Larry Niven - El martillo de Lucifer

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El martillo de Lucifer: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando EL MARTILLO DE LUCIFER, el cometa gigante, chocó contra la Tierra, hizo pedazos la civilización. Los días felices habían terminado. Estaban viviendo el fin del mundo. Los terremotos eran tan fuertes que no podían medirse con la escala de Ritcher. Las olas marinas alcanzaban alturas incalculables. Las ciudades se convirtieron en océanos, y los océanos en nubes. Era el principio de la nueva Edad del Hielo. Y el final de los gobiernos, los planes, los hospitales y el derecho. Y sobre ellos, igual que otro martillo del demonio, la más terrible selección del hombre hecha por el hombre que jamás se había producido.

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Harvey pensó que el chico no era malo.

Sus pantalones eran nuevos, pero no le llegaban a los tobillos. El próximo septiembre cumpliría quince años y ya podría ir a la escuela superior. Había pensado matricularle en la Escuela Juvenil de Harvard, que era la mejor de Los Angeles, pero aquel centro pedía una fortuna sólo por reservarle una plaza, y el especialista en ortodoncia quería unos miles de dólares en el acto y algunos más posteriormente. Andy estaba metido en un club de electrónica y no pasaría mucho tiempo antes de que quisiera tener un microordenador propio, cosa de la que nadie podría culparle, y... Randall entró sigilosamente en la casa, satisfecho de que Andy no se hubiera percatado de su presencia.

Un adolescente solía ser un bien. Podía trabajar en los campos, dirigir una yunta o hasta conducir un tractor. La presión podía ser compartida, traspasada a unos hombros más jóvenes. Y un hombre podía descansar.

En la papelera de la cocina había papel de envolver. Loretta había estado de compras otra vez. La Navidad se había convertido en una serie de cuentas por pagar, y aquellas facturas acabarían posándose en la mesa de Harvey, el cual ya había oído el informe radiado sobre las cotizaciones de bolsa. El mercado estaba bajo.

Loretta no estaba presente. Harvey entró en el gran vestuario al lado del baño, se desnudó y se metió en la ducha. El agua caliente le golpeó la nuca, llevándose la tensión. Su mente cambió de rumbo, y se imaginó como una masa de carne a la que daban masaje con presión hidráulica. Deseó que su mente cambiara realmente de rumbo.

Andy tiene conciencia. Sabe Dios que nunca he tratado de hacer que se sintiera culpable. Disciplina, sí. Castigos, de cara a la pared, incluso algún cachete, pero cuando se ha terminado, se ha terminado, sin que queden rastros de culpabilidad... De todos modos sabe lo que es la culpa. Si supiera lo que me cuesta en dinero y en años de vida, si supiera hasta qué punto influye en la manera en que me veo obligado a vivir, la mierda que tengo que soportar para conservar ese maldito trabajo y conseguir las pagas que nos mantienen a jiote... ¿Qué haría Andy si lo supiera? ¿Se iría de casa? ¿Conseguiría un empleo como barrendero en San Francisco para tratar de reembolsarme? No, no hay miedo de que llegue a saberlo.

Entre el ruido del agua oyó el sonido de una voz. Salió de su mundo interior y encontró a Loretta sonriente a través de la puerta de vidrio de la ducha.

—Hola. ¿Cómo ha ido? —preguntó, pero sus palabras eran inaudibles.

Harvey la saludó con la mano y ella lo tomó como una invitación. Observó cómo se desvestía lenta, lascivamente y se deslizaba apresuradamente a través de la puerta de vidrio para que el agua no saliera afuera... Y no era miércoles. Harvey la rodeó con sus brazos. El agua caía sobre los dos, y se besaron. Y no era miércoles.

—¿Cómo ha ido? —preguntó ella de nuevo.

El había leído sus labios la primera vez, pero sin pensar que le preguntaba aquello. Ahora tenía que responder.

—Creo que lo harán.

—Claro, sería absurdo que se negaran. Si esperan demasiado, la CBS les quitará la idea.

—Tienes razón —convino él, consciente de que aquella charla ponía fin a la magia de la ducha orgiástica.

—¿No hay alguna forma de decirles lo estúpidos que son?

—No. —Harvey movió la rosca de la ducha y el agua cayó en forma de fina lluvia.

—¿Por qué no?

—Porque ya lo saben, porque no están jugando el mismo juego que nosotros.

—Todo depende de ti. Si insistes en hacerlo a tu manera, sólo por una vez...

El cabello de Loretta se oscurecía y mojaba bajo la ducha. Abrazó a su marido y le miró al rostro, buscando la expresión resuelta que significaría que le había convencido, que defendería sus principios y obligaría a sus superiores a enfrentarse con las consecuencias de sus errores.

—Sí, todo depende de mí, lo cual me convierte en el blanco perfecto si algo sale mal. Vuélvete y te frotaré la espalda.

Loretta se volvió. Harvey cogió el jabón. Los músculos de su rostro se distendieron, sus manos jabonosas trazaron dibujos en los resbaladizos contornos de la espalda de su esposa... lentamente, cada movimiento una caricia... pero estaba pensando. ¿No sabes lo que me harán? Nunca me despedirían, pero un día mi despacho es un cuarto para guardar las escobas, y al día siguiente la alfombra ha desaparecido. Luego mi teléfono no funciona. Y cuando no pueda más y me vaya, todo el mundo en la empresa habrá olvidado que existo. Y todavía dependemos de cada centavo que gano.

Siempre le había encantado la espalda de Loretta. Trató de concentrarse para sentir lujuria... pero no sintió nada.

Ella estaba interesada por el asunto desde el principio. Al fin y al cabo, se trata también de su vida. Sería injusto mantenerla al margen. Pero ella no comprenderla. ¡Puedo escamotearle a Mark el tema! Se beberá mi cerveza y hablará de cualquier otra cosa, si lo planeo bien. Pero no puedo hablar con Loretta de la misma manera... Lo que necesito es un trago.

Loretta le enjabonó la espalda, y luego se secaron mutuamente con las grandes toallas de baño. Ella todavía trataba de decirle cómo debía enfocar la situación en la emisora. Sabía que algo iba mal y, como solía hacer, le sondeaba, intentando comprender y ayudar.

Miríadas de órbitas más tarde, cuando los verdaderos humanos se extendían por un mundo sometido al rigor de una era glacial, el planeta negro se presentó de nuevo.

Ahora el cometa era más grande. Había crecido copo a copo aislado de nieve, a lo largo de mil millones de años, hasta medir siete kilómetros de un lado a otro. Pero ahora su superficie bullía en un baño de calor infrarrojo. Dentro de las capas del cometa, bolsas de hidrógeno y helio se vaporizaban y rezumaban a través de la corteza. El pequeño sol fue eclipsado. El disco negro cubrió un tercio del cielo, dejando escapar el calor de su nacimiento.

Luego pasó y retornó la calma.

El cometa se había recuperado de su paso anterior. ¿Qué son los siglos y milenios en el halo de los cometas? Pero el tiempo había llegado por fin a este cometa. El gigante negro lo había detenido al pasar por su órbita.

Lentamente, impulsado por el débil tirón de la gravedad solar, empezó a caer hacia el torbellino.

FEBRERO: DOS

Parece que los planetas interiores fueron bombardeados sin cesar desde su formación. Marte, Mercurio y la luna de la Tierra han sido golpeados repetidas veces por objetos cuyo tamaño varía desde los micrometeoritos a lo que —fuera lo que fuese— chocó con la Luna y creó la gran depresión de lava llamada Oceanus Procellarum.

Aunque en principio se pensó que Marte, dado que estaba en el borde del cinturón de asteroides, experimentó una tasa mayor de bombardeo meteórico, el examen de Mercurio indica que Marte no es excepcional, y los planetas interiores tienen aproximadamente las mismas posibilidades de ser golpeados...

Mariner. Informe preliminar

El rebosaba material del equipo: cámaras, magnetófonos, luces, reflectores y acumuladores, todos los objetos propios de una unidad móvil de televisión. El cámara Charlie Bascomb estaba en el fondo, con el técnico de sonido Manuel Arguilez. Todo era normal, excepto que Mark Czescu se hallaba en el asiento delantero cuando Harvey salió de las oficinas de la NBS.

Harvey hizo una seña a Mark, y éste le siguió. Se dirigieron hacia el lugar del aparcamiento del estudio, donde dejaban sus coches los ejecutivos de la compañía.

—Mira —dijo Harvey— tu trabajo recibe el nombre de ayudante de dirección. Eso, en teoría, te sitúa entre el personal directivo.

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