— Hice que Eugene hablara con todos los celadores y el personal que trabaja en la quinta planta, pero nadie más la había visto. Y entonces me puse a pensar que hay un pasillo que comunica con la quinta planta y que tal vez, fuera allí.
—¿Cómo sabías que hay un pasillo que conecta con la quinta planta?
—Oh, ya sabe —dijo Maisie con evasivas, mirando la televisión, donde los niños von Trapp le metían a Mana una rana en el bolsillo—. A veces me llevan a hacerme pruebas y esas cosas. Pues bien, pensé que tal vez pudiera haber ido al ala este, así que le pedí a Eugene que preguntara a toda la gente que lleva la comida y que trabaja allí, pero nadie la había visto, así que intente pensar quién más, aparte de las enfermeras y el servicio, suele estar en los pasillos, como los tipos que barren y usan las aspiradoras.
—¿Fue uno de ellos?
—No —dijo Maisie—. Pues bien, Eugene me dijo que uno de los celadores vio a Joanna bajar a Urgencias, pero eso no servía de nada, ustedes ya lo sabían, pero anote su nombre de todas formas por si querían hablar con él.
Tendió la mano hacia la mesita de noche, sacó una hoja de papel doblada parecida a la hoja donde había escrito los mensajes, y la desplegó. Richard vio que había en ella dos nombres escritos.
—Bob Yancey —dijo Maisie.
—¿Es el nombre de la persona con la que fue a hablar Joanna? —preguntó Richard, inclinándose hacia delante para ver el otro nombre. Maisie apartó el papel de su alcance.
—Ahora llego a eso —dijo, doblándolo—. Pues entonces esa señora de la UCI cardíaca fibriló, y le hicieron un bypass cuádruple, y el capellán vino, y pensé: “Apuesto a que va a ver a las personas que están realmente enfermas, vino a verme una vez cuando se me paró el corazón, así que si la persona a la que fue a ver Joanna tuvo una ECM, puede que él la haya visto.”
El capellán. Naturalmente. A Richard ni siquiera se le había pasado por la cabeza.
—¿El capellán la vio?
—Ahora voy a eso.
Y era obvio que iba a tener que escuchar la historia entera de cómo había descubierto lo que él quería saber.
—Así que iba a pedirle a Eugene que le dijera que viniera a verme, pensó cuando llegó la comida no la traía él, sino otro tipo, y cuando le pregunté dónde estaba Eugene, me dijo: “Se ha tomado unos cuantos días libres”, muy cabreado. Y yo le dije: “No lo habrán despedido, ¿verdad?” Y él me dijo: “No, y no cuenta con ello ni yo tampoco, así que no me pidas que juegue a los detectives.” Y ni siquiera quiso escuchar cuando le dije que quería hablar con el capellán, dejó la comida y se fue. Así que entonces intenté pensar una manera de que el capellán viniera a verme. Se me ocurrió decirle a la enfermera de planta que estaba preocupada por el cielo y esas cosas, pero supuse que ella se lo diría a mi madre y a mi madre le daría un sofoco. Pensé que podría fingir que entraba en fibrilación-A si no se me ocurría otra cosa… “¡Fibrilación-A! he creado un monstruo”, pensó él.
—… pero mientras me decidía, llegó un tipo a sacarme sangre, y me estaba poniendo los tubos de goma en el brazo y me dice: “¿Tú eres la que iba preguntando por Joanna?” Y yo le digo: “Sí, ¿la vio usted?” Y él dice que la vio en la habitación con ese paciente y sabe el nombre y la habitación y todo, porque tenía que escribirlo en los tubitos.
Le tendió el papel, triunfante.
Richard lo desplegó.
—Habitación 508. Carl Aspinall.
—Me dijo que estaba en coma.
El corazón de Richard se le vino a los pies.
—¿Qué pasa?
Richard miró el rostro ansioso, expectante. Lo había intentado con tantas fuerzas y había tenido éxito donde los demás habían fracasado. Parecía una crueldad decepcionarla, no importaba que Joanna hubiera dicho que siempre había que decir la verdad.
—¿Qué pasa? ¿No es ése?
—No —dijo Richard—. Ya sabía lo de Carl. Joanna hizo que las enfermeras anotaran las palabras que dice en estado inconsciente. Joanna fue probablemente a hablar con las enfermeras.
—No… no —dijo Maisie—. Carl habló con ella. Lo dijo el tipo de la sangre. Dijo que se sorprendió mucho de que estuviera despierto, y las enfermeras le dijeron que había salido del coma esa mañana de repente, y todo el mundo decía que fue un milagro.
Carl había salido del coma. Y le dijo a Joanna lo que había visto, le tonto algo que le dio la clave… Habitación 508. Richard echó mano su teléfono móvil y recordó que lo había dejado en el mostrador de la puerta.
—Gracias —dijo, dirigiéndose hacia la salida—. Tengo que ir a hablar con él.
—No está. El tipo de la sangre me dijo que se fue a casa. Hace una semana.
Tendría que llamar a Archivos, ver si podía convencerlos para que le dieran una dirección, y si no, hablar con las enfermeras.
—Tengo que irme, Maisie. He de descubrir dónde vive.
—3348 S. Jackson Way —dijo Maisie al instante—, pero no está allí. Se fue a su cabaña en las montañas.
—¿Te dijo eso el analista?
—No. Eugene. —Tendió la mano hacia la mesita de noche y agarró otra hoja de papel—. Así se llega hasta allí.
Richard leyó las instrucciones. La cabaña estaba justo en las afueras de Timberline.
—tires capaz de hacer milagros, Maisie —dijo él, metiéndose el papel en el bolsillo—. Te debo una. Se encaminó hacia la puerta.
—No puede irse todavía. No me ha dicho si quiere que siga buscando a gente que vio a Joanna.
—No —pensó Richard—. Es este. Tiene mucho sentido.” Carl Aspinall había salido del coma y le había dicho a Joanna algo de lo que había visto que encajaba con las propias experiencias de ella, algo que la había hecho advertir que era la ECM, cómo funcionaba.
Maisie esperaba, expectante.
—Ya has descubierto a la persona que estaba buscando. Y se supone que debes descansar. Descansa y sigue viendo tu vídeo.
—Odio Sonrisas y Lágrimas . —Se hundió en las almohadas—. Es tan dulce. La única parte buena es cuando las monjas engañan a los nazis para que se puedan escapar.
—Maisie…
—¿Y si Coma Carl no es el tipo que está buscando? ¿O si vuelve a entrar en coma? ¿O si se muere? El se rindió.
—Muy bien, puedes seguir investigando, pero no le pidas a Eugene que haga nada que pueda hacer que lo despidan. Y nada de fingir fibrilaciones, ¿ch? Vendré a verte en cuanto haya visto a Carl.
—¿Va a llevarse a Kit?
—No. ¿Porqué?
—Es simpática —dijo Maisie, mirando la pantalla, donde el capitán Von Trapp estaba cantándole a Mana—. Creo que ella sería buena haciendo preguntas. Tiene que venir inmediatamente y decirme que le dijo.
—Lo haré —dijo él, y regresó al laboratorio para llamar a Carl Aspinall, pero no había ningún número de la cabaña en la guía. Debía tener un teléfono móvil, se dijo Richard. No se habría marchado a pasar una semana en las montañas después de haber sido dado de alta en el hospital sin una manera de permanecer en contacto. Pero el móvil tampoco estaba en ninguna guía.
Tendría que ir hasta allí, lo que después de todo no era mala idea. Si llamaba, corría el riesgo de que le dijeran que Aspinall estaba demasiado enfermo para verlo, o de que la señora Aspinall le dirá: “¿Qué tal la semana que viene?” No podía esperar hasta la semana siguiente, ni siquiera hasta mañana, no cuando estaba tan cerca. Llamó a Kit. Dudaba de que pudiera encontrar a alguien que cuidara de su tío con tan poco tiempo de antelación para acompañarlo a él, pero al menos podría pedirle las transcripciones de Carl. Quería echarles un vistazo antes de entrevistarlo.
El teléfono de Kit estaba comunicando. Miró el reloj. Eran más de las dos, y Timberline estaba a más de hora y media, intentó llamar de nuevo. Comunicando todavía. Tendría que irse sin las transcripciones.
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