de enzimas a los alegres espectadores. Las apuestas se pagan con brillantes ojopics o con fajos de manchados billetes púrpura. Bajo las chillonas decoraciones de la piel, se adivina qué ídems desmembrados fueron comprados en un horno público por veinte dólares de bienestar.
El giro triunfal del vencedor hace que nos miremos a los ojos un instante, y su sonrisa se congela… ¿al reconocerme? No recuerdo haber visto antes su peudorrostro concreto. La conexión no dura más que un instante, y luego él se vuelve hacia la multitud de admiradores.
Una victoria similar podría haberle ganado una jefatura en alguna tribu antigua. Ahora, bueno, al menos tiene un momento para pretenderlo. Naturalmente, una profesional real como mi Clara podría comerse a basurillas como éste para desayunar. Pero ella tiene cosas mejores que hacer ahora mismo, en el frente, a doscientos kilómetros de distancia, defendiendo a su país.
La luz de RESERVADO se apaga cuando me siento donde me han dicho, preguntándome cómo irá la guerra de Clara. Una parte de mí sien-te el dolor de que nunca volveré a verla. Aunque por supuesto «yo» lo haré, en cuanto gane un ejército u otro… o bien cuando el combate se interrumpa para la tradicional tregua de fin de semana. ¡Será mejor que realAlbert sea bueno con ella o volveré de dondequiera que vayan los golems y perseguiré al afortunado hijo de puta!
— ¿Qué va a ser? —pregunta una camarera, un modelo especial. Es parecida a las otras copias-Irene, pero voluptuosa, con manos grandes para llevar bandejas.
—Una Pepsoide. Con hielo.
Mis grises son autosuficientes, pero hace calor aquí dentro y un su-bidón elecrolítico no hará daño. Para la lista de gastos de Watmnalcer.
Resulta que estoy cerca de otro margen sónico. Si me inclino a un lado, puedo meter la cabeza en un cono de relativo silencio, apagando la música machacona y los gritos de batalla, dejando sólo trocitos de conversación de los reservados.
…¿Qué estás fumando? ¿Eso es bolaloca-black? ¿Puedo olerlo?
…¿Te enteraste de que cerraron el Péndulo Medular? Los inspectores sanitarios encontraron un virus zimmer en los filtros. Tu ídem infectado llega a casa y ¡zas! A continuación, tu rig está babeando en un pabellón psiquiátrico…
¡Me encantan esos ojos saltones! ¿Son funcionales?
También llegan sonidos inarticulados de pasión substitutiva. A través de la bruma, veo parejas y tríos rebulléndose en las alcobas. Y si la hechura de tu cuerpo no encaja con cl de tu compañera, la dirección alquila adaptadores.
Silencio —le digo a la mesa, que levanta un telón de ruido blanco, anulando el clamor que me rodea—. Dame noticias del frente.
— ¿Qué guerra? zumba una voz basada en el silicio, no en el barro. Hay que especificar—. Cinco encuentros importantes y noventa y siete eventos de la liga menor están actualmente en proceso por todo el mundo.
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