– ¿No cree que mi padre ya está trabajando en el antivirus?
– Sin embargo, ¿cuánto tiempo tardará? Meses, en el mejor de los casos. Yo, por otro lado, tengo alguna idea de dónde empezar. Confío en que podamos hacerlo en una semana. Con tu ayuda, por supuesto.
– No.
– ¿No?
– No.
Ella cambiaría de parecer en veinticuatro horas.
– Te daré doce horas para cambiar de opinión por ti misma. Luego la cambiaré por ti.
Ella no reaccionó.
– ¿Ningún otro mensaje, Carlos?
– Ninguno.
La primera llamada de las autoridades había venido dos horas antes. Una llamada de cortesía de su propio gobierno, requiriendo una entrevista de la más alta prioridad. Eso significaba que ya sospechaban de él. Fascinante. Era Thomas Hunter, desde luego. El soñador. Carlos le aseguró que había matado al hombre en la habitación del hotel, pero los medios de comunicación decían otra cosa. O Carlos había mentido deliberadamente o, lo más probable, había sido superado por este tipo. Esto era algo que tendría en mente.
Las autoridades no tenían suficiente para una orden de allanamiento. Él les había concedido la entrevista, pero de ninguna manera antes de dos días. Para entonces no importaría.
– ¿Está todo listo?
– Sí.
– Entonces haré la próxima jugada. Quiero que elimines al estadounidense.
Él observó a Carlos. Ni una alteración, sólo una mirada firme.
– Le di dos veces al estadounidense. ¿Está usted diciendo que no murió?
La mujer miró a Carlos. Ella también sabía algo.
– Está bastante vivo como para salir en las noticias. Él también es fuente del antivirus. Lo quiero muerto, cueste lo que cueste.
– ¿No se da cuenta usted que el tipo que es su mano derecha le está mintiendo? -preguntó Monique a Svensson- Uno de los hombres que acudieron a rescatarme en las afueras de Bangkok era Thomas Hunter. Carlos sabía eso. ¿Por qué se lo está ocultando a usted?
– ¿Thomas Hunter? -exclamó Carlos sorprendido-. No creo que eso sea posible. Quizá no estuviera muerto, pero tiene dos balas en el pecho. Y se trata de un civil, no de un soldado.
Se suponía que la acusación de la mujer sembrara desconfianza. Inteligente. Pero él tenía más motivos para desconfiar de ella que de Carlos.
– Saldré inmediatamente -manifestó el chipriota mirando de frente a Svensson-. Thomas Hunter estará muerto en cuarenta y ocho horas. Tiene mi palabra al respecto.
Svensson volteó a mirar hacia el laboratorio. Los técnicos se apiñaban ahora en tres sitios diferentes, evaluando la información que Carlos había reportado de Thomas Hunter, esta serie de cifras.
Ahora Svensson enfrentaba dos riesgos muy importantes. Uno, que se descubriera su operación. Improbable, considerando su meticulosa planificación, pero no dejaba de ser un riesgo. El tiempo ahora era crítico.
El segundo riesgo importante era que ni su gente ni Monique lograran desarrollar un antivirus a tiempo. Él estaba deseando aceptar ese riesgo. Ya se conocía su participación; tarde o temprano se sabría la verdad. Si no triunfaba ahora pasaría el resto de su vida en una cárcel, o moriría. Lo último era más interesante.
– Estaré contactando a los demás en pocas horas. Encuéntranos en nuestra instalación de control tan pronto hayas eliminado a Hunter. Llévala.
***
TOM MIRÓ el monitor en que se veía lo que había revelado la muestra en el microscopio de electrones: La variedad Raison. Trató de imaginar cómo una cantidad de estos virus podría herir una pulga, mucho menos exterminar unos cuantos miles de millones de personas. Parecían módulos lunares en miniatura sobre patas que habían aterrizado en su célula anfitriona.
– ¿Es esa la variedad Raison?
– Esa es la variedad Raison -confirmó Peter-. Parece inofensiva, ¿verdad?
– Parece una maquinita. ¿Se mantuvo entonces la mutación incluso al bajar la temperatura?
– Por desgracia sí. Es terriblemente extraordinario, ¿sabe? Ninguna regulación o protocolo ni siquiera sugiere examinar vacunas a temperaturas tan elevadas. Nadie se pudo haber imaginado incluso que pudiera haber una mutación a tal temperatura.
Tom se enderezó. Jacques de Raison estaba parado junto a Kara y media docena más de técnicos en batas blancas.
– ¿Y puede usted darse cuenta de lo que hará el virus?
– Muéstrale -ordenó Raison en respuesta a la mirada de Peter.
Este los llevó al monitor de otra computadora.
– Estamos basando las conclusiones en una simulación. Hace dos años esto habría tardado un mes, pero gracias a nuevos modelos que hemos desarrollado en conjunción con DARPA lo hemos reducido a unas horas.
Peter pulsó varias teclas y la pantalla cobró vida.
– Introducimos la genética del virus en el modelo, en este caso humano, y dejamos que la computadora simule los efectos de infección. Podemos reducir dos meses a dos horas.
– Ponlo en la pantalla gigante -ordenó Raison.
La imagen emergió en una pantalla en lo alto.
– Un momento… allí.
Apareció una sola célula.
– Esa es una célula normal tomada de un hígado humano. Alojada en su membrana exterior se puede ver la variedad Raison, introducida en la corriente sanguínea por…
– No la veo.
– Es muy pequeña, esa es una de las razones de que aparezca también como agente de transmisión aérea -informó Peter levantándose y señalando con un puntero el lado izquierdo de la célula-. Este pequeño abultamiento aquí. Esa es la variedad Raison.
– ¿Es esa la bestia mortal? -se sorprendió Tom-. Difícil de creer.
– Eso es en un día, antes de que los ciclos lisogénicos…
– ¿Me podría explicar en términos laicos? Suponga que estoy en quinto grado.
Peter sonrió delicadamente.
– Está bien. Los virus no son células. No crecen ni se multiplican como lo hacen las células. Constan básicamente de un caparazón que aloja un poco de ADN. Usted sabe lo que es el ADN, ¿o no?
– El plano genético de la vida y todo eso.
– Suficiente. Bueno, esa armadura que llamamos virus puede atacar la pared de una célula y rociar en su interior su ADN vírico. Véalo como una pequeña alimaña inmunda. El ADN rociado se abre paso en el interior del ADN de la célula anfitriona, en este caso la célula del hígado, de tal modo que se obliga a esta célula a hacer más armaduras víricas además de ADN viral idéntico. ¿Me explico?
– ¿Puede esta pequeña alimaña hacer eso? Se podría creer que tiene mente propia.
– Eso y más. Los virus son ensamblados; no crecen. Se apoderan de la célula anfitriona y la convierten en una fábrica de más caparazones víricos, lo cual repite el proceso.
– Como el colectivo Borg en Viaje a las estrellas -opinó Thomas.
– En muchas maneras, sí. Como los Borg. La forma en que matan la célula es haciendo tantas armaduras que la célula literalmente explota. A esto se le llama ciclo lisogénico.
– De algún modo me perdí todo esto en biología.
– Algunos virus se desarrollan y esperan hasta que la célula esté bajo presión antes de armarse por sí mismos. A eso se le llama latencia. En este caso nuestro virus es un participante muy lento, pero después de dos semanas se volverá muy agresivo, y su crecimiento exponencial se apodera del cuerpo en cuestión de días. Observe.
Peter volvió al teclado y pulsó una orden. La imagen en la pantalla comenzó a cambiar lentamente. El virus inyectó a la célula anfitriona como un escorpión. La célula de hígado empezó a cambiar y luego a sufrir hemorragia.
– Ciclo lisogénico -comentó Thomas.
– Exactamente.
La vista se expandió, y miles de células similares pasaron por el mismo proceso.
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