Hawks y Barker prosiguieron por el sendero.
—¿Sabe, Hawks? —comentó incómodo Barker—. Casi no deseaba salir.
—Lo sé.
Barker agitó las manos en un gesto de indecisión.
—Ha sido la cosa más difícil de mi vida. Casi le conduzco a usted a la trampa que me atrapó la última vez. Y, luego, casi me quedo inmóvil a esperar que nos cogiera. Hawks, yo…, no lo sé. No quería salir. Tenía la sensación de que iba a perder algo. ¿Qué? Lo desconozco. Pero me quedé ahí, y de repente supe que había algo precioso que se perdería si salía a la superficie de la Luna.
Hawks, que caminaba con paso firme al lado de Barker, giró la cabeza para mirarle por primera vez desde que dejaran el bunker.
—¿Y lo perdió?
—No…, no lo sé. Creo que tendré de pensar en ello durante bastante tiempo. Me siento distinto. Eso es todo lo que puedo iecirle. —La voz de Barker se animó—. Así es.
—¿Es ésta la primera vez que ha hecho algo que ningún otro hombre ha realizado? Quiero decir, ¿con éxito?
—Yo…, bueno, no, he superado récords de todas clases y…
—Otros hombres también han superado los mismo récords, Al.
Barker se detuvo y miró a Hawks.
—Creo que es eso. —Frunció el ceñe—. Creo que tiene razón. He hecho algo que ningún otro hombre había conseguido antes. Y no me mataron en el intento.
—No existe precedente ni tradición. Sin embargo, Al, usted lo consiguió. —También Hawks se había detenido—. ¿Quizá se haya convertido en un hombre por derecho propio? —Su voz sonó tranquila y triste.
—¡Tal vez sí, Hawks! —exclamó Barker con excitación—. Mire…, usted no puede… Quiero decir, no es posible abarcar algo así de una sola vez…, pero… —Se detuvo de nuevo, con el rostro mirando ansioso a través del visor.
Casi habían llegado a la intersección en que el sendero del bunker se unía a la red de caminos que recorría el terreno en torno a la formación, el receptor, la instalación de la Marina y el aparcamiento de vehículos de donde salían las huellas. Hawks aguardó, inmóvil, observando con paciencia a Barker, con el casco inclinado mientras escudriñaba a través de él.
— ¡ Tenía razón, Hawks! —exclamó Barker, con un torrente precipitado de palabras—. Los ritos de iniciación no significan nada si te conducen de vuelta a lo mismo que hacías antes; ¡si no sabes que has cambiado! Un hombre…, un hombre se hace a sí mismo. El… Oh, maldición, Hawks, yo intenté ser lo que ellos deseaban que fuera, y traté de ser lo que creí que debería ser; pero, ¿qué soy? Eso es lo que debo averiguar…, ¡de eso es de lo que tengo que sacar algo! ¡He de volver a la Tierra y enderezar todos esos años! Yo… Hawks, probablemente voy a estarle malditamente agradecido.
—¿Lo estará? —Hawks empezó a andar de nuevo—. Venga conmigo, Al.
Barker trotó detrás de él.
—¿Adonde va?
Hawks siguió caminando hasta que llegó al sendero del aparcamiento que se prolongaba una corta distancia más allá antes de que el camuflaje desapareciera y el terreno desnudo fuera casi infranqueable para un hombre con una armadura y a pie. Hizo un breve gesto con un brazo.
—Hacia allí.
—¿No se está arriesgando mucho? ¿Cuánto aire contienen estos trajes?
—No demasiado. Unos pocos minutos más.
—Bueno, pues entonces regresemos al receptor.
Hawks negó con la cabeza .
—No. Eso no es para nosotros, Al.
—¿Qué quiere decir? El transmisor de retorno funciona, ¿verdad?
—Sí. Pero, nosotros no podemos utilizarlo.
—Hawks…
—Si usted desea regresar al transmisor y hacer que el equipo de la Marina emplee el mismo procedimiento con el que envían muestras e informes a la Tierra, puede hacerlo. Sin embargo, primero quiero que entienda lo que está haciendo.
Barker le miró perplejo a través del grueso cristal del visor. Hawks alargó el brazo y, torpemente, se llevó la manga derecha al hombro del otro hombre.
—Hace tiempo le dije que le mataría de muchas formas, Al. Cuando cada Barker T recobraba la consciencia allá en la Tierra, después de que cada Barker L muriera, yo dejaba que usted se engañara. Entonces usted pensaba que había experimentado la muerte más segura de todas. No era así. He de hacérselo una vez más.
»Siempre existe una continuidad. Barker L y T parecían ser el mismo hombre, con la misma mente. Cuando L moría, T, simplemente, proseguía su vida. La hebra permanecía intacta, y usted podía seguir creyendo que nada había ocurrido realmente. Yo puedo decirle, y usted podría creerlo, que, de hecho, sólo había una sucesión de Barkers cuyos recuerdos se enlazaban a la perfección. Sin embargo, eso es algo demasiado abstracto para que un ser humano pueda llegar a abarcarlo. En este momento, yo pienso de mí mismo que soy el Hawks que nació hace años en el lecho de una granja. A pesar de que estoy al tanto de que existe otro Hawks, en el laboratorio de la Tierra, que ya lleva algunos momentos experimentando su propia vida; incluso aunque sé que nací de las cenizas volcánicas de este satelite hace veinte minutos, en el receptor. Todo eso no significa nada para el que yo que ha vivido en mi mente todos estos años. Puedo mirar hacia atrás. Puedo recordar.
»Ésa es la forma en que ocurrió también con usted. Se lo dije. Hace tiempo, le dije que el transmisor no envía nada más que una señal. Que destruye al hombre que explora para extraer esa señal. Sin embargo, sabía, mientras se lo comunicaba, que todas las palabras del mundo no le harían sentir de ese modo, mientras usted pudiera despertarse cada mañana en su propia piel. Así que, supongo, creo que desperdicié todas esas charlas. A menudo pienso que es así. No obstante, ¿qué podía decirme a mí mismo ahora si no intentaba comunicárselo?
—¡Vaya al grano! —exclamó Barker.
Hawks estalló exasperado.
—¡Es los que intento hacer! ¡Desearía que, de una vez por todas, a la gente le entrara en la cabeza que la respuesta breve sólo sirve para las preguntas corrientes! ¿Con qué cree que estamos tratando aquí… con algo que podría haber manejado Leonardo Da Vinci? ¡Si así hubiera sido, lo habría hecho, y habríamos tenido el siglo veinte en el mil quinientos! Si desea escuchar alguna respuesta, será mejor que me permita darsela en un contexto adecuado.
—De acuerdo, Hawks.
—Lo siento —dijo al cabo de un momento Hawks, con su estallido apagándose—. Lo siento. Un hombre va almacenando cosas en su interior y, al final, éstas estallan. Mire, Barker…, lo que ocurre, simplemente, es que aquí no disponemos de las instalaciones para devolver con exactitud a los individuos de la Tierra. No disponemos del equipo de ordenadores, no tenemos el equipo electrónico, tampoco los complejos mecanismos de seguridad de los que nos valemos en la Tierra. Dispondremos de ellos en el futuro. Pronto habremos excavado una cámara lo suficientemente grande como para mantenerlo todo bajo tierra, donde estará a salvo de accidentes al igual que de ser observada. Entonces tendremos que presurizar toda la cámara o descubrir cómo diseñar componentes electrónicos que puedan funcionar en el vacío. Y, si cree que eso no plantea un problema, se equivoca. Pero lo solventaremos. Cuando tengamos tiempo.
»No ha habido tiempo, Al. La gente que hay por aquí, los marinos, los observadores…, piense en ellos. Son los mejores hombres para desempeñar sus puestos. Gente competente. Y la gente competente tiene familias, carreras, intereses, propiedades de una u otra clase; es una falacia pensar que un hombre que es un buen astrónomo, o un buen cartográfo, no resulta bueno en muchos otros aspectos de la vida. Algunos no lo son. Pero la mayoría sí. Y todos los que están aquí saben que, cuando fueron transmitidos a la Luna, dobles suyos se quedaron atrás, en la Tierra. Era necesario. No podíamos alejar a hombres así de sus trabajos. No podíamos arriesgarnos a que murieran…, nadie sabía lo que podía acontecerles aquí. Y puede que aún ocurran cosas terribles. Todos se presentaron voluntarios. Todos lo comprendieron. Allá en la Tierra, sus dobles continúan con sus vidas como si nada hubiera sucedido. Hubo una tarde en la que pasaron unas pocas horas en el laboratorio, por supuesto; pero eso fue todo, el acontecimiento forma una parte muy menor de sus pasados.
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