Larry Niven - El martillo de Lucifer

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El martillo de Lucifer: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando EL MARTILLO DE LUCIFER, el cometa gigante, chocó contra la Tierra, hizo pedazos la civilización. Los días felices habían terminado. Estaban viviendo el fin del mundo. Los terremotos eran tan fuertes que no podían medirse con la escala de Ritcher. Las olas marinas alcanzaban alturas incalculables. Las ciudades se convirtieron en océanos, y los océanos en nubes. Era el principio de la nueva Edad del Hielo. Y el final de los gobiernos, los planes, los hospitales y el derecho. Y sobre ellos, igual que otro martillo del demonio, la más terrible selección del hombre hecha por el hombre que jamás se había producido.

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Como un viejo fatigado, Harvey avanzó con dificultad en la penumbra. Cuando sus pupilas se adaptaron, descubrió a Mark Czescu en un taburete. Se detuvo junto a él y apoyó los codos en la barra.

Czescu tendría más de treinta años, pero su edad era indefinida, un perpetuo hombre joven dispuesto a iniciar su carrera. Harvey sabía que Mark había servido en la Armada durante cuatro años, y que había pasado por varias universidades, empezando por la UCLA, así como por diversos institutos de rango inferior. A veces todavía se refería a sí mismo como estudiante, pero nadie creía que jamás llegara a terminar una carrera. Llevaba botas de motorista, unos tejanos viejos, una camiseta y un arrugado sombrero australiano. Lucía una larga cabellera negra y una barba no menos negra y poblada. Sus uñas presentaban una suciedad compacta, y había manchas recientes de grasa en sus pantalones, pero aparte de eso las manos y la ropa estaban limpias. Simplemente, no tenía una necesidad patológica de restregarse hasta parecer inmaculado.

Cuando Mark no sonreía, tenía un aspecto temible, a pesar de su barriga respetable de bebedor de cerveza. Sonreía mucho, pero podía tomarse muy en serio ciertas cosas, y a veces se relacionaba con un grupo de matones, que formaban parte de su mundo. Mark Czescu podría correr con los motoristas verdaderos si quisiera, pero no quería. En aquel momento parecía preocupado.

—No tienes buen aspecto —dijo a modo de saludo.

—Tengo ganas de matar a alguien —dijo Harvey.

—Si eso es lo que deseas, tal vez podría encontrar a alguien.

—No. Se trata de mis jefes, maldita sea su alma. —Harvey pidió una jarra y dos vasos, y pasó por alto la sugerencia de Mark. Sabía que éste podía encargarse de un verdadero asesinato. También aquello formaba parte de la imagen de Czescu: saber más que su interlocutor sobre cualquier tema que se planteara. A Harvey solía divertirle, pero en aquel momento no estaba de humor para bromas—. Quiero algo de ellos —prosiguió— y ellos saben que van a dármelo. ¿Cómo diablos no van a saberlo? ¡Si hasta tengo comprometido al patrocinador! Pero los hijos de puta tienen que seguir la comedia. Si mañana uno de ellos se cae de un balcón, necesitaré otro mes para convencer a su sustituto, y no dispongo de tiempo.

No era malo seguirle el humor a Czescu. El tipo podía ser útil, era muy divertido y... tal vez podría cometer un asesinato. Uno nunca sabía realmente de lo que era capaz.

—Bueno, ¿y qué es lo que te van a dar? —preguntó Mark.

—Un cometa. Voy a hacer toda una serie de documentales sobre un nuevo cometa. Resulta que el tipo que lo descubrió posee el setenta por ciento de la empresa que patrocinará los programas.

Czescu soltó una risa ahogada, y Harvey hizo un gesto de asentimiento.

—Es un proyecto precioso. Ahora tengo la oportunidad de hacer la clase de películas que realmente quiero hacer, y de aprender mucho. No como la última basura que rodé, entrevistando a fatalistas, cada uno con su visión particular del fin del mundo. Antes de terminarlo tenía ganas de cortarme el cuello y acabar con todo.

—¿Y qué es lo que no marcha bien?

Harvey suspiró, tomó un trago de cerveza y prosiguió:

—Mira, hay tres o cuatro tipos que podrían enviarme realmente a freír espárragos. Pero eso sería un error, ¿sabes? Los de Nueva York no tolerarían que se malogre una serie patrocinada. Así que van a aceptarla. Pero ¿cómo se sabría que tienen el poder de decir que no si no vacilaran y exigieran que redacte tratos y prepare presupuestos y toda esa basura? Nada de eso sirve para maldita la cosa, pero ellos han de tener «una base firme para tomar decisiones». Cuatro divos asquerosos que son los que tienen el auténtico poder.

«Bueno, podría soportarlos, pero es que no son sólo ellos, sino que hay un par de docenas más que serían incapaces de impedir la reposición de un tostón insufrible, pero también quieren demostrar lo importantes que son. Y para demostrarse unos a otros que podrían impedir la realización de ese programa, si quisieran, ponen todas las objeciones que pueden. Ten en cuenta los intereses preferentes del patrocinador. No hagas nada que pueda enfurecer a Jabones Kalva. Tonterías. Pero tengo que aguantarlas. —De repente Harvey se dio cuenta de que hablaba demasiado sobre algo que no le importaba al otro gran cosa—. Mira, cambiemos de tema.

—De acuerdo. ¿Has observado el nombre de este sitio?

—Sí, no deja de ser chocante. «Primer bar federal de protección.» Tiene algo de establecimiento bancario.

—Exacto. A lo mejor otros hacen suya también la idea. ¿Qué te parece «Seguros del loco Eddie»?

—No está mal. A ver que tal suena este: «Clínica oncológica del gordo Jack.»

—Quedaría mejor «Clínica oncológica y cementerio del gordo Jack» —dijo Czescu.

La rigidez que Harvey sentía en el cuello y los hombros iba desapareciendo. Bebió más cerveza y luego fue a uno de los reservados, donde podía apoyarse en la pared. Mark fe siguió y se sentó frente a él.

—Oye, Harv, ¿cuándo haremos otro viaje? ¿Aún funciona tu moto?

—Sí. —Un año atrás, no, dos años o más atrás, se tomó Oto respiro y Mark Czescu le llevó consigo en un viaje por la costa. Bebieron en pequeños bares, hablaron con tipos que, como ellos, iban sin rumbo y acamparon donde les vino en gana. Czescu cuidó de las motos y Harvey pagó las cuentas, pero no subieron mucho. Fue una época sin preocupaciones—. La moto funciona, pero no podré usarla. Cuando empiece esta serie necesitaré todo mi tiempo.

—¿No tendrás algún trabajito para mí? —le preguntó Mark.

Harvey se encogió de hombros.

—¿Por qué no? —Mark solía trabajar en los programas de Harvey. Llevaba cámaras o tablillas sujetapapeles, se ocupaba del mantenimiento o manejaba la claqueta—. Pero tendrás que cerrar la boca durante algún tiempo.

—Te doy mi palabra. Soy un hippie.

El bar se estaba llenando. El tocadiscos automático dejó de funcionar y Mark se levantó.

—Voy a tocar algo para ti —dijo a su amigo—. Sacó una guitarra de doce cuerdas que estaba detrás de la barra y se sentó en el extremo de la sala. También esto formaba parte de su modo de vida: Czescu cantaba a cambio de bebida y comida en los bares. Mientras viajaban costa arriba, Mark había logrado alimentar gratis a los dos en la mitad de los lugares entre Los Angeles y Carmel. Era buen músico, tanto que parecía profesional, pero le faltaba disciplina. Cada vez que lograba un trabajo regular, no duraba en él más de una semana. Para Mark, los que ganaban grandes sumas eran magos poseedores de un secreto que él jamás llegaría a aprender del todo.

Mark tañó un acorde de prueba y luego inició una estrofa. La melodía era una vieja canción vaquera, Frías y limpias aguas.

Me paso el día ante la sucia tele, sin gota de cultura, Pura cultura.

Cháchara política a todo pasto y concursos con premios que duran demasiado y te hacen hablar de cultura. Pura... dulce... cultura.

Harvey mostró riendo su aprobación. Un hombre gordo que estaba ante la barra le envió una jarra de cerveza, y Mark dio las gracias con un movimiento de cabeza.

El sol se pone, y en la ciudad oyes el grito que pide cultura.
Dulce cultura.
Mientras los abogados sonríen y los polis se aprestan a reprimir
el pecado de cultura.
Cultura. Pura... cultura.

Hubo una breve pausa mientras Mark tañía la guitarra. Los acordes sonaban de manera discordante. Era evidente que estaban mal, pero no menos evidente que eran adecuados, como si Mark buscara algo que nunca podría encontrar.

Sigue sintonizando, amigo, eso te instalará en una tendencia.

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