• Пожаловаться

Orson Card: Las naves de la Tierra

Здесь есть возможность читать онлайн «Orson Card: Las naves de la Tierra» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1995, ISBN: 84-406-5579-7, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Orson Card Las naves de la Tierra

Las naves de la Tierra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las naves de la Tierra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El planeta Armonía, colonizado por humanos hace casi cuarenta millones de años, ha estado siempre bajo el cuidado de una inteligencia artificial: el Alma Suprema, el ordenador que todo lo sabe y todo lo protege. Pero el Alma Suprema ha envejecido y está debil. Debe volver a la lejana Tierra para recabar la ayuda del Guardián. Nafai y su familia, los elegidos del Alma Suprema, deben afrontar una larga travesía por el desierto y dirigirse, aun sin saberlo, hacia el viejo puerto espacial de Armonía que, tras cuarenta millones de años, espera, en silencio y abandonado, la orden que ha de lanzar de nuevo las viejas naves interestelares hacia su largo retorno a la Tierra. Pero no todos los expedicionarios han elegido o aceptado su exilio ni los designios del Alma Suprema. Los odios, las rivalidades y las luchas por el liderazgo hacen todavía más arduo un viaje ya de por si difícil. De nuevo Card se muestra como un maestro en la comprensión de la psicología de las personas y nos ofrece, como ya hiciera en El Juego de Ender, un interesante retrato del ser humano y de sus motivaciones. La lucha por el dominio de un pequeño grupo, los puntos de los diversos sexos, el difícil paso del matriarcado de Basílica a un patriarcado justificado por la dureza de la vida nómada son, en manos de Orson Scott Card, elementos más que suficientes para hacer de libro una narración que se recuerda con satisfacción y agradecimiento.

Orson Card: другие книги автора


Кто написал Las naves de la Tierra? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Las naves de la Tierra — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las naves de la Tierra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

(Pasaré la voz. O tú mismo puedes decírselo.)

—¿Yo mismo? —Y entonces recordó. Como la memoria del Alma Suprema ahora era «su» memoria, podía hablar con los demás por intermedio del índice. Eso hizo.

—No iréis —dijo Elemak.

Zdorab y Volemak lo miraron desconcertados.

—¿A qué te refieres? —dijo Volemak—. Nafai necesita comida, y debemos preparar la nueva aldea. Pensé que querrías venir.

—Y yo digo que no iréis. Nadie irá. No mudaremos la aldea, y nadie se irá de aquí para reunirse con Nafai. Su intento de adueñarse del poder ha fracasado. Desiste, Padre. Cuando Nyef esté hambriento, regresará.

—Soy tu padre, Elya, no tu hijo. Puedes decidir que no irás, pero no tienes autoridad para detenerme.

Elemak tamborileó con un dedo sobre la mesa.

—A menos que estés amenazando con usar violencia contra tu padre —dijo Volemak.

—He anunciado la ley de este lugar —dijo Elemak—. Nadie sale de la ciudad sin mi permiso. Y no tenéis mi permiso.

—¿Y si desobedezco esa orden presuntuosa e ilegítima? —dijo Volemak.

—Entonces ya no perteneces a Dostatok —dijo Elemak—. Si te sorprenden merodeando por aquí, serás tratado como un ladrón.

—¿Crees que los demás aceptarán esto? —preguntó Volemak—. Si alzas tu mano contra mí, sólo te ganarás el rechazo de los demás.

—Me ganaré su obediencia —dijo Elemak—. Te advierto, no fuerces la situación. Nadie le llevará comida a Nafai. Él vendrá a casa, y esta farsa de las naves estelares terminará.

Tanto Volemak como Zdorab guardaron silencio. Sus rostros eran inescrutables.

—De acuerdo —dijo Volemak. Elemak se sorprendió. ¿Acaso Padre cedía tan fácilmente?

—Nafai dice que regresará. Tiene sus primeros robots en funcionamiento. Regresará dentro de una hora.

—¿Una hora? —exclamó Meb—. Vaya, pero se suponía que Vusadka estaba a un día de viaje.

—Nafai ha puesto en funcionamiento las paritkas. Si funcionan bien, no tendremos que mudar la aldea.

—¿Qué es una paritka? —preguntó Meb.

No preguntes, tonto, pensó Elemak. Sólo le haces el juego.

—Un vehículo volante —dijo Volemak.

—Y supongo que hablas con Nafai en este mismo instante.

—Cuando no tenemos el índice con nosotros —dijo Volemak— su voz es difícil de distinguir de nuestros pensamientos normales, como ocurre con la voz del Alma Suprema. Pero nos está hablando, sí. Tú mismo podrías oír, si tan sólo escucharas.

Elemak no pudo contener una carcajada.

—Sí, seguro. Me sentaré a escuchar la voz de mi hermanito menor, hablándome en la mente.

—¿Por qué no? —preguntó Zdorab—. Él ya ve todo lo que ve el Alma Suprema. Y eso incluye lo que pasa por tu mente. Por ejemplo, sabe que tú y Meb pensáis matarle en cuanto regrese aquí.

Elemak se levantó de un brinco.

—¡Mentira! —exclamó. Por el rabillo del ojo, vio que Meb ponía cara de pánico. No digas una palabra, Meb. ¿No sabes reconocer una mera sospecha? No hagas nada para confirmarla—. Ahora regresa a tu casa, Padre. Y tú también Zdorab. Nafai sólo correrá peligro si nos ataca o intenta amotinarse.

—Ya no estamos en el desierto —dijo Volemak—, y tú no estás al mando.

—Al contrario —dijo Elemak—. Todavía se aplica la ley del desierto, y yo soy el líder de esta expedición. Siempre lo he sido. He sido respetuoso contigo, anciano, por mera cortesía.

—Vámonos —dijo Zdorab, arrastrando a Volemak fuera de la casa de Elemak.

—¿Y privar a Elemak de la oportunidad de demostrar hasta dónde llega su maldad?

—No es maldad, Padre. Sólo hartazgo. Fuisteis tú y Nyef, Rasa y Luet y tu grupo los que empezaron esto. Nadie os pidió que iniciarais este estúpido proyecto de viajar a las estrellas. Todo andaba bien… hasta que decidisteis cambiar las reglas. Bien, las reglas han cambiado, en efecto, pero esta vez no os favorecen. Ahora trágate tu medicina como un hombre.

—Lo lamento por ti —dijo Volemak. Zdorab lo guió hacia la puerta y se marcharon.

—Sabían —dijo Mebbekew—. Sabían lo que planeábamos.

—Oh, cállate —dijo Elemak—. Lo sospecharon, y faltó poco para que tú confirmaras esa sospecha.

—No lo hice. Yo no dije nada.

—Trae tu arco y tus flechas. Eres bastante buen tirador para esto.

—¿Quieres decir que no vamos a esperar y hablarle primero?

—Creo que Nafai será más razonable si tiene una flecha en el cuerpo.

Meb se marchó de la casa. Elemak se levantó y fue a buscar su arco.

—No lo hagas.

Dio media vuelta y vio a Eiadh en la puerta del dormitorio, con el bebé apoyado en la cabeza.

—¿Te oí bien, Edhya? —preguntó Elemak—. ¿Me estás diciendo qué hacer?

—Una vez trataste de matarle —dijo Eiadh—. El Alma Suprema no lo consentirá. ¿No lo comprendes? Y esta vez puedes salir lastimado.

—Agradezco tu preocupación, Edhya, pero sé lo que hago.

—Yo también sé lo que haces. Te he observado en todos estos años, y pensaba que al fin habías aprendido a tratar a Nafai con el debido respeto, que habías dejado de sentir celos por tu hermano menor. Ahora veo que sólo aguardabas el momento oportuno.

Elemak la habría abofeteado, pero la cabeza del bebé se interponía, y jamás dañaría a su propio hijo.

—Ya has dicho suficiente —advirtió.

—Te suplicaría que no lo hagas por amor a mí, pero sé que no serviría de nada. Así que te lo suplico en nombre de tus hijos.

—¿De mis hijos? Es por mis hijos que lo hago. No quiero que se les arruine la vida porque Rasa conspira para dominar Dostatok y transformarla en una ciudad de mujeres, como Basílica.

—Por tus hijos —insistió Eiadh—. No permitas que vean a su padre humillado frente a todos. O algo peor.

—Ya veo cuánto me amas. Parece que apuestas por el bando contrario.

—No los avergüences haciéndoles ver que en tu corazón hay un homicida.

—¿Crees que no entiendo esto? Le has echado el ojo a Nafai desde Basílica. Pensé que te olvidarías de él, pero me equivoqué.

—Tonto —dijo Eiadh—. Yo admiraba su fuerza, y también admiraba la tuya. Pero su fuerza jamás ha flaqueado, y nunca la ha usado para atropellar a los demás. El modo en que trataste a tu padre fue vergonzoso. Tus hijos estaban en la habitación contigua, escuchando tus palabras. ¿No sabes que un día, cuando seas viejo y frágil, tal vez te traten con la misma irreverencia? Adelante, pégame. Dejaré al niño en el suelo. Que tus hijos vean cuan fuerte eres, que puedes zurrar a una mujer por el solo delito de decirte la verdad.

Meb entró en ese momento. Traía el arco y las flechas.

—¿Y bien? —dijo—. ¿Vienes o no?

—Sí, vengo —dijo Elemak, y se volvió hacia Eiadh—. Nunca te perdonaré por esto. Ella sonrió con desprecio.

—Dentro de una hora serás tú quien pida mi perdón.

Nafai sabía exactamente qué esperar. Tenía los recuerdos del Alma Suprema. Había oído las conversaciones entre Elemak y sus cómplices. Había escuchado mientras Elemak ordenaba a todos que mantuvieran a los niños en sus casas. Había sentido el miedo que había en el corazón de todos. Conocía el daño que Elemak haría a su propia familia. Conocía el temor y la rabia que le colmaban el corazón.

—¿No puedes lograr que él olvide todo esto? —preguntó Nafai.

(No. Eso no está entre los poderes que me han dado. Además, Elemak es muy fuerte. Mi influencia sobre él es mínima.)

—Si él hubiera optado por seguirte, habría sido mejor que yo para tus propósitos, ¿verdad?

(Sí.) El Alma Suprema prefería hablar sin rodeos, pues no podía ocultarle secretos a Nafai.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las naves de la Tierra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las naves de la Tierra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las naves de la Tierra»

Обсуждение, отзывы о книге «Las naves de la Tierra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.